Rapariegos

Monumentos de interés, poco conocidos

Rapariegos conserva la única ermita de la provincia que tiene tres naves y una planta casi cuadrada

Elena Rubio Aragoneses

Rapariegos es una de las poblaciones más cercanas a la provincia de Ávila. Dista apenas diez kilómetros de la villa de Arévalo, pero la definitiva organización del territorio nacional en provincias en 1833 confirmó la división de la tierra de Arévalo, asignándola a la de Segovia.

Es una localidad que mantiene un conjunto de monumentos muy interesante y poco conocidos. Uno de los que más llaman la atención al viajero es su ermita dedicada al Cristo de la Moralejilla, situada en medio de una gran llanura de cereal. De esta ermita hay constancia desde el año 1250 en la consignación de las rentas del obispado de Ávila, donde se menciona un lugar llamado Moraleja de la Santa Cruz, aldea que desapareció en el siglo XVIII. De ese poblado hoy sólo se conserva la ermita, declarada Monumento Histórico Artístico por su peculiaridad. Es la única de la provincia con tres naves y tiene una extraña arquitectura. Su planta es casi cuadrada, con una nave más ancha que las otras dos y el ventanal del ábside central tiene un importante desvío. Por eso muchos hablan de que esa 'inclinación' no sea casual y esté relacionado con la salida del sol porque las romerías se celebran en mayo y septiembre, fechas en las que se producen los solsticios.

No es el único monumento que tiene esta localidad. La iglesia de San Pedro está enclavada en pleno casco urbano en una plaza junto al tronco de una vieja olma. En su interior se conserva la imagen románica de Nuestra señora del Monte. Y del centro del pueblo a uno de sus extremos, donde se encuentra el Convento de Santa Clara. Según la tradición fue fundado en 1240 por compañeras de la santa que fueron enviadas a estas tierras por San Francisco de Asís. Un templo que a lo largo de los siglos ha sufrido numerosos avatares como incendios, saqueos durante la Guerra de la Independencia y vendales, uno de ellos tirando la torre hace unos sesenta años. Hoy en día vive la comunidad de las Clarisas en la parte más antigua del convento. Las hermanas se dedican a bordar y elaborar formas para la celebración de eucaristías en las parroquias cercanas a Rapariegos.

Y lo que fue abandonado en la década de los ochenta fue una lagartera donde en su día se elaboró aguardiente, mosto y vino. No es de extrañar que hubiera esta infraestructura ya que en la actualidad sigue habiendo un conjunto de nueve bodegas privadas diseminadas a la entrada del pueblo, por la carretera de Arévalo.

Por otro lado, el Ayuntamiento de este pueblo ha decidido urbanizar varias calles del municipio gracias a los 44.247 euros que ha recibido la localidad del Fondo Estatal de Inversión Local.

La protección de un tesoro

Rapariegos confía en que la construcción de doce casas de protección oficial ayude a evitar que los jóvenes se sigan marchando del pueblo

Isabel Jimeno.

El compromiso de la Junta de Castilla y León para construir doce viviendas de protección abre una puerta a la esperanza en Rapariegos para que los jóvenes no se sigan escapando. Lo cierto es que existe demanda y con estas construcciones pretenden asentar población, que en muchas ocasiones sale del pueblo hacia otras localidades cercanas más grandes y con más puestos de trabajo, pero en las que también buscan una casa ya construida.

Ahora, el Ayuntamiento, con esta alternativa trata de contener esa despoblación que, poco a poco, se va dejando notar. «Si los mayores se mueren y dejamos que los jóvenes se escapen...», lamenta el alcalde, Ildefonso Lumbreras. Y es que, «pese a que es un pueblo pequeño», el porcentaje de personas jóvenes es elevado. Un tesoro que no quieren perder.

Pero en Rapariegos saben que la vivienda no es suficiente. Contar con puestos de trabajo es la clave que el regidor ve para mantener las cifra del padrón, aunque ésa es una tarea que va más allá de la labor municipal.

Facilitar el acceso a las nuevas tecnologías y dotar a los vecinos de adecuados servicios son otros de los pilares para lograrlo y a los que el Ayuntamiento de Rapariegos también mira con atención, al igual que a las actividades lúdicas y culturales. Un centro social inaugurado hace poco facilita la celebración de reuniones, charlas e incluso el desarrollo de celebraciones.

Por el momento, el acceso a Internet, vía satélite, es demasiado lento, por lo que reclaman que mejore. Mientras, el Consistorio sigue trabajando en otros servicios como la renovación de las viejas tuberías de conducción de agua de uralita y ya ha comenzado la construcción de un nuevo depósito con capacidad para unos 200.000 litros que supla al que hay, ya que «es insuficiente», apunta el alcalde de este pueblo con muchos encantos por descubrir.

Y es que, aunque pequeño, es rico en monumentos. Quizá algo ensombrecido por localidades cercanas más grandes, conocidas y también con un extenso patrimonio, Rapariegos puede presumir de tener una iglesia, un convento de clarisas y hasta una ermita declarada Monumento Histórico Artístico. Otro tesoro en el que se mezclan el románico y el mudéjar cuyas verdaderas dimensiones e importancia aún están por descubrir. Las excavaciones que se reanudarán próximamente para determinar la importancia que este templo que en realidad pudo ser basílica de origen visigodo, y por tanto Rapariegos, tuvo en el pasado.

Un legado histórico convertido en un buen reclamo para turistas. Pese a que no existe mucha difusión de su riqueza patrimonial, al pueblo sí llegan los visitantes, sobre todo siguiendo la ruta del románico, por lo que el Ayuntamiento no descarta incentivar esta promoción cultural que suponga otra fuente de actividad y de vida para Rapariegos.

Dulces, formas y bordados

Once monjas de clausura habitan en el convento de Santa Clara, fundado en el siglo XIII

Isabel Jimeno.

Un incendio en 1750 y otro en 1755 con sus correspondientes reedificaciones, saqueos, desamortizaciones y en los últimos tiempos la escasez de vocaciones son las amenazas que ha soportado el convento de Santa Clara desde que se fundara allá por el siglo XIII. Cuenta la tradición oral que las primeras religiosas que lo habitaron fueron dos compañeras de Santa Clara de Asís, que llegaron a la localidad segoviana de Rapariegos, muy cercana a la clerical Arévalo, por mandato de San Francisco de Asís.

Nunca ha sido una congregación muy numerosa, pero el último año ha sido duro para las hermanas de este convento de clausura, que en 2006 perdieron a tres de sus miembros. Otras tres monjas veteranas españolas y la llegada de otras ocho novicias de Perú y La India permiten que el convento permanezca abierto.

De clausura, las once hermanas se dedican a la elaboración de dulces por encargo. Rosquillas fritas, mantecados, pastas de yema, besos de Santa Clara y pestiños figuran entres las recetas que artesanalmente elaboran. Y no les faltan los huevos que, según reza la tradición, deben llevarse a las Clarisas para pedir que no llueva durante una boda. «El viernes vino una. De Arévalo vienen mucho», apunta sor María Ángeles, la hermana superiora, que hace ya 55 años, procedente de Ávila, llegó al convento de Rapariegos.

Más de medio siglo de clausura, aunque «ya no es como antes», recuerda esta monja. «Antes no podías ni salir al médico», añade.

Un batido con agua y harina forma parte de otra de sus recetas: las formas que elaboran para las parroquias del entorno. Un laborioso trabajo que ha mejorado desde que otras monjas de Peñafiel, que cerraron, les regalaron la máquina que permite hacer más formas de una vez. Aún así, deben revenirlas, cortarlas, escogerlas y empaquetarlas.

Lavar y planchar
Tarea no les falta, pues desde hace poco también lavan y planchan la ropa de la residencia contigua al convento y cortan y doblan gasas sanitarias.

Y entre todos los trabajos, el más meticuloso: la reparación de vestidos y sabanillas de diferentes iglesias. «Vienen del quinto pino a traerlo», apunta son María Ángeles, quien lamenta que la pérdida de visión de las hermanas mayores apenas les permite continuar este preciso trabajo. Lo que sí realizan son bordados a mano y a máquina, porque los nuevos avances también llegan a estas monjas que continúan con su clausura, que desde el torno reciben los encargos e incluso abren la iglesia del convento al culto diario. Y es que la falta de sacerdotes ha motivado que desde hace unos años la eucaristía se celebre ya solo en el convento y no también en la iglesia. Eso sí, con las monjas guardando su clausura, en el coro, separadas por una reja del resto de fieles, aunque una de las hermanas sale desde hace años a impartir la catequesis de Primera Comunión a los niños del pueblo, un testimonio más de la presencia y vinculación del convento de Santa Clara con Rapariegos desde el siglo XIII.

Patrimonio de una gloriosa historia

La ermita , la iglesia y el convento, restos del esplendoroso pasado de Rapariegos

Isabel Jimeno.

Iglesia parroquial de San Pedro. / I. Jimeno

Con menos de trescientos habitantes, sorprende el rico patrimonio que Rapariegos esconde en sus calles, aunque una de sus señas de identidad se encuentra algo alejada de las casas. Es el único testimonio de lo que un día fue un pueblo en el que la sangrienta despoblación ha llegado hasta el último y más desastroso extremo.

Es la ermita del Santísimo Cristo de Moralejilla, declarada Monumento Histórico Artístico en 1994, que recuerda dónde en tiempos se encontraba un asentamiento de población del mismo nombre (Moralejilla), que además supone el monumento más antiguo del municipio. Y es que según las investigaciones que se están llevando a cabo, que ahora esperan la llegada de más fondos para poder continuar, en realidad se trata de una basílica visigoda que data del siglo V ó VI, una iglesia de enormes proporciones sobre la que el siglo IX ó X se levantó la actual construcción en la que los templarios rindieron culto a la Santa Cruz.
En el centro del pueblo, la iglesia parroquial de San Pedro. Su ancha torre, con el campanario más ancho de Castilla y León y una de las más amplios de Europa, llama la atención en una amplia plaza, diferente a otra más céntrica en la que el sonido del agua de la fuente llama poderosamente la atención. Pero es en el interior del templo donde se conserva otra de las joyas de Rapariegos: una pila bautismal de grandes proporciones, gran valor artístico y muchos siglos de historia a sus espaldas.

Ahora, la falta de sacerdotes y la disminución del censo de Rapariegos ha motivado que el templo apenas acoja oficios. La misa diaria de cinco en la capilla del Convento de Santa Clara, a la salida del pueblo, da servicio a los vecinos, que hasta hace unos años disponía de dos misas diarias, una en el convento y otra en la iglesia de San Pedro.

Precisamente la estancia conventual es otro de los lugares que el viajero está obligado a visitar. Aunque dado que se trata de un convento de clausura el acceso es restringido a la capilla y poco más. Al resto de la estancia solo se puede entrar en situaciones de emergencia o cuando alguna joven muestra su interés por ingresar en la veterana orden religiosa, cuya forma de vida sigue siendo similar a la del siglo XII. Bollos y bordados artesanales realizados por encargo continúan siendo una de las fuentes de ingresos de las hermanas.

Isabel la Católica

Aunque antiguamente el convento era un centro de poder en la zona, ahora poco más de una docena de monjas continúan entre las paredes de una construcción que desde que se fundó en el siglo XIII por Domingo Gil y María Verdugo, ha sufrido dos incendios (en 1750 y 1755) y sus correspondientes reedificaciones tras ser reducidas sus dependencias a cenizas y el saqueo durante la Guerra de la Independencia.
Algunos cuadros que adornan el interior del convento recuerdan la devoción de la reina Isabel I a Santa Clara y los largos paseos y jornadas de oración de Isabel la Católica en Rapariegos, que con el paso de los años y el descenso de población ha perdido ese aura de pueblo importante en la zona, que sus ricos monumentos se encargan de recordar.

Una generación perdida

Los jóvenes toman el relevo a los mayores en las labores del campo y permiten mantener población en Rapariegos

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

El convento de las Madres Clarisas que data del siglo XIII, uno de los más importantes de su tiempo y ahora convertido en residencia de ancianos; la iglesia parroquial de San Pedro y la ermita del Santo Cristo de Moralejilla a la que los vecinos de Rapariegos peregrinan en dos romerías –una el primer domingo de mayo y otra el tercero de septiembre– y en la que se están realizando excavaciones para esclarecer si se trata de una basílica de los siglos V ó VI, son los testigos de un glorioso pasado casi imposible de imaginar con 265 habitantes.

A pesar de su reducido censo, Rapariegos mantiene gran actividad. Junto a los pilares tradicionales de la economía basados en la agricultura y la ganadería, la iniciativa empresarial también se ha hecho un hueco en el mercado laboral de la localidad con una mueblería, dos panaderías, alguna empresa de transporte de mercancías y dos residencias de ancianos –una de iniciativa privada y otra en el convento de las Madres Clarisas–.

Aunque el censo ha perdido un centenar de personas en quince años, Rapariegos tiene en el buen número de jóvenes que se quedan en la localidad su esperanza de futuro. «Hay mucha gente mayor, pero también mucha gente joven», apunta el alcalde del municipio, Ildefonso Lumbreras García. Y es que ha llegado la hora del relevo generacional. Ahora los ancianos dejan el trabajo en el campo y las naves ganaderas en manos de los más jóvenes. Pero en medio falta una generación, la que a mediados del siglo pasado se vio obligada a salir del pueblo en busca de otro medio de vida, ya que el campo era insuficiente para mantenerles a todos. Ahora, muchos raparieguenses que en su día salieron del pueblo regresan en vacaciones a la tierra que les vio nacer para multiplicar por unos días el número de habitantes de la localidad.

Las fiestas de San Antonio Abad el 17 de enero, San Pedro el 29 de junio, las romerías del Santo Cristo de Moralejilla el primer fin de semana de mayo y el tercero de septiembre y Santa Clara, patrona de la orden y que ahora los vecinos también celebran «porque queremos» el 11 de agosto, sirven también de reclamo para la llegada de más gente a Rapariegos.

Pero el éxodo sigue en la localidad. Muchos deben abandonar el medio rural para buscar un futuro relacionado con su formación. Aún así, el pueblo no se rinde y el Ayuntamiento sueña con que un promoción de viviendas privada, «aunque a precios asequibles para que la gente se quede, para fijar población, que es el objetivo de todos los pueblos», subraya Ildefonso Lumbreras.

Buenos servicios

Con menos de trescientos habitantes, Rapariegos puede considerarse un pueblo privilegiado. Todavía mantiene el colegio abierto, cuenta con farmacia, cuatro establecimientos comerciales, consultorio médico abierto todos los días y bar «que hemos estado a punto de perder y Rapariegos es un pueblo de bar». «Por ahora estamos bien surtidos», destaca el alcalde.
Aunque en cuestión de servicios la población está bien atendida, el regidor del municipio reclama una mejora de las vías de comunicación, sobre todo el asfaltado del camino que une el pueblo con la CL-601, «son ochocientos metros de arena, que si me los arreglan me acerco cuatro kilómetros a Segovia, porque si no, tenemos que ir a Montejo de Arévalo y volver», critica Ildefonso Lumbreras. «Aunque hay bastantes carreteras estamos mal comunicados», concluye.