Cobos de Fuentidueña

Junto a la ribera del Duratón y la iglesia

Veraneantes y pescadores llevan la alegría a Cobos de Fuentidueña, un pueblo con menos de sesenta habitantes

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

Junto al cauce del río Duratón, entre el embalse de las Vencías y el de Burgomillodo, a las puertas del Parque Natural de las Hoces del Duratón, se asienta Cobos de Fuentidueña. Los árboles que marcan el cauce que rodea el casco urbano ocultan las casas casi hasta la llegada al pueblo.

A un lado de la carretera, en un alto, las ruinas de la ermita de San Benito. Apenas unas piedras marcan el lugar en el que un día se asentó el templo.

Junto a la carretera, la entrada a las bodegas excavadas en la roca. Algunas hace tiempo que cerraron su puerta y el olor al vino que allí se elaboraba de manera tradicional no se escapa por los agujeros de la entrada. Otras, todavía sirven de centro de reunión en las fiestas de Nuestra Señora del Rosario, el primer fin de semana de octubre. Los pocos vecinos que aún quedan en Cobos de Fuentidueña y los hijos del pueblo que regresan para una ocasión tan especial acuden a las bodegas para merendar y el olor de las chuletas se entremezcla con el de los caldos tintos de las uvas de la variedad tempranillo, las que también sirven para elaborar los afamados vinos de la vecina Ribera del Duero.

Aunque las fiestas ya no son lo que eran. «Hace años, cuando empecé a venir por aquí, había mucha fiesta, venía mucha gente», recuerda Severino Alonso, uno de los pocos habitantes que hacen que el pueblo siga vivo. «Creo que mantenerse unos años sí que puede. Aunque la gente vamos siendo mayores, el fin de semana sí que suelen venir porque se han hecho bastantes viviendas y se están reparando casi todas las que hay», comenta Mariano Iglesias, el alcalde de este pequeño pueblo con tan solo 57 habitantes en el censo y sin muchas previsiones de crecimiento. Y es que el vecino más joven pasa ya de los veinte años y el padrón, a paso lento, sigue menguando.

Sin niños
Ahora los niños que vuelven a visitar a sus abuelos llenan de alegría las calles de Cobos de Fuentidueña, que por unos días olvida la soledad que pasea por sus calles durante el duro invierno. «Se siente tristeza al ver el pueblo sin chicos. Son los que dan alegrías. Ahora vienen los nietos y da gusto ver uno que grita, otro que canta, otro que juega...», apunta Mariano Iglesias, que echa en falta la presencia diaria de los infantes.

Los pescadores que lanzan sus cañas a las aguas trucheras del Duratón y algún que otro piragüista que rema por el cauce también animan el tranquilo día a día en este municipio, con clara vinculación a la agricultura, aunque ahora la mayoría ya son jubilados, lamenta el regidor.

Al otro lado de la carretera, de camino hacia el río, la joya de la localidad, la iglesia de San Julián Mártir, patrón del municipio, en cuyo honor Cobos de Fuentidueña celebra otras fiestas para abrir el año, el 7 de enero. Un templo románico, rodeado de vegetación, entre las huertas y sin casas a su alrededor que tapen su belleza.

Un poco más allá, a un kilómetro del pueblo, de los manantiales que surgen bajo la tierra brota el agua de la que se abastecen los vecinos. Nunca han fallado, pero la persistente sequía hace ser cautelosos con su riqueza en un pueblo que surgió junto al agua y que recobra la vida gracias a la corriente fluvial que baña sus tierras.

Un río de vida

Las aguas del Duratón sirven de reclamo para piragüistas y pescadores

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

Tras los árboles entre los que se camuflan las viviendas de Cobos de Fuentidueña se encuentra uno de los principales centros de vida de esta pequeña localidad con apenas medio centenar de personas en el censo y alguno menos en las jornadas laborales. El río Duratón es el elemento que mantiene con vida al pueblo y en torno al que gira buena parte de la actividad, junto a las tierras de labor en las que estos días en los que se avecina la cosecha hay más trabajo.

El acompasado sonido de los remos de las piragüas que surcan el cauce interrumpe momentáneamente el peculiar silencio de los pájaros, insectos y crujir de ramas junto al cauce. Y es que este es el trayecto elegido por muchos aficionados para surcar las aguas entre el pantano de las Vencías y el de Burgomillodo, a las puertas del Parque Natural de las Hoces del río Duratón.

Y en temporada de pesca el silencio de la ausencia de gente durante el resto del año es sustituido por otro silencio, el de los pescadores que acuden hasta las aguas trucheras de uno de los ríos más importantes de la provincia en busca de sus capturas y de los muchos cangrejos que habitan en el Duratón.

Y también para la diversión tiene un hueco el Duratón a su paso por Cobos de Fuentidueña. En el agua y fuera de él, hay un lugar para el recreo para grandes y pequeños. Los niños que acompañan a sus abuelos en las vacaciones estivales no pierden la oportunidad de compartir juegos junto al puente, mientras los mayores acuden al chiringuito de la ribera, uno de los centros con más actividad en este pequeño pueblo del norte de la provincia.

A la sombra, protegiéndose del calor entre los árboles, el chiringuito abre sus puertas de abril a octubre, cuando la climatología acompaña y no hay nada más apetecible que tomarse algo al arrullo de las aguas del Duratón. Cobeños y vecinos de otros pueblos limítrofes acuden hasta las instalaciones para disfrutar del agradable ambiente.

El resto del año un teleclub sirve de punto de reunión para los pocos vecinos de Cobos de Fuentidueña, que se juntan para jugar unas partidas a las cartas y las pocas mujeres que viven allí acuden a las clases de gimnasia que rompen la monotonía y el silencio de unos inviernos cada vez más solitarios.

Igual que antaño

Las meriendas en las bodegas y el juego del chito vuelven a Cobos de Fuentidueña en las fiestas

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

Las pequeñas puertas que dan acceso a las bodegas excavadas con mucho trabajo hace años por los ancestros de los cobeños demuestran que el cultivo de la vid y la producción de vino gozó de cierta importancia en el pasado. Hoy todavía algunas viñas se cuelan entre los campos de labor de Cobos de Fuentidueña, junto a la frondosa ribera del río Duratón que baña sus tierras, pero ya no son tan numerosas como tiempo atrás.

Y es que antes eran pocas las casas en las que faltaba el vino de cosecha, el elaborado a mano en los lagares y madurado en las bodegas. Para comer, para mitigar la sed en las largas jornadas de trabajo en el campo y para festejar, los caldos siempre acompañaban a las gentes.

Poco a poco, esos usos se fueron perdiendo y con ellos las viejas bodegas cayendo en el olvido. Por eso, hoy muchas están abandonadas. Sin embargo, otras mantienen sus primigenio uso y siguen conservando su original función de conservar el vino a la temperatura ideal para ser consumido.

Chuletas

Pero estas bodegas son mucho más que un lugar en el que almacenar el vino. Se convirtieron en un punto de encuentro y reunión con familiares y vecinos y ese uso es uno de los que aún se mantiene en Cobos de Fuentidueña, aunque con menos frecuencia que en el pasado.

Son las fiestas mayores, las de la Virgen del Rosario, a principios de octubre, una de esas fechas en las que se continúa manteniendo la costumbre de juntarse en las bodegas para merendar. Junto al olor del vino, el aroma de las chuletas asadas a la parrilla –como manda la tradición– recorre las calles de esta pequeña localidad situada al norte de la provincia de Segovia.

Rompen con la monotonía del día a día en este pueblo de escaso medio centenar de habitantes. Las fiestas son también la excusa para recordar aquellos juegos de antaño que entretenían las jornadas festivas. A las competiciones de cartas, que no faltan durante el año en el teleclub, se une el chito, que vuelve a poner a prueba la puntería de las gentes de Cobos de Fuentidueña.

Pesimista estabilidad

Cobos de Fuentidueña quiere arreglar el parque y comenzar a renovar la red de abastecimiento

Texto y fotografías de Isabel Jimeno

Aunque nacimientos y registro de nuevos niños en el padrón hace años que no se producen, el empadronamiento de gente que regresa al pueblo permite que la cifra de habitantes se mantenga relativamente estable en torno al medio centenar de habitantes en los últimos años. Una buena noticia dentro del pesimismo que supone no contar con la alegría de los pequeños a diario por las calles y ver que más de la mitad de los vecinos ya han cumplido los 65 años.
Al menos ésta es una época en la que ese triste panorama cambia un poco con la llegada de los veraneantes que pasan una temporada en este pequeño pueblo acurrucado junto al cauce del río Duratón.
Precisamente esta corriente además sirve de reclamo para que otros muchos se acerquen a Cobos de Fuentidueña. Al rítmico sonido de los piragüistas golpeando con sus palas el agua, los bañistas y quienes disfrutan de las agradables tardes estivales a la sombra de los árboles de la ribera se unen quienes acuden a pescar cangrejos, uno de los mayores atractivos de esta localidad.
Aunque ya no hay tantos como antaño, todavía son numerosas las personas que en verano, mientras está abierta la veda, se acercan hasta las aguas del Duratón a su paso por Cobos de Fuentidueña para hacer sus sabrosas capturas.
La lástima es que pese a contar con ese encanto de un pueblo pequeño, tranquilo, a la sobra del río, a medio camino entre el Parque Natural de las Hoces del Duratón y el pantano de las Vencías, el turismo rural no haya despertado aún y dé algo más de vida a este municipio agrícola y con la mayoría de sus gentes ya jubiladas.
Contar con actividades para hacer más amena la vida es fundamental. Por eso, una vez que cerró el bar que había, el Ayuntamiento se apresuró a arreglar un local como teleclub que abre todos los días como punto de reunión. Otro de los rincones que se quiere adecentar es el parque. Y comenzar a renovar la vieja red de abastecimiento otro de los proyectos que prevé ejecutar próximamente el Ayuntamiento de Cobos de Fuentidueña.

Pequeño alto en el camino

Cobos de Fuentidueña ofrece bellos paisajes regados por el Duratón y varias fuentes

MÓNICA RICO | SEGOVIA

Aunque sus vecinos ya se han acostumbrado a la tranquilidad que ofrece el municipio de Cobos de Fuentidueña, durante el invierno no es fácil vivir en una localidad que sufre especialmente la despoblación del medio rural. Sin embargo, con los rayos de sol y el calor, estos días comienzan a llegar nuevos vecinos, especialmente los hijos del pueblo, que consiguen que la vida vuelva a fluir por las calles, aunque sea sólo durante unos meses.

El río Duratón y todas sus posibilidades, además de la serenidad del municipio y sus asombrosos paisajes, son los encantos y atractivos que ofrece la localidad al visitante, en un municipio que aún no ha desarrollado las oportunidades que hoy en día ofrece a este tipo de términos el turismo rural.
A pesar de ello, el fluvial sí atrae a lo largo de la temporada estival a grupos de turistas que llegan en busca de disfrutar su reposo en contacto con la naturaleza, a piragüistas que realizan deporte por sus calmadas aguas e incluso a pescadores de cangrejos.

Aunque esa tranquilidad de hoy muchos vecinos no la cambian por nada, en su día el municipio fue mucho más importante. Una iglesia y dos ermitas atestiguan esta versión, aunque los primeros asentamientos que llegaron a Cobos no construyeron grandes edificaciones, sino que vivían en cuevas. De hecho, de ahí proviene su nombre.

Sin embargo, estos primitivos pobladores encontraron una exquisita loma junto a la vega del Duratón, donde ahora abundan las choperas y no hace tantos años las huertas. Algunas de ellas todavía prevalecen. Más datos se conocen de los antiguos pobladores del lugar, ya que dentro del término se encuentra un antiguo asentamiento romano en el que se han hallado vestigios aún de otros moradores de épocas pretéritas. Se trata de un lugar denominado 'Habuba'.

Todos ellos, romanos y asentamientos anteriores, hallaron en el lugar numerosas fuentes y cercanas a la vega del río que, junto con la belleza del emplazamiento, pudieron ser determinantes para la vida en esta zona.

Esta pequeña localidad, enclavada junto al cauce, se halla en la comarca Tierra de Pinares, y esta vegetación es la que se encuentra también junto al municipio, un paraje plagado de pinos resineros, donde se descubre un lugar singular, la denominada fuente de las Mozas, que aseguran que es un manantial de aguas cálidas. A pesar de estar algo alejado del pueblo, era el sitio elegido por las mujeres para lavar durante el invierno. Y aún son muchos los que en verano recorren el camino que lleva hasta el lugar en la busca del frescor de los pinos durante un tranquilo paseo.

Salpicado de bodegas

Siguiendo con el paisaje, el de Cobos está salpicado de bodegas. No en vano el municipio se halla incluido dentro del área de la marca Vinos de Calidad de Valtiendas. Los caldos del lugar, aunque cada vez menos frecuentes, como la población, se sitúan en lo más alto del panorama provincial.

Las bodegas que durante años acogieron lagares y decenas de botellas, hoy son más lugar de reunión y para la merienda, pero en algunas de estas curiosas excavaciones en la roca aún se pueden encontrar buenos vinos de cosecha, elaborados con mimo, tal y como manda la tradición.

Rodeada de muchas de estas bodegas se alza la ermita de San Benito. Situada en un cerro desde el que se puede observar tanto la vega del río donde se sitúa Cobos de Fuentidueña como la imagen de sus campos de cultivos por donde se esparcen algunos almendros, que dependiendo de la época del año ofrecen un variado colorido.

También en este punto encontramos otra fuente, en esta ocasión con el nombre del mismo santo: la fuente de San Benito. Desde este alto se otea la iglesia del municipio, un templo románico dedicado a San Julián Mártir. Además, la localidad ofrece al visitante una ermita más, la de San Juan.

El nombre

En las primeras referencias que aparecen de la localidad, éste únicamente se llamaba 'Covos', al parecer por la existencia de cuevas en sus inmediaciones que sirvieron de hogar a los repobladores del lugar. No fue hasta el siglo XIX cuando se le añade el sufijo 'de Fuentidueña', que le acompaña por pertenecer a esta Comunidad de Villa y Tierra.

La iglesia

El templo parroquial de Cobos de Fuentidueña está dedicado a San Julián Mártir. En su exterior es claramente de estilo románico, aunque en su interior cuenta con elementos de otras épocas posteriores. Destaca, por ejemplo, la ausencia de decoración escultórica, influencia cisterciense. Es una iglesia sencilla, de una sola nave, con cabecera semicircular a la que se accede a través de un arco apuntado, que indica el tránsito al gótico. Destaca su pila bautismal románica, de piedra labrada con distintos detalles, como pieza singular. El edificio fue restaurado en la década de los años noventa.