Una historia que se repite
Mercedes Marcos, de 56 años, defiende la vida en el pueblo como fórmula para evitar la despoblación
LEONOR RAMOS
|
Mercedes Marcos posa en el parque biosaludable para personas mayores que se ha construido en Perales. :: LEONOR RAMOS |
Emprender una nueva vida siempre es complejo, pero si se tiene el apoyo de los padres y se observa con detalle cómo fue su vida, esa nueva etapa puede ser menos complicada. En el caso de Mercedes Marcos, de 56 años, seguir los pasos de sus padres le ha llevado a tener hoy en día una vida de lo más feliz, según confiesa. Gracias a ellos, conoció Perales, su pueblo; y gracias también a ellos, conoció a su marido y emprendió su propia vida. «Mis padres eran felices en Perales, y eso que ninguno de los dos era de aquí, y esa felicidad nos la transmitieron tanto que hoy en día tengo muy seguro que de Perales no me iré jamás», afirma con énfasis.
Su padre era de Bustillo del Páramo; su madre, de San Mamés de Campos; ella nació en Palencia, se crió en Villafruela y con 5 años, y junto a sus hermanos, recaló en Perales. ¿El motivo? «Mi padre era obrero, y nosotros íbamos donde él encontraba trabajo, hasta que llegamos aquí, y con un poco de dinero que había conseguido pudo comprar una casa», rememora. Así que todos sus recuerdos de la infancia los tiene en Perales.
Había hasta tres escuelas en el pueblo, una de ellas para los más pequeños. «Antes había muchos niños y daba gusto salir a la calle y ver a tanta gente por el pueblo. Ahora, sin embargo, todo es distinto, pero aún así todavía quedan niños en edad escolar», explica. Mercedes es una de esas personas que cree que la vida en un pueblo es la mejor que te puede tocar. «Tenemos de todo, estamos cerca de la capital, el pan te lo traen a casa, y encima ahorras, porque al no tener tiendas cerca, no gastas más de lo que debes», asegura. ¡Y cuanta razón tiene!
A los 11 años abandonó la escuela y se fue a vivir a Santander, a casa de una tía que se había quedado viuda y que necesitaba que alguien cuidase a sus niños para poder ir a trabajar. «Mi padre me mandó allí. Así que imagínate yo, con 11 años, sola en Santander, para cuidar de unos niños que sólo eran un poco más pequeños que yo», rememora. Del dinero que le pagaba su tía, más de la mitad lo enviaba a sus padres, y ella se quedaba con una parte para poder pagarse el billete y volver en vacaciones hasta Perales.
Fueron unos años duros fuera de su querido pueblo, pero gracias a esa larga estancia en Santander, Mercedes conoció a su marido. «Yo tenía 17 años cuando nos casamos en Palencia, y nos fuimos a vivir a Villafruela, donde mi marido, al igual que hizo mi padre, se puso a trabajar como obrero», explica. Allí nacieron sus hijos, y hace 14 años, Mercedes y su familia regresaron a Perales, donde todo había comenzado. Siguió los mismos pasos que sus padres, pero, como dice ella, «con menos paradas, porque nosotros de Villafruela ya nos vinimos al pueblo».
Una felicidad plena
Se compraron una casita, y desde entonces Mercedes y su marido tienen claro que ya no se moverán a ningún sitio, porque Perales es su hogar. «Aquí hemos encontrado la felicidad plena, y la calidad de vida es enorme, porque yo de mi casa al trabajo no tardo más de quince minutos, y eso no se paga con nada, y más cuando en el trabajo estoy muy a gusto y disfruto cantidad», apunta. Empezó cuidando niños y ahora trabaja cuidando ancianos en la residencia de Becerril de Campos. Se le iluminan los ojos cuando Mercedes habla de sus «abuelitos», como ella les llama.
Ella vive feliz en Perales, pero lo que más pena le da es la despoblación a la que están sometidos todos los pueblos palentinos. «Los que provocamos la despoblación somos nosotros mismos, porque no somos capaces de apostar por nuestro lugar de origen», aclara.
Con Mercedes comparto más de una hora y media de conversación, y para mí ha resultado un auténtico placer. Porque hay historias que se repiten, como la de Mercedes y sus padres. Y si hay alguna farola de Perales que no funciona, tranquilos, que Mercedes la verá en unos de sus diarios paseos nocturnos por sus calles, con los que tanto disfruta para terminar el día en su querido pueblo.
|