Cuevas de Provanco

En un paraíso desconocido de difícil acceso

La ubicación de Cuevas de Provanco, en el valle del río Botijas, permite tocar algunos tejados con la mano

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

A paso lento, por una estrecha y sinuosa carretera se accede a Cuevas de Provanco. De repente, a la vuelta de una pronunciada curva, tras una larga subida, de nuevo comienza la bajada y el sorprendente paisaje aparece ante los ojos. Es un valle, el del río Botijas, que nace a siete kilómetros del pueblo, en lo que los cuevanchos llaman Las Madres, donde el agua surge por presión en lo alto.
Por las laderas, llenas de fuente naturales, los campos de labor se combinan con los árboles, los matorrales y las vides. Y es que la producción de la variedad tinto tempranillo, la misma que la de Denominación de Origen Ribera del Duero, es importante en Cuevas de Provanco, aunque la no inclusión en la denominación de origen supone un inconveniente a la hora de comercializar los caldos que salen de las cepas y se crían en las bodegas del pueblo. Lograr la ampliación de la denominación de origen es el objetivo, pero viticultores como Antonio son conscientes de su dificultad.
Pero si hay una lucha que centre los intereses de todos los cuevanchos es lograr que mejore la carretera de acceso a este paraíso. Un rincón para muchos desconocido en una esquina de la provincia, limitando a un lado con Valladolid y al otro con Burgos. «El pueblo es un poco desconocido por la carretera, da miedo, es criminal y la gente no quiere venir», lamenta el alcalde, Antonio González Mate, que no se cansa de repetir la importancia que tiene para Cuevas de Provanco contar con mejores vías de comunicación. «Estamos aquí olvidados. Siempre llegan arreglando la carretera hasta Sacramenia, pero aquí no llegan».
Y es que el regidor está convencido de que con mejores vías de acceso, su pueblo podría evolucionar y contener la despoblación gracias al turismo. Ya hay un alojamiento rural «y hay gente que quiere hacer otras, pero no se atreven hasta que no esté arreglada la carretera», lamenta. «Ahora los jóvenes, el que puede se queda, pero el que no, se marcha. El problema es que hay muchos solteros y las mujeres no quieren venir a vivir aquí», añade.
Durante estos días, la población de este municipio, ubicado en una ladera, se multiplica y hasta un millar de personas transita por el laberinto de estrechas calles de Cuevas de Provanco. Estrechas y en pronunciada pendiente, así se levantan las calles y las casas del municipio, de complicado paseo para quien no lo conoce. «Hay que saber, pero por aquí pasan coches, tractores y de todo», advierte Práxedes, una de las ancianas del lugar, que pese a estar acostumbrada al desnivel de su pueblo reconoce que «tengo un hijo en el barrio de abajo y casi no puedo ir a verle. Si voy tengo que ir cogiendo las vueltas de las calles».
Laberinto de calles
Y es que este peculiar laberinto de calles en constante subida hace que sea posible tocar con las manos el tejado de las casas y casi hasta el de la iglesia de la Vera Cruz. De tejado en tejado así han llegado a campar a sus anchas piaras de cerdos que hace años hacía un alto en el camino en Cuevas de Provanco, recuerda Antonio González Mate.
Es valle en el que disimuladamente se intuye Cuevas de Provanco también sirve de vínculo de unión con otros tres pueblos por los que discurre el río Botijas. Comidas, excursiones o actividades culturales son las actuaciones que conjuntamente llevan a cabo Cuevas de Provanco y las localidades vallisoletanas de Castrillo de Duero, Olmos de Peñafiel y Mélida de Peñafiel.
Pero, sin duda, el momento de mayor unión es la fiesta del Valle, el primer fin de semana de junio, que cada año se celebra en uno de los cuatro pueblo. Y es que la particular situación de Cuevas de Provanco, en el límite entre tres provincias, con mejores comunicaciones hacia Burgos y Valladolid, hacen que los cuevanchos tengan una peculiar relación con sus vecinos vallisoletanos, río Botijas abajo, por el frondoso valle.

La fiesta del valle

Cuevas de Provanco celebra una vez al año una fiesta en común con otros tres pueblos vallisoletanos del cauce del río Botijas

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

Arriba, en lo que los cuevanchos conocen como Las Madres inicia su vida el río Botijas, que continúa su camino por un frondoso valle plagado de árboles, campos de cereales y viñedos y fuentes naturales que manan por las laderas. A los seis kilómetros se encuentra con Cuevas de Provanco, un pequeño pueblo segoviano asentado en una de las laderas al que su ubicación en un pico de la provincia le hace estar más vinculado con sus vecinos vallisoletanos. El agua sigue su paso y se adentra en tierras pucelanas. Castrillo de Duero, Olmos de Peñafiel y Mélida de Peñafiel se cruzan en el camino de este cauce que además sirve de punto de unión a los vecinos de los cuatro pueblos, que han creado unos vínculos que van más allá de compartir el cauce del río Botijas.

Hace más de quince años que los tres municipios vallisoletanos, junto con el segoviano, decidieron estrechar aún más sus lazos de unión y desde entonces, año tras año, se encargan de organizar actividades en común con gran éxito de participación entre los vecinos.

La comisión encargada de organizar los actos se reúne casi mensualmente y ahora, cuando se avecina la fecha de más actividad, los encuentros son aún más frecuentes, apunta Antonio González Mate, alcalde de Cuevas de Provanco y uno de los miembros de esa comisión.

Excursiones y charlas

Ya han ido de excursión a Olmedo y el próximo sábado cuevanchos y vecinos de los pueblos vallisoletanos volverán a coincidir en un viaje a Soria para estrechar aún más los lazos de amistad entre las localidades del valle. Y es que entre las actividades programadas nunca faltan un par de excursiones al año y una semana cultural en la que los actos se reparten entre Cuevas de Provanco, Castrillo de Duero, Olmos de Peñafiel y Mélida de Peñafiel. Actuaciones teatrales y charlas informativas, este año sobre el cáncer y los hongos, forman parte del programa.

Excursiones y la semana cultural reúnen a los cuevanchos con sus hermanos del valle del río Botijas, pero si hay una actividad que de verdad sirve de punto de encuentro es la fiesta del valle, el primer fin de semana de junio. Una peculiar fiesta con más de quince años de antigüedad que cada año se celebra en uno de los cuatro pueblos hermanados por el cauce fluvial. Este año, Olmos de Peñafiel será el anfitrión de los festejos, el próximo sábado 3 de junio, en los que la misa de campaña, la paella y la comida que cada uno lleva reúne a centenares de personas en unos festejos especiales.

Cuevas de Provanco reclama el arreglo urgente de la carretera Isabel Jimeno.     La localidad de Cuevas de Provanco, asentada en una ladera del río Botijas. . /I. Jimeno Desde Sacramenia, una estrecha carretera llena de curvas asciende y luego baja al fondo del valle del río Botijas para llegar hasta Cuevas de Provanco, acodado en una de la laderas del cauce fluvial. Un peculiar asentamiento que hace que las estrechas calles estén en continúa subida y el desnivel entre unas zonas y otras del pueblo es tan grande que los tejados de algunas casas se pueden tocar desde las de un nivel más elevado. En este continuo subir y bajar de estrechas vías, junto a las casas conviven las numerosas bodegas. Algunas han caído en desuso, pero en otras todavía se continúa elaborando vino de forma artesanal. Como hacían sus ancestros, los cuevanchos trasforman en rico caldo tinto el fruto de las vides que crecen en el valle, que incluso permiten contar con una bodega comercial que elabora y vende sus vinos. Las nevadas del pasado invierno han causado destrozos en estas antiguas construcciones excavadas bajo la roca. Siete de ellas se han hundido y han obligado a cortar la calle. Y es que la curiosa ubicación de Cuevas de Provanco, con vías a distintos niveles, ha motivado el cierre al paso de una de las calles tras el hundimiento de las bodegas. En unos días, el alcalde confía en que, una vez que ha mejorado la meteorología, comiencen las obras para arreglar la calle. Este es uno de los proyectos del municipio, a la espera de que se haga realidad una de las mayores demandas de los cuevanchos: el arreglo y ensanche de la carretera que desde la vecina localidad de Sacramenia conduce hasta Cuevas de Provanco camino de la provincia de Valladolid. Tan estrecha que hay puntos en los que es complicado que dos vehículos pasen a la vez. «Estamos muy abandonados», lamenta el alcalde, Antonio González Mate, que reclama la urgente intervención en la vía para facilitar el acceso a este pueblo tan bonito como desconocido. Posibilidades turísticas Incluso el regidor advierte de que, pese a las posibilidades turísticas de su municipio, el sector no termina de despegar debido a las dificultades de acceso. El lleno completo durante todos los fines de semana en la casa rural que funciona desde hace unos dos año y que ya tiene reservadas sus habitaciones hasta final de año es prueba del éxito turístico de Cuevas de Provanco. Y la deteriorada carretera, junto con la ubicación en un pico de la provincia, alejado de la capita, hace que las relaciones de Cuevas de Provanco estén más dirigidas hacia sus vecinos vallisoletanos, «porque la carretera hacia Segovia está muy mal».

Entre cuevas y fuentes

Cerca de setenta fuentes salpican el término de Cuevas de Provanco, ubicado en el valle del río Botijas

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

En un pico de la provincia, haciendo frontera con Valladolid y Burgos, se encuentra Cuevas de Provanco. Un enclave singular, no sólo por la forma que dibuja en el mapa provincial, arañando terreno a las provincias vecinas, sino por el paisaje que rodea a este pequeño pueblo segoviano. Es precisamente ese paisaje una de las mayores riquezas de la localidad, fundada allá por el siglo X aprovechando una ladera con una pronunciada pendiente que permite que incluso algunas casas horaden en la roca para ganar terreno a la estancia.

Como si unos estuviesen encima de otros se alzan los edificios de Cuevas de Provanco, pueblo de estrechas y sinuosas vías a distintas alturas que hacen incluso que algunos tejados se encuentren casi al nivel de la calle por la parte posterior, mientras que por el otro lado alcanzan una altura considerable. Deben jugar con el paisaje del que forman parte y en el que están integradas, algunas construidas con piedras calizas propias de la zona.

Fiesta conjunta
Si el casco urbano es curioso e interesante, el espacio que lo rodea no lo es menos. Un frondoso valle, el del río Botijas, da aún más belleza a Cuevas de Provanco. Seis kilómetros arriba, en el lugar conocido como Las Madres, nace esta corriente fluvial que muere en el Duero. Castrillo de Duero, Olmos de Peñafiel y Mélida de Peñafiel, ya en la provincia de Valladolid, también son regados por sus aguas. Un hilo en común que alentó la celebración de una fiesta conjunta entre los cuatro pueblos. En unos días, sus gentes se volverán a unir para celebrar la fiesta del Valle, cada año en uno de los pueblos que baña el río Botijas.

Juncos y espadañas marcan el surcar de la corriente por el fondo del valle, que se puede recorrer gracias a la ruta marcada y disfrutar desde los miradores. Árboles y matorrales conviven con los majuelos que también abundan en la ladera en esta zona incluida en los Vinos de Valtiendas y próxima a la Denominación de Origen Ribera del Duero, aunque ya desde antaño sus gentes elaboraban el vino de forma artesanal. Y aún hoy hay quien continúa pisando la uva y dejando a los ricos caldos tintos alcanzar su punto adecuado en las bodegas excavadas por sus antepasados en las rocas.

No sólo al río Botijas se reduce la riqueza hídrica de Cuevas de Provanco. En Las Madres brota la corriente más importante de la localidad, pero hay otros muchos puntos. La asociación cultural llegó a catalogar hace años hasta 69 fuentes en el término municipal de este pueblo que toma su nombre de otro elemento también muy abundante: las cuevas que forman las rocas, como la de la Mora.

Entre cuevas y fuentes

Cerca de setenta fuentes salpican el término de Cuevas de Provanco, ubicado en el valle del río Botijas

ELENA RUBIO ARAGONESES | CUEVAS DE PROVANCO

Cuevas de Provanco es un lugar recóndito al que hay que ir expresamente, muy próximo al límite con las provincias de Valladolid y Burgos. Sin embargo, la visita merece la pena. Sobre el río Botijas, desde el páramo a la vega, se derrama el caserío del municipio. Sus calles empinadas y estrechas que serpentean la ladera trepan hacia lo más alto, donde se encuentran los restos de una torre medieval estratégicamente situada.

Entre sus monumentos también destaca la iglesia de la Vera Cruz, que fue reformada en el siglo XVI. Sin embargo, su origen es románico, y así se puede ver en su arcaico ábside al que da luz un único y original ventanal central. Su planta es de una sola nave y la cabecera se decora con arcos ciegos separados por dobles columnas. En su interior es de resaltar su retablo mayor, de estilo clasicista. Ha tenido que ser adelantado de su posición original para que se puedan ver los frescos que decoran el ábside y que podrían datar del siglo XV. Entre éstos, destaca el de la Anunciación. El templo también cuenta con un artesonado y un coro mudéjares. Las tablas dedicadas a San Pedro han permitido identificar a un pintor conocido como maestro de Cuevas de Provanco, un artista de principios del siglo XVI.

Pero no son los únicos tesoros que el visitante puede descubrir en este pueblo, porque en Cuevas de Provanco un elemento esencial es el agua. En el paraje de Las Madres nace el río a borbotones, en un humilde regazo calizo. Caminando junto al río Botijas se descubren algunos de los manantiales que le rinden sus aguas; y es que en el término hay alrededor de setenta fuentes. Precisamente la Asociación Cultural Cuevas de Provanco se marcó el objetivo, hace ya algunos años, de recuperar su entorno natural.

Miradores naturales

Para conseguirlo, el colectivo elaboró la llamada Ruta del Agua por las Cinco Fuentes, un recorrido circular que nace en la plaza del pueblo y que engloba puntos fundamentales de la localidad. Haciendo este itinerario se visitan las cinco fuentes principales -Fuentelibáñez, Santiuste, Morales, Fuentecorrales y Las Madres-, así como los diferentes manantiales menores. Durante el transcurso del camino, la ruta lleva al viajero por los miradores más singulares del entorno de Cuevas de Provanco. De esta manera, se puede disfrutar del denominado Mirador del Buitre, enclavado en un saliente que hay encima de Las Madres del río. Desde este punto se pueden observar los tres cañones que desembocan en la fuente del arroyo y, si hay suerte, los buitres que revoloteen por el lugar.

El segundo mirador es el del Alcaraván, ubicado sobre la fuente del Humiello. Desde él se contemplan los diferentes tonos que revela esta tierra. Por último, está el Mirador del Vino, situado sobre la pared rocosa del Tormazal, en el que el visitante disfruta de la panorámica de los cultivos de las viñas y del vuelo de las aves que anidan en las rocas.

Si esta ruta es demasiado larga, la Asociación Cultural Cuevas de Provanco también propone hacer recorridos secundarios más cortos. Destaca la que denominan Ruta de los Pilones, así como la de los Pastores, porque cerca de los manantiales también hay cuevas que utilizaban estos ganaderos como aprisco para guardar las reses por las noches. Otro itinerario es el de los Oficios, con el fin de recordar qué fuentes usaban los albañiles, los adoberos o el cestero para sus trabajos. Asimismo, está la Ruta de los Lavaderos.

Leyendas junto al Botijas

La tradiciónoralnarramultitud de historias queocurrieron en el pueblo

MÓNICA RICO | SEGOVIA.

Iglesia parroquial de Cuevas de Provanco, de origen románico y dedicado a la Vera Cruz. :: MÓNICA RICO

La tradición oral deja en los pueblos historias que tienen parte de realidad y parte de ficción. En su mayoría, con el paso de los años, qué parte corresponde a cada uno se acaba perdiendo y se convierten en viejas leyendas que se transmiten de generación en generación como parte de la historia de cada uno de los municipios.

En el caso de Cuevas de Provanco, son muchas las historias que han sido pasado de abuelos a padres y de padres a hijos. La primera de ellas hace referencia a su situación, dentro de la provincia de Segovia, pero en los límites geográficos con los territorios vallisoletano y burgalés. Así, cuentan que en la localidad se unieron para celebrar una comida tres obispos. Lo hicieron en la misma mesa, en un único plato y en distintas sillas, pero cada uno de ellos dentro de su provincia.
Otra de las leyendas nos traslada hasta lo que hoy en día son las ruinas de lo que en su antaño fue un castillo. La tradición oral relata la existencia de un caballo de oro escondido entre sus escombros. Además, también cuentan la existencia en la antigua fortaleza de pasadizos y túneles que se comunicaban con distintos puntos del municipio, como la cárcel o el río, para poder huir.

Tal vez este mismo castillo medieval sea el palacio al que hace referencia una de las principales leyendas que se localizan en este término municipal de Cuevas de Provanco. En este palacio vivía un rey moro con todo su séquito y su única hija, Penta, quien era pretendida por numerosos caballeros procedentes de distintas partes del mundo. Sin embargo, Penta no estaba interesada en ningún hombre y su único deseo era retirarse y vivir para la oración, ya que su madre le había enseñado los mandatos de la religión cristiana.

El monarca, al conocer los verdaderos deseos de su hija, enfureció. Existen versiones sobre lo que ocurrió a continuación. Si el padre, ofuscado por la verdad, quiso matar a su hija, que escapó hasta una cueva, o bien que el progenitor cedió ante los deseos de retiro de Penta y mandó su reclusión en una cueva, sin que se proporcionarle ni comida ni bebida.

Las versiones se vuelven a unir en que la hija pasó el resto de sus días en la caverna, dedicada a la oración, la reflexión y el retiro y fue alimentada por las palomas, que en su pico le acercaban distintos frutos y granos de cereal.

La gruta en la que la hija del rey moro pasó sus días estaba situada en una de las laderas de Cuevas de Provanco y hasta nuestros días ha llegado, denominándose desde entonces Cueva de Santa Penta. Los más ancianos del municipio recuerdan incluso un romance que se realizó sobre esta leyenda.
Otra de las cuevas, en este caso la conocida como de la Mora, también protagoniza otra de esas historias que viajan a través del tiempo. Cuentan que en dicho lugar se asentaron unos moros que dejaron allí sus tesoros y riquezas. Sin embargo, este hecho que no se ha podido comprobar por el complicado acceso al enclave.

En la ladera

Además de sus numerosas cuevas, este pueblo tiene mucho patrimonio histórico y natural que descubrir. Llama la atención la ubicación del municipio, sostenido en una ladera; pero más impresiona sin duda parte de su término, donde nace el río Botijas, en el lugar denominado Las Madres, un lugar de pequeños lagos y verdes praderas. Allí, donde brota el agua, el caudal es rodeado por juncos, espadañas y otras especies típicas de zonas húmedas. Un poco más adelante, el caudal aumenta, por la aportación del arroyo Pozuelo.

El camino del río continúa por un valle, que transcurre por Cuevas y tres municipios más de la provincia de Valladolid. Tras la vaguada, el cauce sigue su curso hasta desembocar en el río Duero. Los municipios que tienen como nexo de unión el valle del río Botijas celebran anualmente una fiesta de confraternización que suele culminar con una comida campestre.

EL NOMBRE

Parece ser que el nombre se refiere a la cantidad de cuevas existentes; y su apellido, al que se supone que fue su repoblador, Pedro Blanco. En 1123 aparece nombrado únicamente como 'Covas', mientras que ya en el siglo XVIII pasó de 'Cuebas de Pero Blanco' a su la unión del apellido y la denominación actual , Cuevas de Provanco.