Un catedrático rebelde
Martín Rodríguez Rojo repasa su trayectoria como profesor y sus recuerdos de Reinoso de Cerrato
Soraya de las Sías
Es imprescindible prestar atención y no perder el hilo del recorrido que el currículum académico y laboral de Martín Rodríguez Rojo ofrece por la geografía española para entender su trayectoria inicial como sacerdote y también sus objetivos posteriores como profesor universitario. Con 12 años salió de Reinoso de Cerrato, su pueblo natal, para estudiar Bachillerato en el centro Aspirantado Maestro Ávila de Salamanca. En la capital charra comenzó a cursar la licenciatura de Filosofía, que finalizó años después en Tortosa,en la provincia de Tarragona. Desde tierras catalanas regresó a la Universidad Pontificia de Salamanca, donde se licenció en Teología Sagrada y en donde tomó el primer contacto como profesor en el Seminario Menor de Linares de Riofrío, cerca de la Sierra de Francia. Mientras trabajaba con alumnos de Bachillerato, cursaba la licenciatura de Pedagogía, pues su gran ilusión era aprender y conocer nuevos métodos de enseñanza.
Su sueño se ve truncado cuando es expulsado de la Universidad Pontificia en 1968 por su participación en huelgas estudiantiles y en movilizaciones que exigían la apertura del sistema dictatorial con la concesión de derechos y libertades para la ciudadanía.
Decide marcharse a Barcelona, donde se licencia en Pedagogía. Desde allí, le trasladan a Zaragoza, donde trabaja en un instituto privado de enseñanzas medias como profesor de Francés y de Historia. Al mismo tiempo, es integrante de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), en donde trabaja con grupos obreros promoviendo movilizaciones para exigir mejoras laborales. «Vivo con ellos en casas destartaladas del barrio de San José, intentando despertar conciencias obreras y repartiendo octavillas contrarias al franquismo», recuerda ahora Martín, que asegura que los frailes que gestionaban el instituto vieron debajo de su actitud a un rebelde sin causa. «Para ellos no tenía remedio. No solo por mi participación en revueltas obreras, sino por mis métodos de enseñanza, llevando a los niños de excursión por el barrio para que analizaran la cantidad ingente de bares que había, frente a los escasos o inexistentes centros cívicos y culturales, y lo que ello suponía. Se ve que no les gustó y propusieron mi expulsión del centro educativo», agrega Martín. Especifica que hubo un juicio y que los testigos periciales señalaron que sus métodos eran aptos y aceptables como una rama más de la Escuela Nueva de Pedagogía de principios del siglo XX. «Pero ni con esas, los frailes decidieron que era una mala influencia y me expulsaron», lamenta.
El cura rojo Trabajó en varias fábricas de Zaragoza, de las que también le echaron, «porque era el cura rojo que estaba fichado en las listas negras de los sindicatos verticales de entonces», dice. A partir de ahí, decidió emprender un nuevo camino en Oviedo, donde se secularizó, donde contrajo matrimonio con Sara Navarro y en donde fundó en 1976 el Colectivo Pedagógico de Asturias, promoviendo escuelas de verano.
Cansado de idas y venidas, y en búsqueda de una estabilidad emocional y profesional para su nueva familia, Martín se presentó a unas oposiciones en Madrid. Aprobó los exámenes y le concedieron en 1983 una plaza en la Escuela de Magisterio de Valladolid, que más tarde se convierte en la Facultad de Educación, donde Martín se jubila en el 2005 como catedrático de Didáctica y Organización Escolar. Durante este periplo, Reinoso es su principal referente, porque es allí donde están sus familiares y amigos, sus recuerdos de la niñez, de las labores de la labranza, de la salida del sol en el alto de Carrascal, de los viajes con su moto Lube, y de aquel maestro, Domitilo Aguayo, que le inculcó en sus excursiones por el campo su compromiso con una nueva educación. «Cuando estoy fuera es cuando aprendo a amar mi tierra», manifiesta Martín, que reconoce que si bien de joven todos los veranos regresaba a su pueblo, los compromisos actuales le impiden ir a Reinoso todo lo que quiere. «He investigado la historia del pueblo, desde el puente romano hasta los restos del convento de las Claras. Mi deseo es escribir un libro, y antes de morirme lo hago, porque Reinoso es algo más que mi pueblo», apunta el profesor, a quien le gustaría contar con referencias de otros vecinos, como el poeta César Augusto Ayuso o el ex sacerdote Fructuoso Ayuso.
Por el momento, hoy mismo llegará a Bolivia para participar en un proyecto de colaboración con la Fundación Hombres Nuevos, que dirige el obispo Nicolás Castellanos, para formar a maestros bolivianos. Porque su conciencia le dice que sigue siendo un rebelde, un catedrático rebelde con grandes causas.
Atractivos Turísticos
PATRIMONIO HISTÓRICO
La Diputación concede una subvención para arreglar los accesos de la iglesia
El recorrido comienza en el cruce de la carretera CL-619, donde aún se pueden observar los restos de un antiguo puente romano sobre el río Pisuerga. La carretera de acceso, que el Ayuntamiento ha solicitado en varias ocasiones que sea acondicionada para eliminar los baches y socavones, conduce al visitante al casco urbano, dominado por la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, que alberga en su interior retablos barrocos. El templo será reformado en los próximos meses gracias a una subvención de la Diputación Provincial para reformar los accesos y las escaleras, que sufren un grave deterioro y que presentan un peligro para las personas mayores.
ARQUITECTURA CIVIL
El reloj del Ayuntamiento
Uno de los símbolos de Reinoso de Cerrato es el reloj con veleta y campanil que hay instalado en el tejado del Ayuntamiento. Gracias a la financiación del Ayuntamiento y de Caja España, se ha procedido al arreglo de la maquinaria del reloj y a la colocación de un sistema de iluminación para potenciarlo como un atractivo más.
TRADICIONES
Las bodegas como centros de reunión
La tradición vitivinícola de Reinoso ha perdido peso con el paso de los años y el abandono de hectáreas de viñedos y majuelos. Aún así, son varios los vecinos que siguen elaborando vino y celebrando fiestas en sus bodegas. No en vano, éstas son centros de reunión en las épocas de vacaciones o de fiestas, en el mes de agosto.
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