Aldeonte

Por el camino de la despoblación

Aldeonte reclama una carretera para acceder a El Olmillo, una pedanía comunicada solo por caminos rurales

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

UNa mujer pasea por el entorno de la iglesia de Aldeonte.

Fiestas diferentes, costumbres distintas, problemas similares, pero otros no... Aunque tienen poco en común y ni siquiera sus términos municipales se tocan, Aldeonte y El Olmillo se vieron hace años obligados a forjar un futuro en común debido a una decisión administrativa que «complica la gestión y el trabajo en el Ayuntamiento», que debe duplicar esfuerzos para atender a una población de unos noventa habitantes muy diseminada.

Aunque la capitalidad del municipio la ostenta Aldeonte, El Olmillo es el núcleo más grande con poco más de sesenta habitantes, frente a la veintena de vecinos censados en Aldeonte, aunque son apenas quince los que residen habitualmente en el pueblo. «Hay vecinos a los que no ves en mucho tiempo. A lo mejor en casi todo el invierno no les ves», apunta el alcalde, Gerardo Bartolomé. «La tendencia es un poco distinta en Aldeonte que en El Olmillo, porque en El Olmillo hubo una generación de gente entre 40 y 50 años que se quedaron y, sin embargo, en Aldeonte casi no hay, por lo que allí va algo más retrasada la despoblación», aclara.

«Pero la tendencia no es positiva –añade–. No veo la forma para que los pueblos se recuperen o se mantengan, no lo veo fácil. No es que quiera ser pesimista, porque soy joven y estoy aquí y he apostado por ello, pero hay que reconocer que no es fácil, no solo por Aldeonte, sino por la comarca; hay ciertos pueblos que sí que están dando un empujón, pero falta por consolidarse que haya gente establecida de continuo, no solo que sean segundas residencias porque no asientan población. Y lo que lo consigue son los recursos económicos».

Unos medios que en Aldeonte están íntimamente ligados a la agricultura y ganadería, pero que no atraviesan su mejor momento. «Creo que en ese sector se ha hecho poco. Se ha pensado que el turismo rural iba a ser la panacea y creo que ha sido un error porque se han descuidado otras cosas que quizá se podían haber hecho. Se debería haber apostado por el sector primario con el turismo rural como algo complementario, porque no asienta población», advierte el regidor, quien ve una posible salida en las industrias de agroalimentación vinculadas con las materias primas de la zona.

Aún así, Gerardo Bartolomé, que arriesgó instalando una industria agroalimentaria en Aldeonte, sabe que no es fácil poner en marcha fábricas en el medio rural. La escasez de mano de obra cualificada, las reticencias de la gente a trasladarse a un pueblo pequeño para trabajar, las deficiencias en las vías de comunicación y, en algunos casos, como el de Aldeonte, la imposibilidad de aprovechar las nuevas tecnologías –el sistema telefónico no permite el acceso a Internet– son las trabas que se encuentran los emprendedores que apuestan por el medio rural para instalar sus industrias.

Red de agua

No solo la conexión a la red es una de las demandas de Aldeonte, que todavía lucha por cubrir las necesidades básicas para la población. La deteriorada red de abastecimiento, sobre todo en El Olmillo, con innumerables fugas impide contar con la presión necesaria para que el agua llegue a las casas.

El arreglo de las vías de acceso a El Olmillo es otra de las demandas. Y es que ninguna carretera llega al pueblo. Solo dos caminos rurales, uno de Aldeonte y otro de Barbolla, sirven de acceso a este pequeño pueblo. «¡Qué menos que tenga una comunicación que sea de otra administración que tenga capacidad de mantenimiento! Todos los años estamos intentando arreglarlo con zahorra y tierra, pero no sirve de nada. Todo el mundo se queja», reclama el alcalde. «Hay muchas cosas por hacer, pero aquí todavía estamos con la parte primaria que en otros pueblos ya se ha conseguido», explica el Gerardo Bartolomé.

Resurgir de las cenizas

El Olmillo, un anejo de Aldeonte, ha recuperado este año la fiesta de San Cristóbal, que dejó de celebrarse cuando se quemó la imagen

Isabel Jimeno.

Con noventa habitantes distribuidos en dos núcleos mantener la actividad no se fácil, sobre todo en Aldeonte, que ostenta la capitalidad del municipio, pese a que tan solo cuenta con una veintena de vecinos. Aún así, las fiestas se siguen celebrando, con menos actividad y gente que antes, pero con la misma ilusión y devoción.

Algo más fácil es poner en marcha alguna actividad en El Olmillo, con más habitantes y más jóvenes. Aquí sí hay iniciativa y gente para que las mujeres asistan a las clases de manualidades y los domingos echen unas manos a las cartas en el teleclub.

Y los juegos de cartas y deportes autóctonos como los bolos tampoco faltan en las fiestas que se celebran en esta núcleo: Santa Águeda, el Dulce Nombre de María y San Cristóbal.

Precisamente esta última fiesta, en honor del patrón, se ha recuperado después de setenta años sin celebraciones debido a que se quemó la iglesia y la imagen del santo. Este año, por iniciativa del sacerdote, se ha comprado una nueva y la fiesta ha regresado con gran éxito y «si se puede, volverá a hacerse», apunta Feliciana, una de las vecinas. Misa, procesión, música de la charanga y comida para todo el pueblo, seguida de juegos, animaron el domingo 9 de julio.

También a comer se reúnen las mujeres en la fiesta de Santa Águeda, el primer sábado de febrero, en la que el resto del pueblo tiene cabida en la cena que se organiza para hombres y mujeres.

La comida, en este caso la cena, también sirve de excusa para la reunión en el último día de las fiestas en honor del Dulce Nombre de María, el tercer fin de semana de septiembre. Antes, verbenas el sábado y el domingo por la noche, pasacalles, misa, procesión y juegos para niños y mayores.

Aunque con menos gente, también Aldeonte continúa celebrando sus dos fiestas. El primer sábado de septiembre, tan solo los actos litúrgicos (misa, procesión, subasta de los palos de las andas y el canto de la salve) recuerdan que es la fiesta de la Virgen de los Prados. Y los festejos más importantes llegan a finales de octubre, el fin de semana más próximo al 25. Aunque continúan siendo las fiestas mayores, lo cierto es que ya no tienen el gentío y alegría de hace años, cuando había más gente en el pueblo, que en esta época de ligera relajación en los trabajos del campo aprovechaba para celebrar unas fiestas a las que acudían los vecinos de los pueblos limítrofes. Hoy ya no hay tanta gente, pero para los habitantes de Aldeonte siguen siendo unas fechas importantes y diferentes al resto del año con pasacalles, misa, procesión, baile-vermú, actividades por la tarde y orquesta por la noche.

Dos personas devolvieron la vida a Covachuelas hace once años Isabel Jimeno.     La tenada fue convertida en casa rural, la única vivienda con gente en Covachuelas. / el norte El especial cariño por el lugar que le vio nacer impulsa a Arsenia Sebastián a regresar siempre que puede a Covachuelas. Fines de semana y casi todo el verano, su casa, en la que pasó su infancia, vuelve a ser su morada. No duda en emprender el difícil camino hacia lo que hoy es un diseminado del municipio de Aldeonte, integrado también por la pedanía de El Olmillo. Un camino difícil no por la distancia desde la capital, sino porque todavía las únicas vías de comunicación que conducen al pueblo siguen siendo caminos. El asfalto no ha llegado y los vehículos deben transitar todavía por una pista entre El Olmillo y Covachuelas. También un camino de tres kilómetros por el paraje de La Hocecilla une este núcleo con la cercana Sepúlveda. El estado en que se encuentra no permite el paso de vehículos, aunque sí el agradable paseo. Precisamente este recorrido fue uno de los aspectos que cautivaron a Elena y Antonio hace once años para embarcarse en el proyecto de marcharse a vivir y montar un negocio en Covachuelas y esta es la quinta temporada en que abre la casa rural construida en la antigua tenada que servía de cobijo al ganado. Sin más ruidos que los de la naturaleza y el canto de los pájaros, la estancia es especialmente tranquila para quienes deciden pasar aquí unos días, alejados del mundanal ruido, sirviéndose de técnicas bioclimáticas y ecológicas con las que está construida la estancia para vivir y relajarse en un curioso paraje que además cuenta con el atractivo de estar cerca de otros puntos de interés turístico como Sepúlveda o el Parque Natural de las Hoces del Duratón. «Es una vida como la de todo el mundo, pero sin ruido. Te despiertas con el sonido de los pájaros», apunta Elena, encantada con su tranquilo lugar de residencia. Los huéspedes y Arsenia Sebastián y su familia rompen la soledad en Covachuelas, que recupera la vida que perdió hace treinta años, cuando las malas vías de comunicación y la falta de energía eléctrica y agua corriente obligaron a los pocos vecinos que ya quedaban a abandonar definitivamente el pueblo. «Mis padres y otros vecinos se fueron a El Olmillo», recuerda Arsenia, que añora con tristeza aquellos años de su juventud en los que en cada casa vivían al menos cinco personas. «El molinero tenía diez hijos, otro cinco, en otra eran ocho... Sí que había gente, pero la gente se fue porque no había comodidades». Y aunque su familia tuvo que emigrar, nunca han dejado de abrir su casa, una de las pocas que se mantiene en pie, y espera que sus hijas también sigan regresando al pueblo como lo hacen ahora para que Covachuelas siga respirando un hilo de vida, que con la casa rural de Elena y Antonio y alguna otra que se está rehabilitando parece que podrá continuar durante unos años.

Un caso extraño

17 jóvenes menores de treinta años integran el exiguo censo de El Olmillo, una pedanía de Aldeonte

Isabel Jimeno.

El de El Olmillo es un caso atípico. Sorprende que buena parte del reducido censo esté integrado por jóvenes. Hasta 17 menores de 30 años se contabilizan entre los vecinos de esta pequeña pedanía de Aldeonte, con unas cifras de población aún menores. Son el fruto de la apuesta de José, Concepción, Marcos, Feliciana, Santiago, Teresa, Carlos, Juliana, Julio, Magdalena, José Manuel y Leonor, quienes hace unas décadas, cuando la emigración hacia las ciudades sacudió con dureza el medio rural, decidieron asentarse en su pueblo y formar aquí sus familias, numerosas en la mayoría de los casos. Y es que esos 17 jóvenes que engrosan el censo de El Olmillo son hijos de los seis matrimonios.

«Somos una pirámide de edad bastante rara para lo que es el medio rural», reconoce Cristina, una de esas jóvenes que ahora tiene ante sí el reto de decidir si, al igual que sus padres, se queda en el pueblo o su futuro estará lejos de El Olmillo. Por el momento, tras unos años de estudio y trabajo fuera, ha encontrado empleo como ingeniero agrónomo en la zona y ha regresado. «Me gustaría quedarme, estoy viendo los nichos para cuando se me acabe esto», comenta Cristina, la segunda de cuatro hermanos.

Al igual que a ella, su hermana Esther, de 20 años y estudiante de Arquitectura, también ve con buenos ojos fijar su residencia en el pueblo. «Aparte de las limitaciones de servicios, cuando tienes hijos, también tiene ventajas como la seguridad, el entorno saludable, la libertad y la tranquilidad con que se crían, la educación que te dan yo creo que también es hasta un poco diferente y las formas de ocio son menos dependientes, aquí te buscas más la vida. A lo mejor, al no tener tantos servicios, desarrollas un poco más la imaginación», comenta Cristina, quien ve bastantes ventajas en vivir en un pueblo.

Más gente para quedarse

Pero el suyo es un caso raro, pues la mayoría, aunque no quieren perder los lazos con El Olmillo, tienen sus miras puestas fuera de él. Incluso Óscar, otro de los seis jóvenes que «de momento» reside a diario en este pueblo en el que en invierno se quedan unas 35 personas, no tiene claro que su futuro pase por fijar aquí definitivamente su residencia. «Lo veo ‘chungo’», confiesa este chico de 25 años dedicado a la ganadería a quien le gustaría que hubiera «más gente». «Ahora en verano –apunta– hay más gente, pero en invierno aquí da un poco de ‘grima’ vivir. La verdad es que es triste. Aparte de mi trabajo, que me gusta mucho, no hay nadie. Estás deseando salir a Aranda, a Cantalejo... para ver gente».

Más personas es lo que también echa en falta Nuria, que sueña con encontrar un trabajo como administrativo en la zona y regresar al pueblo, aunque no tiene claro que desee formar su propia familia en el pueblo. Un caso similar es el de José Antonio, de 26 años, otro de los jóvenes empadronados en El Olmillo, pero al que su trabajo como ingeniero forestal le ha llevado a Castilla-La Mancha. «Salir de casa y no ver a nadie, ir al trabajo y volver otra vez a casa sin ver a nadie se hace duro».

También el trabajo y los estudios han llevado fuera a Gema. Ahora esta joven fotógrafa trabaja en Madrid, pero está pensando en darse a conocer en la zona para hacer algún trabajo esporádico en la zona y no perder la vinculación con El Olmillo porque “de continuo es imposible mantener aquí un negocio de fotografía».

La falta de salidas laborales cualificadas en el entorno de «una zona deprimida», la escasez de gente y las carencias de servicios son los motivos que mueven a la mayoría de estos jóvenes a ver su futuro lejos de un pueblo que, por el momento, llama la atención por el elevado porcentaje que los menores de treinta años suponen en el exiguo censo de El Olmillo.

Por partida doble

El Ayuntamiento de Aldeonte debe duplicar las actuaciones para atender a los vecinos de la localidad y de la pedanía de El Olmillo

ISABEL JIMENO | ALDEONTE

Imagen de la torre de la iglesia del pequeño municipio de Aldeonte. / ISABEL JIMENO

Con cuerpo cilíndrico

La espadaña de la iglesia de Aldeonte tiene adosada una escalera de caracol para llegar al campanario

ELENA RUBIO

Aldeonte es un pequeño pueblo agrícola y ganadero, a caballo entre la campiña cerealista y los páramos calizos que emergen hacia el oeste. Su economía siempre ha estado tradicionalmente vinculada a la agricultura y a la cría de ganado lanar, porcino y caprino. En Aldeonte se elabora uno de los más prestigiosos quesos de cabra de Castilla. Se puede adquirir en una quesería que se encuentra en uno de los extremos del pueblo.

Lo que sí se localiza en el centro de la localidad es su edificio más destacado, la iglesia parroquial de San Frutos Pajarero. Es un templo construido entre los siglos XVII y XVIII que llama la atención desde la lejanía por su espadaña. Y es que a su campanario se sube por una escalera de caracol cubierta por un cuerpo cilíndrico que se adosa al muro. Por lo demás, exteriormente es un edificio sobrio a cuyo interior se accede a través de una sencilla puerta con arco de medio punto.

En su interior, la nave se cubre con una bóveda de lunetos. Al entrar, a la derecha, se atisba un retablo barroco con varias tablas pintadas. En la calle central de este retablo se abre una hornacina para la imagen de Nuestra Señora de Los Prados. Esta figura, de estilo románico, se encuentra sentada con el Niño en su regazo y la manzana del Paraíso en la mano derecha. Procede de su antigua ermita, hoy desaparecida.

Frente a la puerta de entrada hay otro retablo, éste de estilo neoclásico, en cuya hornacina se puede admirar una urna con la cabeza de San Juan Bautista representada con gran realismo. De estilo neoclásico es también el retablo mayor. Consta de una sola nave y tiene dos hornacinas superpuestas. La mayor es la inferior, flanqueada por columnas corintias. Aquí se localizan las imágenes de San Frutos y de San Silverio.

La senda del río

Hablando de edificios religiosos, también merece la pena destacar las ruinas de la ermita románica de San Lorenzo, situada en el anejo de El Olmillo. Destaca la portada sur, donde se pueden contemplar tres arquivoltas con flores de cuatro pétalos, detalles en zig-zag o dientes de sierra. También hay que fijarse en los capiteles del arco triunfal del interior, labrados con suma delicadeza.

Un poco más alejado de El Olmillo, siguiendo el valle, se encuentra el caserío de Covachuelas, hoy prácticamente en ruinas a excepción de alguna casa aislada y de un singular Centro de Turismo Rural. A su paso por Covachuelas, se encuentra el río de la Hoz -o Mariaceite, como también se conoce por el lugar cuando comienza a encañonarse aguas abajo en dirección a Sepúlveda-. Un camino junto al cauce permite al visitante recorrer este valle flanqueado por paredes calizas en las que se refugian aves rapaces como el buitre leonado. Los paisajes de la Hocecilla recuerdan a las vecinas Hoces del Duratón.

En la vega del río de la Hoz también se localizan las ruinas del conocido Molino de Covachuelas. Se trata de una construcción cuadrangular de la que tan sólo quedan sus muros perimetrales.

De vuelta al presente, los responsables municipales de Aldeonte han decidido emplear los 14.867 euros procedentes del Fondo Estatal de Inversión Local en construir nuevas fosas para el cementerio de la localidad.

Nuevos servicios para dos

Tanto Aldeonte como su pedanía El Olmillo acogen mejoras en instalaciones

Pistas deportivas de la localidad :: M. RICO

MÓNICA RICO

Las buenas nuevas se suceden en las últimas fechas en el municipio de Aldeonte. Hace apenas un mes se inauguraron las nuevas instalaciones del Ayuntamiento, tras la rehabilitación del edificio a través de unas obras que se han prolongado durante seis años, entre unos trabajos y otros.

Las nuevas instalaciones han sido muy esperadas, tanto por los vecinos, que ahora recibirán un mejor servicio, tanto por los propios trabajadores municipales e incluso los políticos.

La obra ha contado con una inversión cercana a los 240.000 euros, que han sido financiados por el Ayuntamiento de Aldeonte, la Diputación Provincial y la Junta de Castilla y León.

El edificio recién restaurado, cuenta ahora con un despacho para el alcalde y el secretario del Ayuntamiento, además de albergar otras instalaciones, como una sala para utilizar como consultorio médico, un salón de plenos, un espacio para el archivo y un salón de actos.
De este modo se cuenta con una nueva y completa infraestructura que dará servicio a los vecinos del municipio durante todo el año.

Sin embargo, las complicaciones para el municipio son dobles que para cualquier otra localidad, pues de ellos depende la pedanía de El Olmillo, con más número de habitantes que el propio municipio principal. Con esta obra de remodelación del Ayuntamiento, continúa un ciclo de mejoras que en los últimos años han sido numerosas, destacando por ejemplo la mejora de abastecimiento de agua en El Olmillo, pedanía del municipio, con lo que se ha conseguido mejorar este servicio a los vecinos.

Además, también en El Olmillo, al igual que en Aldeonte, se han realizado obras de mejora en los lugares utilizados para las consultas médicas, entre las que destaca la instalación de sistema de calefacción, muy necesario durante los meses de invierno, especialmente para la población más mayor de estas localidades.

Asimismo, en los cementerios municipales de los dos pueblos se ha ampliado el número de fosas y en el de El Olmillo además se ha ampliado El Olmillo.

Y es que estas obras también son muy necesarias, puesto que la mayoría de los meses se contabilizan más entierros que nacimientos. La población disminuye, pero los servicios crecen.

De este modo, los vecinos de El Olmillo cuentan con unas instalaciones renovadas en el Centro Social y en otro local multiusos propiedad del Ayuntamiento, mientras los habitantes de Aldeonte también pueden disfrutar desde hace escasas fechas de un área recreativa y deportiva en el municipio.

Pero los proyectos no acaban aquí y todavía quedan muchos proyectos pendientes, como el arreglo de la carretera de acceso a El Olmillo, que tras unas mejoras, volvió a presentar problemas de firme, especialmente en lo que se refiere a un kilómetro de esta vía, que une las dos localidades que se encuentran unidas además administrativamente y a las que juntan muchos otros lazos.

La mejora de la red de abastecimiento de agua en Aldeonte es otro de los proyectos que se espera ejecutar en breve.

De San Frutos

Pero si hubo un gran proyecto en el municipio, ese fue la construcción de la iglesia, en el que trabajaron todos los vecinos alrededor del año 1650. El templo parroquial está dedicado a San Frutos y se trata de un edificio austero de estilo barroco.

La nave y el presbiterio están cubiertos por bóvedas de lunetos. De su exterior cabe destacar su espadaña, que rompe con la sencillez y austeridad del edificio, además de su campanario En sí es curioso el conjunto, especialmente por el cubo que se levanta junto a la torre y que alberga una escalera para el acceso a la torre. De su interior señalar el retablo mayor, de estilo neoclásico, y la imagen románica de la Virgen de los Prados.