Talante cerrateño
Julio Pérez Pinillos explica el papel de la Iglesia en la lucha por los derechos de los obreros, de la que tomó conciencia en su pueblo, Espinosa
Soraya de las Sías / Espinosa de Cerrato
Hace años que salió de su tierra natal, pero Julio Pérez Pinillos (Espinosa de Cerrato, 1941) no se despega de sus profundas raíces cerrateñas. Parte de su formación personal, de su afán y lucha incesante por conseguir mejoras en los derechos de los trabajadores parten de su crianza y de sus vivencias en el seno de una familia humilde de agricultores, «que sudaron para abrir las entrañas de la tierra y sacar el fruto, que se esforzaron por labrar y poder vivir, que después de una mala cosecha, volvían a sembrar para recoger», según apunta.
Esa confianza ciega en el trabajo y en el esfuerzo no es lo único que ha bebido de tierras palentinas y lo único que explica su posterior labor como sacerdote obrero. De hecho, afirma que su trayectoria no se puede entender sin una referencia al Seminario de Palencia, donde estudió y aprendió a convivir en comunidad, y a las localidades de San Martín de los Herreros, Santibáñez de Resoba y Rabanal de las Llantas, sus primeras parroquias, donde comenzó con la labor pastoral y evangelizadora y donde inició, rodeado de pantanos, su pasión por la vida contemplativa.
Tampoco se puede concebir su carrera sin mencionar que de estos municipios de la Montaña Palentina salió en 1966 con la ilusión de convertirse en misionero y viajar a Burundi, en África, con los más necesitados. Por entonces no sabía que su misión estaba en Madrid, en el cinturón de la periferia, con aquella gente de Palomares, de El Pozo del Tío Raimundo o de Vallecas, con la que se implicó para conseguir, desde la discreción y la prudencia de un ‘don nadie’ obrero, la mejora de sus derechos y libertades.
Consciente de que no era un sacerdote al uso de los tiempos franquistas, que no comulgaba con las estrictas imposiciones que pintaba una Iglesia postulada políticamente, comenzó a trabajar en la fábrica de Ericson y contagió a no pocos compañeros que la religión también puede ser un arma de rebelión social, «siempre y cuando se tenga en cuenta el Evangelio como el referente y ejemplo a seguir, siempre y cuando se entienda que la fe cristiana debe vivirse en grupo, y siempre y cuando asuman que la justicia y solidaridad no debe buscarse exclusivamente en la homilía, sino con hechos», explica Pérez Pinillos.
Este perfil de lo que algunos vinieron a llamar ‘cura rojo’ le valió para hacer amigos y compañeros en la fábrica y para conocer a la que en la actualidad es su esposa y la madre de sus tres hijas. «Los dos compartíamos las mismas creencias sociales y políticas de ayuda a los sectores más desfavorecidos, los dos entendíamos que la Iglesia tenía algo que decir y hacer en la lucha obrera, pero no compartíamos la idea del celibato, una imposición anclada en el siglo XII de la que nada se dice en el Evangelio», asegura Julio.
El hecho de colgar la sotana no supuso que el cerrateño se olvidara de sus creencias místicas, ya que siguió vinculado a ellas a través de una parroquia y en su trabajo posteriormente en el colegio Gredos-San Diego de Vallecas, ejerciendo como profesor de Ética, Filosofía y Religión. «Hubo muchas personas que me pidieron que no dejara la parroquia, que estuviera con ellos, con esos programas con los obreros o los inmigrantes», manifiesta Julio, mientras confiesa que la Iglesia tiene mucho que aprender, porque no se puede hablar de cosas intocables hoy en día. «Se puede hablar de pluralismo social, político o ideológico, pero no de imposiciones. El problema es que esto no se consigue de forma inmediata, es algo que hay que trabajar mucho y todos juntos, con diálogo. La Iglesia tiene mucho que decir, pero si se sabe situar en el proceso de comunicación. Si no, que se calle», sentencia el palentino.
Sus declaraciones no son gratuitas. Parten de la reflexión de muchos años resumida en el libro ‘Historia de los curas obreros de España’, que publicó en el 2004.
A éste le siguió más tarde el escrito por su compañero Esteban Cabares: ‘Mística y espiritualidad de los curas obreros’, y ahora preparan juntos el tercero de la trilogía: ‘Testimonios’, que esperan que salga a la venta en un año. Con ellos ponen de relieve su papel, su talante como sacerdotes, como religiosos que luchan desde la liturgia por las mejoras de los asalariados, con el recuerdo de la tierra, del talante cerrateño.
PATRIMONIO ARTÍSTICO Y ARQUITECTURA CIVIL
Paseo por la iglesia y la ermita, por las callejuelas y los molinos
El recorrido por el patrimonio artístico de Espinosa de Cerrato comienza con una visita a su iglesia parroquial de San Martín, de estilo gótico, y a la ermita de la Virgen del Saúco, con su imagen sedente del siglo XVI.
Documentos fechados en siglos anteriores al XIX señalan que la localidad llegó a contar con media docena más de ermitas, de las que hoy en día no se conservan ni siquiera las ruinas.
El paseo continúa después por el recogido casco urbano de callejuelas estrechas y pindias, que van a parar al río Franco, que riega los jardines y las huertas. Quedan por ver los seis molinos, de una piedra cada uno, y los colmenares que pueblan los alrededores.
TRADICIONES
Procesión en Pentecostés
Al margen de las fiestas patronales de San Martín Obispo, que tienen lugar el 11 de noviembre, los vecinos de Espinosa de Cerrato también celebran la fiesta de Pentecostés. Es costumbre ese día realizar una procesión en honor a la Virgen del Saúco, cuya talla portan desde la iglesia hasta la ermita que lleva su nombre.
ASOCIACIONES
Jubilados y jóvenes
Además de la asociación de jubilados y pensionistas de Espinosa, en la localidad también trabaja la nueva asociación juvenil Santa Lucía, creada el año pasado. Es la organizadora de una semana cultural en la que se programan diferentes actividades de dimensión social y cultural, como talleres, juegos o exposiciones.
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