Riofrio de Riaza

La paleta de un pintor

El hayedo de Riofrío de Riaza, que atrae a decenas de visitantes, dibuja un cuadro diferente en cada estación

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

Vista de Rio Frío de Riaza, con la sierra de Ayllón al fondo.

En unos días el verde que ahora domina el paisaje comenzará a apagarse. El verano dice adiós y la naturaleza se prepara para una nueva estación. Los tonos amarillos, marrones y ocres se harán dueños de las hojas de los árboles antes de que su caída avise de la llegada del blanco de las nieves y, de nuevo en primavera, los nuevos brotes comiencen a tornar de verde el cuadro que cada estación dibuja el hayedo de la Pedrosa de Riofrío de Riaza.

Este privilegiado entorno, en las faldas de la sierra de Ayllón, a los pies del puerto de la Quesera, es uno de los mayores atractivos de Riofrío de Riaza. Es con la llegada de los primeros días otoñales cuando saca del armario su mejor traje y atrae con él a decenas de visitantes que se pierden entre los tonos dorados y ocres de las hojas de los árboles. También con el buen tiempo, la posibilidad de hacer rutas en bicicleta o a pie es un aliciente para la llegada de turistas, aunque se echa en falta que su presencia se deje notar en el pueblo.

No es necesario pasar por Riofrío de Riaza para adentrarse en este tesoro de la naturaleza y la sola existencia de un bar no es suficiente para atraer a los visitantes. Por eso se echa en falta la presencia de más instalaciones hosteleras, aunque parece que en breve se pondrán en marcha algunos alojamientos en este pueblo con muchas posibilidades en este sentido, pero por ahora sin explotar. Además, el alcalde, Luis García García, confía en que el turismo sirva para asentar población, una meta difícil de alcanzar por ahora, ya que solo hay tres personas en activo residiendo de manera habitual en el pueblo, la más joven con mas de cincuenta años.

La agricultura, el motor de la economía riofriana hace años gracias al cultivo de la patata de siembra, es prácticamente testimonial. Por eso, «se requiere una mayor explotación del turismo para tener alguna esperanza de vida», apunta el regidor.

El más alto

Y es que con la caída de las hojas del hayedo, los vecinos también van saliendo de Riofrío de Riaza. De la multitud que supone la presencia de casi doscientas personas en verano para un pueblo de cincuenta habitantes, septiembre –con la excepción de las fiestas de San Miguel en torno al día 29– se lleva a los primeros veraneantes. Ya en octubre, muchas puertas comienzan a cerrarse y apenas veinte personas se quedan en la localidad. Pero es con la llegada del invierno, que en este pueblo, el más alto sobre el nivel del mar de la provincia de Segovia, a 1.312 metros de altitud, se hace especialmente duro, cuando el bajón se nota más. «Este invierno habrá seis personas. Es el primer año que se quedarán tan pocos», lamenta el alcalde. Y depende de cómo llegue el tiempo, en marzo o abril, comienza de nuevo el regreso y las calles, que nunca pierden la actividad, recuperan el movimiento de gente.

Las normas urbanísticas que se están tramitando y la ampliación del casco urbano que se llevará a cabo con la ampliación en setenta parcelas temporalmente animará aún más la vida en Riofrío de Riaza, aunque se echa en falta más población estable.

Ese limitado mercado inmobiliario hace que a Fuentepelayo se le resista sobrepasar la barrera de los mil habitantes, objetivo al que van dirigidas otras iniciativa municipales como la creación de un polígono industrial, a escasos kilómetros de la futura autovía Segovia-Valladolid, para el que, según el alcalde, Lorenzo Tejedor de Santos, ya cuentan con peticiones, sobre todo de las industrias de la localidad, que necesitan empresas subsidiarias.

Hay que subir mucho para llegar al pueblo y el frío se deja sentir pronto. La nieve no supone un problema para sus vecinos, que ya están acostumbrados a ella, y solo el hielo genera inconvenientes con la rotura de tuberías y algunas dificultades para bajar a Riaza, aunque están satisfechos con el trabajo de las quitanieves. Y es que la dependencia de Riaza es total. Allí bajan a diario a comprar y allí acuden al consultorio médico –«aquí tenemos local, pero prefieren ir a Riaza porque de todas formas tienen que ir a la farmacia», aclara el regidor–. Pero también les hay que suben desde Riaza a Riofrío, entre ellos el panadero, que todos los días acude a repartir su género a los riofrianos. «Se merece un monumento. Sube todos los días incluso, a veces, antes que la quitanieves», apunta agradecido Luis García .

Pacientes y osadas

Los jóvenes aguantan las bromas de las chicas durante el corro de los mozos en las fiestas

Isabel Jimeno.

Los mayores son quienes velan porque la tradición se mantenga con las menores variaciones posibles, pero tampoco faltan los jóvenes dispuestos a cumplir con el ritual durante las fiestas de San Miguel Arcángel, trasladadas del 29 de septiembre al fin de semana más próximo.

El corro de los mozos continúa siendo uno de los atractivos más curiosos y característicos de las fiestas mayores en Riofrío de Riaza. Ha sufrido alguna variación con los años, pero la esencia sigue siendo la misma que vio nacer la tradición hace ya muchos años.

El domingo por la mañana es el momento de la cita con el corro de los mozos. Sobre las doce, antes de la misa mayor y la procesión en honor del patrón, se cumple con el ritual, en el que también se aprovecha para subastar al mejor postor quiénes tendrán el honor de portar los cuatro palos de las andas sobre las que San Miguel Arcángel saldrá del templo.

Los jóvenes solteros deben sentarse en círculo dispuestos a aguantar las bromas que soportarán. Armados con mucha paciencia, allí permanecen mientras la chicas se atreven a entrar en el corro y someter a sus travesuras a los jóvenes.

Pero no todo es tan sencillo como en un principio puede parecer. Otro de los varones, el llamado guardamozos, se encarga de cuidar de sus compañeros. Armado con un cinturón recorre el corro para salvar de las bromas a los chicos. Ahí es cuando entra en juego la valentía y osadía de las féminas para adentrarse en el corro y realizar sus bromas, arriesgándose a recibir un cintazo del guardamozos, dispuesto a cumplir con su labor de vigilante y protector del corro.

Pero cuando las jóvenes logran su propósito, solo el guardamozos podrá librar de las bromas a los solteros, que deben aguantar pacientemente sin levantarse, sin moverse ni gesticular demasiado.

Con unas normas

Colocar una lata con humo bajo el joven, pintarle un bigote, mancharle con espuma, colocarle una careta o ataviarle con una rara indumentaria son algunas de las bromas permitidas en el corro de los mozos. Y es que no todo es posible. Deben cumplirse unas normas como no destrozar la ropa. Una sanción económica penará a quienes –tanto ellos como ellas– incumplan lo establecido en la regulación del corro de los mozos.

De cuento de hadas

El Hayedo de la Pedrosa, Espacio Protegido de Interés Natural desde los años setenta, es el mayor atractivo de Riofrío de Riaza

Isabel Jimeno.

En la falda de la sierra de Ayllón, a los pies del puerto de la Quesera (1.710 metros) que da acceso a la vecina provincia de Guadalajara, con la que hace límite, cerca del caserío, brota el Hayedo de la Pedrosa, el mayor atractivo de Riofrío de Riaza, que cada año atrae a numerosos turistas para disfrutar con sus encantos, sobre todo en otoño, cuando dibuja la estampa más bonita y multicolor.

87 hectáreas de arbolado entre Riofrío de Riaza y Majalrayo, en la provincia alcarreña. 87 hectáreas de voluminosas formas, de curiosos ejemplares de hayas en los que las ramas arrancan casi desde el suelo, sin tronco que las sustente.

Dicen que esto se debe a que durante años los árboles fueron talados para alimentar de materia prima a la fábrica de sillas de haya que hasta el siglo pasado funcionó en el municipio.

Pero aquellos tocones no murieron y de ellos nacieron nuevas ramas que hoy dibujan el fantástico cuadro del Hayedo de la Pedrosa, desde los años setenta declarado Espacio Protegido de Interés Nacional. En la parte más alta y de difícil acceso sobreviven los ejemplares más antiguos de troncos centenarios y retorcidos, cubiertos de musgo y líquenes. Y es que la mayoría de los casi dos mil ejemplares que forman este bosque que es casi de cuento de hadas son hayas jóvenes, junto a las que también hay otras especies como robles, avellanos y acebos.

Colores

Es una de las reservas naturales más destacadas de la provincia de Segovia que se puede recorrer gracias a la ruta dibujada entre los árboles, desde las proximidades del pueblo, cerca de donde nace el río Riaza, que discurre entre en su primer tramo entre el hayedo.

Pero además de por la diversidad cromática que ofrece en cada estación, el Hayedo de la Pedrosa es un caso excepcional. Y es que estos árboles son propios de zonas más septentrionales, sin embargo, el de Riofrío de Riaza es uno de los más meridionales de todo el mundo y el que crece más al sur de toda Europa. Pese a los grandes contrastes climáticos del pueblo segoviano situado a mayor altitud (1.312 metros), el hayedo se mantiene e incluso se regenera.

Sus ejemplares ya se han acostumbrado a soportar secos veranos, pocos días de niebla, temperaturas invernales muy bajas y copiosas nevadas que durante el invierno -aunque ya menos que hace unos años- tapan bajo una capa blanca las ramas de los árboles de este bello rincón de Riofrío de Riaza. Un lugar que merece la pena visitar.

La experiencia del 'corro'

Durante las fiestas de San Miguel los mozos protagonizan una tradición única

MÓNICA RICO

Calle de la localidad, con la sierra al fondo. :: M. RICO

Recorriendo la provincia de Segovia, el visitante se puede encontrar con decenas de leyendas y tradiciones. Algunas de éstas últimas son más o menos curiosas, de mayor o menor antigüedad y con una historia tras de sí que los habitantes no quieren dejar en el olvido. Algunas han variado con el paso de los años, adaptándose a las costumbres y la actualidad, como es el caso del 'Corro de los mozos' de Riofrío de Riaza, con un origen poco conocido. Se trata de una tradición muy diferente a otras, aunque nació al abrigo de una que se realiza en muchos lugares, como es la subasta de los palos de las andas del Santo. Lo que sí es cierto es que cada año se hace más conocida y popular y atrae a curiosos, además de vecinos del municipio.

Hace algunas décadas, los mozos realizaban este corro de una forma diferente. Llegaban vestidos para ir a misa, se sentaban en medio de la plaza y allí esperaban a las mozas, quienes aprovechaban el rato para realizar sus fechorías.

Hoy en día, aunque el espíritu es el mismo, el aspecto es diferente. Los jóvenes acuden apenas sin dormir y con sus trajes de peñista, en la mayoría de los casos. Los chicos se vuelven a situar formando un corro de sillas en la plaza. Lo curioso del ritual es que se marca la posición de los jóvenes, incluso con medidas y las manos apoyadas en las rodillas.

El mayor de los solteros del pueblo es el que ocupa el papel de alcalde y estará atento a que todo el rito se cumpla, tal y como se ha venido haciendo en los últimos años.

Mientras tanto las chicas ya se han preparado. Cuentan con distinto material, pero especialmente cremas, espumas y líquidos, que derramarán sobre los jóvenes, que en ningún caso podrán variar su postura, a excepción de que el 'alcalde' les envíe a ocupar otro papel.

Para que la espera y los minutos de 'trastadas' se hagan más llevaderos, otro de los mozos, enviado por el que actúa de alcalde, reparte entre los jóvenes sentados en el corro licores, tabaco, pastas y embutido.

Mientras tanto, decenas de espectadores se van agolpando para poder ver esta tradición-espectáculo. Forman un segundo corro, con espacio libre, ya que las mozas tienen que realizar las travesuras alrededor del corro. Así van esparciendo sus líquidos sobre los jóvenes, incluso cascando huevos frescos sobre sus cabezas, mientras los jóvenes aguantan estoicamente y sin dejar su posición inicial.

Otro de los jóvenes, si lo ordena el alcalde, puede ir limpiando a los habitantes de este curioso corro. Mientras tanto dos más, también enviados por el mayor de ellos, juegan el papel denominado 'guardamozas'. Ellos corren alrededor del corro, siempre en la misma dirección, con un cinturón en la mano con el que pueden golpear en las piernas a las chicas, con el fin de disuadirlas de tales acciones.

El corro se prolonga durante minutos, en ocasiones incluso horas, pero siempre antes del comienzo de la misa. El final también es espectacular. Es el propio alcalde el que determina el final del rito, hace una seña al resto de jóvenes que salen corriendo tras las chicas para ejecutar su venganza, que no es otra que llevarlas hasta el pilón, donde recibirán un refrescante baño. Esta tradición, aunque con variantes, sí es muy común en otros municipios de la provincia.
Tras finalizar el divertido rito, los mozos y mozas corren a limpiarse y cambiar su indumentaria, para acudir a la también denominada 'Misa de los Mozos', en la que los mismos jóvenes que minutos antes se sentaban en el corro, ahora desempeñan los distintos cargos en la eucaristía y también en la procesión, hasta el regreso de San Miguel al templo, momento en el que se realizará la subasta de los palos de las andas, que tradicionalmente se sorteaban en el tradicional y único 'Corro de los Mozos'.