Blanco, pequeño y sabroso
Villaverde de Íscar es uno de los municipios segovianos con mayor producción de piñones, pese a que la cifra de piñeros ha descendido
Isabel Jimeno.
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Mauro y Alberto, dos productores de piñón de Villaverde de Íscar, muestran el producto./ Isabel Jimeno
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Las piñas de la última temporada, una «mala» cosecha, según los productores, permanecen almacenadas y tapadas en las naves para protegerlas del sol e impedir así que los piñones salgan hasta que entre mayo y junio los piñeros de Villaverde de Íscar saquen el producto a las eras para que, merced a la influencia del astro rey, las piñas desprendan sus ricos frutos.
Pero que la nueva cosecha no esté lista todavía no significa que no haya trabajo. Los piñones de la anterior campaña todavía permiten que la actividad continúe. Una vez cascados y separadas las cáscaras de los piñones, debe realizarse la selección del producto, despreciando las impurezas detectadas gracias a máquinas electrónicas y a la labor de las ‘mondadoras’, las mujeres encargadas de quitar aquellos desperdicios que la tecnología no detecta.
Un trabajo continúo que da lugar a los ricos piñones, almacenados en sacos para su comercialización, bien a través de las cooperativas en las que están integrados los piñeros de Villaverde de Íscar o bien directamente. La elaboración del turrón es uno de sus destinos, al igual que su cada vez mayor uso en los guisos. «Es bueno para el colesterol», advierte uno de los productores de piñón del municipio sobre las bondades del producto, del que dice que el castellano y leonés es el mejor.
Sorprende la cantidad de kilos de piñón limpio y blanco que guardan los sacos, pero para obtenerlos es necesaria mucha más cantidad de producto inicial. Y es que de unos cien kilogramos de piñas en verde se obtienen aproximadamente unos veinte de piñones enteros, de los cuales sólo el 20% son de piñón blanco y el 80%restante son las cáscaras que se usan como combustible para algunas calefacciones.
La superficie de pinos albares, de los que se obtienen las piñas, cada vez es mayor en detrimento de los negrales, destinados a la producción resinera, antes también importante en la economía de Villaverde de Íscar, pero ahora prácticamente inexistente. «Ahora lo que se siembra es pino albar, de piñón», comenta Alberto, que junto a su hermano se embarco hace un decenio en el negocio de la producción de piñón.
Y todo un veterano es Mauro, que «toda la vida, desde los ocho años» lleva dedicado al oficio de piñero, de los piñeros de verdad, esos que suben a las copas de los árboles para varear y que las piñas caigan al suelo de mediados de noviembre a mediados de marzo. «Sube como las ardillas», comenta Alberto.
Bajar las piñas
Pero los riesgo que entraña el trabajo y la irrupción de las nuevas máquinas hace unos cinco años –que mediante unos vibradores sacuden las ramas para que se desprendan las piñas– ha hecho que los auténticos piñeros casi hayan desaparecido. «Ya no hay casi piñeros, solo cuatro, los mayores sí que son piñeros de verdad, pero los jóvenes ya no quieren subir a bajar las piñas», comenta este productor. Y es que el elevado riesgo que supone este trabajo hace incluso que no encuentren seguros para los trabajadores, lamenta Mauro, que aunque ve cómo las modernas máquinas ayudan a limpiar de piñas secas los árboles, también lamenta que «parte de la producción se queda en el pino».
Villaverde de Íscar –una localidad segoviana en el límite con la provincia de Valladolid y muy cercana a Pedrajas de San Esteban, uno de los municipios con mayor producción de piñones– todavía se mantiene como uno de los pueblos importantes del sector, pero lo cierto es que el número de familias dedicadas al oficio ha descendido sustancialmente con el paso de los años. Aún así, las naves en las que se elabora el piñón no faltan por el pueblo.
De enero a julio, en Villaverde celebran una fiesta cada mes
Isabel Jimeno.
Sin tiempo para olvidar que ya han pasado las celebraciones navideñas, el 20 de enero, los vecinos de Villaverde de Íscar comienzan su calendario de festejos honrando con una misa y procesión a San Sebastián, patrón de la iglesia parroquial.
Febrero, se inicia con los festejos que las mujeres del municipio, como otras muchas de la provincia, dedican a Santa Águeda. Y es mismo mes o en el de marzo, depende del año, los quintos villaverdenses se unen para celebrar los carnavales.
Tras un respiro en el actual, el de abril, mayo comienza en Villaverde de Íscar con nuevos festejos. Para inaugurar el mes, de nuevo los quintos de la localidad se unen para colocar el ‘mayo’. Y en un pueblo de tradición agrícola no podían faltar las honras a San Isidro Labrador, el 15 de mayo.
El Corpus Christi en los últimos coletazos de la primavera que viste con su más colorido traje la rosaleda de Villaverde de Íscar también es motivo de festejos en el municipio.
Pero es en julio cuando llegan de verdad los días grandes, de mayor alegría y bullicio en este pueblo que sirve de límite entre las provincias de Segovia y de Valladolid. Misa, procesión, orquestas nocturnas para animar la velada y vaquillas para los aficionados al mundo taurinos son parte indispensable de los ingredientes de las fiestas de Santa Librada, en torno al 20 de julio.
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