No será lo mismo
Las trabajadoras de la cooperativa de Santoyo analizan las consecuencias del cierre del taller de costura
Texto y fotografía de Soraya de las Sías.
En una de las ventanas de la nave cuelga desde el pasado mes de abril el cartel de se vende. Las diez socias y trabajadoras de la cooperativa textil de trabajo asociado Virgen de Quintanilla de Santoyo no han podido soportar una situación que se hacía insostenible desde hace meses. Por más que han peleado y sufrido, no han encontrado otro ojal para seguir apretándose el cinturón. Con el agua hasta el cuello, no les ha quedado otro remedio que decir adiós a 31 años de existencia del taller de costura en el pueblo.
Lo veían venir, dicen, porque los pedidos de los fabricantes habían descendido progresivamente. Durante sus inicios, cuando el taller estaba ubicado en las antiguas escuelas –lo que en la actualidad es el centro médico y escuela–, los pedidos de cazadoras, anoraks o prendas para esquiar eran tan grandes que les ocupaban un año completo de trabajo. Posteriormente, con el paso de los años y ya instaladas en la nave situada a escasos metros del bar, los pedidos fueron descendiendo hasta el punto de que su realización duraba unas semanas o incluso días.
« Lo veíamos venir, pero nos costaba creerlo. No pensábamos que el cierre iba a ser algo tan inminente, manteníamos alguna esperanza de salir adelante, arañando de un lado y de otro, pero adelante», confiesa Mercedes Pérez.
La clausura del taller no significa, sin embargo, que se hayan rendido sin más, que hayan tirado la toalla. Antes, mucho antes de la amarga y costosa decisión final, ya habían tenido apuros y las habían pasado canutas, pero reconocen que seguían al frente por la unión que mantenían ante un negocio que ellas solas, nadie más, habían sacado adelante.
« No es tan fácil hacer borrón y cuenta nueva después de haber conseguido todo únicamente con nuestro esfuerzo y nuestro trabajo. Las políticas actuales de creación de empleo para la mujer en el medio rural llegaron tarde para nosotras. Quisimos acogernos a ayudas de renovación de maquinaria, pero no pudimos tampoco. Todo es fruto de nuestro trabajo, por eso era tan amargo desprenderse de ello», comentan Blanca Pérez y Julia de la Fuente.
Mientras, el resto de las compañeras asienten con la cabeza a sus declaraciones, y especifican a continuación que la escrupulosa organización también ha influido. «Todo se decidía en asamblea, se votaba y se elegía por mayoría, desde las vacaciones o las horas extras hasta el propio cierre», agregan todas.
Entre los motivos a los que achacan la falta y escasez de pedidos figuran las políticas económicas globales que siguen en la actualidad las empresas. Los fabricantes mantienen sus sedes físicas en el país, dentro del territorio nacional, pero sus encargos los realizan fuera, en el extranjero, localizando mano de obra masiva y barata en Asia, Europa del Este y norte de África. «Llámalo globalización, libre mercado, como quieras. El caso es que el trabajo se lleva fuera, el producto se fabrica fuera y España, a pesar de los convenios y acuerdos firmados para proteger el sector textil, no está en condiciones de competir. Así, con estas premisas, no queda otro remedio que cerrar, por mucho que nos duela», explica Pilar Tejido.
Su adiós definitivo ha sentado como un jarro de agua fría entre sus familias y entre sus vecinos. Y las consecuencias no se harán esperar en los próximos meses. En primer lugar, las diez trabajadoras se enfrentan a una difícil situación laboral, porque el régimen general de autónomos al que están suscritas no les permite cobrar el subsidio de paro, lo que les obliga, según dicen, a buscarse la vida rápidamente fuera del pueblo. «A las trabas que conlleva la búsqueda de trabajo, se une en nuestro caso una más, y es que la mayoría tenemos más de 40 años», manifiesta Martina Rojo.
De las diez mujeres que trabajaban en el taller, tres han conseguido un nuevo empleo, pero nada que ver con lo que habían hecho hasta ahora, con contratos temporales en el sector de hostelería y renunciando a la calidad de vida de la que gozaban en el pueblo. «No es que cerremos y nos quedemos sin empleo, es que nos quedamos sin oficio», señala Pilar.
Para Santoyo tampoco va a ser fácil asimilar la situación. Algunas se marcharán con sus familiares, aumentará el número de casas cerradas y se agrandará el mal de la despoblación. «Después del ajetreo del verano, se comenzarán a dar verdadera cuenta de lo que esto supone», concluyen.
El mal trago llegará entonces, cuando comprueben los vecinos que las mujeres incansables y luchadoras que habían postado por trabajar en el pueblo ya no aparcan sus bicicletas en la puerta del taller, como todas las mañanas. Cuando comprueben que las luces ya no se encienden, que no hay ajetreo por las mañanas. Pues ya no será lo mismo.
Atractivos Turísticos
PATRIMONIO HISTÓRICO
La iglesia de San Juan Bautista conjuga estilos románico, gótico y plateresco
El principal atractivo turístico que presenta Santoyo al viajero es su iglesia parroquial de San Juan Bautista, un soberbio templo declarado Monumento Histórico-Artístico que conjuga elementos románicos, gótico-renacentistas, además de un pórtico de estilo plateresco que comúnmente es denominado o conocido como ‘del Patriarca’.
En su interior, destaca el retablo mayor del siglo XVI con tallas en bajorrelieve y esculturas en las que se representa la vida de San Juan Bautista. También se puede admirar otros altares, así como un coro alto, bajo el cual se localiza un artesonado mudéjar, una magnífica sillería y un órgano del maestro Pedro Merino de la Rosa.
FIESTAS
Volteo de campanas
Una de las tradiciones que marcan las fiestas de San Juan el Verde y San Juan el Seco, el 24 de junio y el 29 de agosto, respectivamente, son las hogueras de la víspera. Reunidos alrededor del fuego, los vecinos asisten al tradicional volteo de campanas, que este año recobra fuerza y significado tras el arreglo de las campanas.
TRADICIONES
La Virgen de Quintanilla
El domingo de Pentecostés los habitantes de Santoyo celebran una procesión o romería en honor a la Virgen de Quintanilla, la patrona del pueblo. Los fieles salen con la talla mariana de la iglesia parroquial y recorren todos los puntos e hitos del vía crucis hasta llegar a la ermita que lleva su nombre, donde celebran una misa.
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