Una niña entre veinte habitantes
Calles vacías, jóvenes que se van y una población envejecida componen el día a día de Bernuy de Coca
Texto y fotografías de Isabel Jimeno.
A punto de cumplir dos años, Lara no tiene amigos en su pueblo, ni siquiera dispone de un parque, de unos columpios o un tobogán en los que jugar. Ella es la única niña de Bernuy de Coca, una pequeña localidad que ahora ni siquiera llega a los veinte habitantes, por lo que contar con un amiguito es una misión imposible. La siguiente persona más joven de la localidad ya tiene dieciséis años. Sin embargo, su madre se esfuerza porque Lara tenga sus primeros amigos y cada tarde acude con ella al parque de Nava de la Asunción, mientras centra una de sus luchas en conseguir un pequeño parque para el municipio, tanto para su hija como para los niños que llegan en verano, cuando la población se duplica. Además, Ana María ve con tristeza que la ausencia de los más pequeños en el censo les obligará en breve a salir de Bernuy de Coca. «De momento nos mantenemos en el pueblo, pero ahora con una niña no creo que podamos. El próximo año tiene que ir al colegio y nos iremos a Nava», señala Ana María Díez Holandilla. «Al tener una niña no te quedan más narices que irte», añade.
Siempre pequeño
Los mayores todavía permanecen en la localidad, pero los más jóvenes, con resignación, van saliendo poco a poco de él a medida que forman una familia en busca de una localidad con más servicios. «Tampoco había mucha gente joven, aunque solteros sí que hay, pero algunos ya de sesenta años», apunta, con media sonrisa y con resignación, Ana María Díez, alcaldesa de Bernuy de Coca. Y es que el suyo nunca ha sido un pueblo grande, aunque ahora las casas vacías durante buena parte del año salpican las poco más de dos calles que conforman el pueblo, con una amplia plaza en la que los vecinos celebrarán en unos días una de sus dos fiestas, la de San Antonio, el 13 de junio. Sus habitantes se unen en la misa y la procesión y «este año quería hacer algo más, pero coinciden con las fiestas de Navas de Oro y con el inicio de la cosecha, así que para que no venga nadie, pues no lo hacemos», señala la regidora de Bernuy de Coca. Las fiestas grandes se reservan para el 22 de enero, en honor de San Vicente Mártir, cuyo nombre lleva la iglesia parroquial. Un templo que preside el pueblo, en la plaza, y que hace unos años fue totalmente reconstruido para salvarle del estado de ruina en el que estaba.
«En invierno, un agobio»
Durante esos días y en verano, el incremento de población lleva mayor alegría a las calles del pueblo, que durante el resto del año permanecen prácticamente vacías. «Viene más gente y da más alegría. En invierno solo ves pasar tractores que van a trabajar», recuerda Ana María Díez, que en su regreso a su pueblo se encontró con la cruda realidad de un pequeño municipio, sin gente ni vida en sus apenas dos calles. «En invierno la vida es muy triste. Es un agobio», subraya la alcaldesa de Bernuy de Coca. Nunca fue un pueblo grande, pero cada vez menos y solo la permanencia de los mayores, que ya tienen hecha su vida allí, garantiza la pervivencia de Bernuy de Coca, al menos durante unos años. La dedicación a la agricultura y la ganadería, sin industrias que favorezcan la fijación de población abocan al pueblo a un triste desenlace. Ni siquiera las buenas comunicaciones han permitido a Bernuy de Coca ganar la batalla a la despoblación. «Tenían que hacer algo para que el pueblo no se quedara así», pide Ana María Díez, que apunta la buena situación del pueblo como la principal ventaja para intentar la repoblación de su pueblo y del medio rural. |