Valleruela de Sepúlveda

Calles estrechas entre las zarzamoras

La escasez de terreno urbanizable limita la construcción de viviendas de segunda residencia en Valleruela de Sepúlveda

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

Con unas setenta personas censadas y poco más de medio centenar viviendo durante el invierno, el casco urbano de Valleruela de Sepúlveda se hace demasiado grande por metros y metros de estrechas calles sin aceras. La carretera sirve de línea divisoria entre los dos barrios que aún permanecen en pie, el de Valleruela, más en llano y en el que se encuentra la iglesia; y el de la Fuente, en el que precisamente se encuentra una fuente a la que algún vecino todavía acude para surtirse del preciado elemento. En lo alto, junto al lugar donde está el bar, se encontraba el tercer barrio, Miranda, del que ya no queda nada.
Y precisamente desde ese lugar ahora sin casas es desde donde se puede disfrutar de las mejores vistas, al igual que desde la Torre del Cerro, los restos de una vieja iglesia que presiden una bonita panorámica del pueblo.

Demasiada extensión para los pocos vecinos que se quedan en la localidad durante todo el año. Sin embargo en verano la mayoría de las casas abren sus puertas y la alegría regresa a este pueblo de estrechas calles. «En verano crece muchísimo, más del doble, solamente en niños, de 0 a 18 años, había alrededor de noventa, una barbaridad», comenta el alcalde, Domingo Huerta.

Pero después de la fiesta en honor de Nuestra Señora del Amparo, el primer fin de semana de septiembre, los veraneantes se van como un día lo hicieron quienes emigraron y, aunque todavía con algún menor, se queda una población bastante envejecida. «En los últimos años la población se mantiene, pero a la baja porque quedamos muchos mayores. De sesenta para arriba hay más que de sesenta para abajo», advierte el regidor, quien recuerda que «antes de la emigración, era un pueblo grande. Las familias eran grandes y había más de trescientos habitantes».

Pero ahora eso ha desaparecido, como también lo han hecho los comercios de un pueblo tradicionalmente industrial, cuyas gentes recorrían otras localidades del entorno con su mercancía. Ahora, son los vendedores ambulantes los que tienen que llegar a Valleruela de Sepúlveda con los víveres.

De verano

Este lento, pero continuo descenso de población, y las reducidas previsiones de implantación de industrias tanto en la localidad como en el entorno dificultan las posibilidades de estabilidad del censo, por eso en el municipio asumen que «esto se va a mantener con gente que venga los fines de semana».
Y es que la demanda para seguir edificando, sobre todo casas de segunda residencia, es grande, pero como muchos pueblos, Valleruela de Sepúlveda se encuentra con el obstáculo de la escasez de suelo urbanizable, nada municipal. «El Ayuntamiento no dispone de terreno para hacer expansión del casco urbano ni nada y es un problema gordo. Para hacer el frontón hemos tenido que comprar cinco fincas, porque son muy pequeñas», lamenta Domingo Huerta, quien estudia las posibilidades para desbloquear el mercado inmobiliario y atender la demanda de terrenos para segunda residencia, en las que reside buena parte del futuro del municipio.

Por una rampa de tradición

Valleruelanos y visitantes se congregan en la iglesia el último día de la fiesta para ver la subida de la Virgen del Barrio al trono

Isabel Jimeno.

Esperados durante todo el año, los días grandes en Valleruela de Sepúlveda ya han pasado. Habrá que aguardar más de 360 días para que la alegría de las fiestas mayores regrese a esta pequeña localidad. El primer fin de semana de septiembre se ha consumido y con él se han acabado las fiestas en honor de la Virgen del Barrio. Tres días grandes con actividades diversas, música de la orquesta las dos primeras noches, caldereta la víspera para los socios de la asociación cultural Virgen del Barrio, gigantes y cabezudos y actos religiosos.

Es en estos últimos en los que la tradición se mantiene más fiel. Aunque la esencia de los festejos sigue siendo la misma de antaño, hay cosas que sí han variado. El sonido de la dulzaina y el tamboril, que todavía amenizan las procesiones, ya no es el encargado de hacer bailar a valleruelanos y visitantes durante la velada. Ahora es una orquesta la que hace mover el cuerpo con los últimos éxitos y los clásicos de siempre.

Y como siempre lo han hecho, las jotas no paran de sonar durante la procesión del día grande, el sábado. La patrona sale sobre sus andas en procesión por las calles de Valleruela de Sepúlveda, arropada por el fervor, la devoción y los constantes bailes de los valleruelanos. Durante todo el recorrido las danzas se suceden delante de la imagen de Nuestra Señora del Barrio.

Ataviados con los típicos trajes regionales, los grupos de danzas y paloteos ponen todo su empeño para ejecutar las piezas. Grandes y pequeños, todos bailan durante la procesión. Y entre esas danzas no puede faltar ‘La del dos y el tres’. Una clásica jota, que desde ya hace muchos años, interpretan los valleruelanos. Peculiar y con gran arraigo en el pueblo, tanto que incluso es conocida como ‘La de Valleruela’.

Y el domingo llega el momento del adiós, del hasta el próximo año, y con él uno de los instantes más emotivos. Tras la misa matinal, por la tarde, la Virgen del Barrio debe volver a su trono. Por una rampa, la patrona avanza hacia su lugar de privilegio en el interior del templo entre el fervor de los valleruelanos y de otros vecinos de pueblos limítrofes que abarrotan la iglesia para presenciar este bonito y tradicional momento con el que Valleruela de Sepúlveda casi pone punto y final a sus fiestas mayores.

Un día en la pradera

Valleruela de Sepúlveda celebraba una romería el 15 de junio en la desaparecida ermita de la Virgen del Rescate

Isabel Jimeno.

De arraigada tradición en la provincia, en Valleruela de Sepúlveda, las mujeres también celebran Santa Águeda. El 15 de mayo honran al patrón de los agricultores, San Isidro; el 13 de junio, la misa y las danzas durante la procesión recuerdan que la festividad de San Antonio es importante en la localidad. No faltan las danzas típicas durante la procesión en honor al santo, al igual que en los días grandes de este pueblo segoviano, por el que hace tan sólo unos días movieron sus manteos los vecinos danzando delante de la patrona: la Virgen del Barrio.

Son las fiestas que se mantienen en esta pequeña localidad, en la que también el 15 de junio es un día especial. Pero ya no tanto como antes. Era el día de la Virgen del Rescate, que hasta el pasado siglo contó con su propia ermita. Pero aquel viejo edificio ya no existe. Quizá por eso, lo que antaño fue una fiesta importante para los valleruelanos hoy ya no lo es tanto, aunque aquellas grandes celebraciones permanecen en la memoria de sus gentes.

Así lo recuerdan los mayores del lugar, que evocan aquellos tiempos remotos en los que acudían a venerar a la imagen que se encontraba en aquel desaparecido templo. En la pradera que rodeaba la ermita se juntaban valleruelanos y vecinos de otros pueblos cercanos para celebrar la romería de la Virgen del Rescate.

Como algunos lo siguen haciendo en las fiestas de la Virgen del Barrio, también en esta romería se ataviaban con sus mejores galas y los manteos y pañuelos salían de los armarios para dar colorido en una jornada de fiesta muy especial que se prolongaba durante todo el día. El sonido de la dulzaina y tamboril no paraba en la pradera junto a la ermita por la que la imagen de la virgen salía en procesión tras rezar el rosario y antes de entonar la Salve. El baile por la tarde y la visita a los puestos de caramelos y garrapiñadas animaban cada 15 de junio, una fecha que durante años fue muy importante para las gentes de este pueblo.