Aldeasoña

Unas fiestas que suenan

Con poco más de cien habitantes, Aldeasoña presume de unas afamadas fiestas que atraen a miles de personas

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

Poco a poco, al abrigo del calor veraniego y la sombra de la ribera del arroyo Hoz que pasa por el pueblo, Aldeasoña toma otro color. Las calles prácticamente vacías durante buena parte del año y en el crudo invierno, empiezan a tener más gente.

Aldeasoña se prepara para uno de los momentos más esperados del año: las fiestas en honor de Santa María Magdalena, que este año se celebrarán del 29 al 31 de julio. Tres días de intensa actividad en los que, sin saber muy bien por qué, la localidad atrae a ríos de gente de toda la comarca. «La Guardia Civil ha calculado que algún año han llegado a venir entre 8.000 y 10.000 personas», destaca el alcalde, Miguel Ángel Regidor Pérez, orgulloso de las fiestas de su pueblo.

La misa y la procesión con la imagen de la santa a ritmo de jota mientras las campanas voltean incansablemente reúnen al centenar de habitantes de la localidad y al casi medio millar de personas que esos días regresan a su pueblo. Aunque las orquestas nocturnas son el plato fuerte, entre las que este año destaca con nombre propio la actuación de La Década Prodigiosa el sábado 30. Los fuegos artificiales el día 31 pondrán el punto y a parte a unas fiestas de reconocido prestigio en la zona.

Igualmente atractiva para los aldeasoñanos es la fiesta en honor de San Antonio de Padua. Cada 13 de junio recuperan la tradición, mezclada con devoción por el santo, que recorre las calles del pueblo subido en las andas, acompañado por los niños, que completan la procesión subidos en las andas. De regreso a la iglesia de la Virgen de la Magdalena, la atención se centra en la puja por los palos de las andas y por devolver a San Antonio a su trono.
Pero cuando se acaba el verano, la realidad de Aldeasoña es otra bien distinta. Con algo más de un centenar de personas empadronadas, solo son setenta, la mayoría ya mayores, los que viven allí a diario. Por el laberinto de estrechas, sinuosas y empinadas calles sin nombre, apenas se va a los aldeasoñanos. «La gente no se queda porque no hay medio de vida en el campo. Dicen que hay que mirar por los pueblos, pero es mentira. Para que haya empresas tiene que haber personal y, como no hay personal, no hay empresas», lamenta uno de los vecinos del pueblo, algo escéptico ante el incierto futuro del pueblo, dependiente de la agricultura. «El futuro que veo es un poco malo», lamenta también el alcalde de Aldeasoña. «Ahora con las subvenciones no creo que haya problemas con la agricultura, pero luego... La mayoría ya son jubilados», advierte el regidor.

Hacia otros pueblos

Aun así, este aldeasoñano confiesa que «no se vive mal, no me quejo. No es como antes, porque ahora tienes tus medios para salir y vienes aquí y no te molesta nadie. Pienso qué va a ser de nosotros dentro de unos años, si aquí no viene nadie, pues tendrá que dejar de venir el panadero porque va a gastar más viniendo. Piensas en ir comprando un piso, la gente está comprando pisos en Cuéllar o por ahí para irse cuando sea mayor», apunta.

Pero a Aldeasoña aún le queda futuro, aunque puede que en unos años se quede solo como pueblo de fines de semana, cuando mucha gente regresa a Aldeasoña atraída por los exquisitos corderos asados de la zona o para buscar setas por el campo durante el otoño.

Las cenas entre amigos, sobre todo entre los hombres, en casa o en alguna de la numerosas bodegas excavadas en la roca que rodean el pueblo y que un día sirvieron para almacenar el vino, pero ahora no porque tan solo sigue cultivándose un viñedo, también sirven de aliciente para que los hijos del pueblo regresen a Aldeasoña.

Nombre con denominación

Una bodega de Ribera del Duero comercializará un vino con el nombre de Aldeasoña

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

Coro Bodegas excavadas en la roca, en las que se citan a merendar los habitantes de Aldeasoña. /I. Jimeno

La cita en las bodegas para merendar es casi ineludible para los vecinos de Aldeasoña, sobre todo para los varones, porque lo de ir a las bodegas hoy convertidas en mesones sigue siendo casi cosa solo de hombres, aunque también hay mujeres más jóvenes que se unen a los festejos que se repiten cada tarde de los sábados y domingos.

Ahora el uso de estas frescas construcciones excavadas bajo la piedra blanca de Aldeasoña casi solo han quedado para pasar el rato con los amigos, pues su inicial uso para la elaboración tradicional de vino prácticamente ha desaparecido, al igual que los viñedos, que apenas crecen por las campos de labor de la localidad.

Antonio Regidor es el único que todavía mima sus cepas en Aldeasoña para que den los ricos racimos con los que luego elabora el vino de cosecha como antaño. Aunque el trabajo sigue siendo manual, una prensa electrónica ayuda a Antonio Regidor a elaborar su rico caldo en los primeros días del otoño, cuando acaba la vendimia. Un vino que también pueden probar quienes se acercan hasta su bodega.

Y aunque en el campo de labor casi no hay viñedos, Aldeasoña podrá presumir en breve de contar con una bodega de gran reserva Ribera del Duero e incluso con un vino que llevará el nombre del pueblo gracias a la iniciativa de una empresa privada.

La localidad no está incluida dentro de la Denominación de Origen Ribera del Duero, pero paseará su nombre por el mundo gracias al rico caldo que en un tiempo saldrá de la bodega que desde hace un año comenzó a habilitarse en la conocida como Casa Grande. Un histórico edificio de mampostería de 1715 junto a la iglesia la Magdalena en el que, procedente del Monasterio de San Francisco, del cercano municipio de Peñafiel, llegará embotellado el vino que en Aldeasoña alcanzará su punto perfecto para ser degustado bajo el nombre del municipio. ‘Aldeasoña’ es la denominación que permitirá que el nombre de este pequeño pueblo de menos de cien habitantes sea conocido a kilómetros de distancia una vez que la empresa inaugure la bodega de un gran reserva de la Ribera del Duero.

Entre rocas y agua

La abundancia de manantiales y corrientes de agua provocó tiempo atrás numerosas enfermedades en los vecinos de Aldeasoña

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

Hoy, el agua es un preciado recurso indispensable para la vida y para asegurar el futuro. Sin embargo, antes, también era necesario, pero cuando las condiciones de higiénicas y la medina todavía no estaban muy avanzadas, la abundancia de agua traía consigo muchas incomodidades y contratiempos.
Rodado de rocas y con escasa ventilación, en una zona húmeda y pantanosa, Aldeasoña padeció en tiempos un sin fin de enfermedades por estas condiciones. Así lo recoge, por ejemplo, Pascual Madoz en la descripción del pueblo que hace en ‘Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España’, donde apunta que el clima de la localidad a mediados del siglo XIX era “poco sano” y sus gentes eran propensas a padecer “tercianas cotidianas, pulmonías nerviosas y muchos constipados”.
Pero esa riqueza hídrica también sirvió de sustento y medio de vida a los habitantes de Aldeasoña, que aprovecharon las aguas del arroyo de la Hoz para instalar un molino y un batan.
No solo por el arroyo corría el agua en Aldeasoña, sino también por muchas de las estrechas y empinadas calles que configuran el pueblo. Entre todas las corrientes, una muy especial, la fuente situada al lado de la fragua, a la que todos los vecinos acudían para abastecerse. Hoy una fuente con lavaderos, aunque de agua no potable y sin mujeres blanqueando la ropa, se mantiene en el centro de la localidad, que tiene en su paisaje uno de los mayores atractivos.
Aquí acaba la ruta por el valle de la Hoz que comienza en la vecina localidad de Membibre de la Hoz. En el pueblo se conserva el manantial Fuenteendrinos, uno de muchos que antaño manaban por estas tierras y uno de los símbolos de Aldeasoña, que además da nombre a la asociación cultural.
Si el agua es una de las características de esta localidad segoviana, las rocas que rodean el pueblo y dibujan un curioso paisaje también lo son. Elegidas por las rapaces como hogar y por los vecinos de Aldeasoña para perforar sus típicas bodegas en las que aún ser conserva el vino que algunos continúan elaborando de manera artesanal para acompañar en las comidas y, sobre todo, en las meriendas que no faltan los fines de semana en los merenderos construidos junto a las bodegas, unos de los principales centros de reunión y actividad de este pequeño pueblo de Segovia, próximo a la provincia de Valladolid.

Actividad y agua

Aldeasoña concluirá la renovación de la red de abastecimiento y la construcción de un centro social

Texto y fotografías de Isabel Jimeno

La cuenta atrás para las fiestas en honor de Santa María Magdalena ya ha empezado. Aún falta mes y medio para que, del 18 al 20 de julio, Aldeasoña recupere la alegría y se llene de gente sus casas y calles y en el pueblo ya se cuentan los días para las mágicas fechas. No sólo hijos y nietos del pueblo que regresan a él, sino también otras personas de la zona que no se pierden las fiestas de una localidad pequeña, pero con gran atractivo y reclamo. Es cuando sus calles se llenan de los jóvenes. Ésos que habitualmente no hay en Aldeasoña, donde la mayor parte de su población es mayor.

La búsqueda de puestos de trabajo fuerza la emigración y, sin parejas jóvenes, no hay niños. Es uno de los males que sufre, como otros muchos pueblos, este municipio segoviano con escasos setenta habitantes censados, pero alguno menos viviendo a diario en él.

Pero antes de que lleguen las fiestas patronales, en unos días, el 14 y 15 de junio, Aldeasoña tiene una cita con otra de sus fechas marcadas en rojo en el calendario: la celebración de San Antonio. Una fiesta menos concurrida, pero también muy arraigada entre la población. Quienes aquí hunden sus raíces regresan al pueblo para acompañar al santo en la procesión con los niños subidos sobre las andas, bailar con la música o participar en los juegos, comidas populares o concursos tan originales como el de sombreros o el de lanzamiento de pipo de aceituna. Y es que, aunque con pocos vecinos, Aldeasoña es un pueblo muy activo.

Precisamente para acoger estas actividades y otras, uno de los proyectos en los que trabaja en el Ayuntamiento es en la construcción de un centro social. Como los recursos son escasos, al igual que el resto de iniciativas, se debe hacer por fases y, poco a poco, los sueños se hacen realidad. Entre esas aspiraciones para el futuro figura el deseo de construir un nuevo frontón que sustituya al viejo y deteriorado encajado en el centro del pueblo para que los aldeasoñanos pueden jugar al frontenis y a la pelota a mano, dos deportes con muchos aficionados en la localidad.

El valle de Fuentendrino

Plantar árboles y adecentar el entorno del valle de Fuentendrino figura también entre los proyectos que tiene planteados el Ayuntamiento de esta localidad bañada por las aguas del arroyo de la Hoz. Precisamente vinculado al cauce surcado de una verde arboleda está otro de los proyectos municipales. Y es que debe cumplir con la normativa e instalar una depuradora. Aunque por su pequeño tamaño, Aldeasoña tiene una prórroga para acometer la obra, está «condicionada a una solución urgente», advierte el alcalde, Miguel Ángel Regidor, quien apunta que en estos momentos «estamos estudiando la mejor forma de sufragar los gastos de la instalación de la depuradora».

Con el agua, pero potable, tiene que ver otro de los proyectos importantes en los que trabaja este municipio en el que siempre existió una gran abundancia de agua. Ya se han ejecutado dos fases de la renovación de la red de abastecimiento «apreciando una notable disminución de la pérdida de agua por el mal estado de las tuberías», subraya el regidor, por lo que ahora, una de las prioridades es acometer la última fase de renovación de la red «para dejar solucionado el tema de la pérdida de agua ocasionado por roturas en las antiguas tuberías».

Mejorar el asfaltado e iniciar la concentración parcelaria de las tierras de labor en este pueblo de base económica agrícola y ganadera que no sirve para retener población joven son otros de los proyectos del Ayuntamiento para mejorar la vida en la localidad de Aldeasoña.

Rico patrimonio industrial

En Aldeasoña existieron varios molinos harineros y aún se conservan bodegas excavadas en la roca

Elena Rubio Aragoneses

Situado en una zona con una orografía de muchos desniveles, Aldeasoña es uno de los pueblos segovianos con menor altitud sobre el nivel del mar. Formado por calles empinadas y sinuosas se encuentra haciendo frontera al norte con la provincia de Valladolid y está cerca de lo que en otro tiempo fue una zona pantanosa. De ahí que durante años sus habitantes han buscado los firmes rocosos para asentar las viviendas. Fuentes históricas apuntaban a que los vecinos de este pueblo solían padecer de reuma y enfermedades propias del exceso de humedad.

Sin embargo, los abundantes manantiales han servido a lo largo de la historia para que en el pueblo funcionasen varias 'industrias'. Ya en el siglo XVIII el Marqués de la Ensenada describe dos molinos harineros con dos ruedas. Uno pertenecía a Francisco Núñez y dejaba de utilidad veintidós mil setecientos seis reales incluidos quinientos veinte reales del molinero. El otro molino era propiedad de Frutos Rojo y rendía mil ochocientos sesenta reales en los que iban incluidos novecientos diez del molinero.

Hoy se puede contemplar lo que queda del antiguo Molino de Valdildo, un edificio de planta rectangular de dos alturas, al que se le adosa otro de igual planta pero de mayores dimensiones. Su fábrica es de mampostería de piedra trabada con barro y mortero de cal y presenta huecos enmarcados con bloques de caliza. Queda sólo una parte de la cubierta. Tiene dos cárcavos rematados en arcos de medio punto, realizados con sillares de granito. Asociado a él existe una vivienda y otros volúmenes usados como cuadras y dependencias adicionales. Este molino fue abandonado en la década de los setenta.

Pero si hay un patrimonio 'industrial' de Aldeasoña son sus bodegas. Situadas en torno al pueblo y en la salida que conduce a Membibre de la Hoz, se construyeron a principios del siglo XIX aprovechando el relieve de la localidad. Hoy en día estas bodegas son utilizadas por los varones de este pueblo para juntarse a merendar, sobre todo, los fines de semana. Además en unos días se abrirá en el pueblo la Bodega Aldeasoña, que comercializará un vino exclusivo.
Y cuando si se juntan hombres, mujeres y niños es en las fiestas de este pueblo. Faltan apenas unos días para que la localidad se engalane y celebre a San Antonio de Padua, el próximo 13 de junio. Una tradición en la que el santo sale en andas por las calles de Aldeasoña, acompañado por los niños que completan la procesión subidos en las andas. De regreso a la iglesia de Santa María Magdalena se subastan los palos de las andas y subir al santo a su trono.

Este templo consta de dos naves, con cabeceras y capillas góticas, cubiertas con bóvedas de crucería. En el exterior del templo, junto a la cabecera de la iglesia, se abre una puerta que pertenece a la Casona del Mayorazgo, por donde accedían sus dueños al templo en épocas pasadas. En el interior sobresale el retablo de renacentista de la Virgen del Rosario, compuesto por la escultura de la Virgen y siete pinturas sobre tabla con temas del Calvario de Cristo y de la vida de la Magdalena.

El Ayuntamiento ha destinado los 13.982 euros del Fondo Estatal de Inversión Local a la pavimentación de la calle La Plaza.