Aquel ‘swing’ del Carrión
La despoblación ha provocado en Fresno un acusado descenso de la actividad agropecuaria
Soraya de las Sías
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Iglesia de San Juan Bautista de Fresno del Río. / S. de las Sías |
Está pletórico y demuestra orgulloso todo su potencial artístico. El Carrión se convierte en Fresno del Río en la pincelada que dibuja el paisaje, en el trazo de colores ocres, rojizos y verdes que da vida a la nueva zona recreativa. Después, en su discurrir, ofrece a los numerosos pescadores un apasionante concierto de jazz, una fusión de ritmos como los que la comunidad negra estadounidense originó en Nueva Orleans en el siglo XX y después exportó a otras ciudades, como Chicago o Nueva York, y al resto del mundo.
Un oído afinado convierte la corriente en esa sensación acústica estable que produce la combinación de la batería, el contrabajo, la guitarra y el piano. Un esquema musical sencillo y uniforme que produce ese ‘swing’ dulce y exótico que se enriquece después, cuando el agua sortea el laberinto de piedras, cuando aparecen los ornamentos e improvisaciones de la trompeta, el saxo, el clarinete o el trombón.
Mas parece que no son muchos los vecinos que han sido conquistados por la magia y locura sonora que un día abanderó Louis Armstrong, Jelly Roll Morton o King Oliver. Los acordes del Carrión en una zona dedicada a la agricultura y la ganadería no han atrapado demasiados adeptos, ni tan siquiera a los de casa, ya que muchos abandonaron el pueblo en busca de otras oportunidades de futuro desvinculadas y alejadas de los esfuerzos y los sacrificios de las gentes del campo.
Sin embargo, algo de nostalgia les debe quedar, pues regresan cada año en junio para celebrar las fiestas patronales en honor a San Juan, o en agosto, para participar de la romería a San Roque.
En el otro extremo están los que apostaron por quedarse en Fresno y poco a poco han ido demostrando que, si se quiere y se arriesga, el medio rural puede tener aún posibilidades de futuro. Con parcelas de labranza, con un rebaño de ovejas, una explotación de ganado vacuno o una granja de cría de conejos. Con proyectos más o menos difíciles y más o menos modernos, todos ellos han compartido el mismo deseo de permanencia y de arraigo a la zona, de la que afirman que siempre estarán vinculados y unidos.
« Muchos de los que se fueron siguen regresando cada verano para disfrutar de la tranquilidad, de la ausencia de ruidos, de la naturaleza y sobre todo de la libertad de hacer lo que quieres sin horarios ni prisas. Esto es muy difícil pagarlo y compensarlo, por muy preciosa que sea la ciudad en la que vives», explica el alcalde de Fresno, Vidal Fernández Heras.
Al menos los que han permanecido en Fresno siguen participando en la ribera del Carrión de la magia y la locura del jazz, disfrutando de la fusión étnica del trombón y la trompeta con la corriente del agua, preparando el ‘blues’ que regalarán a los que un día emigraron de la orilla del Carrión.
Fresno alberga una de las pocas granjas de conejos de la provincia
S.S./PALENCIA
Casi escondida entre la arboleda de la ribera del Carrión, está la granja de cría de conejos, una de las pocas que hay en Palencia y que, sin embargo, aglutina casi el 50% de la producción de este animal a nivel provincial. La explotación de la familia Fernández arrancó hace 16 años. Sin embargo, en el 2000 experimentó una importante renovación y ampliación, con la introducción de mejoras en las instalaciones a través de los sistemas de ventilación y temperatura, con la mejora de la alimentación, la limpieza y la propia selección genética de los ejemplares de raza valenciana, de piel fina y blanca y orejas rosadas.
Estos avances contaron con una gran inversión económica, sufragada en parte con subvenciones de las líneas de ayudas a la agricultura y la ganadería de las instituciones públicas y favorecieron la expansión de la explotación de Fresno del Río, llegando en la actualidad a tener porcentajes envidiables para otras granjas similares, con conejas que paren ocho veces al año, con una media de nueve crías.
La leche materna será su base alimenticia durante los primeros días, para pasar después a ingerir piensos y forrajes naturales, cebada y alfalfa de la zona, hasta que pasen aproximadamente 65 días y la cría llegue a los dos kilogramos de peso. Entonces, algunos ejemplares serán seleccionados para continuar con la mejora de la raza y la gran mayoría irá a parar al matadero de Valladolid, desde donde después se distribuyen a las carnicerías, las grandes superficies comerciales y los negocios de restauración.
La familia Fernández forma parte de esos vecinos de Fresno que apostaron por permanecer en la localidad, que arriesgaron y que hoy presentan uno de los proyectos agropecuarios de la zona norte de la provincia.
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