Ribota

Al son de la música matinal

Ribota trabaja en la creación de las normas subsidiarias que ayuden a atender la demanda de suelo urbanizable

Texto y fotografías de Isabel Jimeno.

Un monumento en piedra labrada durante años por un vecino del pueblo, Pablo, cuando le llegó la jubilación recibe al visitante a su llegada al pueblo. Aún sin terminar, llama la atención.

La carretera sigue y se adentra en las calles de Ribota, que ya se han callado y recuperan la rutina del día a día. Habrá que esperar al año que viene para que lleguen otra vez las fiestas en honor de Nuestra Señora de la Antigua, que este fin de semana han consumido una nueva edición. El sonido de la dulzaina y el tamboril se ha ido. Y es que la música que ameniza las mañanas es uno de los actos más característicos y más multitudinarios de Ribota.

Gregorio Santamaría Azuara, hijo predilecto del pueblo, a la caja, es el encargado de llevar la música por las calles del pueblo desde las nueve de la mañana con el pasacalles. Los músicos recorren Ribota y paran en cada casa para recibir la invitación de los vecinos. «Los músicos que vienen se quedan un poco asombrados de la hospitalidad de este pueblo», destaca el alcalde, Francisco Javier Fernández Fernández.

De ahí a la misa y la procesión sin dejar de escucha el sonido de la música que se prolonga durate el vermú. «Por la mañana hay un ambiente fabuloso», subraya Francisco Javier Fernández.

Estos días y, sobre todo en verano, la población se multiplica. Lejos de la cifra que refleja el censo, cincuenta habitantes, Ribota llega a congregar a seiscientas personas. También experimenta un gran cambio la pedanía de Aldealázaro, que sin habitantes censados, durante los fines de semana y el estío abre sus casas para llenarse con medio centenar de personas.

Un nuevo depósito

Este drástico cambio hace que en épocas puntuales los problemas se agraven. Así, el pequeño depósito de Aldealázaro no puede hacer frente al crecimiento de la demanda y «cuando llega el verano no tenemos más remedio que dar servicio a través de cisternas», advierte el regidor, que espera que con el nuevo depósito y conducción hasta la pedanía se acaben los problemas.

Otra de las dificultades a las que debe hacer frente Ribota es la escasez de terreno urbanizable. «Estamos a la espera de que se terminen las normas subsidiarias y, luego, ver cómo se puede desarrollar», advierte el regidor. Y es esta carencia limita la construcción en el pueblo ya que la demanda, incluso de gente de fuera que nada tiene que ver con el pueblo, existe. «Prácticamente tardamos lo mismo a Madrid que a Segovia», apunta Francisco Javier Fernández como uno de los motivos para que los veraneantes fijen sus mirada en Ribota, con un frondoso paisaje y la sierra de Ayllón como marcos.

Incluso el pueblo puede presumir de haber conseguido asentar población joven de fuera que trabaja en la zona. Junto a ellos, los jubilados que desean regresar en busca de la tranquilidad de su pueblo permiten contener ligeramente el descenso del padrón.

Los sonidos del día

El pasacalles y la música durante el vermú, los mejores momentos de las fiestas de Ribota

Isabel Jimeno.

Desde por la mañana hasta por la noche, la música no para de sonar durante las fiestas en Ribota, que llenan el pueblo de un ambiente especial.

El sonido del pasacalles despierta a los vecinos en la mañana del sábado del tercer fin de semana de mayo, con motivo de los festejos en honor de la Virgen de la Antigua. Los acordes de la charanga comienzan a sonar pronto. La Orquesta Amigos, como así se llama el grupo, recorre las calles de Ribota y se detiene en casi todas las casas del pueblo para cumplir con el ritual.

Los músicos, entre los que se encuentra alguno de la localidad, son muy bien recibidos por los vecinos, que les invitan a entrar en sus casas para desayunar o almorzar, dependiendo de la hora, pues el pasacalles se prolonga durante buena parte de la mañana.

Las campanas marcan que se acerca el final del recorrido musical para dar paso a la Eucaristía. Unos minutos de silencio en las calles y de nuevo la charanga sale del templo con su música para acompañar los bailes durante la procesión.

Acaban en los actos litúrgicos, pero el ambiente musical, no. Y es que comienza el vermú y la Orquesta Amigos continúa tocando sus instrumentos hasta la hora de comer, que se retrasa hasta más tarde de lo habitual.

La actuación de un grupo de danzas por la tarde y la orquesta por la noche permiten que la música continúe sonando por las calles de Ribota hasta que, de nuevo, el domingo por la mañana, la Orquesta Amigos recorre las calles con su tradicional y animado pasacalles.
La historia se repite el tercer o cuarto fin de semana de septiembre, cuando los riboteños vuelven a honrar a su patrona, la Virgen de la Antigua.

Hijo predilecto

Y buena parte del buen ambiente y espíritu festivo que respira durante el día en Ribota se debe a Gregorio Santamaría Azuara, un vecino del pueblo al que el Ayuntamiento nombró el año pasado hijo predilecto del pueblo por su trabajo altruista tocando la caja durante los días grandes en la localidad.
También Gregorio Santamaría y su grupo Orquesta Amigos son los encargados de dar un toque diferente a la Semana Santa desde hace unos años con las saetas que interpretan durante la procesión del Viernes Santo.

Un pueblo sin gente

Benito y Francisca regresan por unos días a Aldealázaro, una pedanía de Ribota deshabitada desde que se marcharon en 1972

Isabel Jimeno.

Como cada verano, por unos días, Benito y Francisca regresan a su localidad natal. Se resisten a perder los lazos que les unen a un pueblo casi fantasma. «Yo eché la llave», recuerda Benito, quien, junto a su mujer y sus hijos, fue el último en dejar Aldealázaro, un pueblo deshabitado desde 1972, un año que no olvida este hombre. Y es que fue entonces cuando, como antes lo habían hecho el resto, salió de esta pedanía de Ribota para volver tan solo en vacaciones.

Y es que un día cualquiera no hay más vida que la del ganado de algunas naves que se mantienen en pie. Sus otras tres calles -la Bajera, la de José Clavero Núñez y la de la Iglesia- y la plaza del Olmo están vacías. Viejos aperos de labranza que allí dejaron sus habitantes y allí siguen oxidados por el paso del tiempo. Trillos y máquillas de aventar que se ven porque buena parte de las paredes de piedras y tierras rojizas se han caído por el desuso. También el paso de los años se deja notar en una iglesia prácticamente en ruinas. «¿Nos han quitado hasta las campanas!», lamenta Francisca el ver el estado en que se encuentra el templo al que tantas veces entró.

Y es que hasta que ellos se fueron celebraron las fiestas de San Miguel y San Miguelillo. Pero eso fue hace ya más de treinta años. Ahora, la tranquilidad, el fresquito para pasar los rigores estivales y las partidas a las cartas son los atractivos que ofrece. También los menores peligros y la posibilidad de correr en bicicleta es lo que más le gusta a Marina, la nieta de Benito y Francisca, que durante unos días juega con sus hermanos por las calles en las que también jugó su padre.

Las calles de arena y casas derruidas vuelven a respirar vida gracias al puñado de gente a los que todavía les gusta volver a la tranquilidad de un pueblo sin habitantes y mantiene en pie un puñado de casas.

Entre veinte y treinta personas se llegan a juntar en Aldealázaro en agosto, en la época de mayor actividad de este pueblo del nordeste de la provincia de Segovia. El resto del año, solo los fines de semana hay quien regresa a su localidad natal. Salieron en busca de un futuro mejor y con ellos se fue la vida de Aldealázaro. «Abríamos la puerta y no se veían ni los pájaros», comenta el que fue el último habitante de este pueblo en el que llegó a haber hasta cuarenta casas abiertas, que poco a poco se fueron cerrando. Ahora solo algunas se siguen abriendo por unos días, devolviendo parte de la vida que tuvo la localidad. Un caso peculiar que continúa teniendo los servicios de agua y luz pese a no contar con habitantes en el censo desde 1972, cuando en un «día malo», de mucho trabajo para empaquetar todo y triste por dejar atrás un pasado para buscar un futuro mejor, Benito y Francisca cerraron la puerta y convirtieron Aldealázaro en un pueblo sin gente.

Frente a la despoblación

En tan sólo 60 años la localidad diezmó su población, que resurge en verano

MÓNICA RICO

Vista de la iglesia parroquial de Ribota, dedicada a San Juan Bautista, construida en la típica piedra rojiza de la zona. :: M. RICO

Calzado y ropa cómoda, una botella de agua y muchas ganas de conocer nuevos lugares. Tan sólo eso es necesario para un paseo por Ribota, pero también es interesante no olvidar una cámara de fotos, para plasmar más allá de la retina los paisajes que el visitante dejará atrás. Entre ellos señalar tan sólo un ejemplo: el denominado Prado del Concejo, un monte de robles y encinas, que también sirve como lugar de reunión para los vecinos, que durante años disfrutan de los atardeceres en este paraje.

Son muchos los que ya han descubierto los encantos de este municipio de la provincia y hasta la Diputación provincial incluyó la localidad dentro de sus rutas 'Camina por Segovia', en concreto las dedicadas a la Cañada Real Soriana Occidental. Este tradicional camino de pastores marcó durante muchos años la historia del municipio, que gracias al mismo ha estado ligado de forma importante a la trashumancia y el pastoreo. Por sus calles, a lo largo de los años, han pasado decenas, tal vez cientos de pastores con sus ganados, tanto en su marcha en busca de un invierno menos duro y pastos para sus animales, como en su regreso hacia casa, cuando la alegría se veía reflejada en sus rostros.
Con la desaparición de esta actividad, también se acabó con buena parte de la actividad del municipio, que ya es raro que vuelva a ver esa alegría y ese trajín por sus calles.

Y otra crisis, la del campo de mediados del siglo XX, también afectó de forma muy importante a la historia y el devenir del municipio, que desde entonces ha vivido un continuo descenso en el número de habitantes y es uno de los claros ejemplos del despoblamiento en el medio rural. Tan sólo un dato nos deja claro cómo ha afectado ésta al municipio: En el año 1950, la localidad contaba con más de 400 habitantes, mientras que hoy en día esta cifra no supera las cuatro decenas. Triste. Muy triste.

Pero Ribota no se rinde y continúa trabajando y luchando para, por lo menos, tener los servicios básicos y de la mejor calidad posible. Y es que en la localidad tienen muy cercano un ejemplo de despoblación total. La pedanía de Aldealázaro, que depende de Ribota desde el año 1850, históricamente ha contado con muy pocos habitantes, pero desde hace unos años ya no tiene ninguno. Al menos censado, puesto que en verano recupera un poco la vida gracias a los hijos del pueblo y vecinos que un día se fueron a localidades cercanas o ciudades, en busca de algo mejor.

Por eso Ribota lucha, porque aunque en invierno son muy pocos y las calles se tornan silenciosas, siempre hay un vecino con el que charlar. El número de habitantes se multiplica hasta por cinco en verano y la alegría y el bullicio vuelve a llenar las calles.

Actividad estival

El gentío se hace más numeroso especialmente en el mes de agosto y a falta de un santo en el calendario al que venerar, la Asociación Cultural El Yugo organiza desde hace años una fiesta propia, de la que disfrutan centenares de vecinos. Este año, la tradicional comida de hermandad reunió en el Ayuntamiento a casi un centenar de personas, que posteriormente participaron en otras actividades como los juegos autóctonos o la música nocturna. En gran número también participaron en el bingo popular celebrado el 14 de agosto para recaudar fondos para poder realizar alguna inversión que revierta en beneficio para el municipio. Y gran éxito obtuvo también el concurso de tortillas, que este año se celebró el 15 de agosto.

Con o sin calzado cómodo, el municipio invita a visitar su iglesia parroquial, dedicada a San juan Bautista, que llama la atención ya desde su exterior debido al tono rojizo que adquiere la construcción, realizada con piedra de la zona. El templo cuenta con una nutrida colección de obras de plata, entre las que destacan una caja hostiario del siglo XV, un cáliz del siglo XVI y una cruz procesional del siglo XVI. Además, en las proximidades se encuentra la ermita de la Virgen de la Antigua.