Piña de Campos

La carretera, el tren, la autovía, el Canal...

Piña de Campos pide que se cumpla la normativa legal ante la posible instalación de un vertedero industrial

Texto y fotografía de José Luis de Román González.

Palza Mayor de Piña de Campos, con el arco de la muralla adosado al edificio del ayuntamiento.

Hablamos de uno de los doce municipios más pequeños de la provincia. Aunque su extensión
real es ficticia, aún menor de lo que establece el catastro si comenzamos a restar. La carretera, la vía del ferrocarril, el Canal de Castilla... tan necesarias y valiosas como condicionantes para Piña de Campos, que en breve verá pasar también por sus tierras la autovía a Cantabria y el tren de alta velocidad.

La autovía será en parte un alivio para la localidad, partida actualmente en dos por la calzada que servirá luego de travesía. Menos circulación, más tranquilidad. El nuevo trazado del ferrocarril dejará un tramo de vías inservible que habrá que reciclar.

Y en medio de todo ello, la urgente necesidad de una reconcentración parcelaria que sirva para ordenar terrenos y caminos rurales de cara al futuro, una vez queden fijadas el resto de cuestiones estructurales.

Piña de Campos es fundamentalmente agrícola, con cultivos de secano, pero con bastante zona de regadío, en la que se siembra fundamentalmente alfalfa y remolacha.

Cuenta además la localidad con una industria cerámica, una
casa rural y una hostería ubicada en una casona señorial, actividad que ha permitido reavivar en parte el ambiente en el pueblo, elegido por muchos para celebraciones y convenciones varias. Sin olvidar la afluencia de visitantes que se acercan al valioso museo parroquial, ubicado en la iglesia de San Miguel.

Vertedero industrial
Otra de las alternativas que se vienen contemplando para Piña de Campos es un proyecto privado para el asentamiento de un centro de tratamiento de residuos industriales no contaminantes.

El proyecto ha suscitado cierta polémica entre la población, parte de la cual siente rechazo a este tipo de instalaciones. La Junta de Castilla y León dice que el proyecto está bastante avanzado. Sin embargo, desde el ayuntamiento, su alcalde, Andrés Sánchez, no parece tenerlo tan claro, dado que las normas urbanísticas subsidiarias de ámbito provincial especifican que este tipo de instalaciones han de ubicarse a más de 3.000 metros del núcleo urbano, condición que, según Andrés Sánchez, no cumple el proyecto.

Ante esta circunstancia, la corporación municipal exige que primero se cumpla la ley, y que luego se estudie la oportunidad o no de la instalación del vertedero.

Así las cosas, el futuro sugiere incertidumbre y buen criterio para darle a Piña lo mejor.

Más que una rabieta infantil

Tras la apertura de la autovía a Cantabria Piña demanda un acceso digno por carretera a Frómista

Texto y fotografía de Soraya de las Sías

El pasado día 11 de mayo se inauguró y abrió al tráfico el tramo de la autovía Cantabria-Meseta(A-67) comprendido entre Palencia y Frómista. Una de las ventajas que ofrece el nuevo trazado, con menos kilómetros, es que reduce casi a la mitad el tiempo de recorrido y evita que algunos conductores se impacienten y se pongan nerviosos, como sucedía en las travesías que tenían establecido el límite de velocidad en 50 kilómetros por hora, como las de Piña de Campos, Amusco o Monzón.

La autovía es más rápida, distribuye el tráfico de manera más ágil, más eficaz, y ofrece una garantía de seguridad para los peatones, pues los vehículos ya no atraviesan los núcleos urbanos. «Algunos días era horroroso, especialmente los viernes y los fines de semana, porque había mucha circulación y era imposible cruzar la calzada», señalan los vecinos.

Sin embargo, no todo son bondades. Sin ir más lejos, los piñiegos están que trinan con la nueva infraestructura viaria y no parece que quieran esconder ni disfrazar su enfado. Critican el diseño de los enlaces y se quejan de que les hayan dejado sin acceso a Frómista por la carretera N-611. «Si queremos ir a Frómista, tenemos que retroceder en dirección Palencia hasta las rotondas, y desde allí acceder a la autovía, con la pérdida de tiempo y el incremento de kilómetros que supone», reprochan.

Por el momento, y como única solución inmediata, se ha habilitado un camino que une el casco urbano de Piña con la carretera nacional, pero no ofrece seguridad ni garantía a los conductores. «Este camino no es seguro, entraña muchos riesgos a la hora de incorporarse a la carretera y además ya ha habido algún accidente», agregan. «La solución más idónea, correcta y segura sería hacer otra rotonda en la salida, en dirección a Santander, pero esto depende del Ministerio y no del Ayuntamiento», manifiesta el alcalde, Andrés Sánchez Bosch.
El enfado es más que una rabieta infantil. Los piñiegos están que bufan y el horno no está para bollos, como se suele decir, ya que además de inseguros, aseguran sentirse engañados, insultados y defraudados por el Estado. «Se ha abierto un tramo de autovía cuando aún no nos han pagado ni un triste euro por las fincas que nos han expropiado», concluyen.

Escullando palabras

El catedrático de Lengua Guillermo Suazo analiza las influencias que Piña ha tenido en su carrera

Texto y fotografía de Soraya de las Sías.

«Eterna cosecha dolida de sudor satisfecho es tu mirada de ayer. Infinita será, infinita sementera de surcos infinitos, tu agitado caminar de hoy». Éste es uno de los poemas que Guillermo Suazo Pascual incluye en su último libro: ‘Penumbra de la herida’, y que recita de memoria durante la entrevista. La elección de los versos no es azarosa. Con ellos quiere resumir en un juego de palabras la vida cargada de sacrificios de los labradores, a quienes dibuja de forma visual con la mano colocada en la frente, haciendo de visera al sol, con la vista fija en el horizonte, pendiente del dictamen que lloverá el cielo.

Una metáfora de los labradores en general, y de los de su pueblo natal, en particular. Una metáfora de su tierra, Piña de Campos, a la que se refiere como raíz profunda de su lenguaje, como referencia imprescindible y base ineludible de su carrera profesional como catedrático de Lengua Castellana y Literatura y profesor en la actualidad en el Instituto de Educación Secundaria Juan Antonio Castro de Talavera de la Reina, en Toledo.

Porque en este rincón terracampino se crió en el lenguaje, adquiriendo muchos de los vocablos que después les sirvieron como instrumento para engarzar discursos en defensa del habla rural, inundado de palabras terruñeras que hoy han caído en desuso. «Lo que uno aprende en sus primeros años es fundamental, porque el léxico que se puede adquirir en el medio rural es muy vasto y rico», señala Guillermo, que reconoce que puede haber incluso algunas que son propias y exclusivas de una determinada zona. «No me voy a referir únicamente a arambol, que por excelencia aparece en cualquier conversación palentina. Hay algunas como escullar –cuando algo gotea– que he oído en Piña y que amigos y familiares de otras zonas de la provincia nunca habían utilizado. Es curioso», agrega el profesor.

Asegura que le gusta recordar estos términos no solo por nostalgia, sino también por una necesaria y más que oportuna búsqueda de reconocimiento a un léxico que se está perdiendo por estridentes modas que tachan de paletos a algunos de los mejores dialogantes. «Es verdad que en las conversaciones con los mayores se cuela algún que otro ‘palabro’, alguna expresión que ya no usamos, pero que están bien dichas y utilizadas. No se puede tachar a nadie de paleto o pueblerino por ello, porque paleto es más bien aquel que no sabe apreciar y valorar esa riqueza lingüística que esconden los pueblos», manifiesta Suazo Pascual.

Un tesoro con el que él mismo rellenó su maleta, cuando salió con 11 años de Piña para estudiar en el seminario menor de Carrión y continuar después en Palencia y Valladolid, donde se licenció en Filología Hispánica. Un recorrido que aprovechó para engordar el cabás infantil que un día comenzó a llenar de expresiones populares y que hace años vació para publicar el libro ‘Abecedario de refranes y frases hechas’.

« Con ellas no se empobrece el lenguaje, sino que se mejora. Expresiones que nos resultan tan familiares como ‘Si quieres arroz, Catalina’ o ‘Estar en Babia’,por ejemplo, nos reflejan la imaginación que el pueblo llano tuvo en su día para enriquecer el lenguaje con matices», apunta Guillermo.

Algunas de estas frases, especifica, se le quedaron grabadas en aquellos veranos en Piña, cuando regresaba por vacaciones y participaba en las labores agrícolas con sus familiares. Porque además de gramática, conserva buenos y gratos recuerdos de su infancia en el pueblo. «Es una lástima que ahora por diferentes motivos no pueda regresar con tanta frecuencia, porque el aire de Piña alimenta. El cielo de allí es diferente, hasta la luz, por no decir que hasta el cierzo que obliga a ponerte la chaqueta me gusta», aclara el profesor.

Una pasión que se transforma en desesperanza cuando comprueba el descenso de población y de actividad que ha sufrido la localidad en los últimos años. «La situación geográfica es excelente, las comunicaciones por tren y por carretera son buenas, sin embargo, todo va a menos. Tengo que aprovechar para lanzar un ataque frontal a todos los políticos, de cualquier signo, por lo abandonados que tienen a los pueblos y por las trabas y obstáculos que ponen a todas aquellas personas que quieren permanecer en el medio rural o instalar su negocio allí», critica.
Mientras tanto, prefiere rememorar los paseos por el Canal de Castilla, o incluso echar mano de la historia para promocionar su pueblo, con su patrimonio, con su iglesia o aquella vieja casa solariega en la que él nació, a la que todos conocían como la casa del portal de Belén. «Se llama así porque cuentan, y es cierto, aunque no esté documentado, que en una especie de zaguán tenía lugar en los siglos XVII, XVIII y XIX una representación viviente del nacimiento de Jesús», concluye el profesor.

En coche, autobús o tren

El Ayuntamiento exige a la CHD que limpie el cauce del río Ucieza y los arroyos Berco y Del Val

Texto y fotografía de Eduardo Plaza.

Pocos pueblos similares pueden presumir de tener unas comunicaciones como las que tiene Piña de Campos. A la autovía de Cantabria, que une el pueblo con Palencia en diez minutos, se suma el autobús a la capital cada dos horas y los tres o cuatro trenes diarios que paran en la localidad. Esta es, sin duda, una de las principales bazas que juega el Ayuntamiento piñego para conseguir que sean más los vecinos que se queden que los que se van, aunque estas sensacionales comunicaciones son un arma de doble filo. En cualquier caso, Piña tiene ganada la batalla de las infraestructuras viarias, con todas las ventajas que ello acarrea.
Por eso, el pueblo plantea otras necesidades. Por ejemplo, terminar la red de abastecimiento de agua potable, cuya última fase está incluida en los Planes Provinciales de este año. Otra carencia de la villa es el deficiente alumbrado público de varias calles, que el Consistorio espera arreglar con ayuda de la Junta.
Pero si hay algo para lo que la corporación local y los vecinos exigen una solución inmediata es el exceso de maleza que arrastra el cauce del río Ucieza y los arroyos Berco y Del Val, ya que con fuertes lluvias podrían desbordarse. Para ello, entregaron un escrito al presidente de la Confederación Hidrográfica del Duero, Antonio Gato, quien según indica el alcalde, Baldomero García, aún no ha dado respuesta alguna.

Es precisamente el agua, pero en este caso el del Canal de Castilla, un recurso a potenciar. Una posible iniciativa que baraja el Ayuntamiento con la imprescindible mediación del Consorcio Turístico del Canal, sería la creación de un embarcadero donde tiempo atrás se cargaban las barcazas de trigo con destino a las harineras cercanas.

A machamartillo

Un reloj, adornado por un campanil de forja, se instala sobre la Puerta del Arco de Piña de Campos

GONZALO ALCALDE CRESPO

Se me hace raro ir a visitar Piña de Campos y ver que la villa se ha alejado tanto de las actuales vías de comunicación. Por muchos años, yo diría que siglos, transitó por aquel lugar un camino real que llevaba a Reinosa. Ya entonces atravesaba el pueblo, por lo que todavía allí existe una ermita dedicada a la Virgen de la Guía o del Camino, cuya advocación se trastocó por la de la Piedad, así como un fielato donde se pagaban los derechos de consumo.

Con el tiempo, aquel viejo camino se convirtió en carretera, y casi en la misma época se excavó y llenó de agua el Canal de Castilla. Y no tardando mucho, también llegó el ferrocarril del norte, por si era poco tránsito el que allí había. Y es que, como decía la copla, «hoy los tiempos adelantan que es una barbaridad».

Y si no, que se lo pregunten al reloj que se instala en una torrecilla sobre la única puerta que se conserva de la que fuera la muralla de la villa. Lo adorna un bello y retorneado campanil de forja que hiciera mi bisabuelo materno, que fue herrero en esta villa, donde engendró trece hijos, asegurando que lo que más le había costado hacer de todos ellos era los pliegues de las orejas. Con lo que daba a entender que los había hecho a machamartillo, como labor propia de un buen maestro herrero forjador.

Hoy, en este acogedor y castellano rincón de la plaza del Arco, se localiza la Casa Consistorial, unos jardines, la fuente, unos bancos regalados por otro banco y uno de los bares del pueblo, pues el otro -el bar Correos-está más adentro. Durante dos años estuvo cerrado, pues su antigua propietaria se jubiló. Hoy lo regenta Fernando Javier González, un vecino del pueblo de 42 años que se quedó en el paro y al no encontrar trabajo, decidió meterse en la hostelería, volviendo a poner en servicio esta antigua cantina, que se ve que es de las de más solera de la villa.

Me comenta, mientras me invita a un café, que en su oficio ya no le querían por la edad. «Tiene cojones, con 42 años, y ya no les interesas», me dice con cierto amargor y desencanto, mientras forja (como mi bisabuelo) sus esperanzas en que pueda salir adelante desarrollando este recuperado negocio, aunque sólo tiene una hija de la que preocuparse. ¿Que diría mi bisabuelo si levantara la cabeza? Pues seguro que la hundía con la macha, y se volvía a la tumba.

El coro parroquial

Por dejar a la familia tranquila y a Fernando para que siga atendiendo a sus parroquianos, pues es la hora del blanco, me voy a visitar la iglesia parroquial de Piña, que está dedicada a San Miguel Arcángel. Cuando entro, veo que un pequeño coro de vecinos del pueblo se está preparando para intervenir en la celebración litúrgica del domingo. Por allí también anda el párroco y el guía de la iglesia, pues sepan que es un verdadero museo.

Mucho y bueno es lo que dentro de ella podremos ver y contemplar, pues en sus tres naves separadas por pilares y cubiertas con bóvedas de crucería, se instalan varios soberbios retablos (retablo de Animas, Mayor, Santiago). También la imponente capilla de los Guerra y su museo parroquial, con buenas muestras de arte sacro, marfiles y orfebrería palentina de los siglos XVI y XVII.

A todo ello hay que unir la sillería de nogal del coro y la caja del órgano barroco construido en madera policromada, al que le falta la trompetería y que espera que algún día se pueda restaurar. También diremos, para los interesados en estos temas, que en el Museo Diocesano de Palencia puede admirarse el retablo del Descendimiento, que en su día estuvo en la capilla de Santiago de esta iglesia parroquial de Piña.

Las dos caras de la moneda
Encarna Sánchez y Felisa García mantienen viva su amistad desde niñas, a pesar de su diferente visión de la vida

LEONOR RAMOS

Las diferencias son evidentes desde el principio. Felisa García 'Sina', como la conocen en Piña, de 72 años, es más callada, reservada y bastante más tranquila que Encarna Sánchez, de 69, que es mucho más dicharachera, abierta y muy movida. Las dos nacieron en Piña de Campos y se conocen desde que eran niñas, y aunque son muy diferentes de carácter, todavía mantienen viva su amistad. «Nos conocemos de toda la vida y la verdad es que siempre nos hemos llevado bastante bien», cuenta Encarna.

Los caminos que han seguido estas dos vecinas de Piña han sido muy diferentes. Encarna, por ejemplo, empezó a trabajar desde muy joven en el campo. «Siempre he sido bastante rebelde y, aunque mi padre no me quería dejar marchar de casa porque quería que me quedase en el pueblo, un día, cuando tenía 22 años, me levanté y me fui a Palencia», recuerda Encarna, quien reconoce que solo se lo contó a su madre. Volvió después de seis meses de trabajo en Palencia y, por fortuna, no recibió la reprimenda de su padre, «porque le llevaba regalos y cosas para darle», rememora con una sonrisa picarona en los labios. «Siempre me quise marchar de Piña, aunque la gente estaba encantada conmigo de cómo trabajaba en el campo», señala.

El trabajo en el campo era muy duro, por lo que a Encarna no se le han olvidado los kilos y kilos de remolacha que extraía durante todo el día, una tarea que le obligaba a quedarse a comer muchas veces en el campo. «Daba igual que lloviese, nevase o hiciese mucho calor porque siempre íbamos a trabajar. Y todo por poco dinero, dos reales y para casa», asegura.

Después de pasar unos años trabajando por cuenta ajena en Piña, Encarna se marchó a la capital palentina, donde se casó y tuvo hijos. Posteriormente se trasladó al País Vasco, donde vivió unos años antes de regresar a su localidad natal. «Decidimos volver a Piña porque era el mejor lugar donde podía criar a mis hijos», reconoce. «Yo nunca he podido callarme nada y siempre he dicho y he hecho las cosas que creía que eran las apropiadas», apostilla tajante. De hecho, cuando era joven tomó la decisión, en contra de lo que decía su padre, de trasladarse a Palencia, y le fue bien. Su actitud no ha cambiado ahora, porque si alguien le lleva la contraria y no tiene razón, que se prepare a escuchar el discurso de Encarna.

La tranquilidad

Al contrario que Encarna, 'Sina' es mucho más tranquila, por lo que le gustaba más quedarse en casa que salir de fiesta con los amigos. «Mis padres tenían una carnicería, así que yo siempre he trabajado en casa porque antes había labor para todos los hermanos», explica. Su madre atendía a los clientes, elaboraba queso, chorizo y aún tenía tiempo para cuidar a sus hijos. «Además el negocio no tenía horarios, por lo que los vecinos venían a cualquier hora a comprar carne», recuerda.

La juventud de 'Sina' ha sido muy diferente a la del resto de sus amigos, pero por decisión propia. «Yo prefería quedarme en casa cuidando a mis padres antes que ir al baile con las amigas. Veía pasar a la gente por las calles y me acercaba al baile tarde, cuando ya solo estaban aquellos a los que les habían dado calabazas», rememora entre risas. Bailaba un poco y después regresaba a casa porque tenía muchas cosas que hacer. «Me lo he pasado bien a mi manera y no he tenido ningún problema», afirma. 'Sina' se quedó hasta los 41 años cuidando a sus padres y después se casó. «Tras fallecer mis padres me casé, ya que no quería repartir el cariño entre mis padres y mi marido. Aunque fue algo tarde, la verdad es que he disfrutado, aunque siempre lo he hecho a mi manera», incide.
Como acaban de leer, 'Sina' y Encarna son muy diferentes, por lo que siempre han disfrutado y disfrutan de Piña de Campos a su manera. Así, cuando Encarna se aburre o cuando le entra el sueño, sale a dar un paseo, mientras que 'Sina', como hacía en su juventud, prefiere quedarse en casa para estar más tranquila. Las dos creen que Piña ha mejorado mucho en estas últimas décadas, por lo que ahora solo esperan que la localidad continúe creciendo para disfrutar, cada una a su manera, de su querido pueblo.