Dando servicio toda la vida
Los hermanos Correas no se quieren jubilar del bar que regentan en Mazuecos de Valdeginate
Gonzalo Alcalde Crespo
Mazuecos es uno de los pueblos con el apelativo más largo de los que conforman la provincia de Palencia, pues añade a su primer nombre el de un humilde río –el Valdeginate–, que recorre de norte a sur la Tierra de Campos palentina, en cuya dilatada cuenca de exiguo caudal se localizan algunas de sus más importantes poblaciones. Por algo será. Dicen losmayores de esta absoluta tierra que el río Valdeginate, como el Sequillo, lleva más agua por debajo que por arriba, y si ellos lo dicen, seguro que es verdad. En estas cavilaciones estaba, mientras una interminable recta de asfaltome llevaba sin remisión camino de Mazuecos.
En el horizonte, la parda e imponente silueta de la mole de su iglesia parroquial competía en altura con la de la nívea Peña Curavacas. En estos días claros de la incipiente primavera, y como si de un espejismo se tratara, casi abandonaba la Montaña Palentina para hacerse un poco terracampino.
No he entrado en el pueblo, y ahí están tres o cuatro bellos palomares que hacen todo lo posible por distraer mi atención. Les gusta que les mire y les fotografíe, pero se van a fastidiar, porque vengo a ver el pueblo y no a ellos. Paseo las calles y corros de Mazuecos, veo que se están haciendo reformas en el edificio municipal y en una plazoleta del pueblo. Me llama la atención un grupo de coloristas fachadas de la Plaza Mayor. No sólo no me disgustan, sino que aplaudo la iniciativa, pues dan color y alegría y hasta rompen con la tradicional monotonía.
Sigo Calle Mayor arriba y como es lógico, llego a la iglesia, una inmensa montaña de pardos ladrillos para cuya fabricación probablemente se construyó un único tejar. Pero el que parece un rústico y mastodóntico edificio de ladrillo y teja, guarda un secreto, una sutileza artística: su bella portada de ingreso plateresca, una verdadera filigrana tallada en piedra a la que hace compañía una igual de interesante puerta de nogal.
Sé que esta iglesia parroquial de San Miguel de Mazuecos perdió gran parte de su torre a mediados del siglo XVIII, debido al terremoto de Lisboa, sin que sufriesen mayor daño los bellos artesonados mudéjares que acoge o su retablo mayor barroco sin dorar y el plateresco de la nave del Evangelio, así como otro renacentista de la Epístola.
Un buen café
Como el sol calentaba, busqué la sombra en el bar Correas, y allí me lié con su propietario, Luis Correas –un comerciante y hostelero rural de los que ya quedan pocos–, que conserva en su establecimiento una cafetera italiana Faema modelo Ariete. Tiene más de cuarenta años de servicio –veinte de ellos pasados en Alar del Rey–, pero los dos coincidimos en calificarla como una de las mejores cafeteras industriales que se hayan fabricado. Y puedo asegurarles que hace un café (me tomé dos) de los que hoy en día son difíciles de degustar, aunque sea pagando –aunque Luis no me permitió abonarlos–.
Estábamos hablando de mezclas de café (él utiliza desde siempre Cafés Tarrero, producto local), de la presión del agua y de la limpieza de la máquina, cuando apareció su hermana, María del Amor Correas, una mujer sencilla con unos ojos vivarachos que junto con su hermano lleva toda la vida atendiendo el negocio familiar. Es más, Luis me dice que su madre los parió estando detrás del mostrador, pues ya sus abuelos eran del oficio. Los dos ya están fuera de cuentas para jubilarse, perome aseguran que no lo van a hacer, que los del pueblo no les dejan, pues el bar y la pequeña e impoluta tienda que regentan son ‘el carrefour’ de Mazuecos. Y además, «¿que íbamos hacer, dar paseos por la carretera? », se preguntan.
Me despido de los hermanos Correas, y no le digo a María Amor que ya en el vecino pueblo de Frechilla me habían hablado muy bien de los ricos y sabrosos escabeches con puerros y aceitunas que prepara y que espero algún día probar si vuelvo a pasar por allí. ¿Quién dijo que en los pueblos no se puede vivir bien?ueros.
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