Monterrubio

Una gran familia

El regreso de los familiares dispara la población de Monterrubio en verano hasta llegar a los 1.500 habitantes, frente a los poco más de setenta que conviven a diario

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

La primavera hace reverdecer el campo, que despliega todos los tonos del verde. Y entre esa amplia gama de tonalidades, en un bajo, los tejados asoman entre las copas de los árboles. Es Monterrubio, una pequeña localidad a la que se accede por una sinuosa carretera, rodeada de árboles y con las vacas como únicos testigos del camino.

En lo alto del pueblo, la iglesia de San Pedro Apóstol, destaca entre las casas de un pueblo que, poco a poco, ha ido renovando su mercado inmobiliario y la expansión del casco urbano es posible gracias a las casas de segunda residencia.

Durante la semana, muchas viviendas permanecen cerradas, pero los fines de semana y con motivo de las fiestas como El Niño, en enero; la Fiesta de las Mujeres y San Isidro, en mayo, o el patrón, San Pedro, Monterrubio multiplica su escasa población, que durante el resto del año apenas supera los setenta habitantes. Aunque ahora la llegada de inmigrantes para trabajar en las labores del campo y la agricultura, los principales motores de la economía local, ha frenado el descenso demográfico.
Pero es sobre todo en verano cuando la localidad alcanza su mayor explendor. «La población se dispara», exclama el alcalde, Juan Luis de Frutos Moreno. Y es que en agosto, el mismo mes en que se celebran las fiestas mayores, Monterrubio abre sus puertas y ventanas para llegar hasta las 1.500 personas. Un crecimiento desmesurado que no supone problemas para el pueblo, que ya se ha acostumbrado a esta situación.

Son gente del pueblo que regresa a sus orígenes, donde su familia hunde sus raíces. Y es que si algo tiene Monterrubio es que es como una gran familia. «Todo el pueblo son cuatro o cinco familias grandes», destaca el alcalde, que apunta la «buena armonía» como uno de los motivos que mantienen la localidad muy viva en verano, aunque el resto del año apenas se pueda ver gente por la calle.

Pocos niños

Media docena de niños dan alegría a las calles de la localidad que hace tiempo perdió las tiendas y el bar del Ayuntamiento, ubicado en las viejas escuelas en desuso ante la falta de alumnos, solo abre los fines de semana, cuando la población crece. Entre junio y octubre, el despegue de habitantes, permite su apertura a diario.

Aunque no sea como primera residencia, el mercado inmobiliario se mueve en Monterrubio. «Hay demanda de terrenos de gente joven que quiere hacerse su casa», destaca Juan Luis de Frutos, que ve ampliar el casco urbano de la localidad con nuevas casas que mantienen con vida al pueblo.

Del Niño, por la Paz a la Asunción

Vecinos de Monterrubio y foráneos se unen para celebrar cinco fiestas a lo largo del año

Isabel Jimeno.

Varios jóvenes acuden a ‘El Huevo’ para disfrutar del amanecer en las fiestas. / El Norte

Son pocos quienes viven a diario en las solitarias calles de Monterrubio, por los hijos del pueblo no pierden la ocasión para regresar al lugar que un día les vio partir. La gran familia que se lleva pedacitos del pueblo por toda la geografía vuelve para unirse a las celebraciones que salpican el calendario de festejos de Monterrubio. Y las fechas marcas en rojo son muchas.

Casi sin tiempo para olvidar la familiar Navidad, el segundo domingo después de Reyes llega la Fiesta del Niño. El baile el sábado por la noche en el salón e social da inicio a los festejos que en otro tiempo eran las fiestas mayores. La misa, la procesión con la imagen del Niño y un refresco para todos el domingo son motivo para que el municipio respire aire de fiesta gracias a la Asociación Cultural y Recreativa Monterrubio, encargada de organizar los actos.

Un colectivo que surgió hace casi treinta años por la iniciativa de los propios vecinos y de quienes se habían marchado de allí. Los escasos recursos económicos de un Ayuntamiento cada con menos gente hizo aunar los esfuerzos de las gentes de Monterrubio, que aportan su cuota para hacer posibles los festejos a los que la economía municipal no llega.

El primer fin de semana de mayo, con motivo de la Virgen de la Paz, la cofradía, integrada exclusivamente por féminas casadas, hace su particular fiesta, que las cuatro mayordomas designadas cada año se encargan de preparar. También a los maridos les toca arrimar el hombro para elaborar las sopas de ajo o el chocolate que se sirven entre baile y bailen en la noche del sábado. Antes, tiempo para rememorar las tradiciones que antes se celebran el 24 y 25 de enero. Con un pelele y ataviadas con el traje típico segoviano, las mujeres de Monterrubio recorren las calles al son de la dulzaina y el tamboril pidiendo dinero a cambio de una rica pasta. Ya el domingo, misa, procesión con la imagen de la Virgen de la Paz y reunión de despedida.

El 15 de mayo se festeja San Isidro, que al igual que San Pedro, el 29 de junio, se encarga de organizar el Ayuntamiento.

Otras en agosto

Y de nuevo en verano, cuando los setenta habitantes se transforman en un millar, las riendas de la organización de las fiestas de Nuestra Señora de la Asunción, ahora las más grandes, las toma la Asociación Cultural y Recreativa Monterrubio. Un dilatado calendario de actividades que se suele prolongar entre el 13 y el 20 de agosto. El primer fin de semana, como las fiestas coinciden con otras muchas, una pequeña orquesta se encarga animar el ambiente. El segundo fin de semana de fiesta, un grupo de mayor entidad pone música a las fiestas. Y entre un día y otro, se suceden las competiciones deportivas para mayores y pequeños, los juegos de mesa, los deportes autóctonos, los concursos de disfraces, la fiesta-merienda para los mayores, la gran cena en la que todo el mundo se junta en las calles y la reunión gastronómica, en la que cada familia o grupo de amigos se esmera en elaborar los más exquisitos manjares que compartir en la alameda del río, en la que los vecinos retratan la gran familia que forma Monterrubio.

Juntos en el río

Los más jóvenes de Monterrubio mantienen la tradición de jugar a la calva y a los bolos

Isabel Jimeno.

El reducido número de vecinos que habitualmente están en el pueblo, el lugar en el que se encuentra, bañado por el río Piezga, al abrigo de varios montes, con la sierra al fondo, hacen de Monterrubio un municipio con un encanto especial, ideal para el descanso. Eso lo saben muy bien sus gentes, que aprovechan el buen tiempo para disfrutar de su paisaje. En cuanto el sol lo permite, salen de sus casas a pasear por alguno de los múltiples caminos que parten del casco urbano.

Por el de Ituero y Lama, por el de Lastras del Pozo... no falta la gente dando paseos por rutas no marcadas, pero que los vecinos conocen muy bien.

También los cazadores frecuentan estos parajes durante la temporada. Y es que la caza cuenta con numerosos aficionados en Monterrubio.

Pero si entre todos los lugares hay un rincón especial, ese es el río Piezga. Pasa junto a las casas y es un punto de encuentro ineludible, sobre todo para los más jóvenes. En verano, cuando los hijos y nietos del pueblo regresan a Monterrubio para multiplicar su población, la orilla del río es el lugar de reunión elegido por muchos grupos para pasar el rato y encender las típicas hogueras junto al cauce que en verano se queda seco.

Ver amanecer

Poco a poco, los diferentes grupos se van fundiendo en uno solo. Lo mismo ocurre en las fiestas, cuando los más jóvenes siguen cumpliendo con la tradición de subir al monte conocido como Las Cabezas para ver amanecer.

Y es que si algo caracteriza a las gentes de este pueblo es la unión y buena armonía que reina entre todos. Da lo mismo la edad. Y eso se deja ver también en las fiestas, donde todos se unen para participar en las actividades que se programan. Conciertos o campeonatos de fútbol.

Da lo mismo, todos se unen para celebrarlo. La edad es indiferente y eso se nota también en los típicos juegos autóctonos, practicados en Monterrubio por jóvenes y mayores. Durante las fiestas de agosto, chicas pequeñas y abuelas se junta para competir en el campeonato de bolos, mientras que los varones ponen a prueba su puntería con la calva, que incluso los mayores y también los jóvenes practican los fines de semana, cuando Monterrubio, sin perder su encanto especial, multiplica la gente que hay en sus casas.

Un balcón con panorámicas

Monterrubio cuenta con el macizo conocido como Las Cabezas, un fantástico mirador natural

Elena Rubio

La localidad de Monterrubio se encuentra situada a 32 kilómetros de la capital, en una vaguada junto al río Piezga. Se cree que el lugar fue repoblado por gentes venidas de la localidad riojana de Monterrubio de la Demanda desde los siglos XI al XIII.

Una época en la que por esta zona había montes de robles rebollos o de quejidos. Unos ejemplares que, según otra teoría, pudieron ser la inspiración para nombrar la zona porque las hojas secas que se encuentran en sus copas se vuelven de un color rojo en los meses de otoño e invierno. Antiguamente la palabra rubio significaba rojizo, por lo que estos antepasados pudieron dar el nombre al pueblo porque sus ojos contemplaran una especie de monte de color rojizo, un 'Monte Rubio', como debía de escribirse.

Hoy en día, el pueblo se encuentra rodeado de prados, pinares y sobre todo, encinares, muchos de ellos situados en un macizo que rodea a la localidad y que hace que su relieve sea un símbolo del municipio. En concreto, la alineación de cuatro cerros alargados, separados entre ellos por arroyos y vaguadas, se conocen como 'Las Cabezas'. Se trata de un magnifico balcón natural desde el que se pueden obtener fantásticas panorámicas que incluyen Los Calocos, La Mujer Muerta o Peñalara.

Fundamentalmente el aprovechamiento de estos montes es para conseguir leña y que pasten los animales porque la naturaleza granítica del sustrato no es buena para el cultivo. Precisamente junto a un bloque de granito, conocido popularmente como 'El Huevo', es donde se dan cita los jóvenes de la localidad en fiestas. La tradición manda acudir a esta zona sobre las seis de la mañana y contemplar el amanecer, una imagen idílica con las montañas al fondo y los tejados de las casas del pueblo.

De abajo y de arriba

Dentro de su término también se encuentra el despoblado de Lastras de Lama, hoy un caserío conocido con el mismo nombre. En 1247 se llamaba 'Las Lastras de Belasco García' y se trataba de una pequeña aldea que pagaba ocho maravedíes al obispado de Segovia. Una denominación que fue cambiando con el tiempo hasta que en 1587 se conocía la aldea como Lastras de Arriba porque las de 'Abajo' era la localidad de Lastras del Pozo. En 1789 ya era conocida como Lastras de Lama. Actualmente allí se ubica un caserío y las ruinas consolidadas de la que fuera la iglesia de este núcleo. Destaca su torre de dos cuerpos y su doble ábside con bellos canecillos esculturados.

En término de Monterrubio también se encuentra otro núcleo despoblado llamado Tobar, cuyo nombre deriva de una veta de toba. Hoy se pueden contemplar las ruinas de lo que fuera un tejar donde históricamente se aprovechó la arena arcillosa para la fabricación de tejas. Un territorio que en su día fue señorío del conde Molina Herrera. Precisamente, uno de los edificios singulares de Monterrubio es la casona de estos nobles.

Vista de un balcón natural
El municipio se encuentra situado en un llano rodeado de varios cerros y bosques

MÓNICA RICO

Situado en un llano rodeado de varios cerros, tres en su parte oeste, denominados 'Las Cabezas', se encuentra el municipio de Monterrubio. cuyo nombre pudo llegar gracias a los repobladores llegados desde Monterrubio de la Demanda, una localidad antes riojana y ahora burgalesa.

Sin embargo, algunos estudios afirman que el nombre de la localidad se escribía separado, como Monte Rubio, donde Rubio significa 'rojizo', haciendo referencia posiblemente a un monte de robles rebollos o de quejigos, árboles que en otoño e invierno mantienen las hojas secas de color rojizo en sus copas. La localidad también cuenta en sus alrededores con bosques de encina y dentro de los espacios naturales no sólo cuenta con el gran balcón natural de sus cerros, sino que también cabe destacar el río Piezga, que en algunos de sus tramos pasa junto a las casas de la villa a través de un canal existente en el municipio y otros arroyuelos que transcurren por el término municipal.

Dentro del patrimonio histórico cultural destaca su iglesia parroquial, dedicada al Apóstol San Pedro, que conserva varios elementos románicos, aunque ha sufrido numerosas modificaciones a lo largo de los años. Del románico aún conserva su cabecera semicircular de mampostería, decorada con ladrillos tipo mudéjar y un fragmento de la sacristía. La nave principal, el pórtico y la torre, entre otros, pertenecen a otras épocas.

Entre los edificios de carácter civil de Monterrubio, destaca el antiguo palacio o Casona de los Condes de Molina Herrera.

Pero como curiosidad, uno de los despoblados que pertenecen a la localidad, el del Tobar. En su término aún quedan en pie los muros externos de la denominada Casa del Tobar que sirvió de vivienda para trabajadores en los siglos XIX y XX, que adaptaron una iglesia medieval para residencia privada. Aún en la actualidad se puede observar la construcción incluso de un horno en su interior, a pesar del estado ruinoso del edificio.

Otro de los anejos de Monterrubio, el caserío de Lastras de la Lama, aún resplandece la iglesia románica de San Lorenzo, y un palacio o casona de la Edad Media, transformado en la actualidad.

Pero si por algo destaca la localidad de Monterrubio, es por la fuerza que son capaces de transmitir en sus fiestas, muy numerosas a lo largo del año y con actividades para todos.

Aunque las principales fiestas son las dedicadas a Nuestra Señora de la Asunción, y se celebran a mediados de agosto durante varios días y con cientos de habitantes en el municipio, los vecinos de Monterrubio también festejan San Isidro, patrón de los labradores, San Pedro Apóstol, su patrón, El Niño, el segundo domingo después de Reyes, e incluso una fiesta merienda a modo de homenaje a los mayores de la localidad.

Aunque si existe una fiesta peculiar es la de la Virgen de la Paz, exclusiva para mujeres y muy similar a la festividad de las águedas que se celebra en otros puntos de la provincia.

El denominado 'Día de la Paz' está dedicado a las mujeres y ellas mandan esa jornada sobre los hombres. Antiguamente la fiesta se celebraba el 24 de enero. La encargada de su organización era una cofradía, en la que se inscribían únicamente mujeres casadas. Cada año dos de ellas, en orden de inscripción, eran las encargadas de preparar los actos de la fiesta.

Durante unos años la fiesta desapareció por la escasez o falta de mujeres, pero en los últimos años se ha retomado su celebración, aunque se trasladó de fecha al primer domingo de mayo. Muchas actividades se desarrollan a lo largo del día y la noche anteriores y lo más curioso de ello es que las cuatro mayordomas del año, organizadoras de las actividades, durante la noche visten a sus maridos de 'peleles'.

Poco dinero para varios proyectos

Los problemas de un municipio pequeño son la falta de recursos para ejecutar grandes inversiones, ya que el presupuesto municipal es muy escaso y se gasta apenas en las labores del mantenimiento diario. Sin embargo, en Monterrubio, en los últimos meses se ha llevado a cabo el desarrollo de la construcción, en una primera fase, de una nave almacén para aperos. Además, en los próximos meses se realizará el acondicionamiento y la contención de tierras en el camino del cementerio.

Semana Santa

La escasez de vecinos también afecta a las celebraciones de Semana Santa. Se eliminaron las procesiones de Jueves y Viernes Santo, que se limitan a un vía crucis y se celebra la procesión de la Resurrección de Jesús y su encuentro con María, el Domingo de Pascua en la que los más pequeños portan la imagen del Niño y la Virgen hace tres reverencias.