Valdeolmillos

A la vera del yeso

La nueva depuradora de agua potable ha cubierto uno de los objetivos básicos para el Ayuntamiento de Valdeolmillos

Texto y fotografía de José Luis de Román González

Rincón con bancos en la plaza de Valdeolmillos, con la iglesia al fondo y la ermita a la derecha.

Aparece una mujer y nos quedamos mirando juntos hacia la espadaña de la iglesia. Luego nos miramos el uno al otro y ella me comenta que es una lástima. Eso, lo de la espadaña. Porque mire cómo está. Cualquier día se cae. Si no la arreglan pronto...

La mujer se aleja y me deja a solas con este Bien de Interés Cultural que es la iglesia de San Juan Bautista en Valdeolmillos, para la que los fondos no acaban de llegar. En efecto, las piedras de todo el monumento están afectadas por ese mal que parece disolverlas en el aire, y muchas aguantan como pueden la erosión. Sin embargo, en la espadaña están perdiendo la cohesión hasta tal punto que dos grandes grietas hacen peligrar la verticalidad del campanario. Nadie sabe por qué se mantienen todavía en equilibrio. Quizá tantos años juntas, la pena de decirse adiós.

A Valdeolmillos se llega desde Palencia por un desvío a la salida de Villalobón, pero actualmente este acceso está cortado por las obras que se realizan en la autovía a Santander. Es preciso recorrer casi cinco kilómetros más por la carretera a Astudillo para encontrar otra de las entradas a la localidad minera.

Las bocas negras de sus minas de yeso parecen puntos suspensivos sobre el cerro en la distancia. Todavía hoy se extrae cristal para alguna empresa yesera cercana a la localidad. Asimismo, alguna de esas bocas ha sido reconvertida en museo minero por uno de los vecinos.

Agua potable

Desde el pasado mes de febrero, el pueblo dispone de agua potable tras la puesta en marcha de su nueva depuradora. Éste era uno de los objetivos más urgentes del Ayuntamiento, cuyo alcalde,
Jesús María Ortega, lo considera un logro muy importante para Valdeolmillos. «El agua, lo mismo que el alumbrado o el asfaltado, ofrecen calidad de vida. No podemos permitirnos gastar el dinero en otros servicios cuando los básicos no están cubiertos», afirma.
El presupuesto del Ayuntamiento, que ronda los 30.000 euros, no permite demasiadas actuaciones, si bien, y gracias a los fondos de la Junta para los pueblos mineros, se pueden ir cubriendo poco a poco los servicios más necesarios. Los otros, también importantes, esperan a que de alguna forma el pueblo pueda contar, además de la ilusión de su gente, con más medios.

Entre galerías y 'pipotes'

La historia de Valdeomillos está estrechamente vinchulada a las minas de yeso, aunque solo las municipales siguen abiertas

Texto y fotografía de Soraya de las Sías.

Iglesia parroquial de San Juan Bautista de Valdeolmillos.

El aire cerrateño deja en este punto laderas de semblante blanco, áspero y árido, agujereadas en su cima con mil ojos, con mil recuerdos para una de las tradiciones más importantes en la historia de Valdeolmillos: sus minas de yeso.

En el término denominado Rioyo se encuentran las minas municipales, las que siguen en activo, las que ven cómo sus galerías se siguen perforando para extraer el mineral utilizado en la construcción y en la escultura, con el inconveniente de un futuro incierto y poco halagüeño. El Ayuntamiento valdeolmillense se ha acogido durante años a las subvenciones que la administración concede a los municipios del hábitat minero, pero ahora ha visto cómo se le cerraban las puertas a estas importantes ayudas económicas. «Durante tres años hemos podido acogernos a las ayudas, pero ahora se han reservado exclusivamente para las minas de hulla y de carbón. Esta pérdida de ingresos es muy fuerte para un pueblo tan pequeño y con tan pocos recursos», señala el alcalde, Jesús María Ortega Amor.

Al otro lado del casco urbano, las explotaciones particulares, las que picaban los propios vecinos durante el invierno, cuando el tiempo no era el adecuado para trabajar en el campo, de por sí poco próspero y fructífero por su aridez y sequedad. «No había grandes fincas, tampoco grandes propietarios, por lo que las minas era su segunda actividad, la manera de seguir adelante en una época difícil, con una economía maltrecha», agrega el regidor.

Con el tiempo, estas explotaciones se cerraron y cambiaron su fin y rentabilidad, dedicándose a la crianza del champiñón. Sin embargo, no todas las explotaciones yeseras siguieron esta línea, ya que buena parte de ellas -las más cercanas al pico Solapeña, por debajo del páramo de Valcéfula- fueron adquiridas por el vecino palentino José Manuel Velasco, que convirtió varias galerías en una temporera vivienda rupestre y en un museo etnográfico, acondicionado para las visitas con numerosos aperos de labranza que recuerdan el pasado agrícola y minero de la localidad.

«Son muchas las personas que se han acercado a visitar el museo, que es digno de ver y de admirar», recuerdan los vecinos, que matizan que hay otras tradiciones que merecen ser recordadas, como la quema del 'pipote'. La fiesta tenía lugar el 7 de septiembre, la víspera de la Virgen del Olmo, cuando después del rosario se quemaba una cuba de vino colocada encima de un madero. «Ahora no se quema el 'pipote', se hace una hoguera, más que nada como símbolo de una costumbre de Valdeolmillos, para que no se pierda», concluye Ortega Amor.

El actualizador del pasado

José Manuel Velasco se muestra orgulloso del museo que ha instalado en las antiguas minas de Valdeolmillos

Texto y fotografía de Soraya de las Sías.

¿Qué puede ver el viajero cuando llega a Valdeolmillos? La primera parada, obligada: la iglesia de San Juan, templo románico declarado bien de interés cultural. La segunda visita habla de devoción a la patrona, la Virgen del Olmo, con su ermita adosada al Ayuntamiento. El tercer apeadero requiere varias horas de atención si el curioso es una de esas personas que se fascinan por revivir el pasado, porque el guía le acercará hasta el museo etnográfico que José Manuel Velasco Valbuena ha habilitado en las antiguas minas de yeso.

Adquirió la explotación en 1980 después de regresar de Barcelona. Natural de Ledigos y criado en Población de Arroyo, municipios terracampinos que saludan al Camino de Santiago. ¿Por qué fue a parar a estas tierras cerrateñas?. «Visité numerosos pueblos, y aquí, en Valdeolmillos, encontré lo que buscaba. Las antiguas minas y la ladera que las rodea, todo con una superficie global de 12 hectáreas, conformaban el lugar idóneo para la idea que tenía en mente. Era algo sumamente atractivo y original porque son unas minas únicas y exclusivas en configuración y en seguridad no solo en esta comarca del Cerrato, sino probablemente en toda la región», asegura el emprendedor Velasco Balbuena, mientras explica que las tareas que le ocuparon los primeros años fueron adecuar los accesos y repoblar las laderas con pinos.

Después llegaría un concienzudo estudio de la redistribución de las instalaciones. De las cinco bocas de la mina había dos abiertas que contaban con galerías excavadas de 25 y 30 metros. El lugar perfecto para empezar a trabajar. Él mismo se encargó del diseño, de cómo aprovechar cada metro y de dibujar los pasillos y las plantas de un museo cuando menos peculiar y atractivo. «No soy albañil ni carpintero, pero mi afán y mi empeño por sacar esta iniciativa adelante fue lo que me empujaron a hacerlo siguiendo mi propio criterio. No sé si mejor o peor, pero con detalles que merece la pena ver y apreciar», destaca José Manuel, que matiza que la visita comienza en los accesos, delante de las bocas cerradas, donde explica detalladamente cómo eran los modelos de extracción del yeso cuando no se utilizaban los explosivos, a golpe de pico.

El paseo etnográfico comienza instantes después, cruzada la puerta, cuando por diferentes rincones y recovecos se pueden ver antiguos aperos de labranza, utensilios de viejos oficios, elementos típicos de decoración de las casas de adobe o inclusos artículos y prendas de vestir vinculados a las costumbres de ayer, de un tiempo castizo y menos vanguardista.

La historia agrícola

«A los 12 años me fui del pueblo, pero siempre he tenido muy claro dónde están mis raíces. Por eso siempre he creído algo tan necesario como fundamental, recuperar la historia agrícola para evitar que se olvide entre las nuevas generaciones», detalla con énfasis José Manuel Velasco, que hace un alto en el camino para recordar aquellas jornadas en el campo con sus padres o los buenos ratos pasados con los amigos, echando mano de la imaginación para transformar una simple horca o pala de madera en un sencillo trineo para deslizarse por la hierba de las eras. Curioso.

Una parte del material recopilado procede del domicilio familiar de Población. Otros objetos han sido donados por amigos, conocidos o vecinos de Valdeolmillos, conscientes de que el mimo y el celo del coleccionista iba a proporcionar a sus trastos inservibles un cuidado que les convertiría en joyas y piezas de exposición. A ellos se suman los que él ha adquirido por pueblos, mercados o rastros, como los trillos que tuvo la suerte de comprar por tan sólo 1.500 pesetas. Una verdadera ganga. «Llegué a tener más de cuarenta, pero sólo hay uno completo en la muestra. El resto los he reutilizado y se pueden ver haciendo las veces de mesa o de balda de una estantería», agrega.

Igualmente, junto a los carros, los arados romanos, las guadañas, las beldadoras, los cestos o las garias, se puede ver una artesa de madera, como las que usan en la matanza del cerdo, convertida en botellero, o una máquina de coser de pedal haciendo de soporte de una mesa.

La meta que le ha movido a habilitar este museo es la misma, que la que ha movido a otros coleccionistas y buenos amigos, como Piedad Isla. «Ella se admiró negativamente de que hijos y nietos de palentinos que regresaban en vacaciones a sus lugares de origen no conocieran el pasado. A mí me sucedió lo mismo. Porque si se pierde el recuerdo, el objeto y la función, se pierde el ayer, y por ende el mañana», concluye Velasco Valbuena.