Cobijo para los cerdos
La ‘Encina gorrinera’ de Puebla de Pedraza figura en el catálogo de especies de singular importancia elaborado por la Junta
Isabel Jimeno.
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Vista de la iglesia de Santiago Apostol en la localidad de Puebla de Pedraza. / I. J. |
El de El Olmillo es un caso atípico. Sorprende que buena parte del reducido censo esté integrado por jóvenes. Hasta 17 menores de 30 años se contabilizan entre los vecinos de esta pequeña pedanía de Aldeonte, con unas cifras de población aún menores. Son el fruto de la apuesta de José, Concepción, Marcos, Feliciana, Santiago, Teresa, Carlos, Juliana, Julio, Magdalena, José Manuel y Leonor, quienes hace unas décadas, cuando la emigración hacia las ciudades sacudió con dureza el medio rural, decidieron asentarse en su pueblo y formar aquí sus familias, numerosas en la mayoría de los casos. Y es que esos 17 jóvenes que engrosan el censo de El Olmillo son hijos de los seis matrimonios.
«Somos una pirámide de edad bastante rara para lo que es el medio rural», reconoce Cristina, una de esas jóvenes que ahora tiene ante sí el reto de decidir si, al igual que sus padres, se queda en el pueblo o su futuro estará lejos de El Olmillo. Por el momento, tras unos años de estudio y trabajo fuera, ha encontrado empleo como ingeniero agrónomo en la zona y ha regresado. «Me gustaría quedarme, estoy viendo los nichos para cuando se me acabe esto», comenta Cristina, la segunda de cuatro hermanos.
Al igual que a ella, su hermana Esther, de 20 años y estudiante de Arquitectura, también ve con buenos ojos fijar su residencia en el pueblo. «Aparte de las limitaciones de servicios, cuando tienes hijos, también tiene ventajas como la seguridad, el entorno saludable, la libertad y la tranquilidad con que se crían, la educación que te dan yo creo que también es hasta un poco diferente y las formas de ocio son menos dependientes, aquí te buscas más la vida. A lo mejor, al no tener tantos servicios, desarrollas un poco más la imaginación», comenta Cristina, quien ve bastantes ventajas en vivir en un pueblo.
Más gente para quedarse
Pero el suyo es un caso raro, pues la mayoría, aunque no quieren perder los lazos con El Olmillo, tienen sus miras puestas fuera de él. Incluso Óscar, otro de los seis jóvenes que «de momento» reside a diario en este pueblo en el que en invierno se quedan unas 35 personas, no tiene claro que su futuro pase por fijar aquí definitivamente su residencia. «Lo veo ‘chungo’», confiesa este chico de 25 años dedicado a la ganadería a quien le gustaría que hubiera «más gente». «Ahora en verano –apunta– hay más gente, pero en invierno aquí da un poco de ‘grima’ vivir. La verdad es que es triste. Aparte de mi trabajo, que me gusta mucho, no hay nadie. Estás deseando salir a Aranda, a Cantalejo... para ver gente».
Más personas es lo que también echa en falta Nuria, que sueña con encontrar un trabajo como administrativo en la zona y regresar al pueblo, aunque no tiene claro que desee formar su propia familia en el pueblo. Un caso similar es el de José Antonio, de 26 años, otro de los jóvenes empadronados en El Olmillo, pero al que su trabajo como ingeniero forestal le ha llevado a Castilla-La Mancha. «Salir de casa y no ver a nadie, ir al trabajo y volver otra vez a casa sin ver a nadie se hace duro».
También el trabajo y los estudios han llevado fuera a Gema. Ahora esta joven fotógrafa trabaja en Madrid, pero está pensando en darse a conocer en la zona para hacer algún trabajo esporádico en la zona y no perder la vinculación con El Olmillo porque “de continuo es imposible mantener aquí un negocio de fotografía».
La falta de salidas laborales cualificadas en el entorno de «una zona deprimida», la escasez de gente y las carencias de servicios son los motivos que mueven a la mayoría de estos jóvenes a ver su futuro lejos de un pueblo que, por el momento, llama la atención por el elevado porcentaje que los menores de treinta años suponen en el exiguo censo de El Olmillo.
Patrimonio
La iglesia de Santiago Apóstol conserva dos antiguos relojes de sol tallados en sus paredes
Isabel Jimeno.
Es la iglesia de Santa María la Mayor, de mayores dimensiones que la que del Salvador, la que acoge el culto en Fuentepelayo. Un templo con dos partes y estilos arquitectónicos diferenciados. Por un lado, el ábside, la torre y la sacristía, de traza románica que se remontan a los siglos XII y XIII;por otro, la parte gótica del XVI, que engloba el púlpito y las portadas, entre ellas la norte, que fue trasladada aquí desde la antigua catedral de Segovia que daba al Álcazar en 1513. En su interior destaca la cruz procesional del siglo XVI, el mejor ejemplar renacentista de la provincia. También es importante la cruz procesional de la iglesia del Salvador.
Este templo era considerado el de los pobres, pues a su alrededor vivían las familias humildes. Del primitivo se conservan los cuerpos medio y bajo de la torre, pues fue reformada y en ella conviven el estilo románico-mudéjar de su fundación y el gótico. Merece especial atención el artesonado.
Fiestas
Romería de Frades y Virgen del Rosario
La Llosa es el más importante de los tres humedales, junto con la Calzada y la Fuente de Paco García, de Fuentepelayo. Fresnos, sauces, chopos, saucos, pinos o castaños conviven en esta zona de 2,58 héctareas en la que habita una variada fauna. A estos atractivos hay que añadir el parque de interpretaciónde los ecosistemas segovianos Papoyán en el que se puede dar un paseo por los distintos paisajes y ecosistemas de la provincia.
Tradición
Juegos populares para cada fiesta
Es una de las actividades con más reclamo y más características de las fiestas mayores de Fuente Pelayo. El desfile de carrozas es toda una seña de identidad desde que hace 42 años el entonces alcalde del municipio llegara con la idea de sus vacaciones en Vinaroz. Los vecinos se implican en la elaboración y dedican horas de trabajo a hacer realidad sus fantasías, ahora con el cartón fallero que aprendieron a manejar.
Etimología
Un asentamiento pequeño de repoblación tardía
Es una de las actividades con más reclamo y más características de las fiestas mayores de Fuente Pelayo. El desfile de carrozas es toda una seña de identidad desde que hace 42 años el entonces alcalde del municipio llegara con la idea de sus vacaciones en Vinaroz. Los vecinos se implican en la elaboración y dedican horas de trabajo a hacer realidad sus fantasías, ahora con el cartón fallero que aprendieron a manejar.
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