Torre Val de San Pedro

Tradición recuperada a los pies de la sierra

Torre Val de San Pedro demanda la solución a los problemas de abastecimiento para facilitar su desarrollo

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

Llevar a cabo las normas urbanísticas y la concentración parcelaria que permitan un «desarrollo más o menos sostenible» es el objetivo del Ayuntamiento de Torre Val de San Pedro, tanto para el pueblo como para sus dos pedanías: Valle de San Pedro y La Salceda. «Dada nuestra ubicación y nuestro entorno no tenemos otra salida», advierte el alcalde, Benigno Ruiz Esteban. «No creo que sea interesante montar industrias en una zona de desarrollo de turismo rural, que es lo que tenemos, a lo que vamos y, además, tenemos mucha demanda de suelo urbano para poder construir, pero, como no hay, está muy caro».

Pero para ese desarrollo, Torre Val de San Pedro considera indispensable la mejora de las infraestructuras, entre ellas un sistema de transporte público más fluido, «el desdoblamiento de la
N-110» y, sobre todo, poner fin a la carencia de agua.

Y es que el verano ha sido muy duro en el municipio, que no ha podido olvidarse de las cisternas hasta entrado el mes de octubre. «Parece mentira que en el siglo XXI, en los pueblos de la sierra, estemos igual que en el XIX», denuncia Benigno Ruiz, quien demanda la construcción de pequeñas presas en las cabeceras de los ríos que almacenen el abundante líquido durante el invierno para garantizar el abastecimiento en verano. «Es imposible el desarrollo si no tenemos agua», advierte el regidor, quien ve inviable que continúe el crecimiento inmobiliario –se construyen una media de veinte viviendas anuales entre los tres núcleos– si la escasez de agua no se soluciona.

Por el momento, el Ayuntamiento da pasos para fijar los cimientos del futuro para sustituir a la envejecida población con nuevos pobladores y «de momento, nos estamos manteniendo». La oferta de casas en alquiler por parte del Consistorio para matrimonio jóvenes estables a los que se les facilita el empleo y la instalación de sus propios negocios hace posible que, sobre todo en Torre Val de San Pedro y La Salceda, el censo se mantenga.

Mirando al futuro, pero sin olvidar el legado del pasado, Torre Val de San Pedro hace un esfuerzo por mantener vivas las tradiciones, entre las que destaca la fiesta de Ofrenda de la Virgen del Rosario, el segundo fin de semana de octubre, en la que lo lúdico y lo religioso forma una homogénea mezcla. Los Enombrados, tres matrimonios que se han casado ese año, representan los cargos de Capitán, Mariscal de Campo y Aposentador, y son los encargados de acompañar a la Virgen durante la procesión. Unos metros antes, dos Atabaleros, un Abanderado y un Atabalero –encarnados por los quintos– abren camino a la imagen y la protegen en su recorrido para evitar los posibles ataques de la época a la que se remonta la tradición, 1571, año de la batalla de Lepanto, y que, en la pasada década de los ochenta, se volvió a recuperar. Con ella también resurgieron, por iniciativa e inquietud de los jóvenes torrejanos, las danzas y el paloteo para honrar a la Virgen del Rosario y animar las bodas de quienes se casan en el pueblo.

Fiesta de unión

No es tan antigua otra de las fiestas, la de la Amistad, instaurada hace un decenio, pero sí tiene gran importancia para fomentar la unión entre los vecinos del municipio. Y es que si La Torre y El Valle, como ellos mismos se denominan, siempre han estado unidos, La Salceda se anexionó después y las relaciones no son tan fluidas y con estas iniciativas se tratan de fomentar. La Virgen del Carmen, en Valle de San Pedro, y Nuestra Señora y San Roque, en La Salceda, son otras de las citas festivas en un municipio a los pies del Guadarrama con un atractivo medioambiental sobre el que trata de asentar las base para el futuro.

Por un camino seguro

El cuerpo de mariscales y una soldadesca se encargan de custodiar la virgen durante la procesión de las fiestas de Nuestra Señora del Rosario

Isabel Jimeno.

Durante unos años, entre la década de los sesenta y 1982, se perdió, pero la colaboración y esfuerzo memorístico de los mayores y la voluntad de los jóvenes han hecho posible recuperar una de las tradiciones más características de Torre Val de San Pedro, que de nuevo se volverá a escenificar en unos días, el segundo fin de semana de octubre con motivo de las fiestas de la Ofrenda de la Virgen del Rosario.

Alabarderos, ennombrados y danzas volverán a llenar de colorido las calles de la localidad durante la procesión. Las medidas de seguridad rodean a la imagen de la virgen durante su estancia fuera del templo. A unos metros, abriendo el camino, la soldadesca formada por cuatro quintos. Un abanderado que hace mover de forma especial la bandera y dos alabarderos portan las alabardas que hacen sonar de vez en cuando y el atabalero que da golpes a su atabal preceden al cortejo. Junto a la virgen, el cuerpo de mariscales integrados por tres matrimonios que se hayan casado entre fiesta y fiesta simulan los cargos del ejército. Mariscal, capitán y asentador son los cargos que tiene este grupo encargado de velar por la seguridad de la virgen y acompañarla durante todo el recorrido.

Y además de soldadesca y mariscales, las danzas también forma parte de la procesión y cada momento requiere una pieza distinta, como el arco por el que debe pasar la Virgen del Rosario o la danza del ‘Arado’ que se interpreta durante la Consagración.

Una vez que se acaban los actos litúrgicos, mariscales y alabarderos deben continuar con su labor, que va más allá de lo religioso y el domingo por la tarde deben cumplir con la tradición de ‘correr las baquetas’. Dispuestos en dos filas dan palos en la espalda a quienes pasan entre ellos.

Lunes culinario

El lunes es momento para seguir con la tradición. El paso de los años ha obligado a introducir algunas modificaciones, pero no por ello ha perdido importancia y arraigo. De la costumbre que rezaba que los mozos debían ir a casa de las mozas a comer un bollo y beber un trago de vino mientras cantaban y bailaban se ha pasado a un verdadero concurso culinario que lleva a todos los vecinos de casa en casa a degustar el mejor plato.

A ritmo de jotas, poco a poco todos se van uniendo al cortejo que no se deja una calle del pueblo por recorrer. Desde las once de la mañana hasta las nueve de la noche, de un lugar a otro para degustar las creaciones que los vecinos se esmeran en preparar para un día especial, un día de fiesta en Torre Val de San Pedro.

Cereales para el santo

Los agricultores dejaban haces de grano en sus tierras para la subasta de la fiesta de San Roque

Isabel Jimeno.

Grupo de danzantes durante las fiestas del pueblo. / I. J.

El sector servicios con diversos negocios de artesanía y el turismo rural como una salida laboral que trata de explotar la belleza de este coqueto pueblo a los pies de la sierra de Guadarrama se ha convertido en los últimos años en uno de los pilares de la economía de Torre Val de San Pedro, que, como localidad serrana, tiene en la ganadería otra de las actividades principales a las que se dedican sus gentes.

Han ganado terreno en detrimento de la agricultura, que antaño gozó de mayor importancia. Ya lo decía Pascual Madoz en su ‘Diccionario geográfico-estadísticohistórico de España’, donde cuenta que, a mediados del siglo XIX, sus gentes cultivaban diversos productos como trigo, centeno, lino, legumbres y frutas. Pero en la actualidad esta actividad ha decaído bastante. Esa dependencia de la agricultura motivaba que velar por la cosecha preocupase mucho a sus gentes y estuviese relacionada con algunas de las tradiciones que, con el paso del tiempo, se han perdido.

En el recuerdo de los mayores queda, por ejemplo, el ritual que en el Torre Val de San Pedro se seguía en plena cosecha cerealista veraniega. La víspera de San Roque, inmersos en las labores de la trilla, cada agricultor debía dejar al borde de su tierra unos haces de grano para el patrón.

Uno a uno, un cofrade recorría todos los campos de labor para recoger los donativos que dejaban los vecinos de Torre Val de San Pedro y que el 16 de agosto, el día de la fiesta, eran subastados a la puerta de la ermita de San Roque. Hoy, sin casi agricultores, esa tradición se ha perdido, pero se sigue haciendo del 16 de agosto una fecha especial en la que los vecinos se reúnen a merendar en el prado junto al templo, ubicado a unos metros del caserío.

Mejor suerte han corrido otras costumbres como las danzas. Recuperadas en 1982 tras varios años guardadas en la memoria de los danzantes mayores, los jóvenes de Torre Val de San Pedro no solo las bailan en el día grande, durante la procesión de las fiestas de la Ofrenda de la Virgen del Rosario, sino que también suelen ser un vistoso momento de las bodas que se celebran en el pueblo. No son tan frecuentes como antaño, pero aún hay jóvenes que deciden regresar a casarse a su pueblo y, como regalo, se encuentran con las danzas que los jóvenes de este pueblo serrano se empeñan en mantener como parte de un preciado legado cultural que forma parte de su historia más cercana y personal.

Un rico patrimonio

El municipio posee tres iglesias y una ermita como consecuencia de la unión de sus tres núcleos de población

ELENA RUBIO ARAGONESES

Torre Val de San Pedro es hoy una localidad formada por los núcleos de La Torre, Valle de San Pedro y La Salceda, este último agregado en la década de los setenta del siglo XX. Actualmente el núcleo de Torre Val o La Torre es el más importante aunque a lo largo de la historia no siempre ha sido así ya que hasta hace relativamente poco se ha conocido a esta población con el nombre de Valle de San Pedro.

Sin embargo, poco a poco, el barrio que dependía del núcleo principal fue cobrando más y más importancia, una situación que empezó a plasmarse en el siglo XVII cuando la población iba en considerable aumento. Más vecinos que llevaba a estos barrios a tener considerables disputas por dejar claro quien tenía la primacía y sobre todo, por el lugar donde se debían de reunir los concejos. Al final, la balanza poblacional se inclinó hacia La Torre cuando en 1826 contaba con el doble de vecinos, ochenta habitantes por los cuarenta de Valle de San Pedro. Una situación que hizo que durante el pasado siglo XX se estableciera el Ayuntamiento en La Torre pero con la unión de los nombres de los dos barrios. Por este motivo, hoy el municipio se conoce como Torre Val de San Pedro. Este hecho singular ha provocado que en esta localidad se conserve un rico patrimonio religioso ya que cada barrio tenía su propio templo.

De esta manera, un poco apartada de la villa se localiza la iglesia de San Pedro Apóstol, donde destaca su portada principal románica y una portada barroca a los pies de la iglesia. En las inmediaciones del pueblo también se puede ver la ermita de San Roque, a la que otorgan un rústico encanto el arco único de su campanil y el pórtico sustentado por cuatro pilares.

Dentro del núcleo urbano también está la iglesia de Santa Ana, en cuyo interior destaca un retablo de piedra policromada dedicado a San Sebastián. A cuatro kilómetros de Torre Val de San Pedro, en el núcleo de La Salceda, también se puede ver la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Es una obra del siglo XVII en cuyo interior guarda una imagen gótica de Santa María y un retablo de 1685.

Pero pasear por Torre Val de San Pedro también supone descubrir un escudo de Carlos III situado en la fachada del antiguo Ayuntamiento, ver un potro de herrar o un buen calvario de piedra donde se puede contemplar un Cristo crucificado.

En cuanto a su patrimonio industrial, en Torre Val de San Pedro es digno de mencionar que existieron varias tejeras que estuvieron funcionando hasta hace unos años. Una 'pequeña industria' de la que se abastecía buena parte de la provincia ya que de sus hornos salían tejas árabes, ladrillos y losas de barro.

Obras

El Ayuntamiento de Torre Val de San Pedro ha recibido 33.982 euros procedentes del Plan E. Un dinero que se ha destinado a varios proyectos como la ampliación, rehabilitación y refuerzo estructural del puente de los Corchos, para pavimentar varias calles y para realizar un proyecto de construcción de aceras y drenaje.