Valor ecológico y tradicional
Ortigosa mantiene en vigor el pago a El Espinar por el aprovechamiento del Berrocal, donado al municipio en el siglo XVI
Isabel Jimeno.
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Acceso a Ortigosa del Monte por la carretera de Navas de Riofrío. / I. J.
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Entre las numerosas zonas verdes que rodean Ortigosa del Monte, pueblo de prados, zonas arbóreas y rocas que afloran en la falda de la sierra de Guadarrama, hay una muy especial en este pueblo serrano en el que, en tiempos de su repoblación abundaban las ortigas, como quedó reflejado en su nombre. Es el Berrocal, nombre propio con el que se conoce a una zona situada al oeste del término municipal que además de atesorar un importante valor ecológico es la protagonista de una de las historias que forman parte del devenir, del pasado y del presente de la localidad. Protagonista de una de las costumbres que se continúan manteniendo desde hace cientos de años.
Al siglo XVI se remonta la tradición vinculada al Berrocal. Fue en aquella época, en el año 1520, cuando una viuda de El Espinar, propietaria del monte, donó esta finca a Ortigosa del Monte a cambio de que el municipio entregase cada año una cantidad a las mujeres de la localidad espinariega que hubiesen perdido a sus maridos.
Así, durante más de cuatro siglos se perpetua el mandato vinculado a este espacio destinado principalmente al uso ganadero, poblado de robles, fresnos, quejigos, encinas y arbustos en el que destacan las rocas de granito que decoran el suelo y que incluso cuenta con nombres propios. La Peña del Campanerio, Peñas Rubias, El Gato, La Rana y El Pico son los nombre de algunos de esos bolos graníticos que hay a lo largo de las 107 hectáreas por las que se extiende el Berrocal.
El fruto de ese aprovechamiento, principalmente ganadero, es la base sobre la que se calcula el pago que el Ayuntamiento debe hacer cada ejercicio. Y es que el Censo Montaraz, como se conoce al pago de esta tradición, establece que como compensación de la donación, cada año las viudas de El Espinar deben recibir una cantidad en cereales.
Aunque la costumbre se mantiene, algo sí ha cambiado con el paso de los años. El abono ya no se hace en cereales –moneda de cambio de gran valor antaño-, sino que se realiza en metálico, y ya no son las propias viudas las que reciben el dinero, sino que es la parroquia de El Espinar la que recibe la simbólica cantidad –unos doscientos euros– procedentes del pago del aprovechamiento del monte de utilidad pública de El Berrocal establecido en la donación de la finca efectuada en el siglo XVI al municipio de Ortigosa del Monte.
Patrimonio industrial
Una puerta blasonada da acceso a lo que fue un gran esquileo y lavadero de lanas
En pleno apogeo del mercado de la lana que tan importante llegó a ser en la provincia de Segovia, en el siglo XVIII afloraron los esquileos en distintos puntos de la provincia, sobre todo en la zona de la sierra, al pie de cañadas y cordeles por los que transitaba el ganado trashumante. Uno de ellos fue el rancho de esquileo y lavadero de lanas de Ortigosa del Monte. Una gran portada blasonada da acceso a lo que en el pasado fue un importante complejo fabril. En un principio surgió sólo como esquileo, aunque en 1761 los herederos de Pedro Iturriria ampliaron el negocio también al lavadero, activado por las aguas del próximo arroyo Milanillos, confiriendo al rancho unas grandes dimensiones en las que además de esquilar al ganado y tratar la lana, vivían sus trabajadores. Hasta doce obradas llegó a ocupar el esquileo con sus habitaciones para los dueños y operarios, los encerraderos para el ganado, las lonjas y almacenes, la zona de esquileo y el gran prado en el que se secaban las lanas de las hasta 90.000 cabezas de ganado que por aquí pasaban.
Patrimonio
La iglesia combina el románico y el gótico
La principal obra del patrimonio sacro que conserva el pueblo es su iglesia parroquial. Dedicada a San Julián Mártir, se trata de un edificio de origen románico, como demuestran el ábside y otros elementos que aún se conservan, aunque la mayor parte del templo es de traza gótica del primer tercio del siglo XVI. En el interior, lo más sobresaliente es el púlpito labrado en piedra de estilo gótico y el retablo mayor de influencia barroca fabricado en el primer tercio del siglo XVII.
Fiestas
En verano desde hace más de cuarenta años
Impulsadas por los veraneantes que pasan los rigores estivales en el pueblo, las fiestas de verano comenzaron hace más de cuarenta años, costeadas entonces por los vecinos. De aquella pequeña velada se ha pasado a unas fiestas grandes en honor de la Virgen de la Asunción, ya sufragadas por el Ayuntamiento de Ortigosa. Además de música, también hay juegos y actividades para niños y grandes comidas populares; llegó a haber festejos taurinos, sustituidos ahora por encierros ecológicos.
Tradicones
San Julián, el 7 de enero
Aunque el frío del 7 de enero es un inconveniente, Ortigosa del Monte tiene en este día una de las fechas especiales del calendario. Ya no son las grandes fiestas de antaño, pero desde hace unos años las celebraciones en honor de San Julián han vuelto a resurgir y pocos se pierden las actividades organizadas. Comienza con misa y procesión en honor del patrón. Después, un aperitivo ofrecido por el Ayuntamiento para los vecinos y por la tarde-noche, las fiesta continúa con la velada.
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