Fuentesoto

Junto a la la fuente, rodeado de bodegas

Vecinos y veraneantes de Fuentesoto aúnan esfuerzos para mantener la actividad en este pueblo de 167 habitantes

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

La fuente, el soto y la ermita románica de San Vicente son tres señas de identidad de Fuentesoto, perteneciente a la Comunidad de Villa y Tierra de Fuentidueña. Y esos símbolos de la localidad, integrada también por el pueblo de Tejares, ahora denominado barrio, es lo que se refleja en el escudo que en breve será oficial.

Por una sinuosa carretera se accede a Fuentesoto, en el fondo de un valle. Con 167 habitantes en el censo, pero con tan solo medio centenar viviendo en sus casas a diario, tiene algo especial. Sus calles rezuman paz y perderse por el laberinto de empinadas vías sin salida es como pasear por un cuento. Las frutas que cuelgan de los árboles aparecen a la altura de los ojos, los racimos de uvas empiezan a madurar y cientos de flores adornan calles, ventanas y jardines dando un colorido especial a Fuentesoto.
El chorro, junto a la iglesia de San Pedro este año ha perdido parte de su encanto afectado por la sequía, pero junto a la fuente, a la entrada del pueblo y a la que debe en parte su nombre Fuentesoto, son otros de esos rincones que cautivan. El agua brota con fuerza, aunque los vecinos del lugar advierten que este año la escasez de lluvias ha hecho mella tanto en esta como en las múltiples fuentes –la de la Salud, la del Burro o la del Jardín– de que manan de la ladera, entre las piedras calizas. El líquido elemento sale por los dos chorros de la fuente del pueblo y recorre sus calles para convertirse en un arroyo que hace años incluso permitía trabajar a dos molinos.

En el huerto y en los invernaderos, las hortalizas se hacen un hueco también entre las casas, que rivalizan en número con las bodegas excavadas en la roca en ambos lados del valle, bajo las casas o en la calle Bodegas, repleta de estas pequeñas construcciones, algunas rehabilitadas como verdaderas casas en miniatura en las que «la gente, que es muy agradable, siempre está dispuestas a invitarte a un vino y a merendar», apunta el alcalde, Esteban González San Frutos.

El patrimonio histórico es otro de los motivos de orgullo de los vecinos de Fuentesoto que incluso han hecho una primera aportación económica para rehabilitar la ermita de San Gregorio, junto a la cual un día se asentó el pueblo. El objetivo no es solo recuperar el edificio, sino poder habilitar la zona, en lo alto, como un mirador.

Procesión de los Faroles

La otra ermita, la de San Vicente, es la que da nombre a la intensa semana cultural que se organiza a mediados de agosto gracias al trabajo del medio centenar de habitantes que permanecen a diario en el pueblo y los más de doscientos que acuden cada verano a Fuentesoto. Entre las variadas actividades, una casi recién implantada es de las más bonitas. «Lo reconozco, lo hemos copiado», confiesa el alcalde, antes de explicar la Procesión de los Faroles. La noche del 13 de agosto el pueblo se volverá a quedar a oscuras y, a la luz de miles de velas y acompañados solo por el sonido de la música gregoriana, recorrerán de nuevo las calles del pueblo entre la ermita de San Vicente y la iglesia de San Pedro.
« Fuentesoto es un poco la envidia de otros pueblos de por aquí», subraya el alcalde, orgullo de la colaboración para mantener la actividad, pese a que la población cada vez está más envejecida, sobre todo en el barrio de Tejares, donde la media de edad de los poco más de diez habitantes supera los sesenta años.

Entre velas y en silencio

Miles de velas alumbran Fuentesoto durante la Procesión de los Faroles, una de las actividades que organiza la asociación San Vicente

Isabel Jimeno.

Cuentan los días para que llegue y aunque aún faltan meses, los preparativos para la semana cultural de San Vicente ya han comenzado en Fuentesoto. Será del 10 al 21 de agosto cuando la asociación de vecinos que toma el nombre de una de las ermitas del pueblo celebre sus días. La excursión por la ruta de los castillos marcará el inicio de la undécima semana cultural, que concluirá once días después con un viaje a Toro y Zamora. Entre esas dos jornadas, concursos de pinturas, juegos infantiles, campeonatos de juegos de mesa y tradicionales, manualidades y concurso de disfraces en un programa que todavía no se ha cerrado. La paella, las rifas y las orquestas tampoco faltan entre las actividades, en la que las procesiones tienen un protagonismo especial.

Precisamente el segundo día de actividades se celebra una de las procesiones más bonitas y curiosas de Fuentesoto, que hace unos años decidió emular a Pedraza y la electricidad se apaga para dejar protagonismo a las velas en la conocida como Procesión de los Faroles.

A la luz de las candelas y en un silencio roto solo por la música sacra, la procesión transcurre entre la ermita de San Vicente, a la salida del pueblo, y la iglesia de San Pedro. Más de seis mil velas se encargarán de iluminar el camino el sábado 12 de agosto para continuar con una actividad que ya se ha convertido en tradición y que ha cuajado muy bien entre vecinos y foráneos, que acuden a ver el espectáculo, que comenzará a las 22.00 horas. Pero los preparativos se inician antes con la colocación de las velas por las calles, ventanas y balcones del pueblo, pues en el recorrido en el exterior del pueblo, debido al riesgo de incendios, no se ponen candelas. Una merienda en la alameda de la ermita marcaba otros años el inicio de la fiesta, aunque este año se ha suprimido del programa. «Cada año hay más velas y más gente», destaca el alcalde de Fuentesoto, Esteban González San Frutos, quien recuerda aquellos inicios con dos millares de velas que, con el paso del tiempo, se han multiplicado debido al éxito de la iniciativa.

Entre el juego de luces, música y silencio, la imagen de San Vicente llega desde su ermita hasta la iglesia, donde recibirá la ofrenda floral unos días antes de que en la jornada grande de fiestas, una semana después, la procesión de San Vicente devuelva al patrón al templo en el que permanecerá el resto del año, previa subasta de los palos de las andas.

Y entre una y otra procesión, misa en honor de Nuestra Señora, misa de difuntos y procesión a San Gregorio, la otra de las ermitas del pueblo y una de las joyas de Fuentesoto.

Primeras obras en San Gregorio con las donaciones de los vecinos Isabel Jimeno.     Vista de la localidad de Fuentesoto y en lo alto la ermita, que está siendo rehabilitada por los vecinos. / Isabel Jimeno Arriba, en lo alto, donde un día se encontró un asentamiento poblacional hoy desaparecido, las ruinas de la ermita de San Gregorio tratan de coger cuerpo para convertirse en el ambicioso proyecto de un Centro de Interpretación del Románico Rural Segoviano de los 21 pueblos que componen la comarca de Fuentidueña. El empeño de los vecinos y, sobre todo, sus aportaciones económicas han permitido que el proyecto comience a tomar forma, aunque todavía resta mucho por hacer para que lo que está dibujado en los papeles se haga realidad. La denegación de la subvención solicitada al Proder no ha hecho cejar en su empeño a los vecinos, que con sus donaciones –15.000 euros–, junto con las de alguna institución permitieron realizar una primera intervención urgente en la cubierta y en algunos agujeros para impedir que el deterioro avanzase más. La reconstrucción del lugar donde se oficiaban las misas y la habilitación de un mirador desde donde se puede contemplar Fuentesoto también figuran entre las labores llevadas a cabo el año pasado, cuyos trabajos fueron inaugurados en noviembre y aunque aún se debe dinero, lo cierto es que los vecinos están totalmente volcados con el proyecto, ya que consideran que podrá contribuir a dinamizar la vida del pueblo y dar a conocer Fuentesoto como lugar turístico. A falta de otras ayudas, el alcalde, Esteban González, avanza la intención del Ayuntamiento de presentar el proyecto para llevar agua y luz hasta la ermita a través de los planes provinciales.

Más bodegas que casas

Las cavidades perforadas en la roca para producir vino de forma artesanal abundan por todos los rincones de Fuentesoto

Isabel Jimeno.

Al resguardo de las rocas, se encalva el caserío de Fuentesoto, vigilado por la ermita de San Gregorio, una joya del románico y uno de los mayores tesoros de la localidad, el único resto de lo que un día fue otro asentamiento de población, que los vecinos tratan de rehabilitar con su esfuerzo y aportación económica.

Las fuentes y los manantiales –como su propio nombre indica– abundan en este pequeño pueblo segoviano. Pero si hay un elemento que caracteriza el paisaje de flores multicolores, árboles frutales, huertos con hortalizas y regueros de agua casi por cualquier calle son las bodegas.

Casi más numerosas que las casas, salpican la figura de Fuentesoto. Los antepasados de quienes hoy viven en este lugar al norte de la provincia de Segovia aprovecharon la elevación del terreno para excavar estas cavidades, pero lo cierto es que casi en cualquier rincón del pueblo, entre las casas, se cuelan y aparecen las pequeñas puertas de madera con reducidas ventanas. Son el acceso a todo un mundo, a buena parte de la historia y también del presente de la localidad.

Vinos protegidos

Dibujan lo que parece otro pequeño pueblo en miniatura, pero en realidad son el acceso a un preciado lugar en el que cuidar los vinos que aún hoy se siguen elaborando de forma artesanal en muchos lugares. No en vano se encuentra bajo la influencia de la próxima Denominación de Origen Ribera del Duero y desde hace unos meses además Fuentesoto tiene el privilegio de formar parte de la figura que protege con nombre propio los vinos de Valtiendas.

Pero la tradición vitivinícola viene de lejos, como lo demuestran las vetustas bodegas familiares presentes desde hace años. Sobre los tejados más altos aparece una hilera de bodegas, entre las casas del pueblo o en un camino que parte de las últimas casas de la localidad que se prolonga casi sin fin salpicado de ese otro pequeño pueblo que constituyen las bodegas.

Armonioso ábside

En Fuentesoto se localiza la ermita de San Vicente, un ejemplo perfecto del románico rural segoviano

ELENA RUBIO ARAGONESES | FUENTESOTO

Vista del ábside de la ermita románica de San Vicente de Pospozuelo. / E. RUBIO

En lo profundo de un valle, dentro de la extensa planicie conocida como el páramo segoviano, un pequeño pueblo disfruta de un microclima que permite que florezcan árboles frutales y que se beneficien del frescor de los arroyos que forma la fuente que da nombre a la localidad. Se trata de Fuentesoto, un pequeño municipio al que también pertenece el núcleo de Tejares.

En uno de los altos del pueblo se distingue la torre de la ermita de San Gregorio, que ha sido consolidada recientemente. Ofrece una magnífica panorámica sobre la población y el valle junto al que se sitúa. Lo que queda es una cabecera románica recta cubierta con bóveda de cañón apuntada y los restos de la torre adosada al sur.

La influencia cisterciense es patente. Fue la antigua iglesia parroquial de Fuentesoto, hasta que se convirtió en cementerio en el siglo XVIII cuando se estableció que los camposantos deben de estar fuera del núcleo urbano. Es muy interesante el conjunto de estelas discoidales medievales que se esparcen por el cementerio. Se encuentran en muy buen estado ya que se utilizaron como pedestal de la escalera de caracol de la torre.

Pero no sólo destaca este monumento en este pueblo recoleto, plagado de jardincillos muy cuidados. La iglesia de San Pedro es un templo neoclásico, construido durante el reinado de Carlos III, según consta en el dintel de una ventana. La nave se cubre con bóvedas de lunetos adornadas por tracerías muy sencillas. El presbiterio posee una planta elíptica al interior. Se cubre con bóveda de horno. En una capilla lateral se encuentran la pila bautismal y el retablo de San Antonio de Padua.

Siguiendo la vega, aguas abajo, llegamos a la ermita de San Vicente, uno de los edificios románicos más interesantes de la Tierra de Fuentidueña, perteneciente al despoblado de Pospozuelo. Es una iglesia románica que se compone de una sola nave, con ábside semicircular organizado por una línea de imposta y tres ventanas semicirculares. Su construcción se llevó a cabo en el siglo XIII, siguiendo las directrices del taller de Fuentidueña. En los capiteles del interior se puede encontrar decoración de figuras fantásticas y humanas, así como de motivos vegetales.

Tanto en el interior como en el exterior de la cabecera se descubrieron tumbas antropomorfas excavadas en la roca que datan de época medieval. En el exterior también se puede apreciar, con un tono más claro, cómo parte de la ermita estaba cubierta por el terreno antes de su restauración.

A su alrededor abundan chopos, majuelos, hendirnos y frutales de antiguas huertas. El canto de ruiseñores, oropéndolas y pinzones acompañan al caminante hasta Peña Colgada, un rincón de gran belleza.

El segundo fin de semana de agosto el pueblo se ilumina con centenares de velas que alumbran el camino hasta la Ermita de San Vicente desde la que parte la procesión de los Faroles, con la imagen del santo al frente.

Pero las iglesias no son el único patrimonio que se puede contemplar en Fuentesoto. Construidas en la ladera y en las proximidades del río hay numerosas bodegas donde, sobre todo en verano, los vecinos se juntan para merendar y pasar un rato distendido disfrutando de un buen vaso de vino.