Fuenterrebollo

Revitalizar un pueblo envejecido

El proyecto para una residencia de ancianos y la promoción de viviendas trata de asentar jóvenes en Fuenterrebollo

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

Fuenterrebollo se está haciendo viejo a pasos agigantados», lamenta el alcalde, Félix Sacristán Blanco, que no deja de pensar iniciativas para recuperar su localidad. Entre esas alternativas destaca el proyecto para la construcción de una residencia de ancianos de trescientas plazas de iniciativa privada en colaboración con el Ayuntamiento, que además de dar un servicio a este importante sector de la población, también generaría un centenar de puestos de trabajo «y posiblemente eso repercuta en hacer casas y en todo, y creemos que es muy bueno», apunta el regidor, que sueña con que «haya juventud, que la gente se case aquí, se quede y tenga hijos». Y es que, por ahora, la población infantil es escasa y aunque todavía hay suficientes niños para abrir el colegio, con solo seis escolares para el Ayuntamiento resulta caro mantener sus amplias instalaciones.

La construcción de veinte viviendas para jóvenes es otra de las iniciativas puestas en marcha por el Consistorio para asentar población en este pueblo, muy cercano con el vecino Cantalejo, una localidad mucho más grande, cuya proximidad genera sus ventajas e inconvenientes en Fuenterrebollo.

«Proyectos tenemos muchos, lo que nos tenemos es dinero», reclama el regidor, que echa en falta mayor apoyo institucional para hacer realidad proyectos como la recuperación de los viejos lavaderos para convertirlos en museo o el arreglo del camino a las Hoces del Río Duratón, ese hermoso paraje natural en el que también está integrado Fuenterrebollo.

El manantial
Las lagunas, las choperas y el pinar son otros de los atractivos medioambientales que salpican la localidad. Pero es, sin duda, el Cubo de Terreña, un manantial del que brota agua del subsuelo el mayor tesoro de los fuenterrebollanos. Y es que en este curioso rincón se puede disfrutar de agua potable caliente en invierno y muy fría en verano.

Ahora en verano, entre las fiestas de San Antonio, el 13 de junio, y las de la Virgen del Rosario, el primer fin de semana de octubre, al comienzo y al final del estío, uno de los mejores reclamos para los centenares de veraneantes que llegan al pueblo es la piscina. «Fuenterrebollo tiene ahora mucho ambiente porque viene muchísima gente. Cada año estamos notando que viene más gente», subraya Miguel de Antonio, uno de los concejales. Y es que de las doscientas personas que viven en invierno en el municipio, que cuenta con un censo de cuatrocientos habitantes, durante julio y agosto, la población se dispara hasta las dos mil personas.

«Hay chavales de catorce, quince o dieciséis años que no dejan a sus padres irse de vacaciones porque prefieren venir al pueblo», añade Miguel, orgulloso de ese amor hacia Fuenterrebollo que sienten estos jóvenes.

Las actividades de la semana cultural que se celebra durante estos días, las multitudinarias comidas en fechas especiales como Carnavales, San Isidro o San Cristóbal también son un buen reclamo para que el medio millar de casas de Fuenterrebollo abran sus puertas y la tristeza de las calles de un pueblo con doscientas personas durante la época más fría del año se transforme en la alegría de las voces de los centenares de fuenterrebollanos que con el calor regresan a la localidad.

La cesta y la vara

La Cofradía de San Antonio, integrada por hombres, prepara las fiestas en honor al santo

Isabel Jimeno.

Con noventa habitantes distribuidos en dos núcleos mantener la actividad no se fácil, sobre todo en Aldeonte, que ostenta la capitalidad del municipio, pese a que tan solo cuenta con una veintena de vecinos. Aún así, las fiestas se siguen celebrando, con menos actividad y gente que antes, pero con la misma ilusión y devoción.

Algo más fácil es poner en marcha alguna actividad en El Olmillo, con más habitantes y más jóvenes. Aquí sí hay iniciativa y gente para que las mujeres asistan a las clases de manualidades y los domingos echen unas manos a las cartas en el teleclub.

Y los juegos de cartas y deportes autóctonos como los bolos tampoco faltan en las fiestas que se celebran en esta núcleo: Santa Águeda, el Dulce Nombre de María y San Cristóbal.

Precisamente esta última fiesta, en honor del patrón, se ha recuperado después de setenta años sin celebraciones debido a que se quemó la iglesia y la imagen del santo. Este año, por iniciativa del sacerdote, se ha comprado una nueva y la fiesta ha regresado con gran éxito y «si se puede, volverá a hacerse», apunta Feliciana, una de las vecinas. Misa, procesión, música de la charanga y comida para todo el pueblo, seguida de juegos, animaron el domingo 9 de julio.

También a comer se reúnen las mujeres en la fiesta de Santa Águeda, el primer sábado de febrero, en la que el resto del pueblo tiene cabida en la cena que se organiza para hombres y mujeres.

La comida, en este caso la cena, también sirve de excusa para la reunión en el último día de las fiestas en honor del Dulce Nombre de María, el tercer fin de semana de septiembre. Antes, verbenas el sábado y el domingo por la noche, pasacalles, misa, procesión y juegos para niños y mayores.

Aunque con menos gente, también Aldeonte continúa celebrando sus dos fiestas. El primer sábado de septiembre, tan solo los actos litúrgicos (misa, procesión, subasta de los palos de las andas y el canto de la salve) recuerdan que es la fiesta de la Virgen de los Prados. Y los festejos más importantes llegan a finales de octubre, el fin de semana más próximo al 25. Aunque continúan siendo las fiestas mayores, lo cierto es que ya no tienen el gentío y alegría de hace años, cuando había más gente en el pueblo, que en esta época de ligera relajación en los trabajos del campo aprovechaba para celebrar unas fiestas a las que acudían los vecinos de los pueblos limítrofes. Hoy ya no hay tanta gente, pero para los habitantes de Aldeonte siguen siendo unas fechas importantes y diferentes al resto del año con pasacalles, misa, procesión, baile-vermú, actividades por la tarde y orquesta por la noche.

Lugar de contrastes

El manantial de Cubo Terraña, con agua caliente en invierno y fría en verano, es uno de los rincones característicos de Fuenterrebollo

Isabel Jimeno.

Su término limita con el Parque Natural de las Hoces del río Duratón y desde aquí parten algunos de los mejores accesos para disfrutar de este espacio medioambiental protegido y eso es un valor añadido para Fuenterrebollo, que también cuenta con sus propios atractivos naturales.
Ubicado en la comarca de Tierra de Pinares, estos ejemplares son una especie frecuente en la zona y ya lo eran hace años, cuando la explotación maderera de sus montes también servía de fuente de ingresos a sus gentes, que aún hoy cuentan con industrias vinculadas a este sector. Pero si los pinos son importantes no menos destacados en el pasado lo fueron los robles pequeños. De hecho, su nombre deriva de estos rebollos, como así se llama por la zona a los ejemplares más jóvenes.
Riqueza hídrica
La otra parte de la denominación también esta ligada al otro elemento natural característico de Fuenterrebollo: su riqueza hídrica. Y es que la formación de charcos y lagunas es frecuente en estas tierras arenosas y con escasas pendientes. La de Herrero, la de San Roque o Terreno Grande, la de las Cencerradas, la de Barrancalejo o la de la Dehesa son algunas de esas lagunas que salpican el término de Fuenterrebollo, cercanas a Cantalejo, donde también se localiza un importante conjunto lagunar.
Entre los parajes naturales de la localidad, uno característico y también ligado con el agua es el Cubo Terraña, como se conoce a la fuente o manantial de forma circular, como un gran cubo, del que siempre mana agua hasta la superficie. De hecho, un reguero discurría desde allí hasta los viejos lavaderos, donde antaño se lavaban la lana.
Pero la curiosidad de este rincón emblemático de Fuenterrebollo en el que hace siglos cuentan estuvieron asentados los árabes en su paso por la Península Ibérica estriba en que en invierno el agua sale caliente y en verano mana fría.

Verde esperanza

Fuenterrebollo trata de mejorar e incrementar los espacios de ocio

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

Fuenterrebollo se está haciendo viejo a pasos agigantados», lamenta el alcalde, Félix Sacristán Blanco, que no deja de pensar iniciativas para recuperar su localidad. Entre esas alternativas destaca el proyecto para la construcción de una residencia de ancianos de trescientas plazas de iniciativa privada en colaboración con el Ayuntamiento, que además de dar un servicio a este importante sector de la población, también generaría un centenar de puestos de trabajo «y posiblemente eso repercuta en hacer casas y en todo, y creemos que es muy bueno», apunta el regidor, que sueña con que «haya juventud, que la gente se case aquí, se quede y tenga hijos». Y es que, por ahora, la población infantil es escasa y aunque todavía hay suficientes niños para abrir el colegio, con solo seis escolares para el Ayuntamiento resulta caro mantener sus amplias instalaciones.

La construcción de veinte viviendas para jóvenes es otra de las iniciativas puestas en marcha por el Consistorio para asentar población en este pueblo, muy cercano con el vecino Cantalejo, una localidad mucho más grande, cuya proximidad genera sus ventajas e inconvenientes en Fuenterrebollo.

«Proyectos tenemos muchos, lo que nos tenemos es dinero», reclama el regidor, que echa en falta mayor apoyo institucional para hacer realidad proyectos como la recuperación de los viejos lavaderos para convertirlos en museo o el arreglo del camino a las Hoces del Río Duratón, ese hermoso paraje natural en el que también está integrado Fuenterrebollo.

El manantial
Las lagunas, las choperas y el pinar son otros de los atractivos medioambientales que salpican la localidad. Pero es, sin duda, el Cubo de Terreña, un manantial del que brota agua del subsuelo el mayor tesoro de los fuenterrebollanos. Y es que en este curioso rincón se puede disfrutar de agua potable caliente en invierno y muy fría en verano.

Ahora en verano, entre las fiestas de San Antonio, el 13 de junio, y las de la Virgen del Rosario, el primer fin de semana de octubre, al comienzo y al final del estío, uno de los mejores reclamos para los centenares de veraneantes que llegan al pueblo es la piscina. «Fuenterrebollo tiene ahora mucho ambiente porque viene muchísima gente. Cada año estamos notando que viene más gente», subraya Miguel de Antonio, uno de los concejales. Y es que de las doscientas personas que viven en invierno en el municipio, que cuenta con un censo de cuatrocientos habitantes, durante julio y agosto, la población se dispara hasta las dos mil personas.

«Hay chavales de catorce, quince o dieciséis años que no dejan a sus padres irse de vacaciones porque prefieren venir al pueblo», añade Miguel, orgulloso de ese amor hacia Fuenterrebollo que sienten estos jóvenes.

Las actividades de la semana cultural que se celebra durante estos días, las multitudinarias comidas en fechas especiales como Carnavales, San Isidro o San Cristóbal también son un buen reclamo para que el medio millar de casas de Fuenterrebollo abran sus puertas y la tristeza de las calles de un pueblo con doscientas personas durante la época más fría del año se transforme en la alegría de las voces de los centenares de fuenterrebollanos que con el calor regresan a la localidad.

Del pinar a San Antonio

Las tradiciones se suceden en el día a día y durante las fiestas de la localidad

MÓNICA RICO

Pasear por los alrededores del municipio puede suponer encontrarse aún algún rebollo, árbol de la variedad del roble, que hace años deberían ser muy profusos en la zona, de ahí su nombre. Sin embargo, el paseo de hoy encuentra un paisaje dominado por los pinos y a pocos kilómetros comienzan las piedras que dan lugar a las Hoces del río Duratón.

Estos numerosos bosques de pinos que se encuentran por todo su término, se han conservado gracias a su explotación tradicional, que permitía su aprovechamiento y su renovación.

De hecho, en el archivo municipal de la localidad aparece un documento en el que se cuenta como en el año 1761 había en la localidad 82 aserradores de manera, mientras que los labradores junto con sus criados únicamente contaban con la cifra de 16.

Gracias a estas cifras nos podemos hacer una idea de la importancia que el pinar y la madera tuvieron y aún conservan en Fuenterrebollo, dejando en un pequeño lugar la agricultura, sustento de muchos otros municipios de la provincia durante siglos. Algunos resineros que aún residen en el municipio, recuerdan con anhelo los tiempo sen los que el bosque del municipio era algo más que un lugar donde pasear o recoger setas y níscalos.

Aún hoy la madera y el pinar son fuente de riqueza en el municipio, donde aún se conservan fábricas de muebles modernos y tradicionales, realizados con materia prima de gran calidad y con manos artesanas que ponen todo su empeño y cariño en realizar productos para toda la provincia.
La importancia del pinar de Fuenterrebollo también lo encontramos en una ruta natural, que transcurre desde el propio municipio hasta la vecina localidad de Burgomillodo, a través de un recorrido que permite al caminante encontrar tres ecosistemas diferentes. Junto al pinar, un sabinar-enebral y posteriormente el páramo.

A través del bosque de pino y principalmente en el otoño, se encuentra un variado ecosistema de setas y hongos, insectos y aves insectívoras. Una flora y fauna típica de estos bosques. Tras un pequeño recorrido junto a cultivos y pasar el sabinar, con su gran variedad de flores, especialmente en primavera, se llega alas Hoces, otro de los paisajes representativos de los alrededores del municipio.

La madera de los pinos negrales y sus aprovechamientos como la resina, forman parte ya de la tradición en el municipio, como lo es, por ejemplo, la celebración de la fiesta de San Antonio de Padua, el 13 de junio. Unos días después de las celebraciones, aún se pueden ver las calles engalanadas con vistosos y coloridos banderines, y la fachada del Ayuntamiento vestida de largo, en honor a su patrón.

Sin duda, en estas fiestas cobra gran importancia la Cofradía de San Antonio, encargada de mantener numerosas tradiciones durante estas fechas. La primera de ellas, es norma del propio grupo, ya que al mismo únicamente pueden pertenecer varones.

Las siguientes son durante las fiestas. Los hermanos cofrades son los encargados de organizar los actos como la misa, la procesión y algunas actividades musicales. También mantienen viva la tradición de la cesta y la vara. Esto es que, cada año, tres de los hermanos de la cofradía son los protagonistas de la fiesta dentro de ella. La elección se realiza por orden de antigüedad en el censo del grupo y los 'cargos' se ostentan durante tres años. El primero el papel es el de la víspera, denominado cesta, como un año anterior al segundo año, cuando el hermano cofrade portará la vara de San Antonio. El tercer y último año se pasa la vara al candidato que el año anterior ostentó la cesta. Además, durante las fiestas, los miembros de la cofradía tienen por tradición acudir a las casas de estos tres hermanos, donde se les agasaja con pastas y bollos caseros.