Castrojimeno

Al borde del abismo

Castrojimeno mira con preocupación hacia el futuro ante la falta de nuevas generaciones que permitan la continuidad de este pueblo de 38 habitantes

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

Una estrecha carretera por la que deseas no encontrarte con otro vehículo en sentido contrario sube y sube. Parece que no tiene fin. La incertidumbre sobre lo que habrá al final de la vía ronda por la cabeza durante el trayecto. En el horizonte solo aparece el cielo. Por fin la subida acaba y comienza una leve pendiente de descenso. A un lado y a otro, grandes piedras, y de frente, las casas que indican la llegada a Castrojimeno.

Con el abismo a ambos lados del casco urbano, el pueblo se asienta en una cima que produce vértigo con solo asomarse a los muros que delimitan Castrojimeno e impiden que los coches caigan por el precipicio en un paisaje de rocas, cortados y buitres sobrevolando la abundante vegetación.

Otro tipo de vértigo se siente al revisar el censo, que en una población envejecida como la de Castrojimeno, cae y cae cada año sin que por ahora apunte un posible punto de inflexión. «La gente no se quiere censar y luego vienen a exigir», critica la alcaldesa, Margarita Lavirgen Valle, que mira con miedo el futuro del pueblo. «Como no tenga un cambio, no sé qué va a pasar», añade la regidora, que tiene claro que agotarán todas las vías que les permitan continuar con Ayuntamiento propio.

Con un censo que ni siquiera llega a los cuarenta habitantes y solo una veintena residiendo en el pueblo de manera habitual, Castrojimeno debe hacer frente durante la época estival a las necesidades de una población que casi se multiplica por diez y que sirve para llenar de alegría las calles de este pueblo que durante el invierno «están muy tristes». «Se puede pasar un mes y no pasa nadie», lamenta Engracia Severiano, compañera de fatigas de la alcaldesa en su labor por mantener a punto el pueblo. «Aunque te acostumbras», añade con resinación Margarita Lavirgen.

Sin bares que de forma habitual sirvan de punto de encuentro para los vecinos ni tiendas, en Castrojimeno se sienten afortunados de que los vendedores ambulantes se sigan acordando del pueblo y se atrevan a llevar su género hasta el pueblo por la estrecha y empinada carretera de acceso. «Hasta en invierno ha venido el panadero con cadenas», comenta la regidora.

Fiestas
La celebración cada vez en una plaza de la fiesta de San Sebastián, hace unos días, a comienzos de agosto, y la de Nuestra Señora del Rosario, el primer fin de semana de octubre, reúnen a los castreños. A medio camino entre la fiesta y el trabajo, el 20 y el 27 de agosto volverán a repetir la celebración de Las Senderas. Estos días vecinos y foráneos aúnan trabajo y esfuerzo para adecentar el pueblo con vino y escabeche como premio premio a la jornada laboral.

Trabajo y fiesta en común

Las ‘senderas’ aúnan el trabajo de los castreños para arreglar los rincones de Castrojimeno

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

Iglesia románica de Nuestra Señora del Rosario./ Iisabel Jimeno

Ahora hay más actividades, más alternativas para la diversión, pero también se han perdido otras costumbres que, sobre todo, los mayores añoran. Recuerdan aquellos días en los que las fiestas comenzaban por la mañana, con la revolada musical en la que los mozos daban la vuelta al pueblo acompañados por los músicos pidiendo la rosquilla que les ofrecían en los domicilios de Castrojimeno.

Pero los jóvenes ya no han continuado con esta tradición y ahora «solo yo y otra señora damos la vuelta al pueblo con los músicos», comenta la alcaldesa, Margarita Lavirgen Valle.

Hasta las fiestas grandes han cambiado de fecha. De su inicial celebración el 20 de enero, festividad de San Sebastián, se han mudado al primer o segundo fin de semana de agosto, siempre procurando no coincidir con sus vecinos de Castro de Fuentidueña para facilitar que más gente acuda a las fiestas de Castrojimeno, por lo que este año se celebrarán la segunda semana del próximo mes.
Y cuando la fiesta se acaba, para que la actividad continúe en estos días en los que el pueblo multiplica sustancialmente su población, comienza la semana cultural. Concursos de cartas, competiciones deportivas, una excursión y el denominado ‘Día de la gastronomía’, en el que cada uno lleva un plato para degustar en conjunto con el resto de los castreños forman parte del programa organizado por la asociación cultural San Sebastián.

Las actividades conjuntas continúan el resto del mes de agosto con las denominadas ‘Senderas’. Una tradición que no se ha perdido y que aúna el trabajo y esfuerzo de los vecinos para mejorar el aspecto del pueblo. Los tres sábados siguientes a las fiestas de San Sebastián los castreños comienzan pronto la actividad y de ocho de la mañana a una del mediodía prestan sus trabajo para limpiar, adecentar o arreglar rincones de Castrojimeno. Un esfuerzo que recibe como recompensa el vino con escabeche que ofrece el Ayuntamiento.

Y en octubre, el primer fin de semana, llegan otras fiestas, las de la Virgen del Rosario. Con algo menos de gente, pero con igual o mayor devoción, sobre todo entre los más veteranos, castreños e hijos del pueblo regresan a la localidad para honrar a la patrona en unos días en los que además de música, misa y procesión, todos disfrutan del aperitivo que ofrece un hijo del pueblo.

Una fiesta en cada plaza

Pueblo de estrechas calles, al borde de un abismo, entre las lomas, la figura que dibuja Castrojimeno es uno de sus mayores atractivos

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

Una persona pasea por la calle en Castrojimeno. ./I.J.

Ya no tiene muralla, la que posiblemente existió hace siglos, en tiempos de su remota fundación, pues en su nombre indica que Castrojimeno fue un antiguo campamento o castillo; pero sí cuenta con una valla que rodea buena parte del pueblo. No es un elemento defensivo como pudiera serlo antaño, pero sirve de protección para evitar la caída por el precipicio. Y es que el pueblo se ubica en un estratégico enclave, al borde del abismo.
Esa curiosa figura es uno de los muchos atractivos con que cuenta esta pequeña localidad situada al norte de la provincia de Segovia.
Estrechas y empinadas calles recorren su caserío. Fachadas de piedra que guardan el aroma a pueblo de siempre, en el que aún se conservan viejas construcciones del pasado. El lagar en el que pisaban la uva todavía se mantiene y multitud de pequeñas puertas salpican las rocas. En las escarpadas paredes de piedra dan acceso a las bodegas que con mucho esfuerzo construyeron los antepasados de los castreños en ese paisaje casi de cuento.
Un viejo horno para cocer el pan y asar se asoma en un rincón de Castrojimeno. Sobresale en una de esas antiguas paredes de piedra, adobe y madera que aún se mantienen en pie en este pueblo en el que el entorno natural de vertiginosas paredes, escarpados riscos y zonas arboladas es uno de sus mayores atractivos.
Aunque pequeño y de calles estrechas, Castrojimeno cuenta con dos plazas, y en cada una se celebra una fiesta. Así, mientras en una los vecinos se juntan con motivo de San Sebastián, trasladado hace ya tiempo del 20 de enero a comienzos de agosto para que más gente pueda disfrutar de la fiesta grande; la otra está reservada para las actividades de la Virgen del Rosario, la fiesta pequeña, pero que aún sigue atrayendo hasta el municipio a los hijos que vio marchar para honrar a la patrona el primer fin de semana de octubre.

Mayores activos

Los vecinos de Castrojimeno, con una media de edad elevada, participan en la limpieza del pueblo y en las actividades que organizan

Texto y fotografías de Isabel Jimeno

«¡Uy, niños! Eso es lo que hace falta» , exclama la alcaldesa, Margarita Lavirgen. Y es que hace más de treinta años que no nace uno en el pueblo. Tres decenios de continúo declive demográfico difícil de parar. La llegada de veraneantes durante estos días son un soplo de vida para Castrojimeno antes de regresar a la monotonía del invierno en un pueblo con cuarenta empadronados, pero apenas una veintena de personas viviendo habitualmente (sólo tres de ellos aún no jubilados). Es el mal de muchas localidades, al que no es ajeno este bello municipio suspendido al borde del abismo de la peña en la que se asienta.
Entre escarpados y verdes paisajes, transcurre la tranquila vida de Castrojimeno. Hay que tomar una estrecha carretera que sube y sube para llegar al casco urbano de un pueblo por el que no se pasa por casualidad, pero una vez que se llega por la deteriorada vía, el paisaje que aparece ante los ojos merece la pena.
Un joya natural por la que serpentean las estrechas calles de la localidad que el Ayuntamiento trata de mantener en el mejor estado. Y no es fácil, porque «no hay dinero», lamenta la alcaldesa. Aún así, lentamente, « siempre se hacen cosas», advierte.Arreglar la plaza de la iglesia y, si la subvención llega, mejorar el asfaltado de alguna calle figuran entre los proyectos más inmediatos de Castrojimeno, que gracias a la colaboración de los vecinos también realiza algunas intervenciones.
Aunque suelen ser los mayores quienes más participan. Como manda la tradición, los sábados de agosto después de las fiestas en honor de San Sebastián a comienzos de mes, los vecinos se unen para limpiar o adecentar el pueblo. Desde las ocho de la mañana hasta la una del mediodía todos trabajan para mejorar Castrojimeno y juntos celebran esta unión con un vino con escabeche que para finalizar ofrece el Ayuntamiento.
Las actividades que organiza la asociación cultural San Sebastián también hacen más amena la vida en la localidad. Y desde hace unos meses, la asociación de jubilados Fuente Grande, que lleva el nombre de uno de los rincones emblemáticos del pueblo, promueve iniciativas que permiten salir de la monotonía. Clases de gimnasia, talleres de memoria o meriendas sirven de excusa para salir de casa a los cada vez menos vecinos y más mayores de Castrojimeno

Paisajes que suponen trabas

Los bellos parajes del lugar impiden la recepción de la señal de televisión

MÓNICA RICO

Iglesia de la localidad, situada junto a un montículo rocoso. :: M. RICO

Un gesto tan simple y tan sencillo para cualquier segoviano como es encender la televisión, en Castrojimeno hace meses que supone todo un suplicio. Porque la historia parece volver a repetirse en una de las pocas localidades que, tras el apagón analógico, quedó en sombra y sin señal de TDT.

Fue el 1 de abril, y hace unos días la localidad volvió a vivir de nuevo ese 1 de abril. Entonces exigieron una solución a las autoridades competentes, mediante un escrito y numerosas firmas, las que cuadriplicaban la población.

Tras varias semanas de espera, numerosos problemas y reivindicaciones, por un corto espacio de tiempo la señal llegó por fin al municipio, pero siempre con problemas. En algunas zonas del municipio, algunas cadenas no se pueden sintonizar durante la mañana, en otras por la noche. Las mismas o distintas cadenas en unas casas se ven y en otras no.

Según explica la alcaldesa del municipio, Margarita Lavirgen, la situación es desesperante. Cuentan con un buen repetidor, pero adaptarlo para la TDT cuesta mucho dinero.

Serían más de 60.000 euros para su digitalización, a lo que habría que sumar más de 7.000 euros anuales para el mantenimiento, costes que debería soportar un Ayuntamiento que apenas cuenta con cuarenta empadronados. La solución llega por vía satélite, pero de momento no está dando los resultados esperados.
Y sin apenas soluciones. Por un lado, les dicen que hay que sintonizar de nuevo, porque la antena que emitía hacia el municipio había sido desviada. Por otro, que la recepción es mala y los técnicos ya no saben que opción tomar.

En la zona más alta del municipio, el que en el pueblo llaman el barrio de arriba, los problemas son menores, y lo fueron desde el principio, ya que al parecer las viviendas allí ubicadas no se encuentran en zona de sombra. Sin embargo, en las últimas fechas también han tenido algunos problemas y a determinadas horas del día la señal no llega de forma correcta. «Nos están haciendo gastar un dinero en receptores, televisores y antenas y no nos sirve de nada», afirma una disgustada alcaldesa, que ve como lo que no tenía que ser un problema llega incluso a quitarle el sueño, a pesar de que los vecinos le muestran su apoyo y reconocen que son las administraciones las que deben trabajar para tomar decisiones y que todos los vecinos puedan decidir qué y cuándo ven la televisión.

De nuevo en Castrojimeno la opción de ocio prácticamente se reduce a la charla o a la partida de cartas. «Como antiguamente», señalan algunos vecinos, que suplen las carencias con su mejor humor.

Obras en marcha

Con televisión o sin ella, el día a día continua y con él los problemas y las soluciones y las obras. Gracias al pequeño presupuesto municipal y algunas subvenciones, se acaba de asfaltar parte de una de las calles, trabajos que se han sucedido en los últimos años. Además, el año pasado se retejó el edificio de las escuelas y este año el dinero se está invirtiendo en el retejado de las casas anexas, gracias a cuyo alquiler la localidad obtiene unos ingresos extras, muy necesarios.

También se está construyendo un pequeño local destinado a la reunión de los jóvenes del municipio, pero «no sé cuando se acabará», porque la inversión es grande y, nuevamente, el presupuesto es pequeño y las necesidades son muchas, especialmente en verano, cuando la población aumenta con la llegada, principalmente de los hijos del pueblo.

Será en agosto, durante las fiestas en honor a San Sebastián, cuando el municipio reúna a mayor número de vecinos, hijos y amigos, que este año vivirán sus fiestas sin orquesta por la noche, ya que los recortes en los presupuestos también han afectado a estos festejos. Se espera que para entonces haya vuelto la tele.