La única protagonista
La Puebla de Valdavia rinde homenaje a su vecina más longeva: Natividad González, quien cumplió 100 años el día 5 de septiembre
Texto y fotografía de Soraya de las Sías.
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Natividad González Bravo, en su domicilio de La Puebla. / S. SÍAS |
Transcurrido un mes exacto de la conmemoración de la patrona, Nuestra Señora de las Nieves, La Puebla de Valdavia volvió a vestirse de gala. No se trataba de ninguna fiesta local, pero la ocasión merecía tintes de gran acontecimiento, pues se trataba de rendir homenaje a la vecina más longeva: Natividad González Bravo, quien el día 5 de septiembre cumplía 100 años.
Familiares y paisanos hicieron posible una agradable jornada en la que la centenaria recibió numerosos obsequios. El Ayuntamiento y la asociación de amas de casa le regalaron un ramo de flores. Su familia le agasajó con un cuadro del árbol genealógico, mientras que el sacerdote le hizo entrega de un cuadro con la bendición del Papa Benedicto XVI. «Fue una gran ilusión. Me sentía la única protagonista del cuento», señala Natividad. A medida que relata otros detalles de su cumpleaños, sale a la luz su envidiable estado de salud, con una cabeza perfectamente amueblada y un fino sentido del humor que le permiten llevar con calma y sosiego algunos de esos achaques que, de vez en cuando, deja la edad.
De hecho, cuenta casi como anécdota que sólo ha ingresado una vez en el hospital, hace un año aproximadamente, y asegura encontrarse perfectamente, aunque tenga que echar mano del bastón para caminar. «Me duelen las rodillas, y los pies se me hinchan si estoy mucho tiempo de pie, pero me cuido», apunta Natividad, quien se desenvuelve con soltura por su casa, pendiente de las tareas del hogar y de sus sopas de ajo. Para ayudarle en las labores que requieren mayor dificultad, fuerza y ejercicio físico, cuenta todos los días con el apoyo de una asistente social, que se ha ganado su cariño y confianza. «Me atiende muy bien, es un encanto. A ella le dejo lo mayor, porque yo también hago cosas», señala González Bravo, mientras avisa que se levanta para comprobar si ha cerrado correctamente la charpa de la ‘hornacha’, que ella misma ha encendido para calentar la sala en la que tiene lugar la entrevista. «Está pendiente de todo», apunta su hijo Pablo, a quien le corresponde estar durante una temporada junto a su madre. «Está bien, pero ya son muchos años. Nos turnamos entre los cinco hijos, porque dice que de la casa en la que ha nacido y se ha criado no se mueve. Así de tozuda es», señala con ironía el hijo pequeño, a quienes algunos amigos atentos a la conversación apuntan como ‘el ojito derecho’ de ella. «No, no, ahí te confundes », espeta la centenaria, mientras aclara la situación. «No hago distinciones entre hijos. Ni tampoco entre los quince nietos y los nueve biznietos que tengo. A todos les digo que les voy a dar con el palo como se pasen», bromea.
Con la misma gracia y salero explica después cómo ve la evolución experimentada por la sociedad. «Hay menos gente, pero más servicios y mejoras. Hay más horas de fiesta, pero menos juerga, porque la gente de ahora no se sabe divertir, salen tarde y beben y hacen ruido. Antes éramos más sanos, hacíamos el baile en las praderas y al mediodía, para que asistieran todos, niños y grandes», recuerda Natividad, que también menciona los carnavales y los disfraces del birria con el cencerro y los soldados con carruajes.
Muchas cosas han cambiado, dice, al mismo tiempo que rememora que antaño las cuadrillas de labradores y de pastores se encargaban de limpiar los arroyos y no tenían lugar inundaciones como la acaecida este verano.
En este punto, la alcaldesa, Araceli Francés, irrumpe para explicarle que el Ayuntamiento ha solicitado a la Confederación Hidrográfica del Duero que le extienda los permisos necesarios para la limpieza de los cauces, «pero mientras no lleguen no podemos hacer nada al respecto», agrega la regidora, que le anima a acudir por las tardes a un local de la Casa Consistorial para jugar a las cartas con otras vecinas. «Ya veremos», apunta Natividad, queriéndose zafar de la situación y dejando claro el grado de autonomía que tiene para decidir lo que quiere hacer. «Aunque os lo agradezco, porque sé que estáis pendientes de mí», agrega con templanza.
Porque, como ella apunta, su generación no tuvo la oportunidad de seguir estudiando, «ni de aprender tantos tratados». No supieron si aquel letrero grabado en la pared del lavadero del Barrio de la Puebla estaba escrito con faltas de ortografía, pero sí hicieron honor a los principios de respeto y cortesía.
PATRIMONIO HISTÓRICO
Visita a las iglesias, la ermita y el museo etnográfico de El Cierzo
S.S. / PALENCIA
La estancia en La Puebla de Valdavia depara al viajero un completo paseo con visitas a la iglesia parroquial de Nuestra Señora de las Nieves, la ermita de San Roque o el humilladero dedicado a la Virgen del Carmen, a la entrada, junto a la carretera. El recorrido continúa después en la plaza del pueblo, al lado del Ayuntamiento, donde está abierto al público un museo etnográfico que gestiona la asociación cultural El Cierzo.
Es necesario acudir a Barrio de la Puebla para conocer su iglesia y el antiguo lavadero, e incluso llegar hasta Dehesa de Tablares, donde se conserva la iglesia románica con una magnífica espadaña y portada con archivoltas.
TRADICIONES
Hasta la ermita de San Roque
Los vecinos de La Puebla de Valdavia incluyen en su calendario una fiesta en honor a San Roque. Acuden en romería hasta la ermita del santo y posteriormente participan del tradicional reparto de pan y queso. Los mayores de la localidad recuerdan que antaño era tradición que pagaran la fiesta los solteros que iban a contraer matrimonio. / S. S.
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