Maderuelo

Patrimonio natural y arquitectónico

Villar del Buey pondrá en marcha a finales de este año un centro geriátrico que creará siete puestos de trabajo

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

Los coches desaparecen, los pantalones vaqueros y las camisetas dejan paso a los briales y las corazas. Por unos días, Maderuelo regresa al pasado, al siglo XII. Las reyertas, las batallas a caballo, se apoderan del recinto amurallado de la villa, que desde hace cinco años, el último fin de semana de agosto, cierra sus puertas al progreso del siglo XXI y reproduce la vida de sus antecesores.

Durante el año, los vecinos se preparan a conciencia para la ocasión y asisten a clases de esgrima para poner a punto sus espadas. Cuando se avecina la fecha, el almajeneque se pone a punto para poder realizar una de las actividades más curiosas: el lanzamiento de munición con esta desaparecida arma de combate. De cara al pantano de Linares, que bordea parte del pueblo, comienza el espectáculo, que sustituye las piedras por sandías que caen en el agua, a trescientos metros de distancia. Aunque este año, la fuerte sequía ha hecho variar un poco la actividad, y es que hay zonas de la cuenca del pantano totalmente secas y otras en las que solo quedan charcos. Pero la sequía también ha permitido que la batalla este año se traslade al puente romano que la construcción de la presa anegó.

La recreación de la historia de Maderuelo durante la Edad Media es un atractivo más en un pueblo cuyo patrimonio arquitectónico y natural le hace tener buenas perspectivas de futuro dirigidas al turismo. El alcalde, Santiago Bayo, reconoce que las posibilidades en este sentido del pueblo son muchas, aunque confiesa que todavía no se le ha dado la suficiente publicidad porque «primero hay que dotar al pueblo de servicios y la gente tampoco quiere que la feria medieval se ahogue con mucha gente».

Consciente de que buena parte del futuro de Maderuelo depende del turismo, el sector económico que por ahora ha logrado fijar más población, el regidor apunta un proyecto para convertir el pueblo «en una especie de parque temático» en el que cada fin de semana se repita la recreación de la vida en el medievo, aunque Santiago Bayo reconoce que tiene muchas complicaciones. La necesidad de cerrar al tráfico todo el pueblo, con pequeñas y estrechas calles y solo dos vías de acceso, hacen casi inviable el proyecto, por lo que se baraja la posibilidad de hacerlo por barrios.

La reciente declaración de las Hoces del Río Riaza como Parque Natural es un atractivo más para Maderuelo, que en 1952 tuvo que hacer frente al duro palo de ver cómo su vega se anegaba y la pedanía de Linares del Arroyo quedaba sumergida bajo las aguas del pantano. Sus más de cien habitantes tuvieron que abandonar el pueblo y en la zona todavía recuerdan con nostalgia “las violetas que cubrían la vega...».

Un balneario

Los vecinos de Linares del Arroyo tuvieron que decir adiós a una vida de la que hace medio siglo casi no se había oído hablar. Las propiedades medicinales de una fuente alcanzaron tal fama que el turismo se convirtió en el motor de vida de sus habitantes, que vivían de los denominados ‘aguachines’, personas de todos los puntos del país que llegaban a Linares del Arroyo. Ahora, las propiedades de esa agua, que aún atrae a gente, se quieren explotar con la construcción de un balneario, un ambicioso proyecto que este año puede dar un paso importante, ya que la bajada de nivel del agua del pantano permite el acceso a la piedra de la que mana templado el preciado elemento.

La construcción de un campo de golf que complete la oferta deportiva, sobre todo acuática, que ofrece el pantano y el deseo de que Renfe ceda un antiguo túnel de la vía ferra para su explotación micológica son otros de los proyectos con los que Maderuelo espera poder asentar población.

Secretos tras la muralla

Maderuelo Siglo XII hecha la vista al pasado de la villa amurallada durante el último fin de semana de agosto

Isabel Jimeno.

Bendición de enseñas durante la celebración de la pasada edición de Maderuelo Siglo XII./ El Norte

Los símbolos del progreso quedan ocultos. Asomado al pantano de Linares del Arroyo, guarecido tras la muralla, Maderuelo regresa por unos días a su pasado. Echa la vista atrás y recuerda aquellos días tan trascendentales para la villa. Han dejado una importante impronta en el cuadro que dibuja este pueblo pequeño, pero con mucho encanto, y ahora sus vecinos tratan de recordarlo todos los años con la feria Maderuelo Siglo XII, el último fin de semana de agosto.

Es precisamente en esa época en la que se datan los frescos románicos de la ermita de la Vera Cruz. La austera construcción levantada a los pies del río Riaza guarda su belleza por dentro: unos frescos románicos que se pueden considerar los más valiosos de España por su buen estado de conservación.
El siglo XII fue la fecha elegida y a la que una vez al año regresa Maderuelo. Estandartes, banderolas y blasones con los principales apellidos de la villa decoran las estrechas y empedradas calles que serpentean entre la muralla.

No hay relojes que marquen la hora, el sol es el encargado de organizar el tiempo. Las corazas y briales sustituyen a los pantalones vaqueros y camisetas. Los coches deben quedarse fuera de la muralla, solo a pie o a caballo puede recorrerse Maderuelo entre las reyertas sobre equinos, los cuentacuentos, los tenderos, artesanos y ladrones que no faltan para completar la escena.

Este año se vivirá la séptima edición con un completo programa de actividades que se suceden desde la mañana del sábado hasta la noche del domingo. Un día de feria en el siglo XII, las consecuencias de ser acusado de un delito en aquella época, la importancia del Fuero para regular la vida, la organización de la villa o la llegada de la hueste a Maderuelo son algunas de las escenas que se han representado en esta feria medieval desde que comenzó a celebrarse en el 2000.

Este año la prohibición de practicar alquimia y las consecuencias para quien osase adentrarse en ese mundo centrará Maderuelo Siglo XII. Un alquimista es denunciado y se desencadena la escena de condena. El ataque a la villa y la defensa que arman los maderolenses se suceden y permiten ver en acción una de las escenas más vistosas: el disparo del almajeneque o trabuquete, que apuntando hacia el pantano, sirve para repeler a los atacantes.

Viandas, puestos de mercaderes, reyertas, el corro de los alcaldes encargado de dictar justicia, las danzas y canciones de trovadores inundan durante dos días las calles de Maderuelo, que olvida la actualidad para recuperar aquellos momentos que marcaron el devenir de la localidad.

Una fecha difícil de olvidar

Los mayores recuerdan la construcción del pantano que en 1952 anegó sus tierras y sumergió l pueblo de Linares del Arroyo

Isabel Jimeno.

1952. Un año difícil de olvidar para los maderolenses. Después de años oyendo hablar de un proyecto que ya existía a comienzos del siglo XX y que sufrió diversas modificaciones, el pantano de Linares del Arroyo se hacía realidad. Una fecha que los mayores de Maderuelo guardan en su memoria como "un mal recuerdo", apunta Alejandro, quien lamenta cómo aquella infraestructura marcó un antes y un después en la vida de la villa. Aunque reconoce los beneficios posteriores del embalse concebido para poder regar más de 7.000 hectáreas y producir energía hidroeléctrica, se queja de que el proyecto supuso el fin de buena parte del medio de vida de sus gentes. "Nos quitaron todo lo bueno: las dehesas, las huertas...", se queja este veterano maderolense de 78 años, quien no olvida cómo muchos se quedaron sin el medio de vida que les mantuvo durante años.

Pero la peor parte se la llevaron los vecinos de Linares del Arroyo. La construcción del pantano que lleva su nombre implicó que las casas quedasen sumergidas bajo sus aguas. Y ahí siguen sus ruinas medio siglo después, aunque sólo en los años de sequía en los que baja el nivel del agua es posible ver lo que queda de ese pequeño pueblo que un día estuvo asentado a orillas del río Riaza.

En el silencio del Parque Natural de las Hoces del Riaza, la torre de su vieja iglesia asoma sobre las aguas e indica que hace más de medio siglo allí había una intensa vida cuya cuenta atrás comenzó en diciembre de 1945, cuando se aprobó definitivamente el expediente de expropiación de las fincas rústicas y urbanas. El proyecto del que durante tantos años habían oído hablar comenzaba a hacerse realidad y las gentes de Linares del Arroyo debían iniciar la nueva vida que para ellas diseñó el Gobierno.

Con capacidad para 58 millones de metros cúbicos de agua, el pantano que anegó 485 hectáreas y que costó 36 millones de pesetas obligó a sus habitantes a salir de este pueblo hacia la finca de La Vid. Aunque algunos emigraron a otros puntos, la mayoría fueron trasladados a más de veinte kilómetros de su lugar de origen, en la provincia de Burgos. Allí la Administración construyó unas sesenta viviendas y les dotó de tierras de cultivo.

Si el pueblo segoviano se quedaba sin gente, las fincas de La Vid y Guma recuperaban la vida merced al proyecto del Instituto Nacional del Colonización, que adquirió estos parajes para levantar un nuevo pueblo en el que los vecinos de Linares del Arroyo comenzaron a fraguar su nuevo futuro, diciendo adiós a un pasado que quedó ahogado bajo las aguas del río Riaza aquel 1952 de recuerdo imborrable.