Valleruela de Pedraza

Al amparo de una danza centenaria

Centenares de personas acuden cada año a la romería de Valleruela de Pedraza, una arraigada tradición

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

Esbelta y desconocida, la iglesia de San Cristóbal domina una vasta extensión en la que se pueden ver los tejados de Pedraza, Sotosalbos y, si el día lo permite, hasta Torrecaballeros. Lomas y valles salpican el paisaje del que disfruta el templo de origen románico. En él comienza el calvario del siglo XVI que ha sido restaurado recientemente y marca un camino hasta la ermita de Nuestra Señora del Amparo, uno de los lugares emblemáticos de Valleruela de Pedraza.

A la sombra de los árboles se celebra uno de los acontecimientos más arraigados en el pueblo y que incluso sirve de reclamo para que centenares de personas acudan cada segundo domingo de septiembre a celebrar la romería de la Virgen del Amparo. «Nos juntamos más de mil personas y ha habido años en los que había tres mil o cuatro mil. Vienen de todas las zonas», subraya el alcalde, Gregorio Enebral Álvaro.

Para honrar a la patrona, los valleruelanos siguen conservando una de las tradiciones más arraigadas en la localidad. La danza de paloteo es toda una institución entre los varones, que ensayan con tesón para bailar delante de la imagen de la virgen y también en actuaciones fuera de la localidad. Ocho y solo chicos son los afortunados de rememorar año tras año una tradición de la que incluso existe una imagen del siglo XVI encontrada en la escombrera de Sepúlveda con los danzantes durante la procesión.
«En Valleruela las danzas nos crean como un gusanillo», apunta el regidor. «La gente se pega por bailar y ponerse el traje», añade. Una indumentaria tradicional, de la que se conservan vestidos con más de doscientos cincuenta años de historia, que también llama la atención por sus característicos gorros con plumas, entre los que se pueden encontrar algunos ejemplares con más de dos siglos de antigüedad.
No sin dificultad por el progresivo descenso de población (el censo no llega a las sesenta personas entre el medio centenar de Valleruela de Pedraza y las dos decenas que se reparten en las pedanías de Berzal y Tejadilla), los seis jóvenes de entre 16 y 22 años de Valleruela de Pedraza permiten mantener la tradición, a la que, solo en caso de necesidad, se unen quienes llegan de fuera para completar el grupo de ocho. Aunque las chicas han estado excluidas del paloteo, ya planean su incorporación al aprendizaje para salvaguardar la tradición.

Mejores infraestructuras

El monte y el enebral son otros de los tesoros. «Es uno de los mejores pueblos para pasear», apunta Gregorio Enebral, quien destaca que el atractivo paisaje, lejos de grandes ruidos, no pasa desapercibido para quienes quieren descansar y las construcciones de casas de segunda residencia van en aumento. Y es que en verano y en épocas puntuales la población se dispara por encima de las cuatrocientas personas. Un incremento que «supone una riqueza al ver que el pueblo, poco a poco, va para arriba», pero que también requiere un mayor esfuerzo para atender a ese elevado número de gente. Por eso, el regidor reclama ayuda de otras instituciones para «mejorar las infraestructuras», entre ellas la deteriorada red de abastecimiento, con demasiadas fugas, que implica extremar la vigilancia cuando el consumo aumenta más que la población.

Colorido baile

Ocho jóvenes son los afortunados de danzar durante la procesión delante de la imagen de la Virgen del Amparo

Isabel Jimeno.

Tienen siglos de historia, pero se mantienen con la misma intensidad y fervor que en sus inicios. Las danzas son una seña de identidad en Valleruela de Pedraza. Se avecina el gran día y los ensayos se intensifican. Comenzaron ya hace unas semanas para que todo esté listo el próximo fin de semana. Son las fiestas en honor de Nuestra Señora del Amparo y llega el momento de cumplir con la arraigada tradición.
Aunque el domingo también se ejecutan, el día grande es el lunes. El momento más esperado por los valleruelanos, y especialmente por los ocho afortunados que tendrán el honor y el privilegio de danzar delante de la patrona.
Solo ocho y todos varones, son los encargados de danzar alrededor de la ermita. El domingo antes, otro octeto se engalana para la ocasión. Y es que la indumentaria también forma parte de la representación. Trajes centenarios salen cada año del armario para que la tradición se mantenga fiel a sus orígenes.
Gorros con plumas –algunos con cerca de doscientos años– coronan el colorido traje. Faldas blancas con franjas de colores, camisas con puntillas, chalecos y calcetas con lazos componen la vistosa indumentaria que se mima y repara con esmero para que aguante el duro paso de los años. Solo las zapatillas deben cambiarse. Y es que tras las danzas en la procesión y los ensayos, quedan muy maltrechas.
Además de mantener los trajes típicos, en Valleruela de Pedraza también se afanan en recuperar viejas piezas que estaban casi desaparecidas. ‘El cerdo’ es una de esas composiciones que ahora quieren rescatar para incorporar a un repertorio en el que figuran danzas como ‘El arco’, ‘La de abrir y cerrar’, ‘La revoltosa’, ‘La bonita’, ‘Las palomas de Madrid’ o ‘La reverencia’, que siempre se interpreta al final, en el interior de la ermita, delante de la imagen de la Virgen del Barrio.
« Las danzas aquí son como una droga», comenta el alcalde, Gregorio Enebral, quien apunta que cada año son muchos los que desean tener el privilegio de danzar delante de la patrona. Y es que aunque durante dos años se perdió la centenaria tradición, nunca faltan jóvenes que interpreten las piezas.
Paso generacional
La transmisión de generación en generación de esa afición y devoción es lo que permite mantener vivo el paloteo en Valleruela de Pedraza, sobre todo entre los jóvenes, que siguen con lo aprendido de sus padres y abuelos. Ahora ellas también quieren sumarse a la tradición y no se descarta que en unos años los grupos de danzantes puedan ser mixtos.

El camino del calvario

El paseo entre la iglesia y la ermita permite disfrutar del bello paisaje que se extiende desde Valleruela de Pedraza

Isabel Jimeno.

Vista de la localidad de Valleruela de Pedraza. / I. J.

El esfuerzo merece la pena. La costosa subida se olvida al llegar a lo alto. Junto a la vieja olma seca desde hace años, pero que aún mantienen en pie su robusto y sinuoso tronco, el tiempo se detiene. El alcance de la vista pone fin al paisaje que aparece ante los ojos. Frente la iglesia de San Cristóbal, que corona el caserío de Valleruela de Pedraza, los campos de labor, los montes, las carreteras y los tejados de la cercana pedanía de Tejadilla, de Pedraza, de Sotosalbos y, si el día está claro, según cuentan en el pueblo, hasta los de Torrecaballeros se hacen visibles desde este privilegiado mirador. Un cuadro multicolor con múltiples perspectivas siguiendo el camino que marca el viejo calvario de piedra tallado en el siglo XVI y restaurado recientemente. Las cruces serpentean hasta llegar a la ermita de Nuestra Señora del Amparo, otro de los rincones más bellos y queridos por los valleruelanos. Y es que aquí, a la sombra de las viejas encinas que aguantan el paso del tiempo, donde las gentes de este pequeño pueblo segoviano pasan y, sobre todo, pasaron muchas jornadas de fiesta. Junto al monte y el enebral, disfrutando de las lomas y valles que dibuja el paisaje se asienta este sencillo templo al que los valleruelanos y decenas de gentes de otros pueblos regresan cada segundo lunes de septiembre. Como manda la tradición, al ritmo de las vistosas danzas características de Valleruela de Pedraza, la procesión avanza hasta la ermita. Regreso La imagen de la patrona regresa al camarín en el que permanecerá buena parte del año y eso es motivo de alegría y celebración. Partió de aquí hacia la iglesia el día del Corpus Christi y con motivo de las fiestas mayores regresa a su habitual morada en un día que antaño era día de romería. A la sombra de los árboles, disfrutando del entorno, uno de los mayores tesoros de Valleruela de Pedraza, los cientos de asistentes a la romería disfrutan de la animada puja por ver quiénes tendrán el honor de introducir a la imagen en el templo y colocarla en su trono. Y allí, junto a los árboles que rodean la ermita, degustan el aperitivo y hay quien sigue reuniéndose a comer como antaño lo hicieron los valleruelanos en un día de auténtica romería de la que se tiene constancia que existe al menos desde el siglo XIX, como lo demuestra una fotografía que aún se conserva.