Castrillo de Onielo

La ciudadela del viento

Castrillo de Onielo espera la dotación de mobiliario para poder abrir el recién construido centro de mayores

Texto y fotografía de José Luis de Román González.

Arco de entrada a la que fuera ciudadela de Castrillo de Onielo.

Todavía quedan vestigios de su pasado de ciudadela, y mientras vas subiendo la cuesta, en el momento en que pasas por debajo de ese arco de la vieja puerta, sientes durante un instante que te adentras en lo que fue castro inexpugnable amurallado.

Luego, ya entre sus calles, el pueblo te acoge y te devuelve a un presente que, sin embargo, mantiene en el rincón más inesperado retazos de otro tiempo conservando la memoria del pasado de Castrillo de Onielo, donde el viento siempre está de guardia patrullando.

El viento. Si le acompañas de ronda podrás percibir esa impresión del vértigo que produce encontrar todas las referencias visuales a tus pies. Solamente las nubes te convencen de que aún hay algo por encima de ti.

Alturas aparte, lo que realmente llama la atención en Castrillo es conocer a su gente, y lo que su gente ha sido capaz de hacer, ya que una gran mayoría de las obras realizadas en el pueblo han tenido que ver con el afán colaborador de sus habitantes.

De esa forma consiguieron traer el agua a las casas cuando la empresa encargada de la obra les abandonó por las condiciones del terreno. «Alquilamos unos compresores y organizamos dos turnos de trabajo, hasta que se terminó», recuerda Jesús Duque,
actual alcalde y diputado provincial.

Luego siguió la pavimentación de las calles, y después la limpieza del interior de la iglesia, hasta dejar al descubierto la piedra, los capiteles ocultos, el ladrillo original... El último logro ha sido la construcción de un magnífico teleclub, igualmente gracias a la aportación económica y al trabajo de todos los vecinos.

La financiación de las instituciones también ha dado sus frutos.
Durante el pasado año se acondicionó una de las subidas a la localidad y se asfaltó la circunvalación que bordea el casco urbano. A la espera se está del mobiliario que permita poner en funcionamiento el recién construido centro para mayores, y a que comiencen las obras para el arreglo del tejado del ayuntamiento.
Su poblado de bodegas y las casas están todas arregladas, aunque una buena parte únicamente se utilizan en periodos vacacionales, o en esos arrebatos incontrolables de quienes a pesar de vivir en la capital no pueden evitar acercarse a su pueblo en cualquier momento.

A disfrutar del paisaje, de ese suave vértigo que da la altura en Castrillo de Onielo, de la compañía constante del viento.

Remando en la misma dirección

Las actividades de la Asociación Virgen de la Paz evidencian la buena convivencia de los vecinos

Soraya de las Sías

Puerta de la antigua muralla que rodeaba Castrillo. / S. de las Sías.

Tras culminar una cuesta empinada, cruzas la puerta de la muralla, que recuerda el pasado señorial de Castrillo de Onielo, y comienzas el paseo y recorrido por el laberinto de calles y callejuelas. A los pocos instantes, te topas con uno de los protagonistas de la vida en los pueblos: los vendedores ambulantes, que convierten sus furgones en estanterías de supermercados y tiendas de ultramarinos para el medio rural. La agenda y la memoria de cada vecino saben de sobra cuando viene cada comerciante a surtir de víveres. «Los miércoles le toca al frutero, otros días, el de la carne o del pescado y los congelados.
Todos los días viene alguno a vender y aquí tenemos una panadería.
La verdad es que tenemos de todo a pesar de no vivir en la capital», comenta Carmen Palacios, quien añade que la gama de productos se extiende a las legumbres o a los textiles. «Hay una señora que vende alubias y otros que venden ropa y montan aquí el tenderete. No nos falta nada, y además nos lo traen a la puerta de casa», agrega.

Preparando los aperos

Mientras el furgón recorre Castrillo tocando la bocina, cada vez hay más vecinos por las calles, unos haciendo compras, otros charlando y otros preparando los aperos para iniciar las labores de labranza. Hay gestos, hay saludos y hay confesiones al remanso en las que se percibe una especial relación, unión y convivencia entre los castrilleros.

No en vano, niños y mayores son socios de la Asociación Cultural Virgen de la Paz, que lleva funcionando una década, y que programa diferentes actividades. «La agrupación se ha convertido en un encuentro de generaciones basado en el respeto», señala la presidenta de la asociación, Ana Mínguez.

La semana cultural de verano es sin duda la actividad principal que programa la asociación. Aprovecha la estancia en la localidad de veraneantes y de hijos del pueblo que regresan por vacaciones para celebrar exposiciones, bailes y meriendas populares.

Sin embargo, las mujeres están entretenidas a lo largo del año. Han participado en cursillos de restauración de muebles o de costura. Hace meses realizaron un seminario de comunicación y habilidades sociales y ahora los miércoles están inmersas en las clases de gimnasia. «La oferta de cursillos de los Ceas ha sido variada en todo este tiempo, aunque ya pensamos en solicitar otros nuevos», señala la presidenta, Ana Mínguez, que además recalca que esto es lo que da algo de vida a la localidad. «De lo contrario estaríamos encerradas en casa y muertas del aburrimiento», remata.

De buen humor

Dos libros realizados por los vecinos de Castrillo repasan la historia, las costumbres y la demografía

Soraya de las Sías

¿Sabría decir con exactitud para qué se utiliza la expresión ‘estar en los caganiales’ o qué significa la palabra ‘compostra’? ¿Le gustaría saber por qué al más ingenuo se le equipara con ‘perantón’ y al más despistado, con ‘perdigalla’? Es probable que todo esto le suene a cuento chino. Considero. Para no ‘marrotar’ ni estropear la historia, le contaré que son algunos de los vocablos que los vecinos de Castrillo de Onielo han adquirido como suyos propios, introduciéndolos en su lenguaje común, haciéndolos vehículos conductores de sus diálogos y conversaciones más cotidianas.

Palabras que lenta y ‘acalcuzadamente’ se van perdiendo y que los castrilleros se reniegan a depositar en el olvido generacional.
De ahí que las integrantes de un Aula de Cultura promovido por la asociación Virgen de la Paz editaran hace años el librillo ‘Castrillo de Onielo. El Ayer’, en el que no solo recogían, a modo de diccionario rural, estas palabras y su significado, sino también una extensa lista de nombres propios que han caído en desuso, que hoy en día llama la atención escuchar, y a más de uno le cuesta pronunciar. Asclepiades, Onesiforo, Sinforoso o Rutilio, para ellos. Gliceria, Bibina, Eligia, Macrina o Eleuteria, para ellas.
La obra, dirigida y coordinada por el misionero comboniano Ampelio González Aragón, natural de la localidad, recoge también la trayectoria histórica de Castrillo, la toponimia o el patrimonio, además del relato de las costumbres y las fiestas de antaño, como la de la matanza, la de las Letanías o la del Corpus, cuando los pastores no soltaban las ovejas al campo y compartían un día de celebración, jugando a la pelota o a la petanca. «Estas historias tan entrañables están ilustradas con fotografías antiguas que han aportado los vecinos. Merece la pena echar un vistazo al libro, porque supone conocer un poco mejor nuestro pueblo y nuestro pasado», reconoce Petra Aragón, concejal del Ayuntamiento y una de las autoras del libro.
Entre los recuerdos del ayer destaca uno en especial: el de la Semana Santa. Cuando los vecinos participaban en las representaciones teatrales de Jueves Santo y Viernes Santo, recorriendo las calles, escenificando la historia cristiana sobre improvisados escenarios. «La iniciativa, que combinaba el sentir religioso con la afición teatral y el respeto, partió del maestro Orencio Palacios y del sacerdote Elfidio Gómez. Gracias a ellos se vivía la Pasión de otra manera más participativa», señala el alcalde, Jesús Duque.

Muy emotivo
Mientras, Francisca Antolín adelanta la conversación para matizar que a pesar de lo rudimentario que hoy pueda parecer, la experiencia fue muy aplaudida décadas atrás. «Era muy sencillo. Se procesionaba en carros o remolques y cada uno se vestía con los cobertores que hacían las veces de colchas. Pero era tan emotivo, se hacía con tanto sentimiento, que merecía la pena verlo. Acudía mucha gente de la comarca», agrega Francisca, que lamenta que esta costumbre se perdiera con los años.
A estos apuntes que guardan por escrito la historia de Castrillo, hay que sumar el estudio realizado en el año 2002 por González Aragón. Se trata de un análisis histórico, genealógico y demográfico del último siglo, desde el año 1900 hasta el 2000. El autor, ya fallecido, explica que durante la última centuria nacieron 1.606 personas en Castrillo, que el año 1941 fue el de mayor crecimiento con 41 nacimientos, 21 varones y 20 mujeres, y que la cifra de natalicios descendió en los años setenta y ochenta hasta caer en picado en los noventa. «Ampelio dedicó tiempo y esfuerzo, acudía a la iglesia para analizar los archivos parroquiales. Gracias a él hoy podemos disfrutar de un informe tan completo», explica Aurora Cítores, que apunta que tras varios años sin niños, en el 2004 nació el «último juguete del pueblo».
Un estudio que los castrilleros valoran también por la persona que lo realizó, por el religioso al que todos veían como un amigo que dedicó su vida a prestar ayuda en el Tercer Mundo y que falleció hace cuatro años cuando trabajaba como misionero en una de las zonas más pobres de África. «Fue una gran persona, un gran amigo y un amante de su pueblo», manifiesta Ampelio Moreno, que finaliza sentenciando que la unión vecinal inculcada por el misionero comboniano es lo que ha hecho posible que salgan adelante proyectos culturales de envergadura, «como aquellos libros o como las obras de rehabilitación de la ermita de la Virgen de Villagustos, que estamos llevando a cabo los propios vecinos».
Porque al final, los castrilleros no son de esos caganiales que quieren estar en todos los sitios y en ninguno a la vez. Tampoco compostras, resabidos o sabiondos. Solo son maestros del buen humor, artífices de la unión.

El fruto del esfuerzo vecinal

El encomiable trabajo de los vecinos y la colaboración institucional ha hecho posible la restauración de la ermita de Villagustos del siglo X

Eduardo Plaza

Se nota al llegar a Castrillo de Onielo y al encontrarse con los restos de muralla y arcos de entrada que dan la bienvenida que sus calles y rincones guardan un pasado de muchos siglos atrás. Este lugar fue un castro, una fortaleza, antes que un pueblo como tal. Y uno de los vestigios de ese pasado es la ermita de Villagustos, del siglo X, que acoge en su interior a la Virgen del mismo nombre, imagen que fue tallada en el siglo XII.

Esta ermita es el único resto que perdura de dos poblados ya desaparecidos que pertenecieron a la villa de Castrillo de Onielo. Eran Santiago Sombrión y Villagustión, donde se asentaba la ermita. Y allí, todos los años, coincidiendo con las letanías de la Ascensión, se celebra la fiesta de Nuestra Señora de Villagustos. Aunque este año va a ser una conmemoración mucho más especial. Todo se debe a la reforma realizada tanto en la propia ermita como en sus aledaños, lo que le ha dado una nueva cara.

Aún así, lo más destacado es que esta restauración ha sido posible, fundamentalmente, al trabajo de los vecinos de Castrillo de Onielo, que han logrado que las obras hayan llegado a buen término mucho antes de lo que hubiera sido posible sin su colaboración. Por todo ello, los castrilleros se encuentran orgullosos de su empeño y del resultado que ya se puede contemplar. Una labor que ha contribuido a reverdecer la piedra del templo y a reformar el suelo, el coro, la sacristía y el altar. Asimismo, se ha recuperado el pórtico de entrada, se ha reformado el tejado y se han acondicionado los entornos de la ermita, cuya pradera se ha dotado de un sistema de riego automático, una fuente y unas barbacoas.

La nueva imagen de la ermita, realzada también con unas extraordinarias vidrieras, ha sido posible gracias a la financiación vecinal e institucional. La Junta de Castilla y León ha aportado 60.000 euros; la Diputación, 6.000; Caja España, 5.000; y el pueblo, otra importante cantidad que roza los 20.000 euros.

Por otro lado, el Ayuntamiento también tiene en mente el acondicionamiento de los entornos de las bodegas. Es otra de las señas de identidad de Castrillo, ya que antaño el campo que rodeaba el pueblo estaba lleno de viñedos, desaparecidos debido a una enfermedad que secaba el racimo y sus apreciadas uvas. Lo que sí quedan son los lagares y el buen vino de la tierra que sigue elaborándose. Y también sólo por degustarlo merece la pena acercarse a Castrillo de Onielo.

De los ajos y de la peña

La iglesia de Castrillo de Onielo es una de las joyas arquitectónicas del arte sacro cerrateño

GONZALO ALCALDE CRESPO | CASTRILLO DE ONIELO

Dicen los viejos cronistas que Castrillo de Onielo no siempre se llamó así, pues antes se le conoció como Castrillo de los Ajos y Castrillo de la Peña. El primer nombre posiblemente se deba a que gozó de cierta fama el cultivo de este popular y comestible bulbo, denostado ingrediente básico de nuestra dieta mediterránea que necesitó que viniera alguien de fuera para asegurarnos que era muy bueno. Y eso ya era cuando nuestros 'tatara o tatarabuelos' daban buena cuenta de él, pues hasta la llegada a Europa de la patata sació muchas hambrunas sin que se parasen a pensar si eran buenos o malos para el colesterol.

Lo de Castrillo de la Peña tiene más sentido por la ubicación orográfica de la villa, pues se emplaza a bocacerral de un dilatado páramo que da vistas a dos amplios valles. Por ellos discurren los arroyos Maderano y Charcón, que ejercieron como foso natural, haciendo que Castrillo ya desde tiempos prerromanos se convirtiese en un verdadero bastión inexpugnable. Posteriormente y para mejorar su protección, la población se encerró entre murallas, por lo que hoy todavía allí veremos algunos restos de sus lienzos, torres y hasta una de las puertas conocida como El Arco.
Al actual nombre de Castrillo de Onielo, algunos autores lo asocian a que fuera posesión de la segunda esposa del Conde Ansúrez, fundador de la ciudad de Valladolid. En cambio, otros aseguran que esto fue una invención de los vallisoletanos, que desde siempre fijaron sus ojos en estos pueblos del Cerrato palentino para anexionarlos, al menor descuido, a su territorio provincial.

De estas cosas y otras más que yo ignoraba -como los vestigios de la comunidad hebrea que existía en la villa o la leyenda de la campana asesina- hablo con Erfidio Gómez Caminero, el párroco de Castrillo, que lleva allí más de cuarenta años ejerciendo su labor pastoral. Se ve que es un hombre apasionado por su pueblo, conocedor del arte que contiene su parroquia, y un verdadero entusiasta de la historia. Amablemente, se presta a mostrarme su iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Paz, y mientras va a por la llave, me quedo contemplando y fotografiando el escudo del inquisidor Maté, que se sitúa en una fachada frente por frente de la iglesia, que según parece también fue convento.

La iglesia parroquial de Castrillo de Onielo es una de las joyas arquitectónicas del arte sacro cerrateño. En ella se conservan representaciones de casi todos los estilos artísticos clásicos. De su primitiva época románica, conserva sus dos buenas puertas de ingreso, una situada a los pies del templo y otra al mediodía, ahora encerrada dentro de un porche. Dentro ya de ella, veremos en las naves laterales -el templo tiene tres- algunos sencillos pero interesantes capiteles románicos, entre los que sobresale uno con una curiosa representación del infierno.

Pero la cosa no acaba aquí, pues por toda la fábrica del templo, que por cierto esta primorosamente conservado gracias sobre todo, como me reconoce su párroco, a la colaboración de los vecinos del pueblo, obras y apeos de época gótica -como las bóvedas que cubren la cabecera, o mudéjares, incluido un soto coro con aljarfe decorado de la misma época-.

Ya de época barroca, allí veremos varios retablos, dentro de los que se entronizan un par de buenas vírgenes románicas, incluida la de la ermita de Villagustos, así como las excelentes tallas de dos Crucificados de los siglos XIV y XV, uno de los cuales hace compañía a una espléndida cajonería de nogal que también puede verse en la sacristía.

Erfidio no me comenta -y hace bien por seguridad y porque estará a buen recaudo- que esta iglesia parroquial de Castrillo de Onielo también tiene una buena colección de orfebrería sacra, en la que sobresalen un par de mazas de época de los Reyes Católicos que ya fueron exhibidas en la exposición de Las Edades del Hombre de Palencia.