Abrazando árboles en Garón
Antigüedad puede presumir de tener muy bien cuidada la ermita dedicada a su patrona
GONZALO ALCALDE CRESPO
No se lo comenten a nadie, pero me he ido a Antigüedad a abrazar árboles. Sí, sí, como lo leen: ¡a abrazar árboles! ¿Qué pasa, les parece raro? ¿No hay gente que chupa picaportes, pela manillas, se columpia en los puentes o se planta delante de un toro de 500 kilos? Pues yo me he ido a abrazar árboles, no al mismo Antigüedad, sino más bien a ese pequeño oasis de frescura y tranquilidad que es el paraje donde se localiza su afamada ermita de Nuestra Señora de Garón, patrona del pueblo.
Y les contaré por qué. Hace un año, a un buen amigo y a mí, cuando visitábamos el lugar, se nos aparecieron por allí tres mujeres que nos pidieron que les diésemos la mano y que juntos, que no revueltos, abrazásemos en círculo a los imponentes chopos que alrededor de la inagotable fuente de Garón crecen, pues nos dijeron que trasmitían energías positivas.
Nosotros, como chicos obedientes, nos dejamos hacer, y realizamos el rito que nos pedían nuestras aparecidas damas. Abrazamos uno, abrazamos otro, y hasta hoy, pues las damas desaparecieron y no volvimos a saber más de ellas, ni si de verdad aquellos ciclópeos árboles nos trasmitieron las positivistas sinergias.
La verdad es que mi amigo, como luego me comentó, se quedó con ganas de haber abrazado a una de las tres damas, pero, como es muy educado y tímido, se contuvo. Así que yo he pensado que mucha vitalidad tampoco nos debió de trasmitir el abrazo a la arboleda.
Hoy he vuelto al lugar solo por ver si se repetía la aparición, y no ha ocurrido nada. En cambio, sí he encontrado allí a un grupo de jóvenes antigüedeños o con raíces en la villa a los que estaba claro que no les hacía falta abrazar ningún árbol, pues rebosaban energía y vitalidad en el estado más puro y natural. Todos padecían de una conocida enfermedad, tenían juventud, ese achaque que sólo se cura con la edad.
Charlaban, se reían y jugaban con un mazo de cartas de los que regaló este periódico cuando cumplió los 150 años de su existencia. Me dicen que gozan de su pueblo a tope, y eso que de todos ellos tan sólo dos residen habitualmente en la villa. Forman parte de la Peña Los Aprisquillos, aunque me amplían que en el pueblo hay una docena de peñas más, y hasta una asociación juvenil que se denomina El Torreón.
Dejo a los chavales disfrutando en el paraje de Garón, doy un trago de agua en su fuente, y me acerco a ver, aunque sólo sea por fuera, la bien cuidada ermita de Nuestra Señora de Garón, cuya imagen y romería gozan de gran devoción y popularidad entre los habitantes de toda esta comarca cerrateña.
Supongo que cargado de energía positiva -por la que me han trasmitido con su conversación el grupo de jóvenes-, me voy a recorrer el casco urbano de Antigüedad, buscando la calle Barrihuelo, donde sé que está la que fuera casa natal del pintor manierista Felipe Gil de Mena, que nació en esta villa en 1603 y falleció en Valladolid en 1673.
No muy lejos de allí se localiza su iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, que en origen era románica, por lo que se denominaba La Antigua, reconstruyéndose en el siglo XVII en marcado estilo barroco. De esa época románica queda todavía una ventana ajimezada con arquillos de medio punto que descansan sobre capiteles lisos. La planta del templo se reparte en tres naves y dentro de ellas pueden verse otros tantos retablos, así como un lucillo sepulcral gótico con estatua yacente en el presbiterio. |