Sotillo

Junto a un río que nace seco

Sotillo reclama el asfaltado del camino de tierra que llega hasta la autovía

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

Nace a escasos kilómetros pero la fuerte sequía le ha dejado prácticamente seco casi cuando el agua comienza a correr. Apenas unos charcos muestran el cauce del Duratón, uno de los ríos más importantes de la provincia que ahora solo ocupan las piedras casi hasta que llega a unos de los parajes más bonitos, las Hoces.

Es una imagen a la que los vecinos de Sotillo se han acostumbrado. «Antes no pasaba, pero últimamente sí se seca. Había peces, pero ya no», lamenta el alcalde, Antonio Barahona Moreno. «Se puede decir que casi nace en Sepúlveda», añade.

Quien resiste las embestidas de la meteorología es la fuente construida hace más de un siglo. A un lado del pueblo, el agua no deja de manar desde que se edificó en 1903.

La vida también se ha secado en Aldehuela, una antigua pedanía de Sotillo, cerca del río que hace decenios se quedó sin gente y sus construcciones comenzaron a caerse hace tiempo. Unas viejas paredes recuerdan el lugar en el que hace tiempo vivía gente. La misma suerte corrió Alameda, otro núcleo deshabitado hace tiempo.

Mejor suerte ha tenido Fresneda de Sepúlveda, otra de las pedanías de Sotillo que, aunque poco, aún respira la vida de sus pocos vecinos. Un par de personas mantienen en pie el pueblo, que en unos días vivirá una de las fechas señaladas en el calendario. Con una misa festejan a su patrón, San Miguel, cuya ermita está en ruinas y solo conserva unas paredes, por lo que la imagen del santo se conserva en una de las casas del pueblo.

Para verano

Aunque su envejecida población no invita demasiado al optimismo, Sotillo es el núcleo mejor parado con más de cuarenta censados, entre ellos varios niños, pero que no residen allí. «Creo que el pueblo en verano aumentará porque, aunque no muchas, se están haciendo casas nuevas», advierte el alcalde, que también reconoce que el sino del pueblo será tener cada vez menos habitantes en invierno. Sin tiendas ni bares, solo un centro cultural sirve de centro de reunión para los sotillanos y allí acuden para tomar algo o echar una partida a las cartas cuando hacen una pausa en su quehacer diario.

Una vez arreglada la pequeña, pero coqueta iglesia románica de la Natividad de Nuestra Señora, ahora Sotillo se enfrenta a la construcción de un nuevo depósito de mayor capacidad que sustituya al viejo y reclama ayuda para rehabilitar la deteriorada Casa Consistorial.

Entre las «muchas necesidades» de un pueblo pequeño, Antonio Barahona Moreno reclama la mejora de los accesos a la autovía N-I. Tan solo está a poco más de tres kilómetros, pero por caminos de arena. «Incluso en la carretera hay señales indicando la salida a Sotillo, pero cuando se mete la gente se encuentra con caminos rurales de tierra», lamenta el regidor, que está seguro de que la mejoría de las vías de acceso beneficiaría al pueblo, que ni siquiera cuenta con algún establecimiento que aliente al viajero a permanecer más tiempo en Sotillo una vez que ven la iglesia, un templo románico que recibe al viajero en la carretera que conduce a Duratón, donde se encuentra una de las joyas del románico, justo después de pasar por Alameda, donde ya solo quedan naves ganaderas.

Fiestas como las de antes

Los vecinos de Sotillo se atavían con los trajes típicos para asistir a la misa y la procesión de las fiestas que se celebran en la localidad

Isabel Jimeno.

Con la misma esencia, aunque quizá con algo menos de gente, Sotillo celebra sus tres fiestas anuales. Y es que el espíritu sigue siendo el mismo e incluso muchas costumbres no han cambiado. El reducido número de vecinos supone un pequeño presupuesto que no da para grandes lujos, por lo que a Sotillo no han llegado las grandes orquestas para amenizar estas jornadas diferentes. La música de la dulzaina y el tamboril sigue siendo quien ambienta la velada.

Llegados desde la vecina localidad de Duruelo, dos músicos son los encargados de poner a bailar a los vecinos por la noche.

También como antes se celebra la misa y la procesión. Y es que desde hace unos seis años se ha recuperado la ancestral costumbre de enfundarse el traje típico durante los días grandes de Sotillo. Manteos, corpiños, calcetines, pantalones, camisas y fajas salen del armario. Hombres y mujeres, mayores y niños que lucen el traje recién confeccionado, se visten con estas galas para asistir a la misa y la procesión de las tres fiestas que se celebran en la localidad.

La primera cita llega en mayo. El domingo más próximo al día 13 se honra a la Virgen de Fátima. Después, el plato fuerte con las fiestas de Nuestra Señora del Río, el primer fin de semana de septiembre. Y para cerrar el calendario festivo, San Roque, el último domingo de octubre.
También como antes suenan algunos cánticos litúrgicos. Y es que con el trabajo y ensayo de las generaciones más jóvenes y los recuerdos de los mayores se están recuperando las viejas canciones que antes sonaban en la iglesia y que ahora vuelven a llenar con sus sonidos el templo cada domingo gracias a los ensayos y grabaciones que realizan para que no se pierda este legado.

Pero no solo antiguas costumbres centran los festejos de Sotillo, sino que también nuevos atractivos se han unido gracias a la colaboración entre el Ayuntamiento y la asociación cultural Amigos de Sotillo.
A la gran devoción por la Virgen de Fátima también se unen la barbacoa para todos en la plaza del pueblo la noche del sábado y la chocolatada posterior en una velada amenizada por la dulzaina y el tamboril en la jornada previa a la fiesta y los actos litúrgicos. También una gran cena sirve de preludio al día grande en honor de San Roque el último domingo de octubre.

Pero es en torno a las fiestas mayores, las de Nuestra Señora del Río, cuando más actividad se concentra. Concursos de disfraces, ginkana, teatros que ponen en escena los propios vecinos y actividades infantiles animan estas jornadas festivas en Sotillo.

Cerca de 180 socios integran la asociación Amigos de Sotillo Isabel Jimeno.   Procesión de la Virgen de Fátima el pasado mes de mayo. / El Norte   Apenas llega a los cuarenta habitantes, pero el municipio cuenta con una asociación con cerca de 180 socios, muchos de ellos hijos del pueblo que así tienen una escusa para volver a Sotillo. Amplia y dinámica. Así es la agrupación Amigos de Sotillo, fundada hace una década y que desde hace cinco años cuanta incluso con un local cedido por el Ayuntamiento que con la aportación económica y trabajo de los socios han rehabilitado y ya afronta los últimos retoques. Una sede que sirve de punto de reunión y centro de actividad. Una televisión y un reproductor DVD son las últimas adquisiciones para un local que cuenta con biblioteca y videoteca. Y allí se dan cita sotillanos para ensayar durante el verano las obras de teatro que guía Rosario, la anterior presidenta de la asociación Amigos de Sotillo, ahora regida por Julia Sanjuan. Y allí también ensayan los viejos cánticos litúrgicos que luego cantan los domingos y festivos. Una comida de hermandad el domingo más próximo al 15 de agosto da el pistoletazo de salida a la época de mayor actividad de la asociación y de más ajetreo en Sotillo. Hasta que el año pasado se prohibió hacer fuego al aire libre, una barbacoa en la que todos colaboraban en la preparación servía de excusa para un día de convivencia junto al río, que el año pasado sufrió una pequeña modificación, al tener que encargar la comida, pero que se sigue celebrando. Ginkana, clases de iniciación a los bailes tradicionales, manualidades, juegos infantiles y ensayos de las obras de teatro sirven de preludio a las fiestas de Nuestra Señora del Río, el primer fin de semana de septiembre. Un mercadillo para recaudar dinero con el que atender las necesidades de la iglesia el último domingo de agosto y un itinerario en bicicleta en las fiestas de la Virgen de Fátima son otras de las actividades que promueve la asociación Amigos de Sotillo para dinamizar la vida de sus escasos vecinos y servir de reclamo para que, aunque solo por unos días, regresen quienes un día salieron el pueblo.

El patrón en casa

El estado ruinoso de la iglesia de San Miguel obliga a que la imagen del patrón se custodie en una vivienda de Fresneda de Sepúlveda, una pedanía de Sotillo

Isabel Jimeno.

Fue el 1 de enero del año 1847 cuando Fresneda y La Alameda se agregaron al Ayuntamiento de Sotillo. Entonces todavía eran pueblos con gente, pero la emigración les ha castigado con dureza. Y es que si Sotillo es un pueblo pequeño con menos de cuarenta habitantes censados, el resto atraviesan peor situación. Tanto es así que incluso La Alameda y Aldehuela, otra de las pedanías, se quedaron sin gente mediado el pasado siglo.
Con dificultades, Fresneda de Sepúlveda se mantiene con un puñado de vecinos que han visto cómo muchos de sus familiares y amigos se han ido marchando a lo largo de los años. Con ellos se llevaron buena parte de la vida del pueblo y de las costumbres y tradiciones como la celebración de los carnavales.

Sin embargo, hay otras que, con dificultades, se mantienen. Y es que hasta los monumentos han ido perdiendo su belleza. La iglesia de San Miguel son solo unas ruinas. La portada de ingreso, algún muro y parte de la espadañuela es lo único que se mantiene en pie y muestra el lugar en el que un día, rematando un pequeño cerro, se levantó este templo de origen románico. También en estado ruinoso se encuentra la ermita de Santa Isabel.

Por eso, las imágenes que se conservaban en el interior tuvieron que buscar otra morada. Una de las casas del pueblo es el lugar en el que durante buena parte del año se custodia la imagen del patrón.

Con motivo de las fiestas mayores de este pueblo, San Miguel sale de su peculiar morada para participar en la misa que se celebra en su honor, el 29 de septiembre, la única jornada festiva y diferente en Fresneda de Sepúlveda, esta pequeña pedanía de Sotillo, un núcleo algo más grande, con más fiestas a lo largo del año y más actividades.

Señal hacia la arena

Sotillo espera más ayudas para concluir la remodelación del Ayuntamiento y reclama el arreglo del camino hacia la A-I

Isabel Jimeno.

La cifra es pequeña, pero en unos números tan bajos, perder cinco habitantes de un año a otro supone mucho. Y la caída parece no tener freno en Sotillo, uno de los municipios más pequeños de la provincia de Segovia, que a duras penas mantiene el padrón por encima de la treintena de personas gracias a algunos nuevos empadronamientos. Pero en invierno apenas veinte personas se quedan en la localidad. Y las previsiones de futuro, lamentablemente, no son optimistas. Hace años que no nace un niño y la media de edad elevada hacen presagiar un negro futuro.
Aunque esa soledad invernal cambia estos días, en verano, con la llegada de veraneantes y las actividades que, junto con el Ayuntamiento, promueve la asociación cultural Amigos de Sotillo, con casi dos centenares de socios, una cifra que pone de manifiesto en lo que se convierte el pueblo durante unos días.
Y la sede de la asociación es uno de los centros neurálgicos de Sotillo. Y más desde hace algo más de un año, cuando comenzaron las obras de remodelación de la Casa Consistorial, lo que ha obligado a trasladar las oficinas municipales a una minúscula sala de este inmueble. Asociación, Ayuntamiento y consultorio médico comparten y se reparten el edificio a la espera de que los trabajos en el Consistorio acaben. Es uno de los principales proyectos municipales, «pero no sabemos cuándo terminarán», apunta el alcalde, Antonio Barahona Moreno, a la espera de que una nueva subvención permita acometer otra fase de las obras. La venta de siete parcelas para construir viviendas llevada a cabo hace poco «es la única manera de hacer frente a las obras», advierte el regidor.
Poner suelo en el frontón que todavía está de tierra para poder contar con una instalación deportiva más que las porterías en el campo es otra de las iniciativas en las que trabaja el Ayuntamiento, pero «se aburre uno pedir. De los pueblos pequeños no se acuerdan», lamenta el regidor, quien no se cansa de reclamar el arreglo del acceso desde la autovía A-I a Sotillo. Y es que pese a que en ambas direcciones se encuentra señalizado, «es un camino de tierra», advierte Antonio Barahona. Una petición que llevan repitiendo desde hace años, pero los escasos 3,5 kilómetros que separan la vía de alta capacidad de este pequeño pueblo siguen siendo todavía de arena. Al menos la carretera que llega desde Duruelo, por ahora el principal acceso a este pueblo resignado a ir perdiendo vida cotidiana, fue arreglada hace poco tiempo y mejora las comunicaciones para llegar a Sotillo.