Membibre de la Hoz

Junto a la hoz del río que ya no mueve molino

Con sesenta habitantes y una población envejecida, Membibre de la Hoz conserva la esencia de un pueblo

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

Como el agua que pasa de largo por el río Botijas y no se queda, tampoco la gente permanece en Membibre de la Hoz. Sus vecinos han ido saliendo poco a poco y ahora apenas sesenta personas viven en este pueblo, que surgió a ambos lados del río Botijas, ya en el límite con la provincia de Valladolid.
Es un claro ejemplo de la evolución del medio rural, que se despuebla a pasos agigantados. Los jóvenes ya no se quedan porque no los hay y los gritos de los niños con sus juegos solo se escuchan cuando llegan de fuera. Hace más de dos décadas que el padrón registró al alta de un nuevo alumbramiento. «Hemos bajado un 30% en seis años», advierte la alcaldesa, Mercedes Parra Fuentes, que apunta que «la baja de seis o siente personas en una población tan pequeña se nota muchísimo».

Con las cifras en la mano, la regidora lamenta que no ve «ningún futuro» para el pueblo «porque tiene que dar un giro de 180 grados, que la gente que emigró se mentalice que si queremos tener una casa en el pueblo, hay que mantenerla y de esa forma podemos ir manteniendo el pueblo. Pero no cabe en ninguna cabeza».

Sin embargo, Mercedes Parra está encantada viviendo en este pequeño pueblo, sin tiendas, pero con vendedores ambulantes que sirven puerta a puerta, al igual que el servicio farmacéutico, y sin bar, «pero como no estamos acostumbrados al bar, no se echa de menos», advierte la regidora, que dice que «esto es saber vivir en un pueblo».

Bodegas y palomares

Las bodegas excavadas bajo la roca en las que hace años se pisaban kilos de uvas y que ahora sirven para pasar al fresco las cálidas jornadas estivales o merendar y echar una partida a la sombra del tejado de la entrada, como si del zaguán de una casa en miniatura se tratase, salpican el paisaje de piedra de Membibre de la Hoz.

En el valle del río Botijas, que surca de punta a punta el pueblo con un sinuoso cauce en forma de hoz, allí se alza Membibre de la Hoz. En lo alto la iglesia de San Martín de Tours, orgullo de los habitantes del pueblo, que colaboraron para su restauración completa hace once años, domina el paisaje desde lo alto. En la otra punta del pueblo, la ermita de la virgen del Rehoyo, en cuyo honor celebran la fiesta mayor sus vecinos y los que llegan de fuera el fin de semana más próximo al 8 de septiembre. Un día de fiesta y de encuentros y de bullicio en las silenciosas calles. de Membibre de la Hoz.

Por las calles se esconden los restos de un viejo palacio, ahora convertido en casa, y a las afueras, los indicios de la presencia de un castillo. Sin embargo, la falta de medios económicos impide datar la existencia de la fortaleza. En pie se mantiene todavía uno de los tres molinos que, junto a un batán para batanar las mantas de lana que se tejían, aprovechaban el paso del agua del río para moler. Pero ahora ya ni los molinos trabajan, ni el río tiene el caudal de hace años. La laguna que otros años atrae a patos, cigüeñas y gallinitas ciegas la sequía la ha arrebatado el agua.

Un pasado por el agua

Los vecinos de Membibre de la Hoz añoran aquellos años en los que tres molinos y un batán se servían del agua del arroyo para trabajar

Isabel Jimeno.

Cerca de la Casa Consistorial nunca falta el agua en el cauce del arroyo de la Hoz, al que la sequía y el paso de los años han dejado sin su elemento fundamental. Es en este rincón en el centro del pueblo donde unas fuentes permiten que el preciado líquido mane y el verdor que surge a su alrededor denota la presencia del agua. También en su nacimiento, en las fuentes, se forma una laguna que sirve para recordar la fuerza con la que un día el agua corría por el arroyo que da nombre al pueblo: Membibre de la Hoz. Como un oasis en el campo que las aves aprovechan para vivir. Gallinitas, garzas y cigüeñas se pasean por el entorno en esta pequeña localidad con apenas medio centenar de personas censadas.
Muchos vecinos ya mayores que añoran aquellos tiempos en los que el arroyo siempre estaba lleno, repleto de cangrejos, y servía de sustento hasta para cinco familias. Y es que hasta hace unos decenios funcionaron en Membibre de la Hoz tres molinos y un batán. El molino de arriba, el de en medio y el de abajo, como así se les conocía en el pueblo, se servían de la fuerza del agua para moler el grano tanto de la localidad como de otros municipios del entorno. «Todo el mundo venía aquí a moler», apunta Mercedes Parra, la alcaldesa, quien recuerda la actividad que generaban estas industrias distribuidas en unos dos kilómetros a lo largo del cauce.

Primero salían a recoger la molienda que con la fuerza del agua transformaban en harina en los molinos y luego los molineros entregaban a sus clientes, que se distribuían por todo el entorno. Hoy todo eso queda en el recuerdo de los mayores, los que no salieron del pueblo allá por la década de los sesenta, cuando el cambio en el sistema económico y la emigración hicieron entrar en decadencia el trabajo de los molineros.

Aún así, en Membibre de la Hoz todavía se conserva un molino, que cuando el agua dejó de correr por el arroyo se dotó de maquinaria electrónica para seguir trabajando.

También ha cesado su actividad el batán, situado entre los molinos, que se servía de la fuerza del agua para batanar las mantas que los tejedores de la zona elaboraban y llevaban hasta Membibre de la Hoz para lavarlas y ablandarlas, y es que era el único utensilio similar en la zona.

Pero hoy, esa intensa actividad solo queda en el recuerdo, en la memoria de los mayores, que añoran aquellos años en los que nunca faltaba gente por las calles de un pueblo que afronta el siglo XXI en continúa decadencia demográfica, con una población demasiado envejecida.

Del solitario invierno al gentío de las fiestas de septiembre Isabel Jimeno.   Vista general de Membibre de la Hoz, con la iglesia de San Martín de Tours. / Isabel Jimeno   RSin un bar donde compartir los ratos de ocio, ni tarea a la que acudir, pues casi todos los vecinos ya están jubilados, cualquier actividad sirve de reclamo para sacar de sus casas a las escasas veinte personas que viven durante el invierno en Membibre de la Hoz. El taller de manualidades y las clases de cultura, un día por semana, rompen la monotonía en este pequeño pueblo de unas sesenta personas en el censo. Una población que se multiplica sustancialmente cuando llegan las fiestas en honor de la Virgen de Rehoyo, el fin de semana más próximo al 8 de septiembre. Esos días, hijos y nietos del pueblo no pierden la ocasión para regresar a Membibre de la Hoz y compartir con el resto uno de los momentos más esperados, la procesión. Entre jota y jota a ritmo de dulzaina, los vecinos charlan y acompañan a la patrona en su recorrido de regreso desde la iglesia de San Martín de Tours, en lo alto del pueblo, a la ermita que lleva el nombre de la virgen de la que salió la víspera. Y antes de entrar de nuevo en el templo en el que permanecerá el resto del año, los vecinos de Membibre de la Hoz cumplen con la tradición de subastar los palos de las andas en las que se porta a la virgen y la colocación de la imagen al trono. Con años en los que las pujas son más elevadas que otros, la devoción de los vecinos por la Virgen de Rehoyo hacen que siempre se repita la subasta, que se remata con el cántico especial dedicado a la patrona. Al son de la melodía que se entona durante la novena y el día grande de las fiestas los vecinos devuelven a su lugar de origen a la virgen en un día diferente, un día especial, con más gente en las calles de este pueblo acurrucado en la hoz del arroyo del que toma su nombre.

Por el valle de la Hoz

Entre bodegas, viejos palomares y escarpadas rocas discurre una ruta junto a la corriente fluvial que nace en Membibre de la Hoz

Isabel Jimeno.

Arriba, en las fuentes de las Minganduras, nace el arroyo de la Hoz, aunque en muchas ocasiones ya no es más que una laguna, un pequeño oasis ornitológico para cigüeñas y garzas entre los áridos campos de labor de la meseta castellana. Aguas abajo, el cauce llega al pueblo, dividido en dos. De hecho, durante tiempo, Membibre de la Hoz estuvo formado por dos barrios: el de Arriba, en el que está la iglesia de San Martín, y el de Abajo, donde se encuentra la ermita de la Virgen de Rehoyo.
Serpentea a su paso por el casco urbano y comienza su trayecto hasta desembocar en el gran río Duratón, unos kilómetros más allá. Se inicia también una ruta por la comarca de Tierra de Pinares, donde el paisaje no está dominado por las coníferas.
Un paisaje de ribera y de escarpadas rocas, refugio de rapaces y aprovechadas también por el hombre. Allí construyeron con mucho esfuerzo, hace decenios, las bodegas. Perforaron la piedra para aprovechar la fresca y constante temperatura de su interior para mantener frescos los alimentos, pero, sobre todo, como bodega en la que los vinos artesanales alcanzaran su punto adecuado, antes de llenar las jarras y botas que no faltaban repletas de caldos en comidas, celebraciones y en las jornadas de trabajo en el campo.
Bodegas
Hoy las bodegas se mantienen e incluso conservan su ancestral uso. Sus pequeñas puertas, algunas adornadas por una pequeña entrada, decoran además el paisaje de Membibre de la Hoz. Y entre las bodegas y los viejos palomares que aún se mantienen en pie, símbolo de la arquitectura popular ya prácticamente desaparecida, parte la ruta de poco más de cinco kilómetros por la ribera del arroyo de la Hoz.
Escarpadas rocas desgastadas por el paso del agua indican la importancia que en tiempos tuvo el arroyo de la Hoz y marcan el camino junto al cauce, pasando por uno de los tres molinos que llegaron a funcionar en Membibre de la Hoz movidos por la fuerza de un arroyo ahora inimaginable.
Uno de los mayores tesoros que tuvo este pueblo y que, como buena parte de su población, se han ido perdiendo con el paso de los años.

Mejorar las comunicaciones

Membibre de la Hoz reclama el arreglo de las carreteras que conducen a esta pequeña localidad donde hace casi 30 años que no nace un niño

Isabel Jimeno.

Estrechas y en mal estado. Así son las carreteras que conducen a Membibre de la Hoz. Pequeñas vías secundarias, que en algunos casos no superan los tres metros de ancho, pero algunas con bastante tráfico que reclaman un arreglo a voces. El mismo que pide el alcalde, Florentino Sanz Gómez. «Son tercemundistas, creo que son las peores de la provincia", lamenta el regidor, quien también pide el asfaltado del camino hacia la localidad vallisoletana de Canalejas, rumbo a Peñafiel, con intensa circulación, y la adecuación de la cerrada curva dentro del casco urbano en la que confluyen las vías hacia Aldeasoña y Fuentesaúco de Fuentidueña, tan pequeña que «los camiones tienen que hacer maniobra para pasar», advierte Florentino Sanz.

Junto a las carreteras, otra de las principales preocupaciones del Ayuntamiento de Membibre de la Hoz es la adecuación del arroyo de la Hoz. Ya no corre como antes, cuando sus aguas eran ricas en cangrejos y el sonido del agua no se paraba en todo el año. Ahora buena parte de los meses su cauce está seco, pero la acumulación de maleza hace que, sobre todo durante el verano, el agua se quede estancada y se convierta en un foco de insectos. «Nos comen los mosquitos», se queja el regidor. La normativa obliga a instalar depuradoras para evitar el vertido de aguas residuales al río, pero para un Consistorio tan pequeño como el de Membibre de la Hoz es un proyecto inabarcable. Su idea es poner un decantador, «pero no tenemos ni para filtros», lamenta el regidor.

Ingresos escasos

Y es que con medio centenar de habitantes censados, los ingresos son escasos y afrontar cualquier proyecto es complicado y siempre requiere la ayuda económica de otras instituciones. Con esas aportaciones se llevarán a cabo iniciativas como la construcción de un parque junto al arroyo que se convierta en otro punto atractivo de este pueblo acurrucado junto a los árboles que marcan el sinuoso cauce del arroyo del que toma parte de su nombre o continuar asfaltando las calles. «No podemos exigir grandes cosas», reconoce el alcalde, a la vez que no renuncia a mejorar la vida de sus vecinos.

Mientras Florentino Sanz sigue reclamando que servicios como la conexión ADSL a Internet se haga de una vez realidad, al menos otra de las peticiones de Membibre de la Hoz se verá satisfecha en breve. Después de un tiempo pidiéndolo ya cuentan con antenas de telefonía móvil que permitan tener cobertura. Y es que en el pueblo no hay y tampoco existe teléfono fijo, una complicación para las muchas personas que, de primavera a otoño y, especialmente en verano, regresan a la localidad en la que a diario tan sólo viven medio centenar de personas, la mayoría ya jubiladas.

Hace casi treinta años que no nace un niño y esos que un día fueron los más pequeños ya ni siquiera viven en Membibre de la Hoz, como muchos, un municipio con una elevada media de edad entre sus habitantes.

Con la fuerza del agua

Membibre de la Hoz tiene un patrimonio industrial compuesto por ruinas de molinos harineros y un batán

ELENA RUBIO ARAGONESES

Como casi todos los pueblos norteños de la provincia, la historia de Membibre de la Hoz se remonta a siglos atrás ya que los habitantes de estas tierras eligieron estos parajes en los que existía un río para desarrollar la agricultura y la ganadería. Pero ha sido sobre todo en los últimos siglos cuando el agua ha tenido mucho que ver con la fama que tenían los cangrejos y caracoles que se criaban en su término así como con su pasado industrial.

Sobre la base de un molino harinero hoy se asienta una fábrica de harinas en la que principalmente se elabora harina ecológica. No es el único molino que hubo en el término municipal porque todavía hoy se pueden contemplar las ruinas de otros dos, el de 'En medio' y el de 'Abajo'.

Según documentos del siglo XVIII, en aquel entonces uno de estos molinos era propiedad del Conde de Montijo al que le producía entre veintinueve y treinta fanegas de trigo, el segundo pertenecía a los herederos de José Antonio López, vecino de Fuentidueña, del que anualmente sacaba ochenta fanegas de trigo y doce arrobas de tocino, y el último pertenecía a Pedro Alguibar con una renta anual de setenta y cinco fanegas de trigo. No era la única propiedad que tuvo Pedro Alguibar en Membibre de la Hoz. Este vecino de Sepúlveda también tenía en el siglo XVIII un batán que le producía anualmente unos doscientos reales de vellón.

El batán funcionaba todo el año movido por las aguas del río de la Hoz. Los batanes eran unos ingenios que estaban muy extendidos y asociados principalmente a la industria textil al formar parte del proceso de producción del paño segoviano. Éste consistía en batanear el paño para extraer los jabones y aceites que previamente se habían impregnado en la lana para poder hilarla y tejerla, después volvía a los pelaires para que repitieran la labor del cardador por segunda vez y, acto seguido, volvían a batanar. La importancia del oficio de batanero y su repercusión social era tal que se le eximió del servicio militar según una Real Cédula de 1771.

El batán de Membibre de la Hoz estuvo en funcionamiento hasta la década de los años sesenta del pasado siglo XX. Por aquel entonces, el trabajo había decaído mucho por el agotamiento de las fuentes que ya no daban suficiente caudal para trabajar con el ingenio.

El último batanero de Membibre dedicado a tiempo completo fue Francisco Pecharromán, que compró el batán a finales del siglo XIX. Aunque el oficio lo heredó su hijo, Teodosio, éste ya tuvo que compatibilizar la profesión de batanero con la de agricultor. La hija de Teodosio, Gabina, recordaba haberle oído contar a su padre que cuando era un niño salía con los burros recorriendo los tejedores de los pueblos cercanos para traer las jergas a batanar. Era tal la carga que recogía que si alguna vez se le caía por estar mal atada esperaba llorando en el camino a que algún labrador la pudiera volver a subir a la caballeriza.
Las mantas, una vez batanadas, se ponían a secar estiradas sobre unos muretes de unos ochenta centímetros que se habían construido expresamente para esa función. En la actualidad, el batán de Membibre está en ruinas. Tan sólo quedan los muros perimetrales y el árbol de la maquinaria.

'Bien vivir'

Membibre de la Hoz ya existía a finales del siglo XI cuando se le llamaba 'Benuiuere', en la época en la que cristianos y musulmanes protagonizaban escaramuzas en estas tierras. A mediados del siglo XIII el lugar se conocía como Bembibre, nombre que con el paso de los años evolucionaría hasta el actual Membibre, que quiere decir 'bien vivir'. Pero no una vida como se puede entender hoy en día de forma confortable, sino recta y religiosamente. Al pueblo se le añadiría posteriormente el apellido 'de la Hoz' por estar muy cercano a una hoz formada por un arroyo que se sitúa a escasamente un kilómetro del pueblo.

Y hablando de agua, el Ayuntamiento ha decidido acondicionar el depósito de agua potable del municipio gracias a los 9.026 euros procedentes del Fondo Estatal de Inversión Local.

De la estepa al sotobosque

Una senda recorre el valle de la Hoz, arroyo que da apellido a la localidad

MÓNICA RICO | SEGOVIA.

Algunas de las calles y viviendas de la localidad segoviana de Membibre de la Hoz. :: MÓNICA RICO

Entre la ladera y el valle, al agrego de un arroyo se encuentra la localidad de Membibre de la Hoz, un lugar lleno de naturaleza que hace recorrer al visitante paisajes dispares de estepa y sotobosque. Estas peculiaridades han hecho que por su término transcurra una de las sendas naturales de la Tierra de Pinares, una ruta lineal que se extiende casi hasta la vecina localidad de Aldeasoña, a lo largo de cinco kilómetros que se extienden por el valle del arroyo de la Hoz, del que el municipio toma su apellido.
A lo largo de este recorrido destacan las formaciones calizas de las laderas, donde se suceden cuevas y peñas. Además, la senda natural muestra dos ecosistemas bien diferenciados. Por un lado nos encontramos la clásica estepa castellana con especies aromáticas adaptadas a la sequía, como el espliego o el tomillo; y por otro el sotobosque de ribera, junto al arroyo, donde encontramos la extensa vegetación formada por matas y arbustos que crece bajo los árboles del bosque. Un bosque también variado donde encontrar ejemplares de chopos, olmos, sauces y fresnos.

En un paisaje tan múltiple se puede encontrar una variada fauna, con ejemplares más comunes en todos los pagos de la provincia como los conejos o los jilgueros y otras especies más localizadas en ciertas zonas, como la perdiz roja, el milano real o el buitre leonado tan clásico de los valles de la zona del Duratón, río en el que desemboca el arroyo De la Hoz.

A lo largo de este recorrido también se encuentra patrimonio histórico de la localidad, como son los muros del antiguo molino, junto al que se encuentra la laguna de Valdelacueva, cubierta de espadañas y carrizo.

Pero el principal patrimonio histórico artístico del municipio lo encontramos dentro del mismo. Sobre el caserío destaca la iglesia de San martín de Tours, un templo con cabecera románica.

En el barrio bajo del municipio, se puede encontrar la ermita de la Virgen del Rehoyo, muy venerada en la localidad, aunque en el siglo XIX era conocida como Virgen del Revijo. Se trata de un edificio de moderna construcción, de una sola nave rectangular y cubierta de madera. Destaca entre las ermitas de la zona por la curiosidad de ser la única que tiene coro de madera y situado a los pies. En su interior, situada en el altar mayor se encuentra la imagen de la Virgen del Rehoyo, patrona del pueblo, en cuyo honor se celebran las fiestas de la localidad, el 8 de septiembre.

Por encima de la ermita aún pueden verse unas cuevas que sirvieron de refugio para componedores y otras gentes de paso durante el siglo pasado.

Desaparecidos

Aunque la despoblación se cebó con Membibre de la Hoz y hoy la cifra apenas sí supera el medio centenar de habitantes, hace varios siglos debió ser punto importante en la comarca, por los vestigios del pasado que se pueden encontrar en la localidad.

Entre ellos cabe destacar las ruinas de un castillo, ya derruido a mediados del siglo XIX. Según algunos historiadores, Beneviviere, tal y como se conocía a la localidad hace siglos, es uno de los lugares de más antigua repoblación en la zona y ya se menciona en documentos del año 1123. De tan lejano pasado parecer ser que se conserva el paredón del castillo. En este lugar además fueron encontrados fragmentos de cerámica visigoda, parecer ser que del primer asentamiento que llegó hasta estos pagos.

En la ladera de esa misma colina, aún permanece esbelta y erigida, una cruz de piedra. Se trata de un crucero también situado junto a varias bodegas de la zona, que representa la figura de Cristo Crucificado. Permanece en pie desde el siglo XVII.

También del esplendoroso pasado queda aún hoy el recuerdo de un palacio, situado en el lugar que hoy ocupan el centro de salud y la Casa Consistorial de Membibre de la Hoz.

EL NOMBRE

Durante la repoblación la localidad toma el nombre de Benvivere, que significa bienvenido, en latín, que con los siglos fue evolucionando hasta el actual Membibre. No fue hasta el siglo pasado cuando se le añadió el apellido 'de la hoz' haciendo referencia al arroyo De La hoz, que atraviesa el municipio unos kilómetros antes de desembocar en el río Duratón.