Cantalejo

Con un lenguaje propio

Tradiciones como la gacería hacen peculiar a Cantalejo, un pueblo en continuo crecimiento

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

Los quintos ‘chiscan la tralla’ desde el día 1. Es sinónimo de que las fiestas de Nuestra Señora de la Asunción y San Roque se acercan. Esa tradición que ahora mantienen los quintos recuerda la importancia del comercio de ganado mular que caracterizó hace años a Cantalejo, más conocido por su tradición en la elaboración de trillos y aperos de labranza que llevó a los briqueros por toda la geografía española para comercializar sus productos hasta que en la década de los cincuenta la irrupción de las cosechadoras provocó la reconversión económica de la localidad y motivó la emigración de los cantalejanos.

Ese carácter comercial y emprendedor de los briqueros aún continúa, pero vinculado a otras áreas como el creciente sector servicios. Y para hacer sus tratos, cogiendo una palabra de aquí y otra de allá, variando el significado de algunos vocablos obtenidos del gallego, el vascuence, el árabe o el francés, los cantalejanos crearon la gacería. Una jerga milenaria ahora en desuso, aunque algunas palabras han ganado la batalla al paso del tiempo y están perfectamente integradas en el lenguaje del Vilorio Sierte (Cantalejo), en el que es común oír hablar de ‘man’ en lugar de hombre, ‘siona’ por mujer, ‘pitoche’, niño; ‘pureta’ viejo o pedir un ‘chato de bayorte’ por un vaso de vino. Un importante legado cultural con siglos de historia a sus espaldas que el Ayuntamiento trata de mantener y potenciar, advierte el alcalde, José Antonio Sanz, que utiliza este dialecto en la felicitación de Navidad o en el saludo de las fiestas.

La creación del museo del trillo, en el que se habilitará una taller y se impartirán cursos de formación, es otra de las iniciativas municipales para mantener las tradiciones de la localidad e incluso ofrecer una alternativa laboral a algunas familias en la elaboración artesanal de trillos como elemento decorativo.

Sin un atractivo patrimonial destacado, Cantalejo intenta también explotar el turismo gracias a sus establecimientos hosteleros y la cercanía con las Hoces del Duratón, a la vez que se potencia y pone en valor la zona de especial protección de las lagunas. Un importante sistema lagunar entre las dunas del pinar al que el Ayuntamiento trata de facilitar el acceso y la visita con un proyecto para crear un centro de interpretación y rutas con miradores para ver la rica fauna de la zona.

La construcción de una guardería para niños de cero a tres años o un campo de golf son otras de la iniciativas del Ayuntamiento, que echa en falta empresas que demanden la cada vez mayor oferta de mano de obra de universitarios. «El problema es que la mayor parte de los jóvenes estudian y ni Cantalejo ni la provincia de Segovia pueden admitir el cúmulo de licenciados que se produce», advierte el alcalde, que también apunta que «más o menos todos los jóvenes que no estudian una carrera no tienen problema para encontrar un trabajo en Cantalejo».

Más habitantes

Su variada actividad económica, que incluso demanda más mano de obra de la existente, hace que Cantalejo crezca año a año, también gracias al 13% de los inmigrantes que componen el censo de 3.760 habitantes (tan solo medio centenar corresponden a la pedanía de Aldeonsancho). Pero el padrón no refleja los habitantes reales del municipio, que contrariamente a lo que ocurre en otros pueblo, cuenta con más vecinos que censados. «La población estable está en torno a los 4.000 o 4.200», destaca José Antonio Sanz.

Tallar la fama

Un Museo del Trillo repasará la historia del apero de labranza que durante siglos llevó el nombre de Cantalejo por toda la geografía

ISABEL JIMENO CANTALEJO

Una pila de trillos descansa junto a la pared. Esperan la llegada de compradores y de que Félix Quintana, uno de los pocos briqueros que todavía se maneja con soltura en el arte de elaborar estos aperos, les dé los últimos retoques. Sobre la mesa de trabajo, las herramientas. Cepillos para pulir, azuelas y otros utensilios que le ayudan en la costosa y laboriosa tarea de confeccionar un trillo a base de madera de pino. «El escopliarlo es lo más fuerte», destaca este veterano artesano. Y es que esta tarea es la que requiere más tiempo y paciencia para llenar de agujeros la parte posterior del trillo que luego será rellenada con las pequeñas piedras que se encargaban de cumplir su labor para machacar el grano y que hoy son un elemento decorativo más de estos aperos de labranza muy utilizados como adorno o como base de una mesa, «porque ya para trillar...» apunta Félix Quintana.

Unas pequeñas y afiladas piedras procedentes de Cuenca y Guadalajara donde los trilleros de Cantalejo acudían para aprovisionarse del material con el que dar el retoque a su producción. «Cuando tenía la camioneta traje un par de viajes y me han ido durando hasta ahora, pero ya se acaba todo y nada, porque esas familias que lo hacían ya no lo hacen porque tampoco se gastan». Como a los briqueros, la modernización de la maquinaria agrícola les asestó un duro golpe en la principal base de su economía. Y es que hasta la pasada década de los sesenta cerca de 80% de la población vivía de la elaboración de trillos y aperos de labranza.

La irrupción de las primeras cosechadoras marcó el principio del fin de una legendaria industria que hoy se mantiene solo de forma artesanal gracias al empeño de los más mayores que conservan la tradición heredada de sus antepasados. Y es difícil calcular desde cuándo Cantalejo se embarcó en esta industria que llevó el nombre del pueblo por toda la geografía, aunque se conservan escritos que allá por el siglo XIV ya mencionaban el uso de la madera en el municipio para la elaboración de los ‘chiflos’, como así se denomina en gacería a los trillos.

Unos viajes que conoce muy bien Félix Quintana, que como muchos otros de su generación y de generaciones anteriores nacieron y crecieron viendo cómo se elaboraban los trillos, las fanegas o las cuartillas. Y él también ha viajado, primero en carro y luego en coche «buscando los rincones, por Cáceres y por ahí, donde trillaban algo, pero ya se ha amolado todo», lamenta este briquero que ve cómo sus hijos no quieren continuar con su labor.

Taller en vivo

Y para que no se pierda es legado que ha dado a conocer Cantalejo por los más diversos rincones, hace cuatro años el Ayuntamiento se embarcó en un ambicioso proyecto que ya encara la recta final: la puesta en marcha de un museo del trillo. Gracias a un acuerdo con la Cámara Agraria, el antiguo silo se transformará en sala de exposiciones una vez restaurado y remodelado. Las obras en el exterior han concluido y ahora trabajan en la adecuación del interior para que entre agosto y octubre el museo pueda abrir sus puertas en un pequeño rincón reflejo de lo que era todo el pueblo hasta hace unos decenios.
El Consistorio ya ha ido guardando trillos, carros, yugos, colleras, arneses y fanegas para llenar el museo de contenido, explica el alcalde, José Antonio Sanz Martín. Además, la intención es poner también en marcha un taller en el que se muestre en vivo cómo se elabora un trillo y enseñe a los más jóvenes la técnica para que la tradición se mantenga viva.
Una zona de audiovisuales donde se muestra la historia y modo de fabricar estos aperos, además de un espacio para exposiciones temporales son otros de los escenarios proyectados en el recinto, en el que tampoco falta un rincón para otra de las señas de identidad de Cantalejo: la gacería, ese idioma inventado por los briqueros para entenderse entre ellos sin que sus compradores de aperos de labranza y ganado mular se enterasen de los tratos.

La lengua de los tratantes

Los briqueros crearon una jerga propia, la gacería, para entenderse entre ellos en sus tratos comerciales

ISABEL JIMENO CANTALEJO

El ‘ergullón del vilorio Sierte’ se encarga cada año de recordar que existe. Hoy prácticamente no se usa, pero forma parte del legado e historia de Cantalejo. Para los foráneos resulta extraño, desconocido y prácticamente incomprensible. Y es que ese es el objetivo con el que nació la gacería, la jerga propia creada hace siglos por los cantalejanos para entenderse entre ellos en los tratos comerciales de ganado sin que el resto comprendiesen su conversación. Un vocabulario no demasiado extenso, pero suficientemente amplio para cumplir con el objetivo de este pueblo de honda tradición de tratantes y comerciantes que recorrían España con sus productos, entre los que destacaban sus afamados trillos y aperos de labranza, otra de las señas de identidad de Cantalejo.

El saludo de las fiestas o el de Navidad son fechas en las que la gacería vuelve a tomar vida en Cantalejo gracias al ‘ergullón del vilorio Sierte’, pues el alcalde de Cantalejo se encarga en estas ocasiones de emplear parte del léxico de esta jerga que aún se conoce para saludar a ‘sievas’, ‘sievos’, ‘manes’ y ‘sionas’. Los vecinos que recuerdan así parte del importante legado cultural y característico de la localidad, en la que aún perviven palabras de la vieja gacería integradas en el lenguaje coloquial, sobre todo entre los más mayores. Y para muchos, pedir un ‘chato de bayorte’ sigue siendo la forma habitual de pedir un vaso de vino.

Pero no todas las palabras han corrido igual suerte. La falta de normas y registros escritos sobre su utilización han motivado que muchos vocablos se hayan perdido, aunque cerca de 300 sustantivos, varios adjetivos y verbos sirven para conocer un poco más la gacería, esta peculiar forma de comunicarse, surgida tomando palabras de otras lenguas y jergas, como ‘man’ del inglés como hombre, ‘chiflo’ del árabe trillo o ‘gumarra’ del vasco magra, o echando mano del ingenio.

Y es que los antiguos briqueros utilizaron diversas técnicas para ampliar el léxico de su gacería. Cambiar el orden de las letras o hacer aféresis son algunas de las técnicas empleadas para idear nuevos vocablos que les ayudasen a entenderse en esos tratos en los que, como señalan, la expresión corporal dice tanto o más que este peculiar lenguaje característico en el pasado de Cantalejo que ahora se trata de mantener, intentando crear incluso palabras nuevas para nuevos utensilios.

Referente comarcal

Cantalejo acomete proyectos como una piscina cubierta que pretenden dar también servicio a los municipios del entorno

Texto y fotografías de Isabel Jimeno

Atender las necesidades básicas y cotidianas a la vez que incrementar la oferta de servicios tanto para los vecinos de Cantalejo como para el resto de la comarca de esta zona de Tierra de Pinares. Éste es el plan que guía la actuación del Ayuntamiento briquero que, una vez casi concluida una obra tan importante y necesaria como la renovación de la red de abastecimiento que garantice el suministro, ha comenzado otros proyectos como la construcción de una piscina cubierta. Los trabajos, financiados por la Junta y el municipio, se iniciaron en marzo y el alcalde confía en que antes de que acabe el año estén finalizados y la nueva dotación comience a funcionar y «dar servicio a la comarca».
Enmarcado también en el apartado de instalaciones de ocio y deportivas se encuentra el proyecto de construir un campo de hierba artificial. El incremento de la afición deportiva ha dejado pequeño El Hoyal y el Ayuntamiento piensa también reforzar las instalaciones con que cuenta como el polideportivo cubierto, las pistas polideportivas o el gimnasio del instituto.
Y es que la demanda crece porque también aumenta la población. Básicamente por la llegada de inmigrantes que en este pueblo cuentan con puestos de trabajo en sectores tan diversos como el servicios, la construcción o la ganadería. Sin embargo, muchos de los jóvenes que estudian y obtienen un título universitario se van de la ciudad briquera. Es la preocupación del alcalde de este municipio con buenas previsiones demográficas.
También se quiere potenciar el turismo. Casi está concluido el centro de recepción de visitantes que ofrecerá información de interés de Cantalejo y de otros lugares con encanto de la zona, como las Hoces del Duratón. Entre esos rincones de interés en la localidad figura el conjunto lagunar que se está recuperando y mejorando, donde se baraja la posibilidad de construir un centro de interpretación.
El que está llamado a ser otro de los espacios de interés de Cantalejo es el Museo del Trillo. Tras muchos avatares, un antiguo almacén de grano se convertirá en este espacio en el que recordar la vieja tradición trillera que tanta fama dio a este municipio. Una «obra especial», según el regidor, a la que falta dotar de contenido didáctico.
Concluir la ampliación del centro cultural y acometer la segunda fase de la rehabilitación de la iglesia de San Andrés una vez reformado el exterior y eliminadas las goteras, son otros de los proyectos del Ayuntamiento, que está estudiando el proyecto para la construcción de una variante que evite el peligroso tráfico de vehículos pesados por el centro de una localidad activa como Cantalejo.

La emoción de una tralla

Los quintos se encargan de anunciar la llegada de la fiesta en el mes de agosto

MÓNICA RICO

La visita a Cantalejo durante los primeros días del mes de agosto, puede suponer un pequeño susto para aquel que desconoce las tradiciones de la localidad, pues un grupo de jóvenes, en concreto los quintos, pasean por las calles haciendo chiscar contra el suelo sus trallas, unos látigos de cuero, que según cuentan, son uno de los primeros regalos que un padre hace a su hijo en este municipio.

Pero las trallas tienen su historia, su tradición y, además, en este sonar previo al 15 de agosto, anuncian la cercanía de las fiestas, unas fechas señaladas en rojo en el calendario de todos los vecinos de la ciudad y de los hijos del pueblo, que regresan de forma especial durante esas jornadas del mes de agosto, donde disfrutará con la familia y amigos de multitud de actividades.

Volviendo a las trallas, éstas se han convertido en el símbolo de las fiestas, pues en manos de los quintos, anuncian su llegada. Y es que ese fue el cometido de estos artilugios durante buena parte del siglo XX: anunciar la llegada de los trilleros, que habían pasado ya la primavera y parte del verano fuera de Cantalejo.

Porque la localidad fue hogar durante años de numerosas familias que durante el otoño y el invierno construían trillos. Con la llegada del buen tiempo, partían a recorrer España vendiendo los realizados o arreglando los viejos. Eran familias enteras las que partían hacia otras regiones, y siempre regresaban durante los primeros días de agosto. Desde Cantalejo, los más jóvenes corían a su encuentro, anunciado únicamente por el chiscar de la tralla, elemento que servía para 'arrear' al ganado, pero que en esos momentos se lanzaba fuertemente contra el suelo, con el fin de hacerse oir desde varios kilómetros.

Hoy los quintos chiscan la tralla desde el día 1 de agosto, pero también lo hacen durante las fiestas de Nuestra Señora de la Asunción, que se celebran a partir del 15 de agosto, en la que éstos son protagonistas en muchos otros actos. Aunque en un principio los quintos que se encargaban de la celebración eran únicamente los mozos, con el tiempo se unieron también las quintas. Todos juntos forman un espectáculo único de colorido y sonido, en el que se envuelve la cultura y la tradición de Cantalejo, no sólo con el chiscar de las trallas, sino también con el acompañar a todos y cada uno de los actos que organiza el Ayuntamiento en las fiestas. Y es que todos los briqueros, tal y como se denomina a los vecinos de Cantalejo, esperan durante 17 años de su vida que llegue el período en el que son quintos y poder ser los protagonistas de la fiesta.

Porque los quintos son los encargados también de elegir, entre sus propias quintas, a aquellas que ocuparán los puestos de reina y damas durante las fiestas. Además, en la primavera, en la romería de la Virgen del Pinar, que se celebra cincuenta días después de Pascua, son quintas y quintos los encargados de portar las andas durante la procesión, ataviados con los trajes típicos regionales.

La gacería

Otra de las tradiciones que se mantiene, aunque apenas se utiliza, es la gacería, que es la jerga utilizada por los trilleros, con términos que solían utilizar entre sí durante la venta de los trillos.

Y aunque la lengua haya caído en desuso, no significa su olvido y son muchas las representaciones que en Cantalejo nos remiten a esta antigua jerga. Por ejemplo, los propios vecinos se unen con sus amigos en distintas peñas. La gran mayoría de ellas se encuentran unidas en la Asociación de Peñas del Vilorio Sierte, manteniendo así estos dos términos gaceros, cuyo significado no es otro que 'pueblo bueno', es decir, Cantalejo.

Así, los 'briqueros' son los trilleros, la 'estoba' es la paja, 'falar' significa hablar, 'rodoso' es el carro o el coche y una 'urgura' es una ventisca. Todos los términos están recogidos en un diccionario briquero de la gacería.