La metrosalchicha
Dos jóvenes emprendedores ofrecen un original plato en el bar que han abierto en Cisneros
GONZALO ALCALDE CRESPO | CISNEROS
|
Llegamos a la hora del vermú, porque en Cisneros se toma no sólo los domingos, sino todos los días que se puede, y estaba claro que hoy se puede. Un sol espléndido ilumina las calles del pueblo, aunque no las consigue calentar. Ya lo dice el refrán: 'el sol de febrero, ni para el perro'. Su luz, en cambio, sí engrandece los volúmenes de las soberbias fachadas de ladrillo mudéjar que adornan muchos rincones de esta histórica villa, algunas de las cuales verán mejorado su aspecto con el plan de rehabilitación que se acomete en la comarca bajo el nombre de Tierras del Renacimiento.
Otro tanto logra el sol con los imponentes pináculos enladrillados de las dos torres de sus afamadas iglesias de San Facundo y San Pedro, esta última convertida en un excelente museo (que se puede visitar de martes a domingo) y en el que se muestra el mejor arte sacro que por siglos acumularon estas dos antiguas parroquias, así como su conocida y devocionada ermita del Santo Cristo del Consuelo.
Aprovechándonos de las amables indicaciones que nos ofrece la alguacila del pueblo, nos disponemos a recorrerlo. Cisneros no es pueblo pequeño, no lo debió de ser nunca, pues aquí surgió uno de los linajes medievales más importantes de la historia de España, los Cisneros, cuyo mayor representante fue el conocido cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, quien llegó a ejercer de regente hasta la llegada a España del que sería emperador Carlos V.
Un monumento monolítico en la plaza de San Pedro recuerda a esta imponente personalidad histórica, fundador de la Universidad de Alcalá de Henares. Y también de cosas tan prosaicas como la de establecer la obligatoriedad de la identificación de las personas con un apellido fijo, que a partir de esa ordenanza quedaría asignado al apellido del padre, y que pasaría a ser el de todos sus descendientes.
El afamado trinquete
La villa de Cisneros está bien dotada, tiene un telecentro, una biblioteca dedicada al médico Mariano Carrión, una residencia de ancianos y cuatro bares. Buscando uno de ellos para picar algo y de paso pegarle a la hebra con alguien, nos vamos a la plaza para ver también su afamado trinquete, uno de los más antiguos y mejor conservados de la provincia de Palencia. Una lápida que conserva en la parte alta del frontón nos recuerda que «se ruega no jugar en este trinquete durante los oficios divinos que se celebran en esta católica villa de Cisneros», y que se fecha en 1910.
Como ganas de jugar pelota a mano no tenemos, nos vamos a visitar a Soraya García 'Perdinche' y Jesús Villamuza, dos jóvenes emprendedores rurales propietarios del café El Alambique, cuya simpatía y excelente trato nos facilita que este reportaje tome unos tintes más humanos, y así terminan casi como protagonistas del viaje a la villa de Cisneros.
Los dos tienen raíces en el pueblo -él mas que ella- y después de haber recorrido media España trabajando para una editorial, hace cuatro años, decidieron un día venirse e instalarse en la casa familiar de los abuelos de Jesús, donde, no sin esfuerzo, han montado su negocio de hostelería, al que han bautizado con el sugerente nombre de El Alambique. Su abuelo había tenido instalado en la vivienda uno de estos ingenios destiladores de orujo que hacían la competencia al ya afamado de Becerril. Hoy, su negocio es una referencia y una visita obligada para todo el que recorra esta parte de la Tierra de Campos palentina, por otra parte tan necesitada de innovaciones y de temas novedosos. Como nos dice Soraya, una joven mujer que está encantada con su proyecto, su negocio no sólo es un bar de copas que pone buena música (rock, jazz, etno o céltica), sino también un sitio donde se puede comer bien, pues además de hacer cocina tradicional, incluyen en su carta de picoteo la ya conocida como 'metrosalchicha'. Se trata de un embutido elaborado con carne de vacuno y porcino de un metro de longitud, asada en recto y que se sirve en un tabla de las mismas dimensiones acompañada de patatas fritas y salsas típicas españolas (mojo picón, tomate frito, mayonesa o ali oli), lo que hace las delicias de los comensales, grupos familiares o pandillas de amigos.
Su ilusionada forma de hablar de sus proyectos contagia a quienes les escucha, aunque reconocen que no ha sido nada fácil sacar el proyecto adelante, sin ayudas oficiales, pero esperan no tardando ampliar el negocio con un comedor y una terraza interior, porque ante todo quieren seguir viviendo y trabajando en Cisneros. Lo ven, aún hay personas que apuestan por vivir y trabajar en y por nuestros pueblos. ¡No hay que perder la esperanza!
|