Ninguna casa en ruinas
Los vecinos de Guaza de Campos han hecho un gran esfuerzo por conservar y embellecer el pueblo
Gonzalo Alcalde Crespo
Para ver cómo pasa un domingo en un pueblo de la Tierra de Campos palentina, me fui a dar una vuelta por Guaza. Era una mañana espléndida, con un cielo impoluto, del que colgaba un sol que jugaba a hacer luces y sombras con los volúmenes terrosos de la buena colección de palomares que esta villa terracampina conserva todavía por los arrabales de su antiguo núcleo urbano.
Varios son los conjuntos que de estas representativas construcciones vernáculas conserva Guaza, pero recomendaría al visitante que se acerque a ver los que se localizan cerca del acogedor parque que se ha construido alrededor de la vieja fuente de cisterna de Guaza, que, si no es románica, poco le falta. Allí, además de disfrutar de su agradable entorno en el que se han dispuesto bancos y mesas, podrá el viajero admirar de cerca algunos de esos palomares.
El solar de Guaza y el que fuera poblado y hoy ermita del Cristo del Acebes –de gran devoción en la zona–, fueron posesiones durante una buena parte de la Edad Media del poderosoMonasterio de Sahagún, así comodel Maestre de Santiago, pues señores no faltaron a esta tierra mientras se pudo sacar algo.
Se quejan los guaceños que el pueblo ha perdido población, pero yo puedo asegurarles que los que allí están han hecho un verdadero esfuerzo por embellecerlo y conservarlo, pues no existe ninguna casa en ruinas y no hay ninguna en venta. Un ejemplo de ello es Gabi Barca, una profesora de Primaria que compró hace unos años una casa en el centro del pueblo, y a la que pillé preparando su pequeño jardín para embellecer más si cabe la Plaza Mayor. Ella y su marido están encantados de venir todos los fines de semana a Guaza, y a uno de sus hijos que reside en Madrid le gusta aún más. Su caso no es aislado, pues también se han instalado en el pueblo una familia de daneses que han comprado y reparado una casa, que vienen al pueblo todos los veranos, época en la que la población casi se triplica.
Como era la hora del ‘vermú’ y por recomendación de Gabi, nos fuimos al teleclub, que gestionan y atienden los residentes en el pueblo, y le toca cada día a uno de ellos ejercer de camarero para todos los demás. Tienen unos precios de lo más asequibles, por lo que el local estaba de lo más animado. Allí me entrevisté con José María González Maraña, que ejerce como alcalde de Guaza desde hace 23 años, y me da a mí que no está cansado de serlo, pues nada más había que escucharle con la ilusión que me contaba los proyectos que tiene el Ayuntamiento. Reformar las cubiertas del Ayuntamiento modernista de la villa, la fachada del teleclub y hasta rehabilitar El Pósito para darle un uso social y cultural son esos proyectos.
Apercibiéndome de que en el local también había un grupo de mujeres, me fui a ellas –sin pedir permiso a sus maridos, que estaban en la mesa de al lado– para que me contasen algo del pueblo. De las cinco que componían el grupo, dos de ellas viven en el pueblo, incluida la esposa del alcalde. Desde un primer momento me di cuenta de que se encuentran de lo más a gusto en Guaza. Me comentaron que tienen la asociación Acebes, con la que participan en un buen número de actividades, como talleres de pintura, de bordados de vainica o de abalorios.
Pero no me marcharé de Guaza sin recomendar que giren una visita a la ermita del Cristo de Acebes y a su iglesia parroquial de Santa María, cuya fábrica neoclásica de finales del siglo XVIII destaca en la espaciosa plaza Mayor de la villa. Carece de la espigada torre que caracteriza a las iglesias terracampinas, pero en su lugar dos torrecillas gemelas cubiertas con chapiteles ejercen tal función. El retablo mayor barroco churrigueresco del siglo XVIII vino del monasterio cercano de Benavides, y a él le acompañan otros retablos menores de la misma época, destacando en ellos un ‘Ecce Homo’ y un ‘Santiago’, que se fechan como del siglo XVI, asegurándose que puedan haber salido de lasmanos del escultor paredeño Alonso Berruguete.
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