Perosillo

Abocados a la desaparición

Con poco más de una veintena de habitantes, Perosillo cuenta desde hace unos meses con una variante que permite el paso de vehículos junto al pueblo

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

sterio está sentado en un banco a la sombra, frente a la variante. Y es que pese a contar con poco más de veinte habitantes, Perosillo tiene carretera de circunvalación. Es la vía que desde hace unos meses permite pasar grandes vehículos por el pueblo, bueno, junto al casco urbano. Antes, que un camión o un autobús atravesase el pueblo era toda una odisea no siempre posible de cumplir. Junto a la iglesia de San Juan Degollado, la carretera se estrecha y se convierte en un sinuoso ‘zig-zag’ imposible de imaginar si no se ve.

«Es que hacía falta, hija. Por ahí no podían pasar ni autobuses, ni camiones, ni nada. Ahí se quedaban. Se han quedado camiones atascados y han tenido que estar ahí tres horas sufriendo, para adelante, para atrás... Porque le tenían que ayudar a salir», recuerda Asterio, que ahora confiesa estar aún «más tranquilo», sin los ruidos de los coches interrumpiendo la paz y el silencio que reina en Perosillo.
Y es que la visita de cualquier extraño altera la vida de los vecinos, que se asoman con curiosidad a la ventana para ver quien ronda por sus calles. Los vendedores ambulantes que traen abastecimiento a sus escasos vecinos, que no cuentan ni con tiendas ni bares, o la del médico un día por semana son quienes llegan con asiduidad a este pueblo que cada vez va a menos. «Es un pueblo acabado», advierte Asterio.
Ni siquiera la misa sirve de punto de reunión para los escasos habitantes de Perosillo. «No hay gente y viene el cura y se aburre él y se aburren los demás. Una vez estaban solo mi suegra y el cura y optaron por cerrar la puerta», apunta Asterio. «Aquí vamos a misa una vez al año y cuando hay un entierro, que más vale que no lo haya porque somos uno menos».

Aumento en verano

Ahora con la llegada del verano, la población se multiplica por cinco y el sacerdote incrementa su presencia en Perosillo. «Esto en verano se repuebla de gente y parece pueblo. Pero al otro día de las fiestas –el último fin de semana de agosto– desaparecen y nos quedamos otra vez los mismos», lamenta Asterio, que recuerda que «hace cuarenta años este pueblo tenía cuarenta vecinos y había gente, en cada casa había por lo menos cinco y daba gusto».

Felipe es de esos vecinos que llegan a Perosillo con el buen tiempo a pasar unos días en un pueblo tranquilo, sin apenas ruidos, pero en el que se siente «demás de soledad. No encuentras a nadie». «Esto es un aburrimiento», apunta Asterio, que se toma con humor la decadencia del exiguo censo. «Ya ves lo que hay, pájaros y pocos, cada vez menos», señala Felipe. «Pues te voy a contar desde aquí los habitantes que hay. Allí arriba viven tres... y dos, cinco... ocho, nueve... Me parece que en total quince o dieciséis viviendo a diario».

Tres decenios sin registrar un nuevo nacimiento,cuando las últimas generaciones decidieron establecerse en el municipio, hacen que las perspectivas de futuro no sean muy halagüeñas en Perosillo, un municipio en el que en invierno los habitantes se pueden contar con los dedos de las manos. «Ahora somos unos diecisiete, pero en invierno menos, yo mismo me voy a Valladolid con mis hijos», apunta Asterio, que no puede disimular su tristeza al ver que el pueblo que le vio nacer no logra levantar el vuelo, pese a contar cada vez con mejores infraestructuras.

La tranquilidad del silencio

Poco más de una docena de personas residen de forma habitual en Perosillo, uno de los municipios más pequeños de la provincia

Isabel Jimeno.

Ventanas con las persianas bajadas, puertas cerradas con la reja echada para aumentar la seguridad se suceden por las escasas calles de Perosillo. Y es que éste es uno de los municipios más pequeños de la provincia y los vecinos se pueden contar con los dedos de la mano, como lo hace Quintiliano, uno de los habituales en el pueblo durante largas temporadas, aunque no sea uno de los vecinos que engrosan el escaso censo. De memoria hace un rápido repaso por las viviendas que están habitadas. «Ahora hay nueve casas abiertas, luego en verano viene alguno más, los abuelos para traer a los nietos, pero como ahora hay poca natalidad y pocos niños, cada vez vienen menos. A lo mejor vienen a la fiesta, que es el 29 de agosto, esos días sí hay ambiente, está animado, para ese día sí que procuran venir todos», comenta Quintiliano, que desde Madrid regresa en cuanto puede a su localidad natal, en la que pasó su infancia, en la que se encuentran anclados sus recuerdos de cuando «nos tocaba ir a segar por aquí, segar a mano, con la hoz».

Ahora Quintiliano, que conversa con Laurentino, otro de los que regresan al pueblo en muchas ocasiones, vuelve en busca de una tranquilidad que adora y que en Perosillo se encuentra en cualquier lugar. «Una tarde de invierno –apunta Quintiliano– yo me encuentro muy a gusto porque me gusta la soledad y aquí se vive de eso. La vida en invierno es muy solitaria. A lo mejor para la juventud sí que es muy aburrida, pero para uno mayor que viene a buscar la tranquilidad está bien». Con tan solo catorce personas residiendo de forma habitual, las calles del pueblo están llenas de silencio, solo interrumpido por la maquinaria que acude a realizar las labores del campo y el sonido lejano de los vehículos que desde hace algo más de un año no cruzan el pueblo y recorren el trayecto entre Adrados y Olombrada por la variante, para evitar el ‘zig-zag’ en que se convierte la travesía a la altura de la iglesia.

A otros pueblos

Y aunque Quintiliano y Laurentino afirman que la tranquilidad es uno de los encantos de Perosillo, también reconocen que una cierta pena les recorre el cuerpo al ver que su localidad natal está condenada a «desaparecer, marchar a Cuéllar o a Olombrada, que son los pueblos más grandes de por aquí, porque ya los labradores como el medio de locomoción es bueno, incluso teniendo una nave para guardar aquí el tractor, se van a Cuéllar a hacer la vida y aquí vienen a labrar». «Aunque antes también era pequeño, había gente», añade Laurentino. «Es un desierto», subraya.

Sin local para echar la partida a las cartas ni misa los domingos Isabel Jimeno.   Fuente con agua de manantial y la iglesia de Nuestra Señora de Melgar, al fondo, en la localidad de Perosillo. / Isabel Jimeno   Con poco más de una docena de personas residiendo de forma habitual en las casas de Perosillo, muchos ya mayores y el resto dedicados a las labores de labranza en el campo o a atender la ganadería, apenas se ve vida por las calles del pueblo, que en una tarde de invierno permanecen prácticamente vacías. Con tan pocos habitantes no hay actividades de ocio que ayuden a hacer más amenas las jornadas, ni siquiera hay misa los domingos para hacer diferente ese día de la semana marcado en rojo. Sólo durante el mes de agosto, en el que también se celebran las fiestas de la Degollación de San Juan Bautista, el día 29, hay culto en el templo de Perosillo, que el resto del año permanece cerrado. «Solo hay misa en el mes de agosto porque viene alguno más y a lo mejor nos juntamos quince o veinte en la iglesia. Hay misa el sábado o el domingo y el día de la fiesta», comenta Quintiliano, quien advierte que tampoco en otras fechas señaladas en el calendario litúrgico hay actos en Perosillo. Tampoco cuentan con bar ni con un local de reunión, por lo que «hay que hacer la vida a otro pueblo». «Si quieres pasar el rato y cambiar de ambiente, tienes que ir Cuéllar, a Olombrada o a Campaspero, que ya es de la provincia de Valladolid», añade. « No hay para echar la partida. Siempre comentamos que el local del Ayuntamiento podíamos abrirlo para echar la partida, pero no hay gente», lamenta Laurentino, que cuando puede se escapa desde Bilbao hasta su localidad natal. «En verano tampoco, sí que se podía hacer, todos los años decimos que hay que arreglarlo, pero se pasan los años y no se hace», apostilla Quintiliano, que continúa la conversación junto a su compañero antes de emprender el viaje hacia una localidad cercana para encontrar más compañía y tomarse unos chatos en un bar.

Difícil de imaginar

Pese a que hoy tiene una veintena de habitantes, Perosillo llegó a ser cabecera de un pequeño alfoz

Isabel Jimeno.

Dando un paseo por sus casi siempre vacías calles cuesta imaginar que en el pasado Perosillo fue un pueblo importante. Hoy, con una veintena de personas censadas y tan solo la mitad viviendo allí a diario, es casi impensable que tiempo atrás, la localidad fue destacada. Un estratégico punto en tierras segovianas muy apetecido. Pero ya no es casi ni lugar de paso, pues una variante permite desde hace dos años que los vehículos no tengan que atravesar la estrecha y sinuosa travesía.
A duras penas mantiene su independencia con un Ayuntamiento propio, pero siglos atrás, en las primeras noticias que se conservan, Perosillo aparece como villa cabecera de tres aldeas más: Forumtada (Olombrada), Adrados y Hontalbilla, hoy bastante más grandes que Perosillo.
Es tras la Reconquista cuando se produce la repoblación de la zona y se establecen los asentamientos de Perosillo y Buengrado, hoy un despoblado enclavado en el término del municipio. Fue tan importante en el pasado que incluso en torno a Perosillo se llegó a formar un pequeño alfoz. Una estrecha franja de terreno formada por los cuatro poblados (Perosillo, Forumtada, Adrados, Hontalbilla y la finca de Buengrado), a medio camino entre las poderosas comunidades de Villa y Tierra de Sepúlveda y Cuéllar.
Para Cuéllar
Un goloso y estratégico emplazamiento apetecido por muchos al que sus pequeñas dimensiones no garantizaban su viabilidad como comunidad de villa y tierra, por lo que pronto, una vez asegurado el territorio, con el consentimiento del rey, pasó a pertenecer a la comunidad de Cuéllar, que apeló al derecho a la integridad de su territorio para hacerse con el dominio de esta zona, algo alejada, pero con gran valor estratégico.
En el año 1184 se produjo la firma del documento de compra de estas tierras y la anexión y cambio de jurisdicción de las mismas. Ya en el siglo XV, tanto Perosillo como su palacio fueron entregados a Diego Rodríguez por el rey Juan II, lo que supone la desmembración de la comunidad de Villa y Tierra de Cuéllar.
El paso de los años hizo que Perosillo fuese dejando de ser gran villa cabecera de un pequeño alfoz con gran valor estratégico en aquellos tiempos de guerras y continuos cambios de dueños de los territorios. Hoy es uno pequeño pueblo, uno de los municipios más pequeños de la provincia, que de ese esplendoroso pasado aún conserva la posesión sobre Buengrado, la pequeña aldea medieval que ya en 1826 estaba despoblada y de la que tan solo se mantienen en pie las ruinas de su casa-palacio e iglesia.

Un futuro incierto

Con una veintena de habitantes, Perosillo, el segundo municipio más pequeño de la provincia, mira con preocupación su evolución negativa

Isabel Jimeno.

Encontrarse con alguien en un paseo por las calles de Perosillo es complicado. Son pocos y, en gran parte, mayores, los vecinos que mantienen con vida a uno de los dos municipios con Ayuntamiento propio más pequeños de la provincia de Segovia. Poco más de una veintena de personas engrosan el reducido padrón de esa localidad enclavada en la Tierra de Pinares segoviana, pero son muchos menos los que viven aquí a diario.

Apenas una decena de personas que continúa apegada a la tierra que les vio nacer. Escasas ventanas abiertas que indican que allí vive alguien, pero por las calles, vacío y silencio. Los quehaceres diarios en el campo o con el ganado mantienen la actividad en Perosillo. Pero la mayoría son ya jubilados que, sin bares ni centros sociales, no encuentran otra distracción que pasear.

20 años sin nacimientos

Y es que el libro de registros no se abre desde hace más de veinte años para anotar un nacimiento. Más de veinte primaveras tiene la persona más joven que refleja el padrón de la localidad. Más de la mitad son ya jubilados.

La proporción de quienes superan la barrera de los 65 años se ha ido incrementando sustancialmente con el paso de los años. Y es que si hace algo más de un decenio tan sólo el 20% eran mayores y casi 3 de cada diez no alcanzaban los 30; hoy en día la representatividad ha variado y los que han cumplido ya los 65 superan el 60% y tan sólo una engrosa el cómputo de la población joven.

Unas cifras que no alientan para nada a la esperanza en este pueblo que se tiene que conformar con ver la vida pasar como los vehículos pasan y casi no paran. Pasan de largo y no se detienen, porque desde hace unos años no es necesario que atraviesen el casco urbano, que zigzagueen en esas curvas casi imposibles junto a la iglesia de Nuestra Señora de Melgar, que detengan unos segundos la vista en la llamativa vieja olma que esconde su vetusto y seco tronco tras un gran manto verde de hiedra que la recubre y esconde por completo.

La fuente

No hay tiempo para escuchar el tranquilizador sonido del agua. Casi lo único que siempre está sonando es ese manar de la fuente que mantiene con vida Perosillo. Con este panorama nada alentador, la meta es que el pueblo no desaparezca, que al menos quede como lugar de residencia temporal de aquellos que un día salieron de aquí o de quienes hunden su raíces en esta localidad que en tiempos pasados ocupó un lugar estratégico y llegó a ser cabecera de otras tres aldeas más: Forumtaba (Olombrada), Adrados y Hontalbilla. Hoy son más grandes y con más actividad que Perosillo, que parece seguir los pasos, aunque con mejor fortuna que Buengrando, un despoblado dentro de su término.

Pocos vecinos y pocos ingresos para las arcas municipales que obligan a realizar los proyectos poco a poco, muy lentamente, según llegan las subvenciones y ayudas de otras administraciones y cuando el Ayuntamiento, dirigido por Roberto Domingo, logra tener suficiente dinero para aportar su parte.

Una tarea que no resulta fácil y que obliga a ralentizar las actuaciones que no pueden ser otras que mantener y adecuar los servicios básicos que mejoren, en la medida de las posibilidades, las condiciones de vida de los pocos vecinos de Perosillo.

El municipio más pequeño

Perosillo tiene 26 habitantes censados, convirtiéndolo en la localidad con menos población de la provincia

Elena Rubio Aragoneses

Perosillo se encuentra situado en un valle rodeado por colinas, junto al Cerquilla, afluente del Cega. Un arroyo que en sus tiempos siempre tenía agua, cangrejos y ranas. Unos animales que romperían con su croar la tranquilidad de este municipio en el que hoy predomina el silencio. Y es que sus 26 habitantes censados convierten a este municipio en la localidad de la provincia con menos habitantes. Fue sobre todo en el siglo XX cuando muchos de sus vecinos se fueron en busca de trabajo a otros puntos de España como Madrid, Valladolid y el País Vasco. Aun así, Perosillo sigue conservando su propio Ayuntamiento y trabajando para mejorar la calidad de vida de sus vecinos, la mayoría de edad avanzada. Y lo hace gracias a subvenciones como los 4.071 euros procedentes del Fondo Estatal de Inversión Local para sustituir las redes de abastecimiento de agua.

Sin embargo, Perosillo no siempre fue como está en la actualidad. Durante la Edad Media pertenecía al Sexmo de Hontalbilla, junto a otras nueve localidades. Durante algún tiempo esta localidad fue el municipio que gestionaba este sexmo en temas de producción agrícola, ganadera, maderera y del uso del agua.

Precisamente gracias al agua funcionaba un antiguo molino, conocido como Molino del Potrico. Construido en piedra utilizaba la caída de un pequeño arroyo como fuerza para el mecanismo de molienda. Ya en el siglo XVIII se habla de esta infraestructura que pertenecía a Pedro Sombiesco, vecino de Cozuelos. A su propietario le dejaba en utilidad novecientos veintiséis reales, en los que estaban incluidos cuatrocientos veintiocho del molinero. Otra parte de la producción pertenecía a la capellanía de la que gozaba José Gómez, vecino de Madrid, al que le producía cinco fanegas de trigo. Hoy en día sólo quedan ruinas de este molino que se encuentra en el camino de Vegafría a Adrados.

El Palacio de Buengrado

En esta localidad también destacaba la Casa-Palacio de Buengrado, del que hoy no queda nada. Fue construido por el rey Enrique IV de Castilla como lugar de retiro y caza, siendo lugar de paso para la reina Juana I de Castilla y Juana la Beltraneja. Con el tiempo pasó a pertenecer a los Duques de Alburquerque. Pocos datos se tienen sobre este palacio ya que tras su abandono las piedras fueron vendidas para la construcción y sus cimientos puede que estén enterrados debajo de algún campo agrícola.

El nombre del palacio hace referencia a un despoblado de Perosillo que contaba con una iglesia y una aldea que pagaba al obispado 3´5 maravedíes. De este despoblado era originario el conquistador Bartolomé de Cuéllar, 'El de la Huerta'. Durante varios siglos esta aldea se llamó Malgrado hasta que en el siglo XVI cambió el nombre porque resultaba desagradable.

Poco tiempo después del cambio de nombre se despobló, pero antes se llevó la talla del templo de este núcleo a la iglesia románica de Perosillo dedicada a Nuestra Señora de Melgar, cuyas gradas de piedra del altar datan de 1778.

Dentro del pueblo también es digna de ver una olma centenaria y la fuente manantial con sus dos caños y dos pilones. Uno tenía la función de abrevadero y el otro de lavadero.

La sombra de lo que fue

El municipio máspequeño de la provincia contó con un castillo y un palacio

MÓNICA RICO | SEGOVIA.

Vista de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de Melgar. :: M. R.

Con tan sólo 25 habitantes, según datos del Instituto Nacional de Estadística, Perosillo se sitúa entre los pueblos más pequeños de la provincia, sino el que más, lo que significa menos ingresos y más necesidades de los vecinos. Casi sin futuro, a principios del siglo XX se integró en el municipio de Frumales, pero un crecimiento poblacional en el primer tercio de siglo hizo posible la segregación. Una independencia que de nuevo se ve peligrar por la falta de vecinos.

Sin embargo, la historia de Perosillo nos cuenta que no siempre fue así. Durante la repoblación nos encontramos cómo la localidad fue cabeza de un pequeño señorío que incluía también a las aldeas de Olombrada, Adrados y Frumales, en aquella época Fontalvella, Adrados y Forumtada. A finales del siglo XII, el concejo de Cuéllar le compró este territorio al rey Alfonso VIII, quien a su vez se lo había cambiado a su anterior propietario (parece que ser Gutierre Pérez de Reinoso) por un soto. El concejo de Cuéllar adquirió el señorío por 2.000 aúreos de oro.

De hecho, en el archivo histórico municipal de Cuéllar, el documento más antiguo conservado data de 1184 y no es otro que la carta real de venta, a través de la cual la villa compra a Alfonso VIII el señorío de Perosillo.

Muy poco queda hoy de aquel centro estratégico, donde nobles y cortesanos se daban cita. Tan sólo varios documentos y algunas piedras quedan como testigos de aquello que Perosillo un día fue. Porque, aunque con pocos datos, se conoce que en el lugar se instaló la Casa Palacio de Buengrado, hoy convertido en ruinas y con sólo unas esquinas de piedra como testigos. Documentos e historiadores dicen que fue construido por el rey Enrique IV de Castilla, como lugar de retiro y caza, sin embargo otros asumen que fue fundado por don Beltrán de la Cueva, señor de Cuéllar y primer duque de Alburquerque.

En todo caso, a esta familia ducal perteneció hasta su abandono, según se acuerda en varios escritos. También parece ser que fue lugar de paso y de residencia de varios nobles de la época, destacando nombres como la reina Juana I de Castilla y Juana la Beltraneja.

A pesar de los pocos datos que se tienen de la existencia del palacio, algunas crónicas sí aseguran que la construcción era especialmente bonita y destacaba por sus bóvedas y estanques, lo que no es de extrañar, pues el lugar es rico en agua, tal y como atestigua hoy aún su fuente del pilón.

Historia y leyendas

El palacio de Buengrado aún se conservaba en el siglo XIX, fecha en la que aún quedaban en pie bóvedas, arcos, una cerca, las caballerizas, una fuente y un estanque que en su día se utilizaba para la pesca de los señores que allí vivían o pasaban largas temporadas.

La historia parece mezclarse en un punto en el que algunos autores recogen la posible existencia de un castillo en las inmediaciones. De hecho, algunos vecinos afirman haber escuchado cómo durante la construcción de algunas viviendas del municipio aparecieron túneles que, al parecer, llegaban desde el castillo como salidas secretas para escapar ante un posible ataque. Se dice que en este lugar estuvo encerrada alguna temporada la reina Juana La Loca, durante sus días de enfermedad. También existen referencias que parecen indicar que en el lugar se situó la llamada 'Ciudad de la Rosa'.

Esa grandiosidad de otra época, hoy casi ni se recuerda en el municipio. El pilón, que años atrás fue centro de reunión de las mujeres del pueblo, hoy apenas recuerda el sonido de las voces de los niños correteando a su alrededor. El correr del agua por sus caños es de lo poco que se escucha en la localidad, junto al canto de algún pájaro. Un último dato: el médico sólo pasa consulta un día a la semana y casi es suficiente.

EL NOMBRE

Existen dos versiones distintas sobre el origen del nombre de Perosillo. Una lo achaca a un patronímico de Pero (Pedro) e Illo (pequeño), por lo que significaría el pequeño Pedro o Pedro el Pequeño. Sin embargo, otros estudios aseguran que el nombre proviene del término piedra, por lo que Perosillo significaría algo así como terreno pedregoso.