Pelayos del Arroyo

Agua para dar vida y desarrollarse

Pelayos del Arroyo reclama la construcción urgente de una presa en el río Viejo que garantice el abastecimiento

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

La caída de lluvia en las últimas jornadas ha sido un alivio, pero en Pelayos del Arroyo temen que el sol vuelva a hacerse protagonista, acompañado del peligroso hielo, y de nuevo las cisternas sean necesarias para garantizar el abastecimiento como ha ocurrido desde el 29 de junio al 12 de octubre. «Si vienen cuatro días de sol y hielo, este invierno nos tenemos que abastecer otra vez con cisternas seguro», comenta el alcalde, Pedro Gala Campos.

Y es que el verano ha sido muy duro y la pesadilla todavía no se ha olvidado. La población y la abundante cabaña de ganado vacuno ha pasado una época muy dura que se repite demasiado en los pueblos que se abastecen del río Viejo. «Estamos gastando miles de cisternas cuando el agua en invierno se va al garete», advierte el regidor, quien reclama la «urgente» construcción de una presa que ayude a solucionar este problema.

Y es que el insuficiente agua para abastecer a la población ha sido y es un freno para el desarrollo y crecimiento de un pueblo que se ve morir año a año. Con 55 censados entre Pelayos del Arroyo y el anejo de Tenzuela, los vecinos habituales entre los dos núcleos rozan la veintena, y la llegada de nuevos pobladores se hace indispensable para mantenerse con vida. «Vienes y es una soledad preciosa y te relajas, pero te aburres porque no encuentras a nadie y solo viven los que están acostumbrados de toda la vida, pero ya quedan pocos. Si esto no cambia, con la gente mayor que vive en el pueblo, yo calcularía que como mucho puede tener diez años de vida para tener un ayuntamiento propio, porque no se puede sostener con esta cantidad de habitantes y los gastos que genera», advierte el alcalde.

Pero Pedro Gala está convencido de que Pelayos del Arroyo, al igual que otros pueblos del entorno de Segovia y los pies del Guadarrama, «tiene un futuro muy grande, pero falta que empujemos todos el carro», comenta el alcalde, quien reclama la colaboración entre todas las instituciones para que «nos saquen de esta penuria que estamos pasando. Podemos vivir en los pueblos, pero con medios. Si no hay agua, no hay vida».

Y es que un Ayuntamiento pequeño es incapaz de afrontar esos elevados gastos, que en verano se quintuplican. «Hemos vendido casi todo el patrimonio municipal para pagar nuestra parte de las subvenciones y no se puede», lamenta Pedro Gala, quien apunta entre las «muchas» carencias la falta de un clorador del agua en el núcleo de Tenzuela o unos columpios para los niños, «que se tienen que ir a Sotosalbos o a Collado a jugar». «Tienen que hacer un esfuerzo muy grande para ayudar a los pueblos pequeñitos. Son los que más lo necesitan. No tienen desarrollo».

Rico paisaje

Pero en Pelayos del Arroyo están convencidos de que, con una intervención a tiempo, el municipio tiene un bonito futuro gracias a su ubicación, cercana a Segovia, y el arbolado entorno que ha permitido su inclusión en el futuro Parque Nacional de la sierra de Guadarrama. Y es que la frondosa arboleda aisla en un remanso de paz a Pelayos del Arroyo, asentado sobre rocas que incluso han sobrevivido a las construcciones de casas, muchas en piedra, y sobresalen de la fachada como afilados cuchillos por los que camina con peligro la amenaza de la despoblación.

Juntos en el refresco

Asociación y Ayuntamiento colaboran para incrementar las actividades de las fiestas

Isabel Jimeno.

En alguna ocasión se ha intentado cambiar de fecha, pero los vecinos se resisten a que una de las pocas tradiciones que se conservan también desaparezca, aunque hace ya unos años que tuvieron que renunciar a seguir celebrando las fiestas de la patrona en su fecha original, el 8 de septiembre. El descenso de población hizo que ese día especial para Pelayos del Arroyo se tuviese que trasladar al segundo fin de semana del mes, cuando ahora se festeja el Dulce Nombre de María.

Algunas cosas han cambiado y se han quedado en el camino desde antaño, pero también se han introducido nuevas atracciones, sobre todo desde que hace unos años se constituyó la asociación cultural San Vicente Mártir. En colaboración con el Ayuntamiento del municipio, el colectivo hace posible que los días grandes de Pelayos del Arroyo tengan más actividades.

De tan solo un día de verbena nocturna a cargo de una modesta orquesta se ha pasado a dos veladas, las noches del viernes y el sábado. Además también se ha recuperado el refresco popular que antes también se ofrecía el día grande, el domingo después de la misa, la procesión y la tradicional subasta de los palos de las andas por las que la patrona pasea por las calle de la localidad.

Menos celebraciones hay con motivo del patrón de la parroquia, San Vicente Mártir. El 22 de enero se ha quedado solo como una fecha especial que muchas veces, por la escasez de sacerdotes, tampoco se puede festejar con una misa en su honor.

Otra en verano

Unas fiestas desaparecen y otras nuevas surgen, como la que se celebra en verano, normalmente en el mes de julio. Conocido como Encuentro intergeneracional, se trata de un día de convivencia con actividades para la gente de todas las edades que esos días están en Pelayos del Arroyo.
Una celebración promovida por la asociación cultural San Vicente Mártir, que debido a la escasez de habitantes en la localidad tiene que restringir su actividad al verano, cuando buena parte del centenar de socios está en el pueblo. Juegos para los niños, comida y cena de hermandad y música hacen de un sábado de julio un día diferente y con más actividad de lo habitual en Pelayos del Arroyo.

Vaquilla simulada

Los chicos se disfrazaban con manteos y las chicas con pantalones en el Carnaval de Pelayos del Arroyo

Isabel Jimeno.

Plaza Mayor de Pelayos del Arroyo y fachada de la Casa Consistorial. / I. J.

El de El Olmillo es un caso atípico. Sorprende que buena parte del reducido censo esté integrado por jóvenes. Hasta 17 menores de 30 años se contabilizan entre los vecinos de esta pequeña pedanía de Aldeonte, con unas cifras de población aún menores. Son el fruto de la apuesta de José, Concepción, Marcos, Feliciana, Santiago, Teresa, Carlos, Juliana, Julio, Magdalena, José Manuel y Leonor, quienes hace unas décadas, cuando la emigración hacia las ciudades sacudió con dureza el medio rural, decidieron asentarse en su pueblo y formar aquí sus familias, numerosas en la mayoría de los casos. Y es que esos 17 jóvenes que engrosan el censo de El Olmillo son hijos de los seis matrimonios.

«Somos una pirámide de edad bastante rara para lo que es el medio rural», reconoce Cristina, una de esas jóvenes que ahora tiene ante sí el reto de decidir si, al igual que sus padres, se queda en el pueblo o su futuro estará lejos de El Olmillo. Por el momento, tras unos años de estudio y trabajo fuera, ha encontrado empleo como ingeniero agrónomo en la zona y ha regresado. «Me gustaría quedarme, estoy viendo los nichos para cuando se me acabe esto», comenta Cristina, la segunda de cuatro hermanos.

Al igual que a ella, su hermana Esther, de 20 años y estudiante de Arquitectura, también ve con buenos ojos fijar su residencia en el pueblo. «Aparte de las limitaciones de servicios, cuando tienes hijos, también tiene ventajas como la seguridad, el entorno saludable, la libertad y la tranquilidad con que se crían, la educación que te dan yo creo que también es hasta un poco diferente y las formas de ocio son menos dependientes, aquí te buscas más la vida. A lo mejor, al no tener tantos servicios, desarrollas un poco más la imaginación», comenta Cristina, quien ve bastantes ventajas en vivir en un pueblo.

Más gente para quedarse

Pero el suyo es un caso raro, pues la mayoría, aunque no quieren perder los lazos con El Olmillo, tienen sus miras puestas fuera de él. Incluso Óscar, otro de los seis jóvenes que «de momento» reside a diario en este pueblo en el que en invierno se quedan unas 35 personas, no tiene claro que su futuro pase por fijar aquí definitivamente su residencia. «Lo veo ‘chungo’», confiesa este chico de 25 años dedicado a la ganadería a quien le gustaría que hubiera «más gente». «Ahora en verano –apunta– hay más gente, pero en invierno aquí da un poco de ‘grima’ vivir. La verdad es que es triste. Aparte de mi trabajo, que me gusta mucho, no hay nadie. Estás deseando salir a Aranda, a Cantalejo... para ver gente».

Más personas es lo que también echa en falta Nuria, que sueña con encontrar un trabajo como administrativo en la zona y regresar al pueblo, aunque no tiene claro que desee formar su propia familia en el pueblo. Un caso similar es el de José Antonio, de 26 años, otro de los jóvenes empadronados en El Olmillo, pero al que su trabajo como ingeniero forestal le ha llevado a Castilla-La Mancha. «Salir de casa y no ver a nadie, ir al trabajo y volver otra vez a casa sin ver a nadie se hace duro».

También el trabajo y los estudios han llevado fuera a Gema. Ahora esta joven fotógrafa trabaja en Madrid, pero está pensando en darse a conocer en la zona para hacer algún trabajo esporádico en la zona y no perder la vinculación con El Olmillo porque “de continuo es imposible mantener aquí un negocio de fotografía».

La falta de salidas laborales cualificadas en el entorno de «una zona deprimida», la escasez de gente y las carencias de servicios son los motivos que mueven a la mayoría de estos jóvenes a ver su futuro lejos de un pueblo que, por el momento, llama la atención por el elevado porcentaje que los menores de treinta años suponen en el exiguo censo de El Olmillo.

Un remanso de paz

Pelayos del Arroyo y su pedanía, Tenzuela, poseen unas iglesias que son ejemplo del románico rural

ELENA RUBIO ARAGONESES

Pelayos del Arroyo se encuentra a escasos veinte kilómetros de la capital. Una distancia muy pequeña que ofrece la posibilidad de acceder rápidamente a cualquier servicio de la ciudad pero disfrutando de una calidad de vida que no se tiene en otros muchos sitios ya que por sus calles se respira un ambiente relajado y tranquilo. Y es que tanto Pelayos del Arroyo como su anejo, Tenzuela, se caracterizan por un entorno que anima al paseo en cualquier época del año al estar rodeados ambos núcleos de prados y sotos con abundante vegetación de olmos, robles y pequeños arbustos como la jara, el romero y el tomillo.

A pesar de esta fantástica riqueza natural, Pelayos del Arroyo aparece en numerosas guías turísticas por la iglesia dedicada a San Vicente Mártir. Este templo es un buen ejemplo del románico rural segoviano ya que todavía puede verse una excelente portada de ingreso con bellas arquivoltas y mejores capiteles, así como su primitiva cabecera con arco triunfal ojival y arquería sobre columnas donde en sus capiteles se representan figuras de leones, sirenas y la escena denominada como 'la despedida del caballero'. Dentro del templo también se conservan algunos restos de pinturas murales del siglo XIII que fueron parcialmente descubiertos en 1967 y finalmente restaurados en 1983. En estas pinturas se disponen obras en las que se representa a un centauro persiguiendo a un ciervo, el combate de dos jinetes y la lucha de dos infantes. Destacado es también su excelente retablo mayor barroco.

Y si importante es el templo de Pelayos del Arroyo no es mucho menos el de la pedanía de Tenzuela. Es uno de los más conocidos de la provincia debido a la estética que ofrece, perfecta en todos los sentidos. Posee un hermoso pórtico con estupendos capiteles y esbeltas arcadas, propias más del gótico que del románico. Sin embargo, éste último estilo se puede ver en las fascinantes figuras de la cornisa donde se aprecia el estilo característico del románico. La espadaña que posee es del siglo XVIII.

El acceso a la iglesia se hace a través de una galería porticada, que permite maravillarse un poco más con los detalles que tenían los maestros canteros de la Edad Media. Y si fascinante es el exterior del templo dedicado a San Miguel, el visitante que entre dentro de la iglesia también tendrá otra grata sorpresa al encontrar en la cabecera restos de pinturas murales. En concreto, se puede ver un Pantocrátor con sus respectivos evangelistas. Con claridad se aprecia el buey representando a San Lucas.

Además de contemplar estos dos perfectos ejemplos del románico rural segoviano, quien acuda a Pelayos del Arroyo también debe darse un paseo por sus calles para descubrir otros encantos de la localidad. Entre otras cosas, se puede encontrar la fragua, convertida hoy en día en centro cultural y el potro de herrar. En Tenzuela también hay otro potro además de una fuente y un pilón de piedra que llaman la atención.

Pelayos del Arroyo tiene un presupuesto pequeño. Por eso, las ayudas de las grandes Administraciones vienen como anillo al dedo para afrontar diferentes proyectos. Este año se ha realizado el acondicionamiento del cerramiento del cementerio municipal con los 11.150 euros del Plan E. No es la única subvención que recibirá este municipio ya que la Diputación Provincial ha incluido a la localidad en su último Plan Extraordinario. Se invertirán 20.000 euros para la ampliación de la red de abastecimiento de agua potable, de los que 6.000 euros deberá sufragar el Consistorio.

Vendido en el siglo XVI

La primera vez que se menciona a esta localidad es en una carta fechada en el año 1220 cuando se establece un acuerdo entre el Obispado de Segovia y el concejo de la localidad para poseer esas tierras. Sin embargo, ya debían de estar pobladas por gentes procedentes del norte de la Península porque el nombre de 'Pelaios', hace referencia a su repoblador inicial.

Pelayos perteneció al clero hasta el año 1536 cuando se vendieron estos pagos tras la sublevación comunera a Pedro de Zúñiga, Duque de Béjar. Fue a partir de 1826 cuando se incorpora la segunda parte de su nombre: 'del Arroyo'.