Pullas y camelos
Los vecinos de Población de Cerrato recuerdan tradiciones de antaño, cuando había más vecinos
Soraya de las Sías
Después de bajar de las bodegas, nos encontramos en el bar de la plaza con Carlos García Ruiz, un entusiasta de la vida en el campo y defensor del medio rural que esgrime maravillas de su pueblo, Población de Cerrato. Su pasión por la tierra natal y por las raíces, no esconde, sin embargo, cierta nostalgia por el pasado, cuando había más vecinos, cuando las labores de la labranza eran más sacrificadas, sin duda, pero más participativas y familiares.
De aquellos recuerdos conserva fotografías antiguas. Estampas en las que se le ve trabajando en las eras del Señor Eusebio. «Tenía 12 años y mi padre me ajustó por 250 pesetas para toda la campaña. Trabajaba durante ocho horas, encargado de la trilla o de otras actividades», señala Carlos, que recuerda como anécdota que sus pantalones desgastados estaban repletos de parches, «y es que no había para mucho más», agrega.
Algunos de sus amigos de la infancia, como Restituto Redondo, emigraron con sus familias fuera de la región en busca de trabajo en las industrias y fábricas del País Vasco, preferentemente. «Pero regresaban en verano y nos volvíamos a juntar en las bodegas y en las eras, preparando alguna que otra fiesta», apunta Carlos, que reconoce que le gustaría tener más fotografías de entonces. «No teníamos las posibilidades de ahora. Entonces, el fotógrafo solo acudía el día de la fiesta de Santa Ana», especifica la alcaldesa, Ascensión Moratinos Ordejón.
El sentimiento de añoranza también invade a otros poblanchinos. Salimos del bar, metros más adelante, y en los locales anexos al consultorio médico un grupo de mujeres juega a las cartas. Dicen echar en falta la vitalidad de décadas atrás, cuando por las fiestas de San Antón, el 17 de enero, y de San Blas, el 3 de febrero, era costumbre que las mujeres subieran a los cerros de Samboal para echar pullas a los mozos que estaban trabajando en el campo. «Les decíamos auténticas barbaridades. Algunos ni se inmutaban, y otros nos contestaban bajándose los pantalones», manifiesta Concepción Casado.
Aquellos insultos, que dibujan otra silueta diferente a la de la mujer rural discreta, recatada y sumisa que más de uno se ha empeñado en dibujar, se convirtieron para algunos en particulares halagos y seductores camelos. «Les tirábamos los tejos. Íbamos a provocarles, claramente», especifica Pilar Gutiérrez.
La reconciliación llegaba después en los pozos de las eras, donde se acudía con las cántaras a coger agua. «Allí nos juntábamos. Allí íbamos a ligar. ¡Cuántas veces habremos tirado el agua de la cántara en casa para volver de nuevo a la fuente y estar con el mozo que nos atraía!», bromean Anuncia Moratinos, Amparo Herrero, Petra Moratinos y Lidia Ruiz, que reconocen que alguna vez tenían que espantar moscones que andaban rondando y estorbando por el mismo lugar.
Las pullas no impedían que posteriormente, durante los carnavales, chicas y chicos se juntaran en armonía. «Nosotras hacíamos las hojuelas. Ellos pagaban el baile. Y todos tan contentos», concluyen las mujeres, que se valen de estas historias para defender que, en ocasiones, tiempos pasados fueron mejores.
Atractivos Turísticos
PATRIMONIO HISTÓRICO
La ermita de Nuestra Señora, del siglo XIII, conserva restos mudéjares en su portada
En el siglo XIV a Población de Cerrato se le conoce como Población de Sant Babilés. Por entonces, según señalan los historiadores, existían en la localidad dos templos: el de San Babilés, ya desaparecido, y el de San Miguel, que es la actual iglesia parroquial, un edificio que merece la pena ser visitado. En su interior alberga varios retablos barrocos con imaginería de la misma época y una valiosa pila bautismal con garallones. A las afueras del pueblo se encuentra la ermita de Nuestra Señora de la Asunción. El templo, fechado en el siglo XIII, conserva restos mudéjares en su portada. En una de las fachadas, puede apreciarse una estela medieval.
TRADICIONES
Bodegas y parchís
Las reuniones en las bodegas y merenderos se han convertido en una costumbre para los poblanchinos, especialmente durante el invierno y la primavera. Con la llegada del verano, hay mas vecinos y más actividades, entre las que destacan las partidas del parchís viviente que organizan en la plaza, en un tablero pintado en el suelo.
ASOCIACIONES
Entrenar la memoria
La asociación cultural Santa Ana funciona desde hace ocho años en Población de Cerrato. El colectivo, que agrupa a más de 80 socios, organiza cursillos de pintura y costura, además de clases de gimnasia y charlas religiosas con el sacerdote. Para el mes de mayo está previsto un taller de entrenamiento de la memoria.
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