Orejana

Escasos y dispersos vecinos

Los cuatro pueblos habitados que componen Orejana no llegan a sumar un centenar de habitantes

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

El sonido de la bocina anuncia la llegada del pescadero, uno de los vendedores ambulantes que abastecen a la población y que en el pequeño núcleo de Orejanilla empieza la ruta por los barrios que componen Orejana (El Arenal, La Alameda, Orejanilla, Revilla y Sanchopedro). Los escasos vecinos que viven en el núcleo esperan su llegada, al igual que unos gatos, que aguardan pacientemente junto a la carretera la parada del camión que les trae sus manjares.

Con agilidad, el comerciante despacha el genero y, en breve, sale rumbo a El Arenal, a unos kilómetros, donde pasea su potente bocina para sacar de sus casas a los vecinos. Es el siguiente núcleo, donde está la capitalidad de este pequeño municipio compuesto por cinco barrios y con menos de cien habitantes. Un poco más allá, tras dejar a un lado la iglesia de San Juan Bautista, declarada Bien de Interés Cultural (BIC), Revilla; y el último, Sanchopedro.

Como en buena parte de una provincia que se despuebla a pasos agigantados, Orejana cada vez ve reducir más su censo y aún más el número de personas que en el frío invierno –«aquí ha habido hasta 16 grados bajo cero», apunta Antonio, un veterano vecino de El Arenal– permanecen en cuatro de los pueblos. Y es que en uno de los núcleos, La Alameda, algo más alejado de la estrecha carretera que hilvana el resto, hace ya decenios que se despobló y solo unos estudiantes regresan por unos días y el eco de sus voces se propaga entre casas vacías.
Mejor suerte han corrido el resto, pero las cifras de vecinos habituales no invitan demasiado a la esperanza. La mejor parte se la lleva El Arenal, con algo más de una veintena de residentes. El resto, no llegan a la decena. Ocho o nueve, en Orejanilla, seis en Revilla y cinco en Sanchopedro son los tristes datos, fiel reflejo de un medio rural víctima de la emigración a las ciudades en busca de puestos de trabajo.

Y mientras unos se van, otros regresan. Aunque su vuelta es solo temporal y no ayuda a mantener el municipio. Y es que en verano, entre todos los barrios, Orejana alcanza el medio millar de personas, algunas alojadas en las siete casas rurales que hay, muchas llegadas en busca de una tranquilidad que a los vecinos casi se les hace demasiado pesada. «Esto es un aburrimiento», lamenta Antonio. Y es que él ha visto con tristeza cómo el éxodo que comenzó pasada la mitad del siglo pasado abrió una grave herida en los pueblos, difícil de sanar.

Sin embargo, como en otros muchos lugares, la construcción de nuevas casas de segunda residencia avanza a buen ritmo y es en El Arenal donde «las casas se las rifan», advierte el alcalde, Miguel Herranz García. La calma y el silencio interrumpidos por el ruido del agua que mana de una con fuerza de una fuente sin verse afectada por la sequía, se transforma en gentío durante el fin de semana, con la llegada de foráneos.

Recuperar las danzas

Con los que están y los que vienen, Orejana ha podido recuperar una tradición que el paso de los años y el descenso de población había hecho desaparecer. Las danzas, con gran acogida en el pueblo, han vuelto a resurgir con el mismo esplendor que hace años las gentes del municipio celebraban con más alegría las fiestas de agosto.

Versos femeninos

Los cuatro pueblos habitados que componen Orejana no llegan a sumar un centenar de habitantes

Isabel Jimeno.

Los días grandes de Orejana están a punto de llegar. Comienza octubre y con él llegan los aires de fiestas a este pequeño municipio. La Virgen del Rosario merece sus honras y el ambiente festivo volverá a inundar de alegría y gentío las calles de El Arenal, el barrio en el que se concentran los actos.
Pero no siempre ha sido así. Antes, cada año uno de los cuatro núcleos era el anfitrión: dos en El Arenal, otro en Revilla y el bisiesto en Sanchopedro.

Ahora, El Arenal es el protagonista de las actividades lúdicas y de las verbenas nocturnas, pero todos los barrios tienen igual de importancia en las celebraciones litúrgicas, las más tradicionales y vistosas, esas que continúan conservando la esencia de antaño.

Como cada año, el primer fin de semana de octubre los versos de las mujeres de Orejana volverán a sonar en el interior del templo de la iglesia de San Juan Bautista, a medio camino entre los cinco núcleos que componen el municipio. Las conocidas como ‘gitanas’, nombre que se da a las mujeres que recitan los versos, volverán a entonar sus coplas ante la imagen de la virgen.

Tras la misa y antes de que comience la procesión. Ese es el momento de cumplir con la tradición de las ‘gitanas’. Una decena de mujeres, ataviadas con el traje típico, recitan su verso ante la patrona. Con uno distinto cada una, las féminas de Orejana hacen posible que la tradición siga viva, aunque algo sí ha cambiado. Antes, procedentes de todos los barrios, era más numeroso el grupo que se unía a recitar las composiciones, pero el número ahora es inferior y la mayor parte de ellas ya son mayores.
También en el Rosarillo

La escena de las ‘gitanas’ no solo se puede ver a comienzos de octubre. Una semana antes, los versos a la Virgen también se escuchan, aunque en esta ocasión en la ermita de San Gregorio con motivo de las fiestas del Rosarillo en el núcleo de Orejanilla. Aquí son las féminas de este barrio quienes, vestidas con el traje típico, entonan sus versos.

Una rosca que elaboran las ‘gitanas’ y portan el día de la fiesta es otro de los ingredientes de la tradición, que manda subastar el dulce, cuya recaudación se destina a acometer trabajos en la iglesia.

Uno de los mejores del románico

En Orejana está la iglesia de San Juan Bautista, con una espléndida galería porticada y una puerta donde hay once enigmáticas cabezas

ELENA RUBIO ARAGONESES

No deja de ser un caso peculiar que el núcleo que da nombre a la localidad esté desaparecido, una situación que ocurre en el caso de Orejana. No existe un pueblo con tal nombre, sino que Orejana es la unión de los núcleos de El Arenal, Orejanilla, Revilla y Sanchopedro.

Sin embargo, Orejana tuvo que ser un asentamiento importante debido a la iglesia con la que contaba el municipio, que por suerte hoy ha llegado a nuestros días. El templo de San Juan Bautista conserva uno de los más bellos pórticos del románico segoviano, envolviendo a la nave principal por los muros sur y oeste.
Cuenta con tres accesos: dos arcos apuntados en los lados este y sur y una gran portada de tres arquivoltas en el lado oeste, siendo éste último el acceso principal.

Y es aquí donde se pueden contemplar en la arquivolta central once bustos enigmáticos. Su interpretación no está clara ya que existen varias teorías. Algunos apuntan que se trata de la representación de los apóstoles sin Judas; otros dicen que responde a una recreación de una comunidad cristiana presidida por su obispo. Lo que está claro es que son más que llamativas las cabezas que adornan esta entrada.

En el lado sur se abren ocho arcos de medio punto que descansan originalmente en dobles columnas con capiteles decorados. Especialmente interesante es el segundo capitel de la arquería grande, ya que allí se puede contemplar a Cristo en Majestad en una de las caras mayores.

En la cara opuesta, el tema que parece representarse es el de David y Goliat, aunque esta interpretación genera muchas dudas entre los expertos. En las caras laterales aparecen el Descendimiento y la Visitación al Sepulcro. Además de estas escenas también se pueden observar multitud de animales así como delicados entrelazos vegetales.

Otras joyas

Además de esta joya del románico, en los otros núcleos de Orejana se encuentran otros monumentos dignos de mencionar. Por ejemplo, en El Arenal se sitúa la ermita de San Ramón Nonato o las ruinas de la iglesia románica del Espíritu Santo, de la que tan sólo se conserva el ábside.

En Revilla también está la ermita de María Magdalena; mientras que en Orejanilla se levanta la de San Gregorio, que conserva dos capiteles románicos en el pórtico que deben proceder de una antigua iglesia, la de San Nicolás. En Sanchopedro está la ermita de la Concepción.

Pero pasear por Orejana y sus barrios no es sólo descubrir esta riqueza patrimonial, sino también es deleitarse con su legado cultural, natural y paisajístico. Por ejemplo, en Orejanilla se puede ver un potro de herrar hecho de madera de sabina; el edificio de la vieja fragua en Sanchopedro, o en el despoblado de La Alameda nos topamos con el conocido Molino de la Cubeta.

Parajes naturales

En los barrios de Orejana hay numerosas fuentes y pilones. Uno de los manantiales más destacados se encuentra en Revilla, donde se localiza la conocida como Fuente del Chorro, compuesta de dos caños, con su frontón y pilón de noble cantería labrada en piedra rosada. Es un manantial que abastece a El Arenal y La Revilla, así como al inmediato paraje en el que hay una espesa vegetación. Y es que en Orejana el visitante también puede disfrutar de ricas arboledas de ribera hasta sabinares y fresnedas.