Caballar

Reliquias mojadas contra la sequía

La llegada de las lluvias no ha hecho necesario que Caballar recupere este año la rogativa en la Fuente Santa

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

Finalmente, no ha sido necesario recuperar la tradición para la que tan ansiada y necesaria lluvia haya hecho acto de presencia después de un año hidrológico sin apenas precipitaciones. Las reliquias de San Valentín y Santa Engracia, hermanos de San Frutos, no han salido de la iglesia de la Virgen de la Ascensión para procesionar por Caballar y rogar por la llegada del preciado elemento. Hace trece años y también en 1982 las cabezas se sumergieron tres veces la Fuente Santa para pedir el fin de la sequía.
Una tradición en la que están integrados 27 pueblos de la zona, aunque su participación en la rogativa se hace bloques de nueve. Si tras la primera procesión, la lluvia sigue sin llegar, se llama a otros nueve municipios para participar en la mojada; y, si el agua se resiste, acuden los restantes.

En este año de fuerte sequía, hay quien ha pedido sacar las reliquias, pero los vecinos de Caballar se han mostrado algo recelosos a celebrar las rogativas. Su respeto por la tradición está por encima de quienes no lo comparten. «Hay quien se lo toma un poco a cachondeo y todavía tenemos nuestro respeto», advierte el alcalde, Fernando Martín Herrero. «Algunos hablan de explotarlo turísticamente, pero no estamos por la labor», añade.

Llama la atención que las rogativas solicitando el líquido elemento se lleven a cabo en un pueblo rico en agua. Mientras el resto del entorno tenía que hacer cálculos para abastecer a la población, entre caminos totalmente secos por la ausencia de precipitaciones, de repente, el agua brota y marca su reguero. Y es que Caballar es un pueblo rico en el preciado bien. «Aquí no hay problemas de agua, hay para cinco mil o seis mil habitantes», apunta el regidor. «Creo que tenemos agua para muchos años», añade.
Y es que la vega y las huertas que rodean de verde el casco urbano denotan que la zona es rica en agua. Y también la arcilla es abundante en el término de Caballar. De ahí que una de las posibilidades que se barajan para facilitar el asentamiento de población que permita mantener, como hasta el momento, el censo es la instalación de una cerámica que transforme sobre el terreno el barro que de allí se obtiene. «Lo que nos hace falta es una empresa que genere puestos de trabajo. Creo que es la única forma, porque las urbanizaciones no son buenas, pierdes tu propia identidad», señala el alcalde, quien también ve en el turismo una salida, pero no suficiente para asentar habitantes en este pueblo de poco más de cien habitantes que hasta hace dos años consiguió mantener abierto el colegio, ahora utilizado como aula de la naturaleza.

Recursos naturales

Precisamente los recursos naturales, con corzos mirando desde lo alto de la roca el paso de vehículos, son uno de los tesoros de Caballar, que ofrece la posibilidad de hacer rutas de senderismo hasta los pueblos limítrofes. Con uno de los tres barrios que antes componían el pueblo, el de Pavía, más en el llano y otro sobre una ladera las casas han tenido que salvar el desnivel en el que los antiguos pobladores decidieron asentarse para no ocupar las ricas tierras de cultivo de la vega. Y es que es fácil que cada vivienda de esta parte del pueblo, con la iglesia en lo más alto, tenga varias entradas a diferentes alturas. «Dicen que metemos los carros en el sobrado porque las casas tienen dos o tres entradas porque están a varios niveles», comenta el alcalde, que cree que con una fuerte inyección de dinero se podría mejorar el aspecto del pueblo para explotarle turísticamente, ya que por ahora el sector solo deja visitantes de fin de semana que «vienen aquí a dormir y se van a otros sitios».

Mojarse para remojarse

Las ‘Mojadas de Caballar’ se celebran al menos desde el siglo XVI para pedir lluvia en años de persistente sequía

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

Brota por numerosos puntos y corre por todo el término. El agua no falta en Caballar, sobre todo en sus fuentes: Redonda, del Caño, Fresnera y Fuente Santa, la más conocida por la tradición que aquí ahonda sus raíces al menos desde el siglo XVI. El testigo más antiguo de las ‘Mojadas de Caballar’ data de 1593, fecha de la primera rogativa para pedir la ansiada lluvia que en estos días, más de cuatro siglos después, sigue siendo motivo de preocupaciones y miradas al cielo para ver si llegan las nubes dispuestas a descargar su preciado cargamento.

En casos de persistente sequía, las ‘Mojadas’ vuelven a rogar por el agua. Aunque en los últimos tiempos la ausencia de precipitaciones ha sido grande, fue en 1992 cuando se celebró la última, diez años después de la anterior. El miedo a que la tradición pierda su sentido original es uno de los motivos por los que en el pueblo se resisten a celebrar la rogativa y a convertirla en un reclamo turístico como les han sugerido.

Las ‘Mojadas’ son mucho más que una celebración. No son una fiesta ni una romería, sino una petición de profundas creencias en la que las reliquias de las cabezas de Santa Engracia y San Valentín, hermanos de San Frutos, salen en procesión desde la iglesia donde se custodian hasta la Fuente Santa, donde son sumergidas tres veces para pedir lluvia.

Según cuenta la leyenda, allá por el siglo VIII, cuando el santo pajarero falleció, sus hermanos se retiraron al monasterio de San Zoilo, en Caballar, donde fueron martirizados por los moros, que les decapitaron, arrojando sus cabezas a la Fuente Santa. Según dicen, sus cuerpos fueron trasladados junto al de su hermano a la ermita de San Frutos que se asoma al río Duratón, pero sus cabezas se custodian en la iglesia.

Esas reliquias son las que se sumergen en la fuente para rogar las precipitaciones en un acto al que, junto a Caballar, están llamados otros 26 pueblos que pertenecían a las vicarías de Pedraza, Turégano y Fuentepelayo.

Primero una novena y el permiso del Obispado para celebrar la rogativa que en la última ocasión congregó a cerca de cinco mil personas en un pueblo de apenas un centenar de habitantes. Después, la primera rogativa, a la que están llamados a participar nueve poblaciones, las más cercanas a Caballar. Si la lluvia sigue sin caer, otra vez los mismos pasos para la siguiente ‘mojada’, a la que están convocados 18 pueblos. Y si el líquido elemento continúa sin hacer acto de presencia, la tercera, con la participación de los 27 municipios, a la que no fue necesario recurrir en ninguna de las dos últimas ocasiones en las que se celebraron las famosas ‘Mojadas de Caballar’.

Agua y cuevas

La riqueza hídrica y las cavidades que agujerean el término son dos señas de identidad de Caballar

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

Una de las ermitas de Caballar en un entorno de cavidades. / ISABEL JIMENO

La riqueza hídrica del lugar salta a la vista sólo con pasear por las calles de Caballar. El agua corre por su término y surca las vías de la localidad. El silencio se rompe por el discurrir del líquido bajo los pies, junto a las casas. Galerías que conducen bajo el asfalto el preciado elemento, que mana en diversos lugares del término. La abundancia de agua y el asentamiento junto a una ladera son una combinación perfecta, un microclima en el que los árboles se llenan con sus frutos y las hortalizas crecen en las huertas.

La más conocida es la Fuente Santa, en la que se sumergen las reliquias de Santa Engracia y San Valentín en la rogativa de las ‘Mojadas de Caballar’. Pero hay más fuentes en las que no para de manar el agua. Fresnera y Redonda son los nombre de otros de estos manantiales que, al juntarse, forman el arroyo Las Mulas.

Pero la abundancia de agua en Caballar no se limita a lo que aflora sobre la tierra. En el pueblo saben que bajo sus pisadas discurre el agua, como lo hace bajo algunas de las cuevas que agujerean las paredes que rodean la localidad, otra de las señas de identidad del municipio.

Y es que, ya en su nombre, los repobladores de estos territorios dejaron constancia de la existencia de estas cavidades. ‘Cova Cavallar’, así era citado siglos atrás el pueblo que ya en 1247 tenía su actual nombre. Una gruta utilizada como cuadra de caballos fue el símbolo empleado para denominar a este municipio en el que existen varias cuevas.

Son lugares frecuentados, sobre todo por los niños que ahora son mayores. Punto de distracción en los tiempos pasados de ocio.

Una de ellas es la Cueva del Gallo, a la que en alguna ocasión intentó entrar Antonio, un veterano vecino de Caballar, que recuerda aquel día como si fuera ayer. «Me tuve que volver, no se veía nada y se sentía el agua por abajo», apunta este hombre de Caballar.

Y es que el agua está bajo cualquier lugar, y también en la Cueva del Gallo, conocida así porque, según dicen en el pueblo, una vez metieron un gallo en su interior y salió a dos kilómetros de la entrada de aquella gruta, una de las cavidades que perforan el húmedo terreno sobre el que se asienta Caballar.

Reservas de agua

Caballar posee numerosos manantiales, aunque el más conocido es la Fuente Santa donde se hacen las mojadas

ELENA RUBIO ARAGONESES

Desde la misma creación de la Diócesis de Segovia en el año 1121 se empezó a formar el señorío del obispado. Eran un conjunto de villas muy separadas entre sí, que los reyes y los nobles fueron donando al obispado. Fue por aquel entonces cuando se formó la localidad de Caballar, porque ya en el año 1123 ya aparece nombrada como 'Cova Cavallar', es decir, 'Cueva Caballar', al ser donada junto con Turégano por la reina Doña Urraca al obispado. La denominación de la localidad parece que se puso porque había una cueva utilizada como establo para guardar caballos, un nombre que evolucionaría en el año 1247 a 'Cavallar'.

Lo cierto es que hoy en día oír el nombre de esta localidad es asociarlo a las conocidas 'mojadas de Caballar', para realizar rogativas en épocas de persistente sequía. Y es que según la leyenda, los hermanos de San Frutos, San Valentín y Santa Engracia, se retiraron al monasterio de San Zoilo cuando el santo eremita falleció hacia el año 715. Al poco tiempo de su traslado, los hermanos fueron martirizados por los moros que les cortaron las cabezas y las arrojaron a una fuente de la localidad, la conocida como Fuente Santa. Según la tradición, en épocas de sequía los vecinos del pueblo introducen las cabezas de estos santos en este manantial para pedir que llueva. La última vez que se hizo fue en el año 1982.

Unos cráneos que se custodian en un relicario de plata en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, del siglo XIII. Este relicario fue realizado por un platero segoviano en el siglo XVIII. El templo donde se encuentra el relicario consta de una sola nave con cabecera semicircular, pórtico y torre en el lado sur. Es uno de los pocos templos románicos de Segovia en los que todo el edificio está cubierto con bóveda de medio cañón. Las reformas posteriores alteraron en parte el primitivo pórtico ahora casi cegado, mientras que la antigua cabecera queda semioculta por las dos capillas laterales.

No es el único templo que existe en la localidad ya que cerca del pueblo se encuentran la ermita dedicada a Santa Engracia y San Valentín y las ruinas de las que fueron la ermita de San Frutos y Santa Catalina.

Riqueza natural

Y es que junto a la ermita de Santa Engracia y San Valentín se localiza la mencionada Fuente Santa, que nace junto a la dehesa del pueblo, entre el arroyo de Las Mulas y el camino de Carravillar. Tiene forma monumental, simulando un pequeño templo con cruz en lo alto. Además de esta fuente también existe la de la Fresnera; en el valle del arroyo de la Nave; Fuente Redonda, en medio del valle por el que transcurre el arroyo del Horco y la Fuente del Caño, localizada a mitad de la distancia entre la fuente Redonda y el puente por donde le cruza la carretera que va de La Cuesta a Caballar.

Pero la riqueza natural de Caballar no sólo se centra en las fuentes ya que también posee importantes huertas. Hace años, esta villa fue la principal proveedora de fruta para el Palacio de La Granja. A pesar de que hoy en día no se vive tanto del campo como hace años, siguen existiendo muchas parcelas en las que abundan las huertas y los frutales de los que salen judiones, patatas, nueces, ciruelas, peras o manzanas.