Frumales

Rodeado de árboles, a los lados del arroyo

Frumales espera la llegada del transporte a demanda para mejorar las comunicaciones con otros núcleos

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

Rodeado de árboles, en el fondo del valle del arroyo Cerquilla que atraviesa y divide en dos el pueblo. En ese rincón de la comarca de Tierra de Pinares se esconde Frumales. Las casas se extienden metros y metros a un lado y a otro del arroyo, que este año apenas lleva agua, pero sí lo suficiente para albergar una frondosa vegetación que no deja ver el cauce, en el que conviven pequeñas ranas que con su croar interrumpen el silencio en la vida del pueblo.

Metros y metros de casas de un pueblo que un día fue grande, pero ahora ni siquiera llega a los doscientos habitantes y en los últimos años se ha logrado mantener en torno a los 190, pese a que los nacimientos casi ni existen. «Ahí no vive nadie. En esa otra casa tampoco y en esa tampoco. En esta son de Madrid y vienen en verano...», señala la alcaldesa, Purificación Acebes Cárdaba, durante el paseo por las vías del pueblo.

En ese recorrido por las calles del pueblo llama la atención un olmo centenario que se secó hace años, pero que los frumaleños no han querido perder y después de cortarle, le han colocado como un monumento en uno de los jardines del pueblo. Pero aún sorprende más la olma milenaria. De inabarcable diámetro, con el tronco hueco de lo grande que es y con extrañas y curiosas formas, la olma milenaria es uno de los símbolos del pueblo.

Junto al viejo árbol, la también anciana iglesia que pide a gritos un arreglo de su interior. «Hace años cambiaron el piso y le pusieron de madera, se ha podrido y ahora vas andando y te vas clavando», denuncia la alcaldesa, que confía en contar con la subvención que les ayude a reparar el templo de Nuestra Señora de la Asunción.

Pero el viernes es día de mercado y los vendedores ambulantes que intentan cobijarse de los rayos del sol en los lugares de sombra junto a la plaza sacan de sus casas a las vecinas del pueblo. Durante la mañana, en ese ir y venir con la compra, las calles de Frumales adquieren un color diferente, más animado que en una jornada cualquiera.

Actividades veraniegas

Aunque ahora, con la llegada del verano, Frumales es otro pueblo diferente al del invierno. La población llega a triplicarse, sobre todo en los días de fiesta en honor de Nuestra Señora de la Asunción y San Roque, el 15 y 16 de agosto. El resto del verano la piscina supone el gran atractivo para la llegada de veraneantes. Hace unos días abrió sus puertas un año más no sin un gran esfuerzo por parte del Ayuntamiento. «Nos da muchos gastos, pero tenemos que mantenerla», advierte la alcaldesa.
Junto a la piscina, las actividades lúdicas organizadas por la asociación cultural de Frumales dinamizan la vida del pueblo durante el estío, que nada tiene que ver con los fríos y solitarios días de invierno.
A unos metros de la carretera, entre Cuéllar y Hontalbilla, Frumales sueña con la llegada del servicio de transporte a demanda que facilite el viaje a los frumaleños, buena parte ya mayores, que solo cuentan con un servicio de ida hacia Cuéllar a las 7.30 horas y de regreso a las 15.00. «Y como el centro médico está arriba y el autobús para abajo hay a gente que le cuesta mucho subir», apunta Purificación Acebes Cárdaba.

Pocos, pero activos

Las asociaciones Nuestra Señora de la Aldehuela y El Pilón organizan actividades durante todo el año en Frumales

Isabel Jimeno.

Las aulas de manualidades y de cultura que llegan a través del área de Servicios Sociales de la Diputación Provincial son una buena vía de escape para las mujeres de Frumales, que tienen así ocupadas dos tardes a la semana mientras dura el curso. Las clases son un manera de aprendizaje, pero también una forma de hacer más amenas las solitarias tardes de invierno. Y es que en verano, cuando las amplias vías del pueblo se llenan con los gritos de los niños que llegan al municipio, la vida se hace más amena, en buena parte debido al gran atractivo que supone la piscina municipal, que se mantiene abierta cada estío gracias al esfuerzo del Ayuntamiento.

El resto del año, las charlas y paseos mantienen la actividad entre las frumaleñas, más dispuestas a participar en actividades que los varones. En 1988 fundaron la Asociación Nuestra Señora de la Aldehuela, integrada desde hace unos años en la Federación de la Mujer Rural, con sede en la vecina localidad de Hontalbilla, y en la que depositan buena parte de la organización de los actos, por lo que la actuación del colectivo ha disminuido, aunque las actividades en las que participan, no.

El concurso de brisca en las fiestas nunca falta gracias al empeño de la agrupación, que ya está pensando en unirse con la asociación de jubilados del municipio para poder solicitar así clases de gimnasia de mantenimiento el próximo curso. Y es que aunque también hay jóvenes, la mayor parte de la veintena de socias ya son jubiladas. Cursos a través del colectivo de mujeres rurales, charlas y participación en actos de días señalados son algunas de las actividades a las que también acuden las frumaleñas a través de la Federación de Mujeres Rurales.

Las féminas no son las únicas que organizan actividades en Frumales. La asociación El Pilón también se encarga de sacar de la monotonía la vida en el pueblo, sobre todo durante el verano, cuando el número de gente que hay en el municipio se incrementa sustancialmente. Es durante esos animados meses cuando realiza el mayor número de actividades el colectivo con sede en una de las viejas escuelas, en desuso lectivo desde hace años y convertidas en local de las asociaciones, también de la de jubilados, cuyos socios se reúnen con frecuencia para echar unas manos a las cartas, casi la única actuación que realizan.

Ahora, otra de las aulas, destinada a peña, servirá de almacén para útiles los útiles municipales que el Ayuntamiento tiene que llevar allí debido a las obras en la iglesia, que han obligado a trasladar el culto a un local en los bajos del Ayuntamiento.

Las obras obligan a trasladar el culto al Ayuntamiento Isabel Jimeno.   La iglesia en Frumales de Nuestra Señora de la Asunción, que está siendo rehabilitada. / Isabel Jimeno   Ya está en marcha uno de los principales proyectos para atender las demandas de los frumaleños. Las obras de rehabilitación de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción harán realidad una de las mayores demandas de los vecinos de este pueblo de 190 habitantes. Y es que el deteriorado estado en que se encuentra el templo requería una importante inversión, que se llevará a cabo a través de la Consejería de Fomento de la Junta de Castilla y León. Con un presupuesto que supera los 205.000 euros, en un plazo de cinco meses, el templo lucirá sustanciales mejoras, tanto en su cara interior como exterior. Reparar la cubierta, demoler el pórtico actual para sacar a la luz el arco de piedra que ahora se encuentra oculto y la demolición del tabique que divide el ábside en dos partes son algunas de las actuaciones que sufrirá la parte exterior de la iglesia. Además de la sustitución del sistema de iluminación y la restauración de la escalera, una de las actuaciones más necesarias en el interior del templo es la eliminación del solado de madera instalado hace unos años y que se encuentra en muy mal estado. «En un entierro uno casi se rompe una pierna porque la madera está muy mal y se le metió el pie», advierte la alcaldesa de Frumales, Purificación Acebes. Los trabajos en la iglesia han obligado a trasladar el culto a un local en los bajos de la Casa Consistorial, que el pasado domingo ya vivió la primera misa y además por todo lo alto, pues los frumaleños celebraban las fiestas de Nuestra Señora de la Aldehuela. Aunque los actos hayan sido menos vistosos, los vecinos muestran su satisfacción con las obras que permitirán mejorar una de sus mayores joyas, ahora desprovista de sus enseres que las mujeres se han encargado de trasladar a un lugar seguro mientras duran los trabajos.

Ahuyentar a la zorra

Los niños de Frumales subían el día de San Andrés a los Hornillos tocando los cencerros

Isabel Jimeno.

Ni los mayores saben explicar los orígenes y motivos exactos de la tradición, pero lo cierto es que el 30 de noviembre desde antaño ha sido una fecha señalada en Frumales. No es un día de fiesta, pero sí se celebra de una manera especial. Aunque durante algún cayó algo en el olvido, desde hace unos años ha vuelto a marcarse en el calendario de acontecimientos señalados de esta localidad segoviana, al igual que el primer domingo de mayo y el 15 de agosto.

En unos días, celebrarán Nuestra Señora de la Aldehuela, nombre también de un poblado hoy desaparecido que durante años perteneció a Frumales, y a mediados de agosto, Nuestra Señora de la Asunción y San Roque, las fiestas mayores.

Con un fondo diferente, pero con el mismo espíritu de diversión se conmemora San Andrés. Ahora son los adultos quienes organizan la fiesta, con una hoguera en las eras del pueblo en la que hacen chocolate y asan panceta que reparten entre los vecinos. Pero antes, la fiesta era de los más pequeños. Los niños del colegio, exclusivamente varones, cumplían el 30 de noviembre con el ritual de subir hasta la cuesta de los Hornillos tocando sus cencerros.

Por el pueblo

Después de comer, los pequeños frumaleños salían de sus casas y comenzaban el ascenso hasta este alto, a medio camino entre Frumales y la vecina Moraleja de Cuéllar, desde donde se divisa el pueblo, asentado en el valle que marca el arroyo Cerquilla, que atraviesa y divide en dos la localidad.
El sonido de los cencerros indicaba que San Andrés había llegado. Un día señalado en el que los niños incluso no tenían colegio y disfrutaban así de la tradición de ascender hasta el otero de los Hornillos, un lugar con muchas cuevas en las que abundaban los zorros. Por eso dicen en el pueblo que una de las misiones de este ritual de origen desconocido era ahuyentar a la zorra.

Un rato en el lugar para cumplir con la supuesta misión y, de nuevo, regreso al pueblo moviendo con brío los cencerros. La noche ya estaba cayendo cuando los niños de Frumales regresaban de los Hornillos y continuaban dando unas vueltas al pueblo al son de los cencerros que no paraban de sonar el 30 de noviembre, con motivo de San Andrés.

Pequeño y activo

Los vecinos de Frumales colaboran para dinamizar la vida de este pueblo que en verano cuadruplica su población

Isabel Jimeno.

El sonido del agua se vuelve a oír correr por el arroyo Cerquilla. Las lluvias primaverales y, sobre todo, la limpieza del cauce permiten que de nuevo ese agradable susurro ponga melodía a las silenciosas calles de Frumales. Asentado entre los árboles, sin carreteras principales que atraviesen su casco urbano, la tranquilidad reina en este pueblo segoviano, que recupera la actividad durante los fines de semana y en verano. Sus menos de doscientos habitantes se multiplican «por cuatro o por cinco», advierte la alcaldesa, Paloma Llorente.

Esa vida tranquila es uno de los reclamos para que los hijos y nietos del pueblo regresen a él. Y en verano, un aliciente más para estar en Frumales es su piscina. Pues aunque su padrón es pequeño, hace años que en el pueblo cuentan con esta infraestructura que el Ayuntamiento arreglará en breve para adaptarla a la nueva normativa antes de iniciar una nueva campaña y que el pueblo vuelva a multiplicar por cuatro su población. Antes de que comience otro verano y la actividad se intensifique.

Y es que, aunque pequeño, Frumales es un pueblo dinámico y la participación y colaboración de sus vecinos en las diferentes actividades que se proponen, uno de sus mayores tesoros. Todos, Ayuntamiento, peñas, jóvenes, mayores y la asociación cultural El Pilón -con cerca de cuatrocientos socios- se unen y colaboran en la programación de las fiestas mayores que tienen lugar en torno al 15 de agosto en honor de Nuestra Señora y San Roque. «Es una gozada ver cómo los jóvenes implican», subraya la alcaldesa. «La gente ayuda mucho».

Además de adaptar las piscinas a la nueva ley, el Ayuntamiento continúa trabajando en otros proyectos e iniciativas como asfaltar más calle, construir un carril bici y de paseo para facilitar esta afición a los vecinos, arreglar el alumbrado público o trasladar las oficinas municipales a la plata baja de la Casa Consistorial para facilitar el acceso a los vecinos. Eso sí, siempre que lleguen las ayudas necesarias que permitan ejecutar los proyectos.

Mucha financiación externa necesitan para uno de los proyectos «más complicados»: adaptar la depuradora para que sea capaz de eliminar el color amarillento del óxido que tiñe el agua. Aunque «la calidad es muy buena», lo cierto es que la tonalidad es incómoda, por lo que la alcaldesa espera conseguir una depuradora que elimine ese color, «pero es muy costoso», admite Paloma Llorente.

Ya han demostrado que, con muchos esfuerzos han logrado otras metas como el acceso a Internet ADSL. «Aunque hay poca gente joven y niños, también se lo merecen», subraya Paloma Llorente. Todo para mejorar la calidad de vida de los vecinos de Frumales.

Pequeño pero con encanto

El pueblo de Frumales se encuentra rodeado de árboles, en el fondo del valle del arroyo Cerquilla

ELENA RUBIO ARAGONESES

En una hondonada, dentro de una llanura y dividido en dos por el Cerquilla, se encuentra Frumales. Es un pequeño pueblo pero con un encanto especial gracias a este arroyo cuyo cauce baja lleno de agua y pierde fuerza a medida que se acerca el verano.

El núcleo urbano de Frumales está configurado en base a este arroyo donde existen numerosos árboles. Precisamente uno de los símbolos de la localidad es un árbol, aunque no se sitúa en la ribera, sino cerca de la iglesia. Al verlo nadie tiene dudas de por qué los habitantes de este pueblo sienten por el ejemplar un cariño especial. Esta olma centenaria, ya seca, sigue presentando un diámetro inabarcable para una sola persona y las formas de los que fueran sus brazos siguen con un aspecto que no deja indiferente a nadie.

Olmos no se sabe si encontrarían los primeros repobladores de estas tierra allá por el siglo XI, sino más bien trigales. El motivo es que a esta localidad se la cita como 'Frummales' desde el año 1095 y dos siglos después, en el 1247, aparece como su nombre actual. Al parecer por la zona debió de haber numerosos campos de trigo, de ahí que los habitantes de estas tierras le denominaran de esa manera ya que en aragonés antiguo 'frument' es grano y en latín 'frumentum' quiere decir trigo, granos, cereales.

Dentro de su termino municipal también se localizaba el despoblado de Aldehuela de la Vega. Ya se conoce a esta aldea con este nombre desde el siglo XVI, 'Aldigüela de la Vega', cuando era una aldea más bien pequeña que tenía 26 vecinos.

En 1759 había en el pueblo 21 vecinos y en 1826 unos 15 por lo que se debió de despoblar a finales de ese siglo cuando se la denominaba Aldehuela de Cuéllar. Se situaba a unos dos kilómetros y medio al suroeste donde todavía se localiza en la zona la Fuente, el pinar y el Molino de la Aldehuela.

En este último caso no se sabe con exactitud cuando fue construido aunque hay documentos del siglo XVIII que ya se refieren a esta infraestructura. Esos papeles aseguran que existía un molino harinero situado en el valle, propiedad de Pedro Santos, quien lo administraba y producía cuatrocientos ochenta y cinco reales. La producción en esta infraestructura fue abandonada en la década de los setenta, aunque todavía se puede contemplar un cárcavo cuadrado realizado con sillares de caliza. En la actualidad, todo el conjunto está muy modificado y la zona alberga un merendero de verano.

No es el único patrimonio industrial que tiene Frumales ya que en su término municipal se encuentran los restos de una fábrica pequeña o generador de luz. Fue construida a principios del siglo XX y abandonada en los ochenta. Durante décadas el pueblo la utilizó para producir luz. Hoy en día se puede contemplar una caseta de ladrillos huecos de cuatro por tres metros que alberga una turbina y un alternador.

Y hablando de luz, el Ayuntamiento de Frumales mejorará este año parte del alumbrado público. Una primera fase que se irá completando en próximos ejercicios. Las obras se subvencionan con los 32.566 euros procedentes del Fondo Estatal de Inversión Local.