Un forastero muy del pueblo
Saturnino Rodríguez, de 63 años, desea instalarse en Hornillos tras jubilarse en Madrid
LEONOR RAMOS | PALENCIA.
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Saturnino Rodríguez, con las bodegas de Hornillos de Cerrato de fondo. :: LEONOR RAMOS |
He escuchado muchas veces que para vivir en un pueblo tienes que haber nacido en él, pero en ocasiones aquello que escuchas con total rotundidad se rompe cuando conoces a una persona como Saturnino Rodríguez, de 63 años, nacido en un pueblo de Salamanca, con residencia en Móstoles (Madrid), y que ahora espera con ansia asentarse definitivamente en Hornillos de Cerrato, el pueblo de su mujer. «Cuando vine por primera vez, ya me enamoré y la verdad es que ahora, una vez que me he jubilado, estoy deseando venir a vivir aquí para siempre», apunta. Es alegre, dicharachero y muy chistoso, y, aunque al principio está algo cortado por eso de la entrevista, a medida que avanzan los minutos, coge confianza, hasta tal punto que al finalizar me lleva a conocer su estupendo merendero y me regala una bote de pimientos asados, un tomate y un calabacín, que cultiva en su amplia huerta. «Me lo paso en grande en mi huerta, y paso horas y horas cuidándola y regándola», dice. Satur -como le conocen en Hornillos- es, además, un gran cocinero, que prepara como nadie las patatas.
Con los pies en la tierra
«He vivido entre Móstoles, el pueblo de Salamanca y Hornillos, donde venimos una vez cada dos meses. Y eso que tengo un buen piso en Madrid, pero prefiero vivir con los pies en la tierra, pisando el suelo», apunta sonriendo. Para Satur, el pueblo es un remanso de tranquilidad, y, como dice, «aquellos que se aburren es porque quieren. Yo recomiendo a todos tener una casa en el pueblo porque es donde mejor se vive». En Hornillos está todo cerca, y «si vas a comprar a Palencia, no tardas nada, te coges el coche y en un momento ya estás en tu casita del pueblo», comenta. Es muy bueno escuchar a una persona con tanta vitalidad como Satur porque él no tiene miedo a la despoblación de los pueblos. «Aquí, la gente joven lo tendría todo cerca, así que yo les animo porque, de verdad lo digo, se vive muy bien en Hornillos», puntualiza orgulloso. «Cuando vuelvo a Móstoles, ya estoy deseando regresar, porque allí ya no pinto nada. No sabes lo que es salir de casa y no tener que coger el ascensor como me pasa en mi piso madrileño», explica.
En positivo
Cuando se casó y llegó por primera vez al pueblo de visita, le trataron muy bien los vecinos, y eso que era un forastero. «Siempre he sido igual que ahora, y entonces, cuando vine por primera vez, dije que tenía que pensar en positivo y no en negativo, como Louis van Gaal, y jamás he tenido un problema, porque todos me acogieron con mucho cariño», afirma entre risas. Y eso es algo que siempre ha agradecido. Estuvo viviendo en Vitoria, en Valladolid y en Madrid, y ahora espera asentarse en Hornillos. «Ya estamos vaciando el piso de Madrid para traernos todo aquí y quedarnos para siempre», dice.
El 1 de julio de este año dejó de trabajar en el taxi en Madrid y ya vino a Hornillos. Ahora solo por cuestiones de médicos viajará a la capital, porque «nuestra vida queremos afincarla en el pueblo», apunta. Sus hijos están encantados de que sus padres se marchen de la capital porque en Hornillos es donde son felices, aunque echarán de menos a sus amigos de Móstoles.
Satur insiste en que anime a los palentinos a que vengan a Hornillos a vivir, «que no sean tontos, que vendan su piso y se compren una casa en el pueblo, porque se vive muy bien y porque luego pueden tener la capital y también el pueblo, que es, además, el mejor libro de vida que uno puede tener para aprender». Argumenta que «en la capital la gente antes de mediodía solo duerme, pero aquí, en el pueblo, puedes pasear, ver los molinos y hablar con cualquiera, porque en la ciudad todos llevan prisa».
Con el espíritu alegre de Satur y la forma de contar cómo vive en Hornillos dan ganas de coger la maleta e instalarse en el pueblo. Está Satur y muchos vecinos más, que seguro les acogerán con el mismo cariño que un día le acogieron a él.
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