Tolocirio

Un gran torreón fortificado

El cabecero de la iglesia de Tolocirio recuerda a una atalaya cuya función sería vigilar las planicies

Elena Rubio Aragoneses

Tolocirio puede presumir de tener una larga historia que se remonta a la época de la Reconquista. Y es que se cree que su fundador se llamaba Tello Dulcidio, es decir, el hijo de Dulcidio. Pudo ser un acompañante del noble burgalés Martín Muñoz, quien se cree que era amigo del Cid Campeador. Tello Dulcidio se asentó en la zona y fundó el pueblo con su mismo nombre, a pesar de que los avatares de la historia han hecho que haya evolucionando hasta el actual.

Conociendo esta circunstancia ya no extraña tanto la peculiar forma de la iglesia parroquial que domina el casco urbano de la localidad. Y es que la cabecera del templo, de considerable altura, recuerda a un torreón fortificado. El motivo puede deberse a que la falta de atalayas o refugios naturales desde las cuales se divisase y protegiese estas planicies les obligase a construir templos-castillos para estar atentos a posibles ataques.

La iglesia está dedicada a San Pedro Apóstol y su 'torreón' es de estilo románico-mudéjar, realizado en mampostería con bandas de ladrillo. El resto del edificio data de siglos posteriores porque buena parte de la nave se vino abajo. En su interior destaca un retablo de estilo barroco.

Aunque no es el único monumento digno de reseñar en esta localidad ya que en su término municipal aún se conserva una antigua torre del telégrafo óptico, que discurría en paralelo al antiguo camino real de la línea Madrid-Irún. La torre es de sección cuadrada con una planta baja y un piso. En la parte inferior de cada uno de sus cuatro lados se abren tres pequeñas oquedades o fusileras, perfectos miradores que fueron utilizados a modo de trinchera en tiempos de las guerras carlistas y durante la guerra civil.

Por suerte, la torre hoy tiene otro uso bien distinto, ya que la cubierta ha sido recientemente remodelada con bovedilla de cerámica para colocar un vértice geodésico, instrumento con el que los expertos realizan los mapas.
Yacimiento

Y lo que ya no figuraba en los mapas ha sido un yacimiento arqueológico encontrado hace relativamente poco tiempo. El conocido como 'Barro de la Cruz' se encuentra sobre una pequeña vaguada, encajado entre dos lomas. En superficie se distinguen dos zonas de máxima concentración, que podrían corresponder a una posible construcción de los siglos XIV o XV. Poco más se conocen sobre estos restos que el paso del tiempo ha borrado sin piedad. Lo que también ha desaparecido son varias cruces que había por el entorno del pueblo. Hoy sólo se conserva una base de granito situada junto al cementerio.

Lo que sí que se verá bien este año son muchas de las calles del pueblo ya que el Ayuntamiento ha decidido renovar el alumbrado público con los 9.557 euros del Fondo Estatal de Inversión Local.

El agua de los caños

Aún hoy hay quien acude a coger agua al caño de Tolocirio donde lavaban las mujeres s

Isabel Jimeno.

El agua no para de correr. Es indiferente la época del año. Eso sí, unas temporadas con más intensidad que otra, el líquido elemento fluye siempre por los caños de Tolocirio. A las afueras del pueblo, de camino a la cercana localidad de Montejo de Arévalo, se encuentra este rincón privilegiado de este pequeño pueblo segoviano, muy cercano a la provincia de Ávila.

Ahora el sonido del agua cayendo es casi la única banda sonora de la estancia en la que hace años no faltaba la gente, sobre todo las señoras que acudían aquí a lavar la ropa. Aunque en casi todas las casas de esta localidad rica en aguas hay pozo, en los caños se juntaban las féminas de Tolocirio a frotar y frotar para dejar bien blanca la colada.

Y luego, a secarse en la pradera, recuerdan María Cruz y Alegría, dos vecinas que en más de una ocasión bajaron a los caños para blanquear la ropa. Y aunque no cambian las comodidades que trajo consigo la lavadora, sí añoran aquel aroma de años atrás. «¡Daba un olor, que ni los suavizantes de ahora!», exclama María Cruz.

Para ellas es un rincón especial, «muy bonito», que aunque hace unos años fue remodelado y arreglado, reclaman otra intervención para que los caños y el abrevadero en el que antes bebía siempre el ganado, luzca aún mejor.

Para el cocido
Y no solo a lavar acudían las vecinas de Tolocirio. Años atrás, antes de la llegada del agua corriente a las casas, el caño era para casi todos el punto de encuentro también para coger agua para consumo, como recoge Pascual Madoz en su radiografía del país ‘Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España’ elaborado hacia la mitad del siglo XIX.

Aún hoy a quien sigue yendo al caño a por agua. Y no únicamente gente de Tolocirio, sino también de otros pueblos cercanos. «De Montejo vienen mucho», advierte Alegría, una de las vecinas del Pueblo. «Dicen que lo echan para hacer el cocido porque los garbanzos quedan mejor», señala esta mujer, quien no duda en apuntar a los caños, junto con la iglesia de San Pedro Apóstol de aspecto fortificado, como uno de los lugares más bonitos y emblemáticos de Toloricio.

Seis años de actividad

Dos asociaciones trabajan para animar la vida de los vecinos de Tolocirio

Isabel Jimeno.

Dos personas cruzan la plaza principal de la localidad. / I. Jimeno

Los lunes, de 16 a 18, taller de cultura, y los jueves, de 16 a 18 taller de memoria y de 18 a 19.30, gimnasia. Las mujeres de Tolocirio no paran. Gracias a las actividades gestionadas desde la Asociación de Jubilados el Telégrafo, surgida hace seis años e integrada por 45 socios, la vida se hace más amena en este pequeño pueblo de cincuenta habitantes.

Y aunque hay poca gente, Tolocirio puede presumir de contar con otra numerosa agrupación. Se trata de la Asociación Cultural Los Caños, que desde que comenzó a funcionar hace seis años, sirve de punto de encuentro para vecinos y foráneos de Tolocirio. 190 socios integran este colectivo que centra su actividad sobre todo en la época estival, cuando las casas del pueblo se llenan de vida.

Este año, el 5 de agosto, el pago de la cuota anual coincidirá de nuevo con un motivo de alegría. La gran comida es una cita ineludible para más de ciento cincuenta personas que se reúnen en torno a una gran mesa en la calle principal del pueblo.

Las dificultades para organizar una excursión que agrade a todos ha motivado que, por ahora, esta actividad haya quedado suprimido. Sin embargo, la Asociación Cultural Los Caños ya está pensando en «organizar algo para los niños», apunta su presidente, Isauro Matilla. «Pero todavía se está hilvanando», advierte, ilusionado con la iniciativa.

Actividades en Navidad y la organización de una comida por San Valentín, con la colaboración de la asociación de jubilados, en la que se juntan unas cuarenta personas forman también parte de la acción de la agrupación.

Fiestas

Por su parte, el Ayuntamiento se encarga de la organización de las fiestas locales. El 2 julio, la de Nuestra Señora del Rosario, reducida a misa y procesión. El 15 de mayo, San Isidro se festeja con una pequeña orquesta y una comida entre las cincuenta personas que están en el municipio. Y las fiestas grandes acaban de pasar hace un mes. El gélido febrero arranca con la celebración de San Blas, patrón de Tolocirio, que se honra con tres días de fiesta en los que la gente se olvida del frío, las tareas cotidianas se aparcan y los actos religiosos y la música llevan al municipio la alegría que la emigración arrebató.

Un futuro incierto

La actividad agrícola y ganadera ocupa la envejecida población de Tolocirio, que ronda los cincuenta habitantes

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

Son las 11.30. Suena la bocina, es el panadero que llega de la cercana localidad de Montejo de Arévalo. Recorre puerta a puerta Tolocirio haciendo salir de sus casas a los poco más de cincuenta habitantes. Si la señora no contesta, él ya sabe dónde debe dejar el pan. En un hueco en la puerta o en una bolsa deposita el pedido diario.

Pero el panadero no es el único vendedor ambulante que llega al municipio. De lunes a viernes, el goteo de comerciantes no cesa para abastecer a un pueblo en buena parte envejecido y sin tiendas ni bares.
De ahí que uno de las iniciativas del último decenio mejor acogidas fue la apertura de un centro social. Un ambicioso proyecto para un pequeño municipio que se consiguió «gracias a la ayudas y el mobiliario gratuito», destaca el alcalde, Isauro Matilla Valero.

Ahora ese centro de reunión se utiliza prácticamente a diario para echar la partida, asistir a clase de gimnasia, al taller de memoria o para celebrar las fiestas en honor de San Blas el primer fin de semana de febrero, San Isidro el próximo domingo y hasta San Valentín y Nochevieja reúnen allí a los vecinos. En agosto, con la llegada de veraneantes, la asociación que agrupa a 180 personas –más del triple de los habitantes de Tolocirio– celebra una gran comida. «Disfrutamos mucho del salón», destaca el regidor.
Aunque en la época estival la población crece, las perspectivas de futuro de Tolocirio no son buenas. Media docena de jóvenes y otros tantos niños abren una pequeña ventana a la esperanza entre una mayoría de habitantes que superan los 60 años.

La vida dependiente de la agricultura y la ganadería, que incluso también ha permitido abrir una quesería familiar, sirve de sustento para sus gentes, pero ha motivado la creciente despoblación de Tolocirio. «Somos agricultores y los jóvenes se van porque no tienen para vivir los dos, padre e hijo, de la agricultura», apunta el alcalde. «La gente se tenía que ir a vivir por ahí porque no había porvenir», añade Susana, una de las vecinas de Tolocirio.

Fiestas

Este fin de semana la localidad, como pueblo eminentemente agrícola, honra al patrón de los labradores, San Isidro. Una pequeña fiesta, al igual que la de Virgen del Rosario, que se celebra el 2 de julio y se limita a misa y procesión. Las fiestas mayores ya han pasado, tres días el primer fin de semana de febrero en honor del patrón San Blas. «Es el 3 de febrero, pero lo celebramos el primer fin de semana porque es un pueblo pequeño y si lo hacemos cuando cae somos tres», advierte Isauro Matilla. El resto de festejos tienen menor entidad porque «el pueblo no tiene dinero para más. No podemos hacer más», apunta el regidor, siempre pendiente de la economía municipal.

Y es que «la falta de dinero» condiciona la vida y el desarrollo de los pueblos y eso lo sabe bien el regidor de Tolocirio, que sueña con que el proyecto de ubicar nueve molinos de energía eólica en el municipio llevase ingresos extras para el Ayuntamiento. «Pero por ahora nos hemos quedado sin ellos y no tenemos más noticias. Teníamos mucha ilusión porque el primer año nos tenían que haber dado nueve millones. ¡Y mira lo que se puede hacer con nueve millones!», exclama Isauro Matilla.
Otro de los sueños es que los autobuses que la línea que cubre el trayecto Madrid-Valladolid establezcan una parada oficial en Tolocirio «porque cómo somos tan mayores muchos dependen del autobús para ir al médico y algunos han cambiado la consulta a Valladolid porque hay más servicio de autobuses. ¡Es que el que pasa a Segovia va a las siete de la mañana y vuelve a las siete de la tarde y tiene muy mala combinación!», exclama el alcalde, consciente de que los proyectos municipales deben tener en cuenta una población muy envejecida.