Santo Domingo de Pirón

Con el mismo nombre

Santo Domingo de Pirón recuperó hace un decenio las celebraciones en honor del patrón

Isabel Jimeno.

Da parte de su nombre al municipio y también a la iglesia parroquial. Por eso durante años Santo Domingo de Silos fue la fiesta principal de Santo Domingo de Pirón. Pero durante años las celebraciones del 20 de diciembre se perdieron, hasta que hace menos de un decenio se decidió recuperar la fiesta.
Es más modesta que otras celebraciones, pero hace posible que el municipio viva un fin de semana diferente al resto del frío invierno, porque aunque se ha recuperado, se ha tenido que trasladar al fin de semana para facilitar la participación de la gente en los pocos actos que tienen lugar: la misa en honor al patrón de la parroquia, el chocolate con pastas y la actuación cultural. Pocas, pero suficientes para romper la rutina en Santo Domingo de Pirón.

No se han dejado de celebrar a lo largo de su historia, pero sí han mudado de fecha. Durante años se honraban en su día –el 16 de agosto San Roque y el primer domingo de octubre, la Virgen del Rosario–, pero hace una década se unificaron en una sola fiesta y ambas se trasladaron al primer fin de semana de agosto.

Aunque se festejan de forma conjunta, cado uno tiene su día. El viernes, San Roque, y el sábado y el domingo, la Virgen del Rosario. Dos días dedicados a la patrona, por la que se siente una devoción más especial en Santo Domingo de Pirón. De hecho, aunque el viernes también se subastan los barnos de las andas para introducir a San Roque en la iglesia, la de la Virgen del Rosario es una puja más animada. El sábado para portar las andas de la patrona desde la puerta de la iglesia hasta e interior y el domingo para depositarla en el trono que ocupará el resto del año. Una tradición, la de la subasta, que está muy arraigada sobre todo entre los vecinos e hijos del pueblo.

Juegos y actuaciones

Pero no solo los actos religiosos se encargan de mostrar que Santo Domingo de Pirón está en fiesta durante tres días que comienzan con la misa y procesión en honor a San Roque y finalizan con una actuación el domingo. Entre ambos actos, juegos, baño de espuma, verbenas, sardinas y panceta para cenar todos juntos el viernes y los vermús que nunca faltan antes de comer en familia un menú especial.
El ambiente también es especial en los días previos a las fiestas mayores gracias a la semana cultural, que del lunes al jueves anterior mantienen entretenidos a grandes y pequeños con actividades infantiles, competiciones de deportes autóctonos o juegos de mesa que rompen la rutina habitual de la vida en Santo Domingo de Pirón.

Mito, leyenda y realidad

‘El Tuerto de Pirón’, un temido bandolero del siglo XIX nacido en Santo Domingo de Pirón

Isabel Jimeno.

Verdad y mentira; mito, leyenda y realidad se mezclan en la historia de Fernando Delgado Sanz, el más conocido de los hijos que ha dado Santo Domingo de Pirón, por ese nombre hoy apenas conocido, pero que durante años tuvo en jaque a Guardia Civil y jueces y sembró el miedo entre viajeros y vecinos de ambas vertientes de la sierra de Guadarrama. Era el temido ‘El Tuerto de Pirón’, el sobrenombre que adoptó este bandolero que años después de su muerte ha servido de inspiración a libros y grabados.

La memoria de los más veteranos y la transmisión oral sobre las hazañas de este personaje mantienen viva la imagen de ‘El Tuerto de Pirón’. Nacido el 30 de mayo de 1846 en el seno de una familia humilde, hijo de Ramón Delgado, natural de Escalona del Prado, y Ana Sanz, de Santo Domingo, desde niño, Fernando dio muestras de su habilidad y audacia, cualidades que le acompañaron el resto de su vida y le ayudaron a cometer sus fechorías y escaparse de la justicia.

Escurridizo, ‘El Tuerto’ campaba a sus anchas por las tierras junto al río Pirón. Un espíritu libre, como afirman algunos, que le impulsó a adentrarse en la sierra de Guadarrama, entregando su vida al asalto de carruajes y diligencias que cruzaban el puerto y el desvalijo de iglesias, junto a sus secuaces. El servicio militar en Madrid y el regreso al pueblo, donde encontró que su novia se había casado, marcaron el devenir de Fernando Delgado, que se introdujo entonces en el mundo de la delincuencia, formando una banda, armada con navajas, que extendió el terror por un centenar de pueblos de las dos vertientes de la sierra.

Fue en 1866 cuando, tras regresar de la mili, cometió su primera fechoría. Dicen que, para dejar en ridículo al padre de la que fuera su novia, le robó un carnero que compartió con los mozos del pueblo.

Romances

«Era Fernando Delgado / un arriscante mancebo, / al que una nube en el ojo / le valió el mote de ‘El Tuerto’. / Segar y arar le mataba / le aburría el pastoreo, y mientras otros el callo / daban, domando su cuerpo, / él estaba en las solanas / como un pajón de centeno. / Era doctor en caminos / en rondas y devaneos, / amigo de las lechuzas, / de las sombras y los perros, / farruco como el que más / y larguísimo de dedos», narra Tomás Calleja en ‘Romances de El Tuerto de Pirón’, la versión literaria que recorre la aventurera vida de ‘El Tuerto de Pirón’.

Aunque el temor que infundía le permitía frecuentar bares y tabernas sin ser delatado, cayó preso de la justicia en más de una ocasión, la primera vez en diciembre de 1881, cuando fue recluido en la cárcel de Segovia de la calle Juan Bravo (hoy sede de la Biblioteca pública), de donde escapó el 31 de enero de 1882 tras limar los grillos y huir por el tejado.

La libertad le duró poco y meses después, mientras estaba en una posada en Miraflores de la Sierra, de nuevo fue apresado y conducido a la prisión de Colmenar Viejo. Desde allí, otra vez al penal de Segovia, donde vuelve a escapar, pero las huellas dejadas en la nieve de aquella noche de invierno de 1883 permitieron a la Benemérita cazar de nuevo al bandido, acusado de múltiples delitos y condenado en 1888 por la Audiencia de Madrid a cadena perpetua.

La vitalidad que siempre le caracterizaron poco a poco se fueron agotando. La claustrofobia y la amargura, acabaron en 1914 con la vida de Fernando Delgado, pero no con el mito y la leyenda de ‘El Tuerto de Pirón’.

Hoy, conocido por sus fechorías y argucias, aunque también por algún detalle más humano como el dinero que entregó a un niño que, temeroso, cruzaba el puerto, ‘El Tuerto de Pirón’ es uno de los personajes más conocidos de Santo Domingo de Pirón, donde todos han oído alguna vez alguna historia sobre este mito, uno de los bandoleros más conocidos del siglo XIX.

Historia de la industria lanera

En Santo Domingo de Pirón se localizan las ruinas del esquileo de Alfaro, que llegó a tener 60.000 ovejas

ELENA RUBIO ARAGONESES

Santo Domingo de Pirón es una de las localidades de la provincia que merece la pena conocer por el importante pasado industrial que se encuentra dentro de su término municipal. Y es que a escasos veinte kilómetros de la capital, se encuentra uno de los pocos establecimientos de la Cañada Real Soriana Occidental en el que además de esquilar, se lavaba la lana. Se trata del esquileo-lavadero de Alfaro, que en la época de mayor esplendor llegó a contar con 60.000 ovejas.

El esquileo-lavadero fue construido por José de Alfaro, secretario de Fernando VI y poseedor de una cabaña de 20.000 ovejas, quién compró el terreno a la Comunidad de Ciudad y Tierra de Segovia en 1748. En sus instalaciones se producía lana que era exportada a Francia, Gran Bretaña y los Países Bajos.

Este esquileo tenía dos partes. Por un lado, unas instalaciones con un gran patio central donde se esquilaba a las ovejas; dependencias para que vivieran todas las personas implicadas en la labor y la casa de los propietarios. Y, al lado, otro edificio que era el lavadero como tal y que se abastecía con agua del río Pirón. Un sofisticado sistema para la época permitía sacar de este lugar la lana lista para vender gracias a los cuatro grandes charcones o embalses que tenía el recinto.

El agua era conducida a través de canales hasta una caldera situada en el horno del edificio principal. El agua caliente se vertía en tinos de gran tamaño en los que también se introducía la lana para ser pisada. De los tinos se pasaba a cestos de mimbre con tapa, a los que también se les pisaba para escurrir el agua sucia que iba al canal general. La lana se sacaba de los cestos y se introducía en el pozo que se llenaba con agua limpia del canal donde se volvía a pisar. Para escurrir el agua se colocaba sobre una superficie inclinada y posteriormente se secaba al sol. Una vez que la lana estaba seca se apartaba según su calidad y se introducía en sacas marcadas con la señal del propietario para su venta en las lonjas.

El esquileo-lavadero fue vendido antes de la Guerra de la Independencia y luego, por desgracia, incendiado de forma intencionada, ocasionando a las instalaciones graves daños.

Abandono

A pesar de que fue reconstruido, el abandono progresivo de la trashumancia hizo que se fuera dejando a su suerte a medida que pasaban los años, usado tan sólo como encerradero y para aprovechar sus pastos. Actualmente, en el lavadero se pueden identificar los restos de los cuatro charcones, parte del canal y la gran chimenea del horno flanqueada por las ruinas de las paredes del edificio principal.

Los restos de este inmueble están a unos cinco kilómetros de las casas de Santo Domingo de Pirón. Ya en el propio pueblo, en un extremo del caserío, se encuentra la iglesia parroquial de Santo Domingo de Silos. Es un edificio de estilo románico con trazas muy sencillas cuyo elemento más reseñable es su original espadaña. En lo alto destacan unos grandes soportes que sujetaban la balaustrada para acceder al campanario. En el interior del templo destaca el retablo mayor en el que se pueden observar cuatro lienzos: el central está dedicado a Santo Domingo de Silos y está flanqueado por los que representan a San Pedro y a San Pablo. En el pueblo también destaca un buen puente de piedra sobre el río que fue construido en el siglo XVII por Pedro de Brizuela, autor de la portada de San Frutos en la Catedral de Segovia.