El valle bueno
Luis Fresno, de 84 años, fue nombrado en 1974 alcalde por orden del entonces gobernador
LEONOR RAMOS
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Luis Fresno, a la izquierda, acompañado de su hermano Miguel Ángel, la puerta de su casa en Valbuena de Pisuerga. :: LEONOR RAMOS |
Lloró y pataleó, aunque no llegó a protestar por miedo a las consecuencias, cuando le dijeron que iba a ser el alcalde de Valbuena de Pisuerga. Luis Fresno, de 84 años y nacido en la pedanía de San Cebrián de Buena Madre, fue nombrado alcalde en 1974 por orden del entonces gobernador de Palencia, José María Rabaneda y Ortiz de Zúñiga. «El día antes de yo saberlo, dos chicos vinieron a mi casa y hablaron con mi madre y con mi hermana para anunciarles que me habían propuesto para ser alcalde, pero ellas les dijeron que yo tenía mucho trabajo en el campo, así que lo mejor era que se olvidasen de mí», recuerda Luis. El día después de esta visita le llegó un telegrama urgente avisándole de que tenía que acudir a Palencia al día siguiente porque estaba citado con el gobernador. El miedo entonces se apoderó de él y su madre se llevó un gran disgusto.
Viajó con su padre a Palencia. Recuerda, como si hubiera ocurrido ayer, el momento en el que entró al despacho de Rabaneda. «Me dijo, mira chico, nunca antes me habían dado calabazas en esta vida, así que a partir de hoy vas a ser el alcalde de Valbuena», rememora. Salió del despacho cabizbajo, y posteriormente entró su padre. «Habló con él, y fíjate que hasta se hicieron amigos, porque habían cazado algún día juntos», cuenta ahora sonriendo. El padre y el hijo montaron en el coche, y Luis no paró de llorar hasta que llegó al pueblo. A partir de entonces su vida cambió.
«No sé por qué le caí bien al gobernador, porque yo nunca antes le había visto, pero le gusté y me nombró, sin conocerme, alcalde», dice. Después, a Luis le gustó y se fue presentando a las elecciones, ya democráticas. «Al principio, me costó mucho acostumbrarme a esto de ser alcalde, pero bueno, con el paso de tiempo le cogí el gustillo y después ya me presentó a las elecciones, y así estuve hasta 30 años», afirma.
Todo lo que hay ahora en Valbuena se hizo cuando Luis era el alcalde. «Antes, en el pueblo no había nada, y hasta teníamos que ir con botas a misa porque existía una cantidad de barro por las calles que no te puedes imaginar», asegura. Las calles se asfaltaron, y poco a poco fue mejorando en infraestructuras y en servicios. «No te haces una idea de la cantidad de veces que he ido a Palencia para tener reuniones y para pedir subvenciones, y menos mal que teníamos a mis hermanos, que se encargaban del trabajo en el campo, porque no hubiese podido seguir a ese ritmo», afirma.
Después de 30 años como alcalde, dejó el cargo hace siete años para dar paso a gente más joven, «Decidí dejarlo porque veía que ya no podía más, pero la verdad es que he trabajado mucho, y creo que he hecho bastantes cosas por Valbuena, y eso es lo bueno», asegura.
Hogar familiar
La casa en la que vive es el hogar familiar. «Siempre he estado viviendo con mis padres, y ahora que ya han fallecido me he quedado con mis hermanos en la casa, porque nos hemos llevado siempre bien», cuenta. Luis nació en San Cebrián de Buena Madre, pero cuando era tan solo un niño se fue a vivir con sus abuelos a Valbuena. «Estuve con ellos hasta los seis años más o menos, me fui con mis abuelos porque era un capricho de ellos, ya que más que ayudarles, les estorbaba», cuenta. A los seis años volvió con sus padres para estudiar en la escuela, aunque más tarde regresó a Valbuena, y desde entonces no se ha movido.
Sí que pasó una temporada fuera de su casa, cuando se fue a Burgos al servicio militar. «Recuerdo con muchos cariño esos dos años, porque estuve muy a gusto en la mili y con la gente», cuenta, y es que el coronel le cogió cariño y le pidió que se encargase de hacerle los recados. «Tampoco entiendo por qué me cogió tanto cariño, pero yo en la mili estuve muy bien», dice.
El gobernador de Palencia le cogió cariño, y también su coronel en Burgos. Será porque Luis se deja querer y es una de esas personas con las que compartiendo unos minutos, te das cuenta de que irradia bondad por los cuatro costados.
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