Entre santos y adobes
En San Cebrián de Campos destaca su iglesia y en Amayuelas de Abajo aún se trabaja el barro
GONZALO ALCALDE CRESPO | SAN CEBRIÁN DE CAMPOS
Entre santos y adobes
Aunque la villa tiene dos santos patrones, San Cornelio y San Cipriano, parece ser que tan sólo el segundo se prestó para darle nombre, que derivó con el tiempo en el de San Cebrián, apellidándose luego de Campos. Así se diferencia de los otros dos 'sancebrianes' que existen en la provincia de Palencia -San Cebrián de Muda, allá por el norte montañés, y San Cebrián de Buena Madre, en el lado opuesto, donde surge el Cerrato palentino-. Pero no siempre fue así, pues San Cebrián antes de denominarse de Campos se llamó de las Amayuelas, pues junto con las dos Amayuelas (de Arriba y de Abajo) fue repoblado en el siglo X, como así lo certifica su antigua carta puebla.
La población de Amayuelas de Arriba es hoy término municipal por ella sola, por lo que Amayuelas de Abajo se quedó como entidad menor dependiente del término de San Cebrián. También le pertenecía el caserío de San Juan de Vecilla, antiguo despoblado que nos recuerda que fue posesión de la orden militar de San Juan de Jerusalén, también conocida como Orden de Malta.
Antes de acercarme a San Cebrián y puesto que me pillaba de paso, me fui a dar una vuelta por Amayuelas de Abajo, a visitar el barrio de la cooperativa de viviendas bioclimáticas que allí existe. Singulares construcciones edificadas con materiales tradicionales (tejas y barro crudo) totalmente ecológicos. Allí residen desde hace doce años Cristina Ortega y su compañero Jon Santibáñez, una joven pareja que gestionan y trabajan en la Adobera del Norte, una recién creada empresa que construye y rehabilita -con calma, como consta en su tarjeta de presentación- edificios antiguos o de nueva construcción. Lo hacen con tierra cruda, adobes, tapial o bloques de tierra compactada, sistema con el que emulan, en forma y calidad, a las antiguas construcciones de tapial, sólo que haciéndolo en bloques más reducidos, que facilitan su manejo, colocación y transporte.
Por ver cómo era aquéllo, me fui con Jon hasta Amayuelas de Arriba, que es donde tienen instalado el taller, y allí me mostró cómo realizaba su trabajo. Sigue teniendo mucho que decir el proceso artesanal del preparado, pues aunque ahora ya cuentan con un par de máquinas que pisa el barro y lo prensa, por allí andan macales y raseros.
Este ingeniero forestal metido a maestro adobero me dice que por ahora no les va mal, y que los productos que preparan tienen bastante demanda y aceptación. Es más, me asegura que pese a la crisis del ladrillo, ellos por ahora no padecen la crisis del adobe.
Me despido de estos dos jóvenes emprendedores de la construcción ecológica y me voy a San Cebrián para contarles algo de su soberbia iglesia parroquial, pues de la de Amayuelas de Abajo casi mejor ni hablamos hasta que el Obispado de Palencia dé solución a un problema que allí tienen pendiente.
No habremos entrado en San Cebrián, y sobre su casco urbano veremos sobresalir con gran porte la iglesia parroquial de de San Cornelio y San Cipriano, que se fecha en el siglo XIV y que está catalogada como Bien de Interés Cultural. Y no me extraña que así sea, pues en su cabecera se acoge uno de los retablos platerescos más extraordinarios de la provincia de Palencia, que en un principio se consideró como obra de Juan de Valmaseda, aunque hoy se cree que fue factura de Juan Ortiz El Viejo (siglo XVI). Su vertical y artística estructura aloja infinidad de esculturas y relieves, donde se relata la vida de Cristo y de algunos santos, incluidos los patrones del pueblo. A este retablo se unen otras obras de arte, como un grupo escultórico de santa Ana del imaginero Alejo de Vahía, una buena Piedad de transición y la tétrica imagen del Cristo de las Melenas, al que acompañan milagros y leyendas. |