Zarzuela del Monte

Un pueblo para las artes

Zarzuela del Monte ampliará el suelo urbano para atender la creciente demanda de terreno para edificar

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

Músicos, cantantes, poetas y pintores han salido de Zarzuela del Monte y han llevado su arte por toda la geografía. Con gran tradición de dulzaineros y fama de buenos danzantes –algo perdida entre las nueva generaciones con el paso de los años– la localidad se ha abierto un hueco importante en el mundo del arte y allí han recalado también obras de creadores de todo el mundo.

Con menos de seiscientos habitantes, Zarzuela del Monte puede presumir de contar con una pinacoteca inaugurada a comienzos del 2000 que, en sus escasos seis años de existencia, se ha transformado en museo de arte contemporáneo. La iniciativa puesta en marcha por los pintores locales Ángel Pérez Dimas y Pablo González Bermejo, con la colaboración del granadino Manuel Ruiz, ha sido todo un éxito y las poco más de treinta pinturas con que comenzó se han multiplicado hasta sobrepasar las obras donadas por artistas de todas las partes del mundo. Pinturas y esculturas de Italia, Francia, Argelia, Brasil y Argentina forman la rica colección de Zarzuela del Monte.

También muchos trabajadores salieron de la localidad en la difícil época para el medio rural de los sesenta. «Emigró bastante gente. Se marcharon cuarenta o cincuenta familias al País Vasco y también a otros sitios», recuerda el alcalde, Dioniosio Montalvo. Este éxodo hizo que también las costumbres cambiasen en Zarzuela del Monte. La fiesta del 8 de septiembre se trasladó al 16 de agosto y desde hace algo más de veinte años estos festejos, aunque no son los oficiales, se convirtieron en los más importantes, restando protagonismo a San Vicente y la Virgen del Carmen, que se siguen celebrando.
La construcción de una docena de viviendas sociales y la liberación de varias parcelas hace unos años marcaron el punto de inflexión, el censo de Zarzuela del Monte frenó su caída, y en los últimos diez años puede presumir de que «la población se ha mantenido», aunque queda pendiente la asignatura de la natalidad. «La población no ha bajado, pero la infantil, sí. Cada vez hay menos niños, tenemos colegio de sobra», lamenta el regidor.

Las perspectivas de futuro son optimistas. La construcción se mueve a buen ritmo, tanto en el casco urbano como en las urbanizaciones privadas fuera de él, y el Ayuntamiento trabaja en la revisión de normas para ampliar el suelo urbano «porque hay demanda y esperamos que la gente se siga quedando e incluso que vengan de fuera», apunta Dionisio Montalvo.

Sus servicios y su estratégica ubicación al pie de una carretera nacional, «a una hora de Madrid, a otra de Salamanca y Valladolid, a veinte minutos de Segovia y a treinta de Ávila» son algunas de las claves que favorecen el mantenimiento del censo en Zarzuela del Monte –ayudado también por la llegada de extranjeros por la Yeguada Centurión– y animan la construcción, aunque su tradición agrícola y ganadera hace temer que «se quedará como pueblo dormitorio».

Economía

Los sectores tradicionales de la economía cada vez tienen menos importancia y ceden terreno a otros como los servicios y la construcción, al igual que un día la tradición de ‘machar’ las cortezas de las encinas del rico monte del municipio también perdió importancia, aunque siga muy viva en la mente de todos los ‘machoteros’. Y es que esa tradición y medio de vida ha dado nombre a los habitantes del pueblo.

Con el tiempo las necesidades también han cambiado y ahora ampliar y mejorar las instalaciones deportivas es uno de los objetivos para alentar el asentamiento de jóvenes en un pueblo que sin perder población, echa en falta más presencia de niños.

Por el cura y los mozos

El regreso de los emigrantes en agosto motivó el cambio de las fiestas de Zarzuela del Monte

Isabel Jimeno.

Fue por iniciativa del entonces sacerdote del pueblo que quiso relanzar las fiestas de San Roque, casi perdidas, y ofrecer así unas celebraciones más grandes a los numerosos hijos del pueblo que tuvieron que salir de Zarzuela del Monte en busca de trabajo y que regresaban en agosto al lugar que les vio nacer.

La propuesta cuajó, y lo hizo tanto que desde que hace medio siglo comenzaron a festejarse se han convertido en las mayores de la localidad.

Atrás quedaron las grandes fiestas de la Natividad de Nuestra Señora, del 8 al 10 de septiembre, que ya ni siquiera se celebran como lo hacían antes y también festejar el fin de la cosecha, la época de más trabajo en el campo.

El cambio del medio de vida, cada vez menos dependiente de la agricultura y ganadería, y la mayor presencia de gente durante agosto han hecho posible que ahora las de San Roque sean las fiestas más importantes de Zarzuela del Monte, que también mantiene otras fiestas en el calendario.

San Vicente Mártir, el 22 de enero, y la Virgen del Carmen, el 16 de julio, son dos días diferentes al resto del año en el municipio. Dos jornadas con misa y procesión en honor de los patrones y el tradicional refresco que, también en agosto, ofrece el Ayuntamiento para continuar con la labor que hace más de cincuenta años inició la sociedad de mozos fundada para organizar las incipientes fiestas estivales.

Lo que se han perdido son los festejos taurinos, desaparecidos hace más de un decenio por los elevados costes que suponían para el Ayuntamiento.

Danzas

Y en un pueblo con fama de haber criado músicos, cantantes, pintores y poetas que incluso dedican sus obras a Zarzuela del Monte, lo que se sigue conservando son las danzas. Aunque quizá con algo menos de afición que antaño, las jotas no faltan durante la procesión de las fiestas. Los aficionados a los bailes tradicionales forman la larga hilera delante de la imagen del santo a la salida y de regreso a la iglesia de San Vicente Mártir y danzan las clásicas piezas del folclore popular.

Más que piedras

Zarzuela del Monte cuenta con un conjunto de rocas de curiosas formas rodeadas de historias y leyendas

Isabel Jimeno.

Una mujer pasea por una calle de Zarzuela del Monte, con el cerro al fondo. / I. J.

Aún sigue siendo importante, pero durante años, la ganadería fue uno de los pilares de la economía en Zarzuela del Monte. Muchas horas de trabajo y soledad en los campos sin más compañía que la de sus animales, los árboles y los rincones de los parajes naturales que terminaban siendo unos compañeros más de labor.

Tan familiares llegaron a ser esos rincones que la caprichosa naturaleza ha ido esculpiendo que las rocas que afloran en el pie de monte de la Sistema Central no son unas piedras más, forman parte de la vida, la historia y las leyendas de Zarzuela del Monte. Un conjunto de piedras de granito localizado en una zona relativamente extensa en los parajes de Berrocoto, Piedra de la Caperuza y Navas Quemadas a las que la imaginación de las gentes de este pueblo segoviano y su parecido con animales y objetos les han hecho adquirir un nombre propio, rodeadas además de un cierto halo de misterio, leyenda y fantasía.

Sorprendente resulta ver cómo a casi siete metros de altura se sostiene una gran roca con forma de caperuza conocida como Piedra del Sombrero; curiosa resulta la mirilla formada en una gran piedra, erosionada de un lado a otro, de tal manera que se puede mirar por la Piedra de la Venta; llamativa es la del Sillón del Obispo, así conocida porque la gran roca se asemeja a un asiento; la de la Cuna, en la que, según cuentan, la gente se subía y balanceaba como si estuviese en una cuna o la gran roca que por su forma clara y redondeada es conocida como piedra del Tamborilero.

Una con una llave dibujada, otra con la huella de un animal conocida como Pisada de la Vaca y hasta otra gran roca, la del Carnero, llamada así por la similitud con este animal hasta en la cornamenta dibujada por musgos y líquenes forman parte de la ruta por las rocas con leyenda que salpican Zarzuela del Monte, no todas con nombre propio.

Sólo algunas son conocidas y recordadas por sus gentes por la forma y la historia que las rodea. Como la del Coche, una gran mole sustentada sobre otras tres rocas más pequeñas entre las que se puede entrar y ver cómo el interior se asemeja a los bajos de un vehículo, o la Cocinilla de la Fuente el Caño, en la que, según cuentan, vivía un hombre que sólo bajaba al pueblo el 22 de enero.

Los Siete Rosarios

Dicen que las rocas de los Cuatro Torreznos son la merienda que un pastor se negó a compartir con un mendigo. Éste, indignado por la respuesta, lo maldijo para que sus torreznos se convirtiesen en piedra y ahí están, desde hace años, como una curiosa piedra más de Zarzuela del Monte. Cuentan que la Piedra de los Siete Rosarios lleva este nombre porque bajo ella se guarecían vaqueros, pastores y ganado y en un día de fuerte tormenta, atemorizados, comenzaron a rezar. Hasta siete rosarios oraron antes de que la tormenta acabara y la gran roca comenzase a llamarse así.

El Callejón del Infierno, un difícil desfiladero abierto como lugar de paso hacia la vecina Navas de San Antonio por el que los animales sentían recelos de pasar; el Púlpito, la Mesa, la Pisada del Niño Jesús o el Cancho tres nuques son otras de las rocas con curiosas formas que salpican el término de Zarzuela del Monte que han hecho surgir la leyenda a su alrededor, transmitida de generación en generación.