Escobar de Polendos

Industria y turismo en un pequeño municipio

La dispersión de Escobar en Polendos en cinco núcleos dificulta la ejecución de los proyectos municipales

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

Ermita de Peñarrubias.

El encanto del espacio de la ribera del río Pirón, la arboleda que crece un poco más alejada y la actividad industrial se conjuga de manera armónica en los cerca de cuarenta kilómetros cuadrados por los que se extiende el municipio de Escobar de Polendos.

Una gran extensión en la que aparecen salpicados sus cinco núcleos –Escobar de Polendos, Pinillos de Polendos, El Parral de Villovela, Peñarrubias de Pirón y Villovela de Pirón– y que requiere un mayor esfuerzo económico para atender las necesidades de una dispersa y escasa población que entre los cinco pueblos suma 238 habitantes. «Al hacer cualquier obra siempre hay que pensar que se multiplica por cinco porque hay que realizar lo mismo en todos los pueblos y, sin embargo, los ingresos están de acuerdo con la población que tenemos», advierte el alcalde, Manuel Arribas Orte.

Entre las nuevas infraestructuras que contribuirán a mejorar la vida de los vecinos del municipio destaca la construcción el próximo año por parte de la Junta de Castilla y León de una nueva captación y conducción de agua hasta todos los núcleos.

Una población que, además de bastante diseminada, es mayor, lo que incrementa la preocupación por la amenaza del continuo descenso del padrón y el Ayuntamiento proyecta «ampliar los cascos urbanos para que se puedan hacer más viviendas y atraigan a más población», apunta el regidor.

Fútbol y teatro

Pero todavía hay pueblos, como Pinillos, en los que los jóvenes se dejan oir con fuerza y han permitido, junto a otros que llegan de fueran y el apoyo empresarial, aupar al equipo de fútbol a la Liga Regional y esta temporada pasean el nombre del pueblo por los campos de Castilla y León. Todo un logro para un pueblo que apenas supera los setenta habitantes.

Y jóvenes y mayores también llevan el municipio por los escenarios con los dos grupos de teatro que existen y el certamen que durante los fines de semana de diciembre se celebra en Pinillos y cuya recaudación cruza kilómetros y kilómetros para llegar a los niños de Mozambique.

Y sorprende que la actividad industrial, junto a las tradicionales agricultura y ganadería, sea uno de los pilares de la economía del pequeño municipio, con diversas empresas al pie de la CL-603, que el Ayuntamiento espera incrementar a través del desarrollo de terrenos industriales «para atraer nuevas industrias», ya que las perspectivas de crecimiento no son malas en un municipio al que también han llegado las industrias cárnicas que suponen uno de los pilares de la economía de la vecina localidad de Cantimpalos.

A la vez, dadas las especiales condiciones del entorno, el sector hostelero también cobra cada vez más importancia y el número de alojamientos rurales va creciendo, sobre todo en Peñarrubias, que apartado del ruido, con escasos vecinos y al cobijo del valle del río Pirón, es todo un filón para las casas rurales. Seis instalaciones dan fe del atractivo del pueblo que, algunos días, sobre todo a diario durante el invierno, llega a tener más foráneos que habitantes en este núcleo con 28 empadronados, pero bastantes menos vecinos habituales.

Un problema común en todos los pueblos que el Ayuntamiento de Escobar de Polendos quiere paliar en todo el municipio con la ampliación de los terrenos urbanizables y la creación de más suelo industrial.

Tradición encendida

Escobar de Polendos celebra las luminarias, aunque con medidas restrictivas para evitar incendios

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

Como lo llevan haciendo desde cuatro siglos, los vecinos de Escobar de Polendos volvieron a prender las luminarias la noche del pasado 14 de agosto. La tradición ha resistido un año más y lo seguirá haciendo, aunque para eso haya tenido que sortear más de un obstáculo. El último y más complicado lo vivió el anterior verano. La prohibición de encender fuego al aire libre durante el estío dictada en 2005 a punto estuvo de impedir que este emotivo momento se volviese a repetir. Pero los vecinos pelearon para que una de sus más arraigadas y características costumbres perdurase y al final lo consiguieron.

Su lucha y sus peticiones dieron resultado y finalmente llegaron a un acuerdo con la Junta de Castilla y León para que de nuevo el 14 de agosto las hogueras marcasen el camino a la Virgen de la Asunción en su traslado a la iglesia de San Nicolás desde la ermita, a la que de nuevo regresará en procesión el 15, que aunque es el día grande, es una fiesta más reducida a los vecinos e hijos del pueblo frente a las decenas de personas que cada noche del 14 de agosto se acercan hasta Escobar de Polendos.

Han tenido que hacer alguna variación, pero lo importante es que las luminarias siguen ardiendo cada 14 de agosto. Tras una quema controlada previa para evitar posibles incendios, antes se encendían las hogueras, sin un número exacto. Ahora eso ha tenido que cambiar. No se puede realizar la quema preventiva, por lo que el terreno de alrededor se ara, y el número de luminarias está limitado a cuarenta, entre las que ya no se puede prender la más grande, la última, la que marcaba el final del camino, junto al arroyo.

Unas cazoletas realizadas con piedras marcan el lugar en el que los jóvenes –encargados del encendido– deben hacer la hoguera para que iluminar el paso de la virgen, precedida por las jotas de bailan los vecinos. Unos minutos para que se consuma el combustible y se apaga.

Más o menos numerosas. Más o menos grandes. Lo importante es que las conocidas como luminarias consiguen año tras año que los vecinos de Escobar de Polendos sigan cumpliendo con lo que ahora es una tradición, pero hace decenios surgió como necesidad ante la falta de otros medios: iluminar el camino con fuego para que la virgen salga por unas horas de su habitual morada.

Ramas en la puerta

Peñarrubias, pedanía de Escobar, mantiene la tradición de la enramada la víspera de la fiesta

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

Ermita románica de la Virgen de la Octava, en Peñarrubias de Pirón. / I. JIMENO

De camino a Peñarrubias de Pirón, la llanura de la cercana Tierra de Pinares se pierde para convertirse en la frondosa estampa que aparece ante la mirada. La pendiente desciende hacia el fondo del valle trazado por las aguas del río Pirón entre las rocas de tonos rojizos de las que tomó su nombre la localidad, citado en el año 1247 como Pennas Ruvias.

Pero antes de llegar al pueblo, después de pasar el caserío de El Parral de Villovela, su más bello monumento: la ermita de la Virgen de la Octava. Asentada sobre un cerro mira las escasas viviendas de Peñarrubias de Pirón, el pueblo más pequeño que integra el municipio de Escobar de Polendos.

Pocos, muy pocos vecinos que miman y velan porque sus más bellos tesoros se mantengan y, en los últimos años, se han convertido en un nuevo pilar para la economía con el despegue del turismo rural. Cada vez con más alojamientos y actividades hacen que muchos viajeros recalen en estas tierras en las que aún se puede ver la fragua restaurada en la que antes trabajaba el herrero.

Bajar al valle para volver al pasado, saber cómo es un fuelle y ver el fogón y la pila para calentar y enfriar el hierro. Conocer cómo se hacían antes los bollos y el pan en el antiguo cocedero, uno de los legados dejados por los antepasados que aún se conservan en Peñarrubias de Pirón.

Bailes y subasta

Entre esa herencia, las fiestas que, pese a ser pocos, los vecinos se encargan de perpetuar. A los ocho días de la Pascua, cita con la fiesta mayor del pueblo y con la tradición que manda que la víspera, los mozos del pueblo se acerquen al río Pirón –otro de los encantos de Peñarrubias– a cortar las ramas de chopo con las que hacen el arco.

Tras la enramada, el día grande de la celebración en la ermita de la Virgen de la Octava. Allí se dirigen los vecinos para la eucaristía. Después, la procesión hasta el pueblo, donde los danzantes bailan la rueda antes de emprender de nuevo el regreso a la ermita también a ritmo de jota.

Y siempre, al salir y al entrar en el templo, la Virgen de la octava pasa bajo el arco construido con ramas por los vecinos. Eso sí, antes de quedarse definitivamente en su aposento para el resto del año, tiene lugar la puja por las andas y la subasta para saber quién coloca a la patrona en el ábside del templo románico de Peñarrubias de Pirón.

Cinco pueblos en uno

Escobar de Polendos lo forman varios núcleos de población donde se puede descubrir un variado patrimonio natural y cultural

ELENA RUBIO ARAGONESES

Escobar de Polendos está situado en pleno valle del río Pirón, un entorno muy agradable que permite disfrutar de una riqueza ambiental muy variada en la que abundan encinas, sabinas, algún enebro, así como fresnos, chopos y sauces, cerca de los ríos. Y es que la localidad cuenta con una importante extensión de terreno que se encuentra repartida en los diferentes núcleos que integran el municipio: Escobar de Polendos, Peñarrubias, Pinillos de Polendos, Villovela de Pirón y el Parral de Villovela.

Por eso, no es nada raro que desde el siglo XIII se conozca al término de esta manera, haciendo referencia a los arbustos con los que tradicionalmente se hacían escobas o que el nombre de Peñarrubias proceda de las piedras rojizas de las inmediaciones del río Pirón.

Pero además de poder pasear por los diferentes caminos de este pueblo, desconocidos hasta hace poco para muchos, también merece la pena conocer un poco más los tesoros patrimoniales que tienen estos pueblos.

Uno de los templos más destacados es el que se encuentra en el núcleo de Peñarrubias, en concreto, la ermita de Nuestra Señora de la Octava. Situada sobre un cerro que domina parte del valle del río Pirón, desde lo lejos se divisa su cabecera semicircular que invita a acercarse a contemplar este sencillo edificio románico. Una vez delante del templo, la ermita reserva una grata sorpresa a todo aquel que la admira al poder ver una bella portada de tres arquivoltas donde destaca un capitel que representa la lucha entre hombres y animales envueltos en una densa vegetación.

No es la única ermita que se puede contemplar en este municipio ya que en el propio Escobar de Polendos se levanta sobre un alto la ermita de Nuestra Señora de la Cuesta, patrona del lugar. En su interior destacan varios altares barrocos y en el central la imagen de la Virgen con Niño, de estilo bizantino, de pequeño tamaño. Una imagen por la que los vecinos del pueblo sienten gran devoción desde hace siglos como así lo atestigua un exvoto que tiene la ermita con la siguiente inscripción:

«María Marinas, hallándose con tabardillo a la muerte, su marido Manuel Garrido la encomendó a esta imagen y milagrosamente dio salud y en agradecimiento puso este cuadro de 1739 vecinos de Escobar».

Hay que bajar hasta el centro del pueblo para encontrar el templo principal, dedicado a San Nicolás de Bari. No tiene pérdida ya que desde lo lejos se puede contemplar su alta torre divida en varios pisos. De estilo románico conserva de la época el ábside y la torre. Precisamente es curioso fijarse en la parte superior de la torre donde todavía se pueden varias columnas de piedra de esa época. En su interior, el elemento románico más destacado es una pequeña pila de agua bendita que tiene decorados dos de sus lados con tres pequeños fustes cada uno de ellos coronados por cabecitas.

Siguiendo el recorrido por estos pueblos se llega a Pinillos de Polendos, donde se alza la iglesia dedicada a San Pablo mientras que en Villovela de Pirón hay que subir hasta lo más alto del pueblo para llegar hasta la iglesia dedicada a La Purificación de Nuestra Señora de las Candelas.

Además, en algunos de estos pueblos se pueden contemplar potros y fraguas.