Montejo de Arévalo

Casas solariegas

Montejo de Arévalo conserva en algunas de sus calles antiguas casas con escudos nobiliarios

Elena Rubio Aragoneses

Cualquier persona que no conozca la provincia y oiga hablar de Montejo de Arévalo situará esta localidad dentro de Ávila. Una equivocación muy común ya que el pueblo tiene como 'apellido' el nombre de la villa abulense. Durante mucho tiempo este pueblo perteneció a la Comunidad de Villa y Tierra de Arévalo y aún hoy en día muchos de sus habitantes se sirven de los servicios de esta población. Otros muchos son los que se trasladan a diario a esta localidad para trabajar en sus industrias y comercios. Donde si trabajarán dos personas en los próximos meses es en rehabilitar y reformar el edificio de la piscina municipal del pueblo y adaptarlo a las nuevas necesidades. Unos trabajos que se financiarán con los 45.309 euros procedentes del Fondo Estatal de Inversión Local.

Blasones

Y es que en Montejo de Arévalo, las nuevas construcciones del pueblo alternan con antiguas casas solariegas en las que se pueden observar escudos heráldicos. En una de sus calles, en la de las Cadenas, aún se conserva el blasón de la puerta que da acceso a la casa de una familia importante, Los Luengas. Pero no es lo único destacado que se puede encontrar en esa calle. Un poco más abajo se halla un antiguo molino, que no pasa desapercibido para el visitante porque a la puerta se puede ver una de las enormes ruedas de esta infraestructura. Y si se camina un poco más, se puede ver un antiguo palacete del siglo XV, que en parte ha sido restaurado y alberga una casa rural para futuros visitantes.

Y de futuros turistas a pasados 'inquilinos' porque dentro del actual termino municipal de Montejo de Arévalo hay constancia de que hubo al menos un poblado en el período conocido como bronce medio, hace unos tres mil años. Las excavaciones arqueológicas han sacado a la luz un yacimiento en el pago llamado Blasco Nuño, en un punto poco destacado del paisaje.

Lo que sí que destaca pero dentro del pueblo es la iglesia de Santo Tomás Apóstol. Es de origen románico, aunque las reformas que se realizaron en el siglo XVIII no dejan ver cómo fue en su día el templo. De su época más antigua queda buena parte de los muros de la fachada septentrional, una puerta de ladrillo cegada y su torre, aunque también incorpora transformaciones.

Otro de los monumentos destacados de Montejo de Arévalo se encuentra situado al sur del pueblo. Se trata de la ermita de Nuestra Señora de Los Huertos, que tiene adosado un cementerio. Su construcción refleja que los trabajos del templo se realizaron en períodos artísticos comprendidos entre los siglos XII al XVII. De su exterior destaca su espadaña de ladrillo con diversos adornos puestos por el hombre, como una veleta, y otros colocados por la naturaleza, ya que es frecuente ver un enorme nido de cigüeñas.

En el límite complicado

Montejo de Arévalo espera las ayudas económicas para sustituir la mitad de la red de abastecimiento que todavía es de fibrocemento

Isabel Jimeno.

El número de proyectos puede ser «incalculable», pero los limitados recursos de un Ayuntamiento con menos de trescientos habitantes suponen un freno, un obstáculo difícil de saltar para hacer realidad todos esos sueños que pasean por la cabeza de su alcalde, José Arroyo, para mejorar la calidad de vida de sus vecinos y luchar para que Montejo de Arévalo no se duerma.

Y la tarea no es fácil, porque además de a la falta de dinero, deben hacer frente a la peligrosa despoblación. «Baja, como en todos», lamenta el regidor de esta localidad segoviana que está de enhorabuena porque durante el último año han abierto el libro de registros para inscribir a un par de niños. Todo un acontecimiento, pues lo habitual es desempolvar con poca frecuencia el volumen por este motivo en Montejo de Arévalo, donde cerca del 70% de la población es ya mayor.

En el límite con las provincias de Ávila y Valladolid, equidistante de las tres capitales, a más de sesenta kilómetros cada una, esa distancia es otra traba más para fijar habitantes. Pero uno de los mayores inconvenientes es la falta de mejores servicios en este municipio cuyos niños acuden al colegio y al instituto a la vecina localidad abulense de Arévalo, de la que también dependen de cuestiones sanitarias. Curiosidades y caprichos de la ubicación geográfica en un extremo del mapa de la provincia de Segovia.

A ello hay que unir que la agricultura, que atraviesa uno de sus peores momentos, es el pilar fundamental de la economía local. Sólo el cultivo de la vid supone una bombona de oxígeno. Al menos este sector va en aumento y la superficie de viñedo «está creciendo», lo que significa puestos de trabajo, aunque muchos son de temporada.

Una de las más fuertes tiene lugar durante la vendimia, cuando más gente se necesita en el campo para recolectar las uvas, fundamentalmente de la variedad Verdejo, la principal de la Denominación de Origen Rueda. Y es que Montejo de Arévalo, que incluso cuenta con una bodega en la que se elaboran estos caldos blancos, es uno de los diecisiete pueblos segovianos incluidos en esta mención de calidad, aprobada en 1980, la más veterana del sector en Castilla y León.

Albergue

Para esos temporeros, para los jóvenes y, en definitiva, para mantener con vida y actividad Montejo de Arévalo, el Ayuntamiento lucha por conseguir las ayudas necesarias que permitan convertir las escuelas -en desuso desde que hace unos años todos los escolares comenzaron a ir al colegio a Arévalo, pero en buen estado de conservación- en un albergue. La ubicación de la localidad, próxima a otras con atractivos monumentales como Arévalo, Olmedo o Coca, es un aliciente más que impulsa esta iniciativa dirigida a contar con un alojamiento tanto para esos trabajadores del campo como para jóvenes que puedan pasar una temporada allí, llevar nuevos aires de vida al municipio.

Pero una vez más, el «bajo presupuesto» es una limitación para que las ideas se hagan realidad. «Dependemos de las cuatro propinas de la Junta y la Diputación, y además tienes que pagar un porcentaje», lamenta el regidor.

Con parte de esas ayudas, a través del Plan Operativo Local, el Ayuntamiento pretende concluir este años la renovación de la red de abastecimiento. Ya está hecha aproximadamente la mitad desde hace dos años, pero queda por cambiar la otra parte de las viejas tuberías que aún siguen siendo de fibrocemento, un material considerado tóxico, pero por el que aún debe pasar el agua que llega a las casas de los montejanos.

Lo que ya está concluido es el reasfaltado de todas las calles del pueblo y el cambio de iluminación. Nuevas farolas con bombillas amarillas que consumen menos iluminan Montejo de Arévalo en su incierto devenir hacia el futuro.

Libres de granizo

Montejo de Arévalo recuerda cada 2 de julio la granizada de la que se libró el pueblo hace años

Isabel Jimeno.

Las fiestas grandes siguen siendo, como toda la vida, las de Nuestra Señora de la Asunción. Varios días de intensa y variada actividad en los que Montejo de Arévalo se transforma. Recupera el gentío que la sangría de la despoblación se llevó. Las calles vuelven a estar llenas de gente, colorido, ruido y música. Y como pueblo agrícola y ganadero, sus gentes también celebran San Isidro, el 15 de mayo.

Y entre ambas, se cuela una fecha muy especial para los vecinos de Montejo de Arévalo, este pueblo perteneciente a la provincia de Segovia, muy dependiente en los servicios de la cercana Ávila y, sobre todo, de la localidad abulense de Arévalo, y también limítrofe con la de Valladolid. De hecho, la distancia a las tres capitales de provincia es casi la misma desde Montejo de Arévalo.

El 2 de julio es una fecha muy especial. No desde siempre, sino desde hace algo más de un siglo. Dicen, que fue allá por el XIX cuando sus gentes comenzaron a marcar en rojo este día. Cuentan los vecinos que un día, un fuerte pedrisco asoló todo el entorno. Todo, menos Montejo de Arévalo. Los granizos que cayeron fueron tan grandes que todo alrededor de este pueblo quedó destrozado. Todo menos Montejo de Arévalo, que se salvó de la potente tormenta.
Recogida de firmas

Sus vecinos no lo dudaron, y para agradecer el haber quedado a salvo, decidieron festejarlo en años venideros. Una celebración, pero, sobre todo, una conmemoración y un agradecimiento por lo que pudo haber sido y milagrosamente no ocurrió.

Desde entonces, los montejanos siguen guardando un día especial cada 2 de julio. Y la fecha no varía. Caiga en lo que caiga, la misa y la procesión en honor a la Virgen del Rosario se celebra en Montejo de Arévalo.
Ha perdido días –antes eran dos y ahora solo uno- y actividades porque hace años incluso había verbena, pero está tan arraigada la fiesta y la tradición que hace años una corporación municipal planteó incluso la posibilidad de trasladar la celebración y unirla a las fiestas mayores, las de Nuestra Señora de la Asunción, pero los vecinos se negaron. Recogieron firmas para impedir que tan señalada fecha variase y, año tras año, el 2 julio es especial en este pueblo segoviano, que en la década de los cincuenta del pasado siglo sí se vio afectado por otro fuerte pedrisco que incluso mató animales de caza rompió tejas en Montejo de Arévalo.

De actividad en actividad

Clases y talleres diversos mantienen entretenidas a las mujeres de Montejo de Arévalo durante toda la semana

Isabel Jimeno.

Como de oca en oca, de actividad en actividad. No paran un momento. La acción no cesa en Montejo de Arévalo. La mejor manera para olvidarse de los rigores del invierno y de la soledad que cada vez embarga más las calles del pueblo ante el peligroso descenso de población es no tener tiempo de pensar. Y las mujeres de la localidad tienen todos los días ocupados gracias a las actividades que organizan tanto la Asociación de Jubilados los Huertos de Montejo como la Asociación de Mujeres Rurales Virgen del Carmen.

Gimnasia de mantenimiento, taller de memoria, manualidades, escuela de adultos e incluso clases de informática componen la diversa actividad que ambas organizaciones ponen en marcha durante toda la semana y en las que participan socias tanto de una como de otra. Y es que aunque la de jubilados aglutina también a hombres, «vamos más las mujeres porque a los hombres parece que les gusta menos asociarse y participar», comenta Severiana, la presidenta del colectivo. Y para rematar la semana, como todos los sábados, hoy toca curso de cocina. 22 mujeres acuden a las clases que una profesora de la vecina localidad de Arévalo imparte por iniciativa de la Asociación de Mujeres Rurales. «Lo importante es estar en actividad», destaca Margarita, durante muchos años presidenta del colectivo de féminas que aglutina a unas setenta mujeres tanto de Montejo de Arévalo como de fuera.

Como no todas están todo el año en el pueblo, una comida de hermandad en verano en la piscina es la excusa perfecta para «reunirnos, hablar y poner cosas en común» en torno a una paella que un cocinero se encarga de preparar, destaca Margarita.

Las excursiones también forman parte de las actividades que programan las asociaciones. «Casi todos los años hacemos una. Este año, con la subvención de la Diputación, vamos a ir a ver la exposición de Las Edades del Hombre a Ciudad Rodrigo y a Salamanca», comenta Seberiana, que a sus más de setenta años intenta estar presente en todas las actividades.

En unos días, el martes de carnaval, mientras los hombres continúan con su habitual partida a las cartas en el bar, a la que también se apuntan muchos días la mujeres, ellas se reunirán de nuevo para cumplir con la tradición de compartir café y hojuelas en torno a la mesa del único bar del pueblo.

Fiestas

Y de cara a las fiestas todos también colaboran. Aquí, junto con el Ayuntamiento, la Asociación de Amigos de Montejo, junto con las peñas de la localidad, juegan un papel importante para animar esos días en torno al 15 de agosto. Para que estos días de alegría y fiesta se prolonguen, el colectivo que aglutina a unas quinientas personas se encarga de adelantar los festejos y dos días antes ya comienza a sonar la música de la orquesta y el concurso de disfraces llena de un colorido especial las calles del pueblo. Una charanga después de los días grandes y una comida de hermandad a base de jamón, chorizo y el típico tostón asado de la zona pone fin a los festejos gracias a la colaboración de la Asociación de Amigos de Montejo.

Y es que la actividad de los colectivos sociales es fundamental para hacer más amena la vida de un pueblo casi incapaz de luchar contra la pérdida de habitantes.

De paseo por los jardines de la ermita de Nuestra Señora del Valle Isabel Jimeno.   Ermita de Nuestra Señora del Valle. / I. Jimeno   Calles amplias y servicios que llaman la atención en un pueblo de poco más de 250 habitantes censados, pero muchas menos personas residiendo habitualmente en Montejo de Arévalo. Por decisión de los propios padres, el colegio cerró sus puertas hace unos años. Solo hay bar. Las panaderías con su rico producto artesanal son de los pocos negocios que quedan abiertos y Montejo de Arévalo cuenta con cuartel de la Guardia Civil debido a su encrucijada, muy cerca de la transitada carretera CL-601. En ese paseo por las vías de Montejo de Arévalo también cautivan la mirada sus monumentos y aquellas huellas del pasado que las adornan. Una vieja piedra de molino reposa en un rincón del pueblo, junto a casas de antigua construcción. Un gran palacio reconvertido en casa de turismo rural también requiere detener durante unos momentos el paseo. Y en la plaza, junto a los jardines, la iglesia de San Andrés. De estilo mudéjar el templo pide a gritos una reparación urgente que la haga mantenerse en pie durante otra buena pila de años. Y en las afueras del pueblo, uno de los rincones con mayor encanto de Montejo de Arévalo. Un puente de piedra sirve para cruzar el pequeño cauce de agua que atraviesa el municipio. Al otro lado, un bonito parque que con el reverdecer de la primavera adquiere sus estampa más llamativa. Junto a este lugar elegido por muchos montejanos para pasar las cálidas jornadas estivales, la ermita de Nuestra Señora del Valle, un templo que llama la atención por sus grandes dimensiones, casi tan amplias como las de la iglesia.

Despoblación sin freno

Con más del 80% de los habitantes mayores, Montejo de Arévalo lucha por impedir que los jóvenes emigren de la localidad en busca de un trabajo alejado de la agricultura

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

Pertenece a la provincia de Segovia, depende en servicios como el teléfono, el centro médico o la educación del cercano municipio abulense de Arévalo y mira con envidia las mejores infraestructuras de los pueblos de Valladolid con los que limita. «Estamos en el límite de provincia. Estamos en el medio de ninguna parte, ni somos de Ávila ni de Segovia ni de Valladolid. No se acuerdan de nosotros más que en elecciones», lamenta el alcalde de Montejo de Arévalo, José Arroyo Sáinz, que lucha por mantener con vida el pueblo.

Una complicada tarea para un municipio de 260 habitantes que lleva tres años sin registrar un nacimiento y en el que el 80% de la población es mayor. «Nos vamos manteniendo poco a poco, somos muy testarudos para marcharnos del pueblo», apunta el regidor, que reconocer que «estamos preocupados porque cada vez baja más el padrón». «Vamos a tener que premiar la natalidad –añade–, hacer alguna oferta a los cuatro matrimonios jóvenes que hay para que se animen».

Al mismo tiempo, la lucha también se centra en otro frente: impedir que la gente salga del pueblo para irse a trabajar en Arévalo. «Mira que aquí hay suelo barato para hacerse casas, pero buscan más el piso y la localidad grande de la zona que es Arévalo, con 10.000 habitantes y todos los servicios. Aunque la calidad de vida de aquí no la hay allí. Además es más caro».

« No hay nada que hacer para fijar población». Y es que ni siquiera los intentos del Ayuntamiento por mantener el censo con una promoción de parcelas a «precios ridículos» ha dado resultado. «Se ha vendido casi todo para segunda vivienda y muchas para gente que no conocía el pueblo de nada y lo han visto anunciado por Internet. Prefieren marcharse a vivir a Arévalo, que está a nueve kilómetros».
Mientras los vecinos emigran, otros que lo hicieron hace años ahora regresan en busca de un lugar tranquilo. «Hay muchas solicitudes para hacerse su casita en el pueblo, algunas de gente que lleva mucho sin venir».

Esa excelente ubicación a un paso de un centro industrial que genera puestos de trabajo y presta sus servicios a Montejo de Arévalo, que con la despoblación los ha ido perdiendo. La panadería tradicional, sin aditivos y cocinada con horno de leña, es prácticamente el único símbolo comercial sin otro tipo de tiendas y que ha recuperado el bar que conserva una localidad eminentemente agrícola y ganadera.

Crecimiento estival

Aunque en invierno son pocos, y cada año menos, en verano la cifra de habitantes «se duplica y en agosto se llega hasta los ochocientos». Un considerable incremento que «supone alegría y vida para el pueblo. Muchos atraídos por las piscinas, que las hicimos con mucho sufrimiento y sin dinero para hacerlas ni mantenerlas. Pero ahora hay más gente en verano, no sólo gira en torno a las fiestas, como antes», y ahora los proyectos municipales se centran en «tener un pueblo medianamente bien para que la gente siga viniendo»,

Con una agricultura y ganadería cada vez más mecanizadas yque necesitan menos mano de obra, José Arroyo reclama más atención de las instituciones. «Resulta están hablando de que la gente vuelva al medio rural y nos tienen prácticamente abandonados».