Valdeprados

Dos torres entre los árboles

La inclusión de la mayor parte del término en zona protegida limita las posibilidades de construcción en Valdeprados

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

Entre las copas de los árboles, asoman dos torres. A un lado, la de la iglesia de Santa Eulalia. Muy cerca, porque Valdeprados es un pueblo pequeño, el torreón del castillo, la conocida como Torre de Valdeprados, una de las señas de identidad del municipio, que está catalogada como Bien de Interés Cultural (BIC).

Las dimensiones de la fortaleza, ricamente engalanada, llaman la atención en las tranquilas calles de Valdeprados. En los últimos años, el censo del municipio, integrado también por Guijasalbas, se ha incrementado ligeramente, pero sigue siendo escaso. Poco más de cien personas están empadronadas, pero «viviendo en invierno nos quedamos unos treinta o treinta y cuatro», lamenta el alcalde, José Velasco. «El otro día estábamos hablando que este año hay menos gente que nunca», añade. «Lo mismo en el mes de agosto aquí hay quinientas y o seiscientas personas, que debe ser lo que correspondía a este pueblo realmente», matiza.

Recuperar parte de esa población perdida es uno de los sueños de Valdeprados, aunque por ahora sigue siendo eso, un sueño que no llega a hacerse realidad. La inclusión del 95% del término en Zona de Especial Protección de las Aves (ZEPA) dificulta las posibilidades de construcción.

Un ambicioso proyecto para construir la Ciudad de la Ciencia y la Tecnología en la finca de Guijasalbas se ha evaporado, pero las ilusiones de poder dar un nuevo aire a Valdeprados no se pierden, aunque en el pueblo se muestran algo recelosos a perder uno de sus mayores tesoros: la tranquilidad que se respira en las calles flanqueadas por casas de piedra, madera y teja árabe, los elementos que una normativa protege.

Conscientes de la dificultad para edificar, el Ayuntamiento reclama «que nos digan cuál es la zona esa del 5% que queda fuera y que no vamos a tener ningún problema» para hacer realidad alguno de esos proyectos de edificación. Y es que la demanda de terrenos se nota, en parte debido a la próxima llegada del Tren de Alta Velocidad, que parará a poco más de diez kilómetros de Valdeprados «y habrá mucha gente que decida vivir aquí».

Esa ilusión también supondría la posibilidad de contar con unos servicios básicos prácticamente inexistentes. En invierno, el bar solo abre de viernes a domingo, «y es la que recoge el pan que traen para los vecinos tres veces por semana y el día anterior tienes que ir a apuntarte. Eso es todo lo que tenemos en este pueblo».

El proyecto para la rehabilitación de las viejas escuelas, en desuso desde hace años, y acondicionarlas como Casa Consistorial, consultorio médico y salón social, pretende dar más vida a Valdeprados, que también renovará su aspecto con el acondicionamiento de la salida y entrada a la localidad por la estrecha y sinuosa travesía que discurre pegada a la casas. Arreglar la carretera que accede a Valdeprados es otra de las demandas.

Fiestas sin orquesta

Pero todo depende de la ayuda de otras administraciones. Con un presupuesto de doce mil euros, el Ayuntamiento de Valdeprados tiene que mirar al máximo sus gastos. En unos días, el 10 de diciembre, será la fiesta de Santa Eulalia, pero en ella no tienen cabida las orquestas, lo mismo que en el resto de festividades. «Las fiestas de aquí son una misa, más o menos solemne, y un vino y pinchos para la gente», apunta el alcalde. La música se reduce a una ‘discomóvil’. «Es imposible traer una orquesta aquí. Tenemos doce mil euros de presupuesto anual y una orquesta, por muy mala que sea, se te pone en 3.000 euros», advierte el alcalde. Comidas y música animan las veladas en un pueblo que, pese a sus escasos recursos, no renuncia a la diversión y a que sus sueños de crecimiento se hagan realidad.

Vino para celebrar

Los vecinos de Valdeprados se reúnen en torno a un refresco tras la procesión en las fiestas mayores

Isabel Jimeno.

Apenas queda un mes para que Valdeprados se vista fiesta. El 10 de diciembre es un día grande en este pequeño pueblo. Día de Santa Eulalia y día de fiesta en la localidad, que este año tendrá suerte y no será necesario cambiar de fecha la celebración. Es domingo y eso favorecerá que haya más gente en las calles del pueblo. Y es que aunque la tradición invita a mantener en su día la fiesta de la patrona, la escasez de vecinos impone que deba acoplarse al fin de semana.

Apenas treinta personas mantienen con vida las calles de Valdeprados durante el invierno, entre ellos muchos mayores, por lo que es necesaria la afluencia de gente joven que ayude a cumplir con rituales como la procesión con Santa Eulalia por las calles de la localidad.

Y poco más que los actos religiosos hay con motivo de las fiestas en honor de la patrona. El frío de diciembre supone un inconveniente al que se une la escasez de gente. Pero eso no impide que se sigan cumpliendo tradiciones como el vino para todos tras la misa. Y por la noche, para hacer notar que Valdeprados está en fiesta, algo de música a cargo de una discomóvil. El pequeño presupuesto del Ayuntamiento impide incluir más actividades.

Tampoco hay grandes celebraciones con motivo del patrón, San José. Antes eran unas fiestas más grandes y duraban más. Pero eso era cuando había más gente en el pueblo, aunque ahora tampoco faltan la misa, la procesión y el vino para todos en honor del patrón que se suele seguir celebrando en su día, el 19 de marzo.

Cofradía

Lo que no se ha perdido es la costumbre que lleva a cabo la Cofradía de San José. En su día grande, los cofrades –que todos los años ponen algún dinero para costear los gastos de la fiesta– tras la misa y el vino, se reúnen para repasar el estado de cuentas de la agrupación y nombrar al nuevo responsable de la cofradía hasta la siguiente fiesta, que como todas en Valdeprados, también incluye una velada musical aunque sin grandes orquestas. Los acordes de la discoteca móvil que siempre acompañan a los vecinos de este pequeño pueblo segoviano cuando celebran un día especial.

Encantos naturales

La risca de los moros es uno de los atractivos medioambientales de Valdeprados

Isabel Jimeno.

Escultura en una plaza de Valdeprados. / I. J.

Conocido como el Puente de los Enamorados porque en este viejo puente romano que servía para cruzar el río Moros, según cuenta, se veían por las noches una joven de un pueblo cercano y un chico de Valdeprados, es uno de los rincones con encanto que salpican Valdeprados, un pueblo con un atractivo medioambiental tan importante que la mayor parte de su término se encuentra protegido por estar dentro de una Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA).

Lugar de campeo del águila imperial, especie en peligro de extinción, y de la cigüeña negra, desde este pueblo que en el pasado gozó de mayor importancia, como lo demuestra la existencia de la torre del palacio de los condes de Puñonrostro, declarada Bien de Interés Cultural, parte una de las rutas que permiten disfrutar del paisaje al pie de la sierra de Guadarrama.

Muy próxima al Puente de los Enamorados se encuentra La risca de los moros, otro de los rincones con más encanto de Valdeprados, pueblo de casas de piedra y madera. En su surcar por tierras segovianas a lo largo de los siglos tras nacer entre los emblemáticos puntos de la sierra de Guadarrama de la Mujer Muerta y el Montón de Trigo, el río Moros dibuja a su paso por Valdeprados un curioso paisaje. Con casi trescientos metros de longitud entre paredes verticales que pueden alcanzar hasta los cuarenta metros, La risca de los moros dibuja un peculiar cañón trazado por las aguas fluviales no entre terrenos calizos, como es habitual entre la provincia, sino aprovechando el gneis en esta zona a los pies de la sierra.

Además de un impresionante paisaje que puede recorrerse a pie por tierras de Valdeprados y la pedanía de Guijasalbas, la ruta hacia La risca de los moros también permite disfrutar de la riqueza medioambiental del entorno, con dos ecosistemas bien diferentes –el de ribera y el encinar–, además de ver las numerosas aves que anidan en las paredes de un cañón a cuyo fondo es casi prácticamente imposible acceder debido a la peligrosidad de la resbaladiza zona en la que el agua llega a rugir con fuerza en épocas de crecida a su paso por el cañón, uno de los rincones emblemáticos y más conocidos que configuran el paisaje de Valdeprados.